E E E Resistencia yaqui frente a la construcci

3 I NTRODUCCIÓN 5 C APÍTULO

I. E

L LEGADO JESUÍTICO EN LA CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD YAQUI . 23 I.I S ISTEMA MISIONAL JESUÍTICO EN LAS PROVINCIAS DEL NOROESTE NOVOHISPANO : EL CASO YAQUI SIGLOS XVII Y XVIII. 25 I.II C ONTRADICCIONES DE LA COLONIZACIÓN : DECLIVE DEL SISTEMA MISIONAL , SECULARIZACIÓN Y LA PUGNA POR EL RECURSO INDÍGENA . 34 I.III L A REBELIÓN YAQUI DE 1740. 38 I.IV L OS PUEBLOS YAQUIS POSJESUÍTICOS , EL REGRESO DE LA AUTODETERMINACIÓN 1767-1821. 43 C APÍTULO

II. E

STADO - NACIÓN MEXICANO EN CIERNES , LA NEGACIÓN DE LA DIVERSIDAD ÉTNICA Y LA CONTENCIÓN DE UNA LÓGICA HISTÓRICA : LA INTERRUPCIÓN DEL PROCESO DE COLONIZACIÓN 1821-1854. 49 II.I E L PROBLEMA ÉTNICO - NACIONAL . E L INDÍGENA EN LA CONSTRUCCIÓN DE LA NACIÓN MODERNA : LA HOMOGENIZACIÓN . 53 II.II E L CAMBIO DE PARADIGMA , LA PÉRDIDA DE REPRESENTATIVIDAD POLÍTICA DE LOS PUEBLOS YAQUIS . DE LOS DERECHOS Y OBLIGACIONES CORPORADOS A LA IGUALDAD ANTE LA LEY . 68 II.III L A INSURGENCIA YAQUI DE 1825-1833, EL MOVIMIENTO DE J UAN B ANDERAS Y LOS FUNDAMENTOS IDENTITARIOS DE LA LUCHA POR LA AUTONOMÍA POLÍTICA . 75 C APÍTULO

III. E

L ARRIBO DEL REFORMISMO LIBERAL , EL E STADO FORTALECIDO Y LAS ESTRATEGIAS INDÍGENAS 1854-1887. 93 III.I L AS CONTRADICCIONES LEGALES Y LA REALIDAD COMUNITARIA , OTRO PARÉNTESIS EN LA TRANSFORMACIÓN DE LA PROPIEDAD . 95 III.II E STRATEGIAS DE REPRODUCCIÓN CULTURAL DE LAS COMUNIDADES INDÍGENAS Y CAMPESINAS ANTE LAS LEYES DE DESAMORTIZACIÓN . L A RESPUESTA INDÍGENA Y EL PESO DE LA TRADICIÓN . 102 III.III L A RESISTENCIA YAQUI . A LIANZAS POLÍTICO - MILITARES DE ENTRE LA PUGNA LIBERAL - CONSERVADOR 1854-1866. 105 III.IV L A CONSOLIDACIÓN DEL E STADO NACIÓN , SU EXPRESIÓN EN S ONORA Y LA RESPUESTA INDIA . 1867-1887. 111 III.V E L PERIODO AUTONÓMICO YAQUI 1875-1887. L A REACTUALIZACIÓN DE LA IDENTIDAD YAQUI COMO MEDIO PARA RESISTIR LA IMPOSICIÓN DE LA IDENTIDAD NACIONAL . 117 III.VI L A REESTRUCTURACIÓN YAQUI Y LE RENOVACIÓN IDENTITARIA . 121 III.VII L OS YAQUIS COMO UN PROBLEMA A ESCALA NACIONAL . F IN DE LA COYUNTURA 4 LA MODERNIDAD EN POS DE LA TRADICIÓN A RESIDENTICA YAQUI DE AJEME UN PROBLEMA IDENTITARIO . 149 C APÍTULO IV. EL ENGRANAJE DE LA TRANSFORMACIÓN MODERNIZADORA A ESCALA INÉDITA EN EL TERRITORIO YAQUI Y LA CONTINUACIÓN DE LA RESISTENCIA 1887-1908. 155 IV.I L AS ESTRATEGIAS DE LUCHA SE MODIFICAN PERO LA RESISTENCIA CONTINÚA : LA ERA DE J UAN M ALDONADO T ETABIATE . 157 IV.II L A COLONIZACIÓN Y TRASFORMACIÓN DEL V ALLE DEL Y AQUI . 165 IV.III U N MEDIO DE RESISTENCIA EFECTIVO , EL SUSTENTO DE LA GUERRILLA Y LOS NUEVOS MEDIOS PARA LA REPRESIÓN . 169 IV.IV L A P AZ DE ESTACIÓN O RTIZ 1897-1899 Y LA PARAFERNALIA NACIONALISTA . 187 IV.V L A BARBARIE DE LA CIVILIZACIÓN : DEPORTACIÓN Y EXTERMINO . LA RESISTENCIA COMO UNA CUESTIÓN ESTRUCTURAL Y UN ARMA DE DOBLE FILO : EL FACTOR E STADOS U NIDOS . 197 IV.VI D OS PROCESOS DE PAZ FALLIDOS 1904 Y

1908. L

A IMPORTANCIA DE LOS LÍDERES CULTURALES Y DE LAS FIESTAS Y RITUALES EN LA CONSERVACIÓN DE LA IDENTIDAD . 207 C ONCLUSIONES 214 B IBLIOGRAFÍA Y FUENTES CONSULTADAS 245 5 Paradójicamente los yaquis, los que hablan fuerte 1 , nunca han sido verdaderamente escuchados. Históricamente han tenido que usar todos los recursos a su alcance, desde el ámbito peticionario y legal, hasta el ensordecedor rugir de las armas para hacerse mínimamente audibles. Pero la sordera, la represión, las dádivas y paliativos han sido las repuestas a sus demandas. Hoy en día, en el año 2014, continúan esgrimiendo diversas estrategias para hacer oír su voz ante la usurpación de que ahora son objeto. El problema actual es la puesta en marcha, desde 2010, del programa hidráulico Sonora Integra, que mediante la construcción del Acueducto Independencia está desviando buena parte de las aguas del Río Yaqui, desde el mes abril de 2013, hacia la ciudad de Hermosillo, directamente desde la cuenca del río, en la presa El Novillo 2 . El acaparamiento del vital líquido no es una cuestión reciente, data por lo menos de las últimas dos décadas del siglo XIX, durante la instauración latifundista y empresarial porfiriana que puso en marcha los grandes proyectos de riego, colonias agrícolas, presas, bocatomas y canales de irrigación que iniciaron el desvío de las aguas del río y que provocaron una trasformación sin precedentes en el territorio yaqui. Esta metamorfosis justamente estuvo sustentada en el control y uso industrial del Río Yaqui y los afluentes aledaños. Las dragas del río continuaron con nuevos bríos en la era revolucionaria y muy particularmente a partir de 1940, con la creación del distrito de riego número 18, Colonias Yaquis, pero sobre todo con la construcción de las presas de la Angostura 1941 y la de Oviachic 1945, que acabaron con las inundaciones periódicas que los yaquis aprovechaban para el cultivo y agricultura de subsistencia Olavarría; 2003: 49. La tónica durante el resto del siglo XX fue la misma, la creación de más distritos de riego, como el número 41 1955, nuevas presas, como la Álvaro Obregón 1953, además de mayores invasiones de tierra en los años setenta Olavarría, 2003: 50; Velasco, 1988: 66. 1 La t adu ió del o a lo a ui sig ifi a la ge te ue ha la fue te. Jia -emé-e hiaquimí, yaqui La gente que habla fue te . “oto; : 248. 2 Que pretende extraeré entre 50 y 75 millones de metros cúbicos anuales de las aguas del Río Yaqui para enviarlas a la ciudad de Hermosillo. Véanse http:namakasia.jimdo.com ; https:www.facebook.comsolidaridad.tribuyaqui ; https:www.facebook.comyaqui.namakasia?fref=ts ; http:www.animalpolitico.com201401avanza-la-lucha-de-la- tribu-yaqui-contra-el-acueducto-independenciaaxzz2zwCV5gW3 . 6 política de los yaquis, que conservan sus estructuras de gobierno y sus autoridades tradicionales, con su progresiva dependencia económica, ha sido producto del proceso de ocupación territorial y del acaparamiento acuífero. El cual, precisa y paradójicamente cobró un nuevo impulso a partir de la cesión territorial cardenista y que José Velasco Toro ha de o i ado o o u a […] políti a hid áuli a et o ida Velas o; : . Así ue la problemática vigente que aqueja a los yaquis no es inédita, pero la gravedad radica en que nuevamente se están sustrayendo los escasos recursos hídricos que aún quedan en sus manos para el abastecimiento de las carencias que aquejan a la capital del Estado y que ponen en riesgo el suministro de la etnia, así como el de buena parte del sur de Sonora. Sin embargo y como se ha sugerido, esta realidad ha sido originada por el desarrollo histórico de la utilización dispendiosa, masiva e irresponsable que empresas, gobierno y particulares han realizado al amparo del Estado mexicano. La repuesta y estrategia yaqui ante este atentado ha sido una amplia organización y movilización a través de la Campaña nacional e internacional: Namakasia por la Tribu Yaqui 3 . La acción directa como medio de presión ha consistido en el cierre intermitente de la carretera internacional México- Nogales, así como la movilización informativa por diversos estados de la