Bad Men

Bad Men: mujeres indignadas en las series de televisión
'Los hombres que no amaban a las mujeres' es la traducción del best-seller de Stieg Larsson
publicado en 2005. Traducción libre, porque la literal es 'Los hombres que odiaban a las mujeres'.
Hay una pequeña gran diferencia entre no amar y odiar, entre un sentimiento pasivo de indiferencia
y otro activo de intimidación como el protagonizado por todo el entramado político y policial de la
novela. De la violencia nazi a la violencia machista, esta crónica de humillaciones lleva camino de
ser rebasada por otras historias cada vez más frecuentes en las series de televisión.
Durante décadas la mujer ha sido un personaje secundario en las series, con puntuales excepciones
que hoy nos parecen casi proféticos del cambio de paradigma. Los más veteranos recordamos el
caso de aquella periodista ex-alcohólica que decide ser madre soltera. 'Murphy Brown' (1988-1998)
fue cuestionada por el propio vicepresidente de EEUU, que veía en el personaje un peligro para las
televidentes. Debían parecerle más inofensivas 'Cagney & Lacey' (1982-1988 ) porque se
comportaban como una pareja masculina de policías (el padre de Cagney era policía), o 'Las chicas
de oro' (1985-1992), aunque esta serie igualmente daba libertad de imaginación y lenguaje a las
mujeres. Una libertad menos edulcorada es la que vivió 'Ally McBeal' (1997-2002), una abogada
que suma estrés laboral y conflicto interior. Retrato divertido de lo que cuesta la autonomía
(profesional pero también emocional) a la mujer. Vulnerable y por lo mismo expuesta a crisis y
fantasmas: Patricia Arquette en 'Medium' (2005-2009) se comunica con el más allá, como la
protagonista de 'Entre fantasmas' (2005-2010). Pero no todo es sobrenatural: vale recordar que Ally
McBeal había sido despedida por denunciar un caso de acoso.
La rebelión de las mujeres. Lisbeth Salander es la gran heroína literaria de esta causa, el icono de un

nuevo prototipo femenino que va mucho más allá del rol de compañera paritaria del hombre
asumido en tantas series de principios de este siglo, sobre todo policíacas, como 'Castle' (2009-).
En 'Bones' (2005-) ella ya es más inteligente que él, y en 'Broadchurch' (2013-) ella suple las
carencias de él.
Pero en las últimas series emerge un perfil femenino distinto. Ni neuróticas confusas, ni amables y
eficaces colaboradoras. Aparece la mujer fuerte, capaz de enfrentarse con tenacidad y éxito a un
mundo masculino que bascula entre la irresponsabilidad y la violencia. 'Happy Valley' (2014-)
cuenta la lucha de una sargento de policía mayor (es abuela en activo, otro rasgo novedoso: la mujer
madura se abre un hueco no decorativo en la ficción televisiva) contra un grupo asesino plagado de
machotes, entre ellos el violador de su hija. Su batalla, comparable a la de Lisbeth Salander, no es
sin embargo marginal sino absolutamente legal: la mujer ha accedido al poder, a la ley, para
combatir con éxito las tropelías masculinas. Es el mismo esquema de la danesa 'Forbrydelsen'
(2007-2012) donde la detective Sarah Lund asume además rasgos hasta ahora exclusivos del
hombre: antepone el trabajo a la familia y desarrolla su investigación de manera obsesiva. ¿No es
también obsesivo el empeño de Carrie en 'Homeland' (2011-), y por lo mismo decisivo para avanzar
en el esclarecimiento de un conflicto mayúsculo que los hombres de la CIA son incapaces de
resolver? Y en un registro menos novelesco, Virginia es el motor de la investigación médica en
'Masters of Sex' (2013-), y la Alicia de 'The good wife' (2009-) desteje con entereza los desastres de
su marido el gobernador mientras reconstruye su propia identidad: en los últimos capítulos acaba de
lanzarse a fiscal del distrito.