República. La realización del mega proyecto ha estado plagado de irregularidades, pues se iniciaron los trabajos y el saqueo del recurso sin la consulta ni consentimiento de los yaquis, cuando se trata de una obra de infraestructura en su territorio, que pone en riesgo el desarrollo de su subsistencia y que viola los derechos de la etnia a ser consultados e informados sobre estas acciones que los implican directamente, así como de su impacto ambiental. Tan es así, que los yaquis ganaron un amparo ente la Suprema Corte de Justicia de la Nación SCJN que ordenó a la Semarnat, el 8 de mayo de 2013, la realización de una consulta. Sin embargo esto sucedió a tres años de iniciados los trabajos del acueducto, pervirtiendo el sentido de todo proceso consultivo, ya que una medida de esta naturaleza invariablemente debe tener un carácter previo, precisamente para evaluar y someter a escrutinio la viabilidad de cualesquiera medidas que pretendan llevarse a cabo. La realidad es que ni si quera el desarrollo de la consulta ha detenido la extracción diaria de importantes volúmenes de agua y la propia SCJN autorizó, en sentencia del 7 de agosto de 3 Véase http:namakasia.jimdo.com 7 ambiental. Incluso un juez de distrito sancionó a la Semarnat por no acatar las disposiciones para llevar a efecto la consulta. Como se puede advertir se trata de un proceso completamente viciado en el que están implicadas diversas autoridades locales y federales, como Semarnat, la gubernatura del Estado, Conagua y la propia SCJN. Debido a las anomalías y a la extensiva presión de la etnia, el 21 de enero pasado la Secretaría de Gobernación y representantes de la tribu yaqui han firmado un convenio para que todas la medidas evaluatorias se lleven a cabo. Sin embargo el análisis de este documento revela que no busca resolver el fondo del conflicto, ni detener las obras, sino se trata de una medida paliativa que estrictamente compromete a la Secretaría de Gobernación a realizar mesas de negociación, en calidad de mediador, para analizar los daños causados e indemnizar a los afectados, implementar medidas asistencialistas, firmar un Convenio de operación, informar sobre los volúmenes de agua que están siendo sustraídos, buscar alternativas hidrológicas y transferir temporalmente los trabajos de ope a ió de la o a de to a al o ga is o fede al de la Co agua […] pa a ue esta la ope e e ta to se esuel a el fo do del asu to […] 5 . Como devela este breve extracto de la cláusula cuarta, a pesar de la consulta y de la firma del convenio, el gobierno en ningún momento se obliga a detener el trasvase, sino que continúa extrayendo el agua del río 6 y en cambio compromete a los yaquis a levantar el bloqueo carretero. Esta es genéricamente la situación y algunas de las vicisitudes coyunturales del conflicto más reciente. Pero se trata de una pugna que tiene una larga historia y que en sus diferentes periodos se ha expresado de diversas maneras, y que responde a un proceso y relación histórica compleja entre el Estado nación y los pueblos yaquis. A pesar de las reiteradas alocuciones de difusión de los yaquis en el contexto actual, que establecen que se trata de una lucha legendaria de casi 500 años, desde los primeros contactos con los españoles en el siglo XVI, estas deben ser matizadas y entendidas en su ámbito, desde otra forma de comprensión histórica y como una estrategia propagandística. Sin embargo el trabajo y análisis historiográfico nos impide suscribir y 4 Véase http:www.animalpolitico.comblogueros-res-publica20140410la-consulta- perversaaxzz2yVBqXk7F 5 CONVENIO DE COORDINACIÓN Y CONCEPTUALIZACIÓN TEMÁTICA CON AUTORIDADES TRADICIONALES DE LA ETNIA YAQUI, ACTORES PRODUCTIVOS DEL VALLE DEL YAQUI E INTEGRANTES DEL MOVIMIENTO CIUDADANO DE DEFENSA DEL AGUA DE CAJEME, 21 de enero 2014. Véase http:es.scribd.comdoc202164196Convenio-Tribu-Yaqui-Segob 6 Dos de las cinco bombas de extracción siguen en funcionamiento. 8 su nuevo paradigma político, el Estado nación, y no el desarrollo sincrético, comunitario y pueblerino misional jesuítico, el que verdaderamente puso en peligro la continuidad comunitaria y tradicional yaqui, así como el proyecto que emprendió un ataque sistemático a su patrimonio natural. La autonomía política yaqui, los recursos indígenas y su entendimiento del mundo, frente a la soberanía nacional, la nueva forma de identificación y su lógica de desarrollo productivo industrial han sido los polos entre los que han oscilado las manifestaciones del conflicto que se ha distendido hasta nuestros días. Sin embargo y más allá de las formas y coyunturas discordantes que adquirió la lucha entre los yaquis y la modernidad nacional, lo que encierran y lo que hay de fondo es la oposición de dos maneras de concebir y relacionarse con el mundo, dos cosmovisiones, una de tipo tradicional o de Antiguo Régimen y la identidad moderna, ciudadana, nacionalista, es decir, el enfrentamiento de dos identidades. Así que es fundamentalmente en el siglo XIX, durante la construcción del Estado nación y la nueva forma de identificación que contiene, donde radica buena parte de la génesis, la definición, así como el clímax de la querella entre estas dos formas de identificación sociocultural. Por lo que su investigación, análisis y explicación constituye el contexto histórico crucial que nos puede arrogar las repuestas para comprender precisamente lo que sucede hoy en día. Además es justamente el presente, la transformación permanente, la historicidad, lo que posibilita y justifica la reproducción del trabajo historiográfico, aquello que permite que volvamos a abordar añejas temáticas pero con nuevas cuestionamientos y perspectivas. Por ello, así como por la vigencia del enfrentamiento, la investigación histórica sobre los yaquis y su devenir sigue siendo relevante y profundamente actual. El propósito de esta investigación es el análisis histórico de la resistencia yaqui durante la centuria decimonónica, principalmente enfocada en su segunda mitad y hasta la primera década del siglo XX 7 . Sin embargo el objetivo es hacerlo desde un marco explicativo que prioriza en la construcción sociocultural de la identidad, es decir, que concibe que en la raíz del conflicto hay una problemática de dos formas o concepciones de pertenencia enfrentadas. Esta perspectiva nos permite acudir a las especificidades 7 A este pe iodo alude la pa te del título de esta pes uisa ue señala […] f e te a la o st u ió so e todo la consolidación del Estado a ió e i a o […] . 9 naturaleza del enfrentamiento, pero sin perder de vista que en última instancia y en términos más amplios se trata de la pugna de dos identidades. Esta simultaneidad es posible precisamente gracias al modelo identificatrorio como eje teórico-metodológico de esta pesquisa, pues la identidad transgrede todos los ámbitos de la vida social, por lo que permite una mirada globalizante o totalizadora, pero que a su vez hace posible el escrutinio y análisis de los rubros más puntuales y singularizados de las rebeliones y resistencia indígenas, frente al constructo de pertenencia nacionalista, concretizado en este trabajo en el caso yaqui. Se trata de una perspectiva dicotómica, es decir, un proceso de resistencia en permanente relación con la construcción y lo que se ha denominado o o la o solida ió del Estado nación mexicano. De tal manera que esta investigación concibe que sólo es posible la comprensión y la explicación de la resistencia yaqui si se inserta y se establece una relación compleja y profunda con el contexto más amplio al que pertenece, mediante un análisis exhaustivo del mismo. El cual y en términos generales corresponde al distendido desarrollo de la compenetración entre el mundo moderno y el llamado tradicional o de Antiguo Régimen. Sin embargo y para el espacio temporal que principalmente nos compete, este contexto fundamentalmente está caracterizado por la construcción y consolidación nacional. Como ya se puede advertir y si bien el foco de investigación es la resistencia yaqui, el escrutinio de esta investigación no se limita al análisis histórico de esta lucha y rebelión indígena, sino que busca dar cuenta del amplio fenómeno de creación-invención nacional, con el propósito de comprender y explicar por qué resistían los yaquis, contra qué se estaban enfrentando, cuál era el sitio que el Estado nación pretendía programar para los grupos indígenas, qué es lo que ofertaba para su desarrollo y cómo pretendía llevarlo a cabo, en síntesis, el problema étnico-nacional 8 . De este modo, buena parte del reto de investigación ha consistido justamente en explicar de manera compleja el proceso de construcción nacional, así como su incidencia en la identidad yaqui y sus consecuencias en el desarrollo de la resistencia indígena. Ha sido precisamente el escrutinio de cómo se construyen las naciones lo que nos ha permitido comprender y definir un concepto de identidad colectiva, pues la hechura de las naciones y el nacionalismo es ante todo una fabricacióninvención cultural y simbólica, 8 Como se puede advertir en el índice así he denominado al primer apartado del capítulo II. 10 pertenencia. Así que a través del trabajo teórico con algunos de los autores que se han dedicado a la reflexión acerca de las naciones y el nacionalismo, pero sobre todo de aquellos que han propiciado una novedosa interpretación al respecto, como las propuestas de Benedict Anderson Anderson; 1983, John Breully Breully; 1982, Eric Hobsbawm Hobsbawm; 1991, así como los más recientes trabajos de Jaime E. Rodríguez 1996, François-Xavier Guerra Guerra; 1992 y sobre todo de Tomás Pérez Vejo Pérez Vejo, 1999; 2007; 2010 se ha construido el concepto de identidad de esta investigación. Sin embargo también se integró la definición que hace Alejandro Figueroa específicamente para el caso yaqui Figueroa; 1993, la inclusión de su acepción ha sido insoslayable para erigir una noción mucho más precisa y que genéricamente puede ser aplicada tanto para la identidad nacional, como para la étnica, pues más allá de las dimensiones de cada una y sus divergentes grados de cohesión, las estrategias de elaboración y reproducción identitaria utilizan los mismos mecanismos de reconocimiento 9 . Así, se concibe a la identidad social o colectiva en esta investigación como un sistema y constructo sociohistórico relacional y de representación 10 , de trasformación y negociación permanente, en donde es necesaria la construcción del otro, de aquello que no se es, como medio esencial de autoafirmarción a través de la diferenciación 11 . Toda ide tidad e esita se o ada […] desig ada edia te u siste a de sí olos […], esta di e sió si óli a es o stituti a de los procesos de ide tifi a ió so ial pe ite el e o o i ie to e íp o o de ot os […] , po lo ue principalmente se expresa en el terreno simbólico a través de todos aquellos referentes, ceremonias, emblemas, signos, rituales, etc., que determinan quiénes somos, que tienen una interacción compleja y que apelan directa y esencialmente a las emociones y creencias comunes para crear y recrear afiliación 12 . Es decir, es eclipsada mediante la fabricación y escenificación recurrente de un imaginario colectivo referencial, pero que asimismo contiene, penetra y da cuenta de todos los ámbitos de la vida social. De tal manera que la identidad cumple una función vital e inapelable para la existencia humana, 9 Toda ide tidad so ial se apo a e ite io, a as o asgos disti ti os […] Figueroa; 1993: 261. 10 Véase Figueroa; 1993: 260. 11 U a ide tidad ole ti a e ite a la fo a e ue se pe i e a i is os los ie os de u a ole ti idad e ela ió o uie es o lo so Figue oa; : . Véase también Pérez Vejo; 2008: 10. 12 E ta to ue los sí olos de ide tidad ole ti a emiten a sentimientos y creencias, remiten también a un sistema de alo es o el ue está fue te e te i ulados Figue oa; : . 11 existencia socio-individual y natural que otorga y da sentido y significado a la vida de los hombres. Por su parte el concepto de resistencia ha sido trabajado a través de diversos autores, fundamentalmente mediante la teorización de James Scott Scott; 2011, así como de su ejercicio empírico en México en pesquisas como las Edgar Mendoza Mendoza; 2007, Daniela Marino Marino; 2011 y sobre todo de Romana Falcón Falcón; 2005; 2011. Sus investigaciones y planteamientos sobre estudios subalternos y de resistencia han servido para complementar un concepto de acuerdo con la historia de los sectores marginados, pues en efecto busco la manera de distinguir la historia de un grupo subalterno, por lo que estos enfoques, sus propuestas metodológicas y de búsqueda documental han sido una herramienta para el trabajo de archivo y análisis de fuentes realizado. Entendemos la resistencia como la diversidad de expresiones que mediatizan la relación entre los sectores dominantes y los dominados, en donde incluso la concepción de asimilación cultural forma parte de las maneras de resistir de los grupos subordinados, pues hasta en la asimilación suceden transformaciones de los códigos adquirido, así como un apropiamiento creativo que puede ser utilizado como ejercicio de resistencia y manifestación identitaria contestataria. Esta perspectiva se ha complementado con las investigaciones y concepciones de algunos antropólogos como Frank Salomon Salomon; 1990, Sidney Mintz Mintz; 2003 y Eric Wolf Wolf; 2005, principalmente debido a sus trabajos con sociedades que han implementado múltiples estrategias para sobrevivir a los contactos con el mundo moderno. Se trata de una concepción de la resistencia que se aleja de la percepción aculturativa, para arribar a una noción más cercana a las tesis del encuentro, préstamo, intercambio e interacción entre culturas planteada por Peter Burke Burke; 2000, no exenta de relaciones de poder asimétricas, pero que implica asimismo la penetración y modificación cultural de los grupos hegemónicos y que se manifiestan en las diversas maneras de negociar la subordinación. Después de definir los conceptos ejes de esta investigación y los autores que nos han servido para ello se pueden apreciar las coordenadas teórico-metodológicas de este trabajo posgradual, sin embargo es imperioso hacerlo explícito. Si bien la historia social nos ha servido como un punto de referencia, coincidente en el estudio de aquellos sectores y grupos sociales que esta perspectiva también ha denominado como grupos 12 definición de la resistencia, a través de investigaciones centradas en la hegemonía, la resistencia, el poder y la subordinación. Sin embargo y como se ha precisado este concepto no ha sido adoptado, sino construido y complementado con los trabajos de los antropólogos referidos y sobre todo mediante las reflexiones de James C. Scott Scott; 2011, quien pugna por la labor interdisciplinaria y quién aporta desde diversos derroteros disciplinarios, como la politología y la antropología. Así que la historia social tiene contribuciones precisas para esta investigación pero en estricto sentido no se trata de una pesquisa que pueda ser denominada como un trabajo de historia social. La historia cultural, como se ha sugerido a través de la referencia a Peter Burke, también tiene algunas aportaciones para esta tesis, pues esta perspectiva complejiza y propone nuevos paradigmas de entendimiento sobre la conformación de las diversas identidades y culturas. Pero igualmente su introducción a esta investigación es muy específica y no se adopta el modelo teórico como tal, sino algunas de sus reflexiones que justamente tiene que ver con la noción de la resistencia, así como las categorías y conceptos que posibilitan una más amplia y precisa definición de la naturaleza de los contactos entre diversos y muchas veces opuestos sectores sociales, sobre todo en relaciones de poder asimétricas, tal y como sucede en nuestro caso de estudio. Así, algunos de sus postulados son integrados gracias a sus planteamientos concentrados en explicar los procesos entre culturas distintas, en donde no sólo se analizan las consecuencias económicas y políticas, sino también los cambios culturales que genera la interacción entre una o varias culturas desde l a pe spe ti a del odelo del e ue t o Burke; 2000: 252. En este proceso de encuentro cultural se genera un espectro de posibilidades de receptividad que van de la asimilación al rechazo, en las que intervienen la adaptación y la resistencia, y donde se registran fenómenos como la adopción de ciertos elementos de la cultura dominante, la formación de sociedades mestizas de diferentes tradiciones culturales, la reproducción cultural, la hibridación, la simbiosis y la adaptación. Tal y como se podrá apreciar profusamente en el caso yaqui y su relación con el Estado nación, principalmente en la adopción de dispositivos, estructuras y símbolos de identificación del modelo dominante. De manera que esta vertiente de la historia social, también denominada como […] a iedad a t opológi a de la histo ia Bu ke; 2000: 242, o nueva historia cultural, es utilizada como herramienta fundamentalmente por la 13 dinámicas sobre la manera en que convergen los procesos de intercambio cultural, como el concepto de reproducción cultural, ampliamente utilizado en esta investigación, que nos habla de una forma activa de asimilación yo adaptación de elementos de otras culturas como dispositivos propios. A estas nociones y acepciones se restringen la integración y utilización de la historia cultural, en correspondencia con la naturaleza de la relación dicotómica de esta investigación. Ahora bien, la teoría política o nueva historia política, como preliminarmente se ha bosquejado, es sin lugar a dudas la corriente teórico-metodológica en la que se inscribe este trabajo y la que me ha permitido definir el marco interpretativo que atraviesa toda la investigación: la perspectiva de la identificación colectiva. Así que es principalmente a través de sus planteamientos y el novedoso entendimiento sobre la elaboración de las naciones y el nacionalismo lo que ha posibilitado construir mi objeto de estudio desde otro enfoque, para abordar de manera distinta una temática ampliamente trabajada desde diversos derroteros. Esta corriente surgió fundamentalmente a partir de las investigaciones y autores que en los primeros años de la década de los años ochenta generaron una revolución en el campo de la teoría política Pérez Vejo; 2010: 32, me refiero a los trabajo que coincidieron casi milimétricamente en su realización, lo cual manifiesta una preocupación común y un vacío historiográfico y epistemológico que había que atacar. Se trata de las cavilaciones sobre las naciones y el nacionalismo de Benedict Anderson, Comunidades imaginadas Anderson; 1983, Nacionalismo y Estado de John Breully Breully; 1982 y la obra de Ernest Gellner, Naciones y nacionalismo Gellner; 1983. Estos estudios pioneros provocaron toda una nueva propuesta interpretativa sobre el nacionalismo y las naciones, que han contribuido a derribar los sólidos pero infundados presupuestos que teníamos sobre la explicación de las mismas, tales como su existencia pe e e, la fatalidad histó i a A de so ; : 200, o su advenimiento como gestas independentistas. Cuando más bien fueron la consecuencia del resquebrajamiento del viejo orden dinástico-religioso y estamental del Antiguo Régimen, y que surgieron después de prolongadas guerras civiles. Las naciones fueron entonces la consecuencia y no la casusa de las pretendidas guerras de independencia. Asimismo, han logrado erradicar la vieja suposición de que los estados surgen o son producto de las naciones, cuando sucede exactamente al revés, con todas las implicaciones de invenciónconstrucción que ello 14 número de autores que al igual que estos padres fundadores han buscado romper con los viejos esquemas sobre el problema de la nación, como las investigaciones de Brian Hamnett Hamnett; 1986, Tulio Halperín Donghi Halperín; 1985, John Tutino Tutino; 1986, Eric Hobsbawm, Hobsbawm; 1991, François-Xavier Guerra Guerra; 1992, Jaime E. Rodríguez Rodríguez; 1996, Tomás Pérez Vejo Pérez Vejo, 1999; 2007; 2010, Eric Van Yung Van Yung; 2006, Mónica Quijada Qujada; 2005, ente varios otros. Forman parte de un grupo de historiadores que desde este enfoque político han puesto en entre dicho los cimientos de las explicaciones que sobre fenómenos de tal envergadura teníamos, pues más que profusos trabajo de archivo o documentales han buscado romper el viejo esquema de entendimiento que daba por resuelto el problema de las naciones, para generar otras interpretaciones sobre esta amplia y compleja cuestión. Se trata pues de un cambio de paradigma en el estudio de las naciones que ha generado toda una bibliografía que ofrece otras, renovadas, más concluyentes y satisfactorias explicaciones sobre el proceso histórico acaecido en este periodo de transición hacia la modernidad y su consolidación para ambos lados del mundo atlántico. De tal manera que ¿cómo entender a profundidad la resistencia yaqui o de cualesquiera grupos indígenas o campesinos durante la centuria que nos compete sin comprender y explicar asimismo el contexto más amplio al que resistieron, y que no es otra cosa que el advenimiento de la modernidad y su paradigma político? la construcción del Estado nación. Es precisamente esta corriente preocupada y ocupada por ofrecer explicaciones distintas sobre las revoluciones atlánticas y la hechura de las entidades políticas que vinieron a ocupar el espacio que dejaron los imperios dinásticos, la condición de posibilidad para comprender a mayor profundidad qué sucedió con todos aquellos sectores que quedaron inscritos o al interior del nuevo paradigma político y soberano. Por ello es denominada nueva historia política o teoría política, pero de ninguna manera se restringe a este campo. Me refiero a que el origen de la transición y compenetración entre el mundo tradicional o de Antiguo Régimen fue estrictamente de naturaleza política 13 , el cambio de la soberanía de emanación divina y encarnada en el rey o soberano, a la soberanía emanada del pueblo y depositada ahora en las naciones. Es decir, las naciones 13 […] e su se tido ás alto, a uel ue defi e el fu da e to is o del pode : uié o ase e ué tie e de e ho a eje e lo Pé ez Vejo; . 15 ello se habla de naciones moderas. Pero esto es sólo la punta del iceberg y a ello responde su denominación. Sin embargo este cambio político generó trasformaciones de magnitudes civilizatorias que trastocaron todos los ámbitos de la vida social. Por lo que la historia política no se circunscribe a este rubro, sino que parte de este catalizador para poder investigar la totalidad de las repercusiones que el nuevo modelo sociocultural del Estado nación ha implicado por lo menos en los últimos 200 años para la humanidad. Es entonces desde este campo de reflexión teórico-metodológico donde verdaderamente se posiciona esta investigación, sobre todo porque el análisis que ofrece acerca de la construcción nacional, como una elaboración fundamentalmente de carácter simbólico y cultural homogeneizante de pertenencia nacionalista, ha propiciado un modelo interpretativo en el que se pueden insertar todas aquellas manifestaciones de sublevación y resistencia, como nuestro caso de estudio, frente al ambicioso proyecto civilizatorio de la modernidad y el Estado nación. En nuestros términos, sin embargo, se trata sobre todo de la implantación de una nueva forma de identificación sociocultural, que invariablemente trastoca la totalidad de la vida social. Para arribar a una explicación verdaderamente sistémica desde este modelo teórico, no basta con pormenorizar exhaustivamente la manera en que se construyen las naciones, el análisis de su instrumental afiliatorio y sus canales y medios de difusión. Es imprescindible el escrutinio de su expresión y cristalización en las amplias mayorías hacia quienes está dirigido, es decir, las diversas formas de asimilación, rechazo, síntesis, adaptación y reproducción cultural que sufre la complejidad discursiva y simbólica en los sectores que se pretende propagar el modelo identificatorio. Así que también hay una correspondencia con este principio del enfoque de la historia política, pues el análisis del caso yaqui como un proceso de resistencia es el eje de esta investigación, por lo que constituye precisamente el terreno que sintetiza y expresa esta insoslayable perspectiva integral. Así que la nueva historia política es el principio teórico y el fundamento de acción investigativa para plantear esta pesquisa en términos de una pugna de dos identidades, pues ofrece todo el instrumental para comprender y explicar la ingeniería social que implica la construcción de las naciones, que no es otra cosa que la manera de erigir una identidad. 16 ha determinado la manera en que se ha planteado la estructuración y periodización de esta investigación y justifica el por qué se decidió abordar un periodo mucho más extenso del que se propone y se ha decantado 14 . Me refiero a que la conformación de la identidad colectiva es justamente histórica, sujeta al cambio y a la permanente trasformación, pero sobre todo debido a que son procesos de muy largo aliento, difíciles comprender y explicar si los circunscribimos a periodos coyunturales o de corta duración. Así que he tenido que ampliar el marco temporal de este trabajo y acudir por ejemplo al siglo XVIII y sus insoslayables repercusiones en la configuración de la identidad indígena, e incluso para la nueva identidad moderna. Para resolver este problema sin perder mi periodo focal de estudio se ha establecido una estrategia epistemológica. Esta ha consistido en ubicar y analizar espacios temporales que considero como momentos vertiginosos y paradigmáticos en la reproducción cultural o rearticulación de la pertenencia, principalmente la de los yaquis pero también la cívica o nacional, como procesos de reactualización, renovación yo formativos de la identidad que imprimen una huella profunda o indeleble. El propósito de este recurso cognitivo ha sido justamente para no pormenorizar y explicar en su totalidad el extenso proceso que el amplio y concatenado escrutinio de la pertenencia precisa 15 , y así lograr ceñirme más decididamente en el espacio temporal que más me interesa, pero sin perder a su vez aquellos momentos cruciales en su configuración. Así que el propósito es acudir a las etapas que exceden el foco temporal de esta pesquisa pero exclusivamente como referentes explicativos para el entendimiento de la construcción de la pertenencia y de la resistencia yaqui, sin perder de vista que mi periodo central de estudio radica en el siglo XIX y principalmente a partir de 1867. El objetivo genérico de este abordaje temporal es la consecución de una verdadera explicación procesual e histórica, en correspondencia con la conformación y trasformación de la identidad 16 . Así, esta investigación está estructurada en cuatro capítulos temáticos. El primero corresponde al escrutinio del establecimiento de los pueblos de misión jesuíticos entre los yaquis. El objetivo de este apartado es constituirse como un referente insoslayable para 14 El siglo XIX, principalmente su segunda mitad a partir de 1867 y hasta 1908. 15 Los cual está fuera de los alcances y propósitos de esta investigación. 16 Por estas razones se ha decidido no fijar una periodización específica en el título. 17 el desarrollo sociocultural de los yaquis, como una de las etapas y procesos paradigmáticos que han contribuido a definir su identidad, así como para obtener una profundidad explicativa que nos permita una verdadera comprensión histórica de la resistencia yaqui de la centuria decimonónica. Por lo que aquí se realiza un análisis de esta configuración sincrética y se precisan los elementos socioculturales más destacados que dejaron una impronta permanente en los yaquis, como la organización pueblerina. Así que se prioriza sobre aquellas formas de organización productiva, dispositivos e instituciones que nos permitieron tender un puente y establecer un vínculo entre la era de la Compañía y la resistencia yaqui del periodo central de esta investigación. Así que se podrá advertir por ejemplo una relación directa producto de la herencia del trabajo rotativo misional, al interior del desarrollo sistémico de lucha social yaqui durante el último cuarto del siglo XIX. Es entonces el escrutinio y entendimiento de la conformación sociocultural compleja misional entre los yaquis el contexto en el que se pueden advertir algunos de los elementos explicativos más importantes de la configuración ideológico identitaria yaqui, así como la expresión práctica de la resistencia indígena. El capítulo II tiene como marco cronológico la primera mitad del siglo XIX 1821- 1854. El propósito general de este apartado, debido a que no se trata del periodo central de investigación, es plantear teórica y críticamente como se llevó cabo el primer esfuerzo de construcción nacional. A través de los autores referidos se ha priorizado un entendimiento sobre todo como un proceso de elaboración sociocultural que trasciende la esfera político-legislativa y administrativo-territorial, para comprenderlo esencialmente como una creación o invención simbólica y cultural. El cual utiliza diversos medios, referentes, ceremonias, emblemas, rituales, impresiones mentales, etc., con una fuerte carga emotiva y que mediante su ejercicio nemotécnico reiterativo tienen como primordial objetivo la creación de un consenso social cívico de pertenencia nacionalista. Este capítulo ofrece las respuestas acerca de cómo se inició el proceso de fabricación la identidad nacional, así como el escrutinio de algunos de los dispositivos discursivos y símbolos más importantes que se utilizaron en los albores del México en ciernes. Asimismo, se analizan las amplias repercusiones que para los sectores corporativos indígeno-campesinos tuvo la transición y compenetración entre los dos modelos civilizatorios, es decir, aquello que en esta investigación se ha denominado como el 18 referente de adscripción política y de desarrollo sociocultural. En correspondencia con el entendimiento dicotómico de esta investigación aquí se aborda la rebelión yaqui del periodo 1825-1833, como la respuesta ante las exigencias del nuevo paradigma social. Pero sobre todo, como otro momento vertiginoso y crucial en la reactualización identitaria del movimiento de resistencia yaqui. Debido a que se trata de una etapa y proceso de rearticulación relevante para ambos constructos de pertenencia, esta sección también contiene un análisis documental del enfrentamiento en el terreno simbólico, que ofrece los primeros ejemplos sobre la pugna de dos identidades. El capítulo III es el más ambicioso en términos historiográficos, cronológicos, temáticos y analíticos. Se trata de la sección en la que se inserta la cuestión yaqui al conjunto de las rebeliones indígenas decimonónicas, como una expresión de las diversas maneras en que los grupos comunitarios enfrentaron el nuevo impulso por abrogar su entendimiento del mundo producto del reformismo libera, y a su vez se inicia el escrutinio del periodo central de esta investigación. Así que en un primer momento es analizado parte del corpus legislativo que buscó transformar la propiedad de las corporaciones civiles y eclesiásticas, las diversas y divergentes respuestas que ello generó entre los indígenas y campesinos comuneros, así como las propias contradicciones legislativas y los retrasos en su aplicación extensiva. El objetivo de esta parte es presentar los argumentos y los testimonios analíticos y documentales para plantear que si bien y genéricamente se trató de la etapa en que comenzó el verdadero problema por la tierra, existió un nuevo paréntesis en la trasformación del usufructo de la propiedad en las corporaciones civiles, estableciendo cuales fueron sus casusas coyunturales y socioculturales. Enseguida se presentan las vicisitudes del caso yaqui y sus estrategias de resistencia en el periodo 1854- 1868, que igualmente expresan esta postergación en la acometida territorial, así como las características y pugnas regionales que la hicieron posible. El conflicto entre la Iglesia y el Estado, su separación y todas aquellas medidas que le suprimieron buena parte de sus facultades sociales y sus espacios públicos de escenificación también es tratado en este apartado. Pero entendiéndolo justamente como otro proceso y periodo constitutivo en el que el Estado nación fue capaz de empezar a difundir y erigir más ampliamente su proyecto de identificación, en el terreno de representación público arrebatado a la Iglesia. 19 pesquisa, con lo que se ha denominado como la o solida ió del Estado nación a partir del verano de 1867, así como sus repercusiones para los yaquis. El periodo autonómico yaqui 1875-1887, durante el liderato de José Ma. Leyva Cajeme, constituye una de las partes nodales de la investigación. Aquí, a través de las fuentes testimoniales de la época, así como de documentos de primera mano se pormenoriza y se analiza toda la reelaboración sociocultural que se llevó a cabo en esta etapa. El objetivo es hacerlo por medio del escrutinio de cada uno de sus componentes y sus formas de articulación y competencia jurisdiccional, para entenderla como la fórmula para renovar la identidad indígena yaqui y como la estrategia compleja para resistir la imposición de la identidad nacional. Se trata de otro momento paradigmático que a través de su análisis exhaustivo nos permitirá establecer que su verdadera trascendencia no radicó en su organización como medio para sustentar la lucha, sino como una profunda reestructuración y reactualización identitaria para la resistencia. Asimismo se plantea el ejercicio empírico de la existencia independiente y soberana de los yaquis durante una década, los argumentos historiográficos que permiten establecer que la identidad yaqui está fuertemente ligada a la autonomía, la caracterización tipológica que se realizó del proyecto autonómico indígena la nación yaqui, las razones de la inviabilidad de su permanencia independiente al interior del Estado nación, así como las repercusiones represivas y de estigmatización que este desafío político provocó en su movimiento. En seguida se desarrolla el proceso de enfrentamiento que erradicó la independencia yaqui, así como el primer gran impulso modernizador porfiriano en el territorio indígena. Finalmente se presenta una reflexión de la resistencia y del conjunto de esta reestructuración sociocultural, puntualizando la incorporación de elementos modernos para la conservación de la tradición. Pero sobre todo, entendiendo que esta etapa es la más importante del siglo XIX en la renovación general y profunda del sentido de pertenencia yaqui. Si bien en el capítulo III se puede advertir la culminación de un poderoso ejercicio de reactualización identitaria, el capítulo IV busca plantear que la identidad era la causa última o de fondo de la resistencia yaqui. El trabajo en archivo, sobre todo con documentación de carácter oficial, nos ha permitido pormenorizar exhaustivamente la trasformación radical de la estrategia de resistencia en esta etapa 1887-1908, así como 20 regionales del medio social para sustentar la rebelión. Por su parte, una combinación de fuentes hemerográficas, partes militares, contratos, así como de diversas investigaciones historiográficas han sido las herramientas para establecer el perfil de la inédita ocupación y transformación que se dio en territorio yaqui, así como los factores y agentes que primordialmente intervinieron para ello. Así que aquí se precisa el acoso más crítico que en términos represivos emprendieron las fuerzas militares gubernamentales contra los yaquis, así como la sublevación generalizada de esta etnia, que articuló una forma de guerrilla sustentada en el trabajo colectivo, que nos aporta los indicios más importantes acerca de la fuerte cohesión étnica que prevalecía entre los yaquis, que precisamente luchaban por salvaguardar los elementos más importantes de su identidad. Ahora bien, este capítulo contiene un importante análisis documental en donde se pueden señalar las alocuciones de identificación con el Estado nación, como el patriotismo y la soberanía, que busca sustentar que los argumentos más importantes para la represión yaqui radicaron en los elementos ideológicos de pertenencia nacionalista. Asimismo, esta sección contiene otro análisis en términos socioculturales de identificación acerca de un acto celebratorio y ceremonial patriótico, la Paz de Ortiz de 1897, con la intención de ilustrar el afianzamiento simbólico e ideológico que había alcanzado el sentimiento de pertenencia nacionalista durante esta etapa del porfiriato. Enseguida se aborda el clímax de la represión porfiriana a través del escrutinio de fuentes primarias, para puntualizar algunos de los medios que buscaron el exterminio físico y cultural de los yaquis. La respuesta indígena y el mantenimiento de su resistencia es tratado aquí como una cuestión estructural, priorizando sobre las herramientas y dispositivos más importantes que les permitieron continuar rebelados a pesar del acoso porfiriano sin paragón. Se analiza por ejemplo el factor fronterizo para la compra de armamento a través de la profusa información diplomática y consular examinada al respecto. Finalmente se presenta el escrutinio de dos intentos de paz fallidos, el de 1904 y el de 1908. Aquí se busca definir cuál era la naturaleza de las demandas de los yaquis, para saber si en efecto seguían buscando el ejercicio de un proyecto autonómico de tipo tradicional. El propósito es ubicar cuáles fueron los elementos más importantes del desarrollo de ambos procesos de negociación, que nos permitan argumentar que toda su estructura peticionaria y la manera de llevarlo a cabo buscaban la defensa y conservación de su identidad. El objetivo 21 radicaron los puntos más característicos que progresivamente hicieron irreconciliables ambos proyectos de desarrollo sociocultural, así como determinar a través del entendimiento cabal y exhaustivo de lo que representa la identidad para los individuos y las colectividades, las implicaciones de una resistencia sustentada en la pertenencia. Pero sobre todo, esclarecer con los argumentos y testimonios documentales utilizados que en la raíz del problema había un enfrentamiento o pugna entre dos formas de identificación. Como se ha sugerido someramente, la realización heurística de esta investigación está principalmente sustentada en el trabajo historiográfico con fuentes documentales de archivo o de primera mano. Fueron consultados el Archivo General de la Nación AGN, principalmente los fondos de gobernación, de buscas y la fototeca del acervo, el Archivo Nacional del Agua ANA, la Hemeroteca Nacional de la UNAM, la Biblioteca Nacional de Antropología y el Archivo Histórico Diplomático Genaro Estrada AHGE- SRE, uno de los acervos más prolíficos para esta investigación. Pero sin lugar a dudas el acervo más importante para esta tesis ha sido el Archivo Histórico del Gobierno del Estado de Sonora AGHES, en donde se encontraron documentos de diversa naturaleza y para amplios periodos, como partes militares, epistolarios, inventarios de armas, comunicación gubernamental, telegramas, prensa, contratos sobre sobre cesión de terrenos, testimonios de yaquis aprehendidos, entre otros. Invariablemente este trabajo ha sido complementado con la consulta y escrutinio de las diversas y divergentes investigaciones antropológicas e históricas que abordan el tema de los yaquis. La bibliografía es la referencia más exhaustiva al respecto pero considero pertinente presentar algunas de las investigaciones para ilustrar el amplio espectro de los trabajos que fueron examinados, desde la historiografía testimonial y oficial del periodo, como las crónicas militares de Francisco del Paso y Troncoso del Paso; 1982, Fortunato Hernández Hernández; 1901 y Ramón Corral 1959, los trabajos antropológicos de Alejandro Figueroa Figueroa, 1993; 1994 y María Eugenia Olavarría Olavarría; 2003, en los que también se inscriben las investigaciones de Edward H. Spicer Spicer; 1994, los trabajos historiográficos de José Velasco Toro Velasco, 1985; 1988, Héctor Cuauhtémoc Hernández Silva Hernández, 1996; 1997; 2002, Cécile Gouy-Gilbert Gouy-Gilbert; 1985, Evelyn Hu-DeHart Hu- DeHart, 1995; 2004, Raquel Padilla Ramos Padilla; 1995, Zulema Trejo Trejo; 2008, así como tesis de investigación como la de Javier Gámez Chávez Gámez; 2004 y obras de 22 ampliamente con bibliografía que excede la temática de esta investigación pero que aborda problemáticas relacionadas, como las revueltas indígenas del siglo XIX y aquellas investigaciones que reflexionan sobre la modernidad nacional o que genéricamente trabajan el siglo XIX mexicano. Sobresalen las investigaciones de Enrique Florescano Florescano; 2001, Alan Knight Knight; 1985, Leticia Reina Reina, 1987; 2009, Friederich Katz Katz; 2004, Antonio Escobar Ohmstede Escobar; 2007, Juan de Vos de Vos; 1984, Donald Fraser Fraser; 1972, Hilda Iparraguirre Iparraguirre; 2011, Andrés Lira Lira; 2010, Gisela Von Wobeser Von Wobeser, 2006; 2010, entre varios otros. 23 Si bien el interés central de esta investigación se encuentra enfocado en el proceso histórico de resistencia yaqui durante la segunda mitad del siglo XIX, es indispensable para este trabajo el conocimiento de la conformación y desarrollo del sistema de pueblos de misión jesuítico entre los yaquis en el periodo colonial. Este afán no responde meramente a una filiación propia del quehacer histórico, el cual establece explicaciones causales por medio del escrutinio del desarrollo de procesos previos, que por otro lado sigue siendo un método importante y ampliamente utilizado para la construcción del conocimiento histórico, sino que tiene que ver con las exigencias que las particularidades del propio proceso histórico demandan para esta investigación, pero sobre todo en correspondencia con los objetivos que persigue esta pesquisa investigativa. Me refiero a la importancia que la configuración de la síntesis entre el sistema misional y el desarrollo sociocultural yaqui de los siglos XVII y XVIII ha tenido para la caracterización teórica y práctica de la resistencia indígena, para la conformación de su identidad, así como sus repercusiones y expresiones durante la segunda mitad del siglo XIX. De manera que es en el análisis y conocimiento de la configuración económica, de mando político, productiva, laboral y sociocultural misional entre los yaquis donde se encuentran buena parte de la comprensión y entendimiento del sustento ideológico identitario, así como la expresión empírica de esta resistencia india. El propósito de este apartado es analizar la relevancia de las instituciones pueblerinas de misión jesuíticas en la nueva estructuración territorial, sociocultural, así como en la organización política y socioeconómica de las comunidades indígenas yaquis. El objetivo es explicar las repercusiones que este sincretismo indígena y misional ha tenido a lo largo del desarrollo de la resistencia yaqui, fundamentalmente durante su destacada reintegración y adaptación en el periodo del líder José Ma. Leyva Cajeme 1875-1887. Advertir esta relación y sus especificidades posibilita la comprensión y explicación de las diversas y a veces divergentes expresiones y estrategias para enfrentar y resistir el arribo del proyecto y la lógica de la modernidad, emprendido desde la segunda mitad del siglo XVIII y ampliamente impulsado por el Estado nación decimonónico y los diversos agentes de la modernización. Como se ha establecido y como se puede advertir desde la denominación de esta investigación, el interés por el proceso de resistencia indígena está planteado en estrecha 24 fortalecimiento del Estado nación. De manera que si bien el siglo XIX es la centuria por antonomasia de la creación de las naciones modernas y de la puesta en práctica sus objetivos 17 , el siglo XVIII y sobre todo su segunda mitad constituye, si no es que su génesis, por lo menos un nuevo principio y aceleración hacia la modernidad, por lo que se trata de un espacio central para conocer cuáles fueron aquellos cambios a que convocó el proyecto moderno, así como sus primeros pasos y manifestaciones. Durante este periodo empezó a revelarse el paulatino declive del sistema tradicional o de Antiguo Régimen, así como el lento pero inexorable advenimiento de amplias trasformaciones de carácter inédito y de magnitudes civilizatorias que implicaba la modernidad. El caso de la segunda mitad del siglo XVIII en el reducto indígena yaqui no es la excepción, el reformismo borbónico y las vicisitudes de la secularización religiosa en las Provincias Internas 18 tuvieron también amplias repercusiones en la conformación de la identidad y resistencia yaqui, que a su vez repercutieron, por las propias particularidades del caso, en las estrategias que implementaron hacia los posteriores requerimientos del Estado nación en ciernes, así como a los más apremiantes de la segunda mitad del siglo XIX. La racionalidad borbónica constituyó el primer esfuerzo modernizador al que se vieron enfrentados diversos sectores corporativos y tradicionales. Baste recordar por ejemplo la importancia y revitalización autonómica, política y territorial que significó para los yaquis la expulsión jesuita. O las primeras acciones dirigidas hacia las corporaciones indígenas y campesinas, como la consolidación de vales reales y la injerencia de la Monarquía Católica en los bienes de un sin número de comunidades y pueblos de indios y campesinos, a través del intento por transferir los bienes de las cofradías a las cajas de comunidad, así como reducir los gastos en celebraciones y fiestas de las comunidades Taylor; 1999, preludio de los posteriores embates a la propiedad y desarrollo corporativo propios del siglo XIX. De manera que para una comprensión histórica del amplio fenómeno de revueltas indígenas y campesinas que caracterizó a buena parte del México decimonónico, en el que se inserta esta investigación y caso, es necesario remitirnos selectivamente a los primeros intentos modernizadores de la segunda mitad del siglo XVIII y advertir la continuidad. 17 Ello de ninguna manera quiere decir que sólo el siglo XIX haya visto la creación de naciones, sino que se trata del primer gran impulso en su creación y construcción para el espacio euroamericano. 18 A partir de 1786, con el sistema de intendencias, el territorio noroeste fue adscrito a la Comandancia General de las Provincias Internas. 25 sociocultural yaqui durante el virreinato, ni pormenorizar las vicisitudes de las trasformaciones de la segunda mitad del siglo XVIII, ello está fuera de los alcances y propósitos de esta investigación. Es menester establecer que la realización y presentación de este primer capítulo obedece a las causas y objetivos expuestos, que se circunscriben a establecer aquellos elementos que faciliten la comprensión de los procesos sociohistóricos del México decimonónico que me interesan. Por lo que este apartado busca ser una sección referencial, no por ello menos importante, que pueda dar respuestas genéricas, pero insoslayables, que permitan establecer los aspectos más significativos en la conformación de la identidad y resistencia indígena para alcanzar una verdadera explicación histórica, en correspondencia con las exigencias del modelo identificatorio que encierra todo el trabajo, así como a identificar cuáles fueron aquellas trasformaciones modernizadoras que incidieron directamente en el desarrollo de la vida indígeno-campesina. Por lo que el escrutinio del periodo colonial se limitará a la consecución de dichos propósitos. I.I S ISTEMA MISIONAL JESUÍTICO EN LAS PROVINCIAS DEL NOROESTE NOVOHISPANO : EL CASO YAQUI SIGLOS XVII Y XVIII. Los primeras expediciones e intentos de colonización de la región noroeste del virreinato novohispano resultaron poco favorables para los españoles. En poco más de medio siglo, desde el primer contacto con los yaquis en 1533, en la expedición de Nuño Beltrán de Guzmán, hasta las incursiones de las últimas décadas del siglo XVI, no se había logrado establecer ninguna población segura más al norte del Río Fuerte y de las poblaciones de San Felipe y Santiago Sinaloa. Sin embargo estas primeras incursiones sirvieron para advertir el potencial minero de la región, sobre todo con las expediciones de Diego y Francisco de Ibarra hacia los primeros años de la década de 1560, y el descubrimiento de yacimientos de plata. De hecho estos hallazgos originaron la separación administrativa de parte del antiguo territorio de Nueva Galicia, constituido por el norte de Sinaloa y la región de Sonora y Arizona, para fundar el nuevo reino de Nueva Vizcaya 1562, con Francisco de Ibarrra como primer gobernador y capitán general Hu-DeHart; 1995: 25. De esta manera el gobierno virreinal logró advertir que en efecto era posible desarrollar las dos actividades que se habían proyectado como las de mayores posibilidades para el 26 recursos necesarios para su desarrollo: una amplia y potencial población laboral en la región yaqui y sus alrededores, así como los recursos acuíferos del río del mismo nombre y otros afluentes para la cría de ganado y, sobre todo, para establecer poblaciones agrícolas estables que proporcionasen los suministros necesarios para los centros mineros. Pero como se ha sugerido y a pesar del temprano conocimiento de este potencial minero, agropecuario y poblacional de la amplia región que se extendía hacía el norte del río Fuerte, los intentos de colonización militar y creación de poblaciones del último cuarto del siglo XVI resultaron igual de infructuosos que los de las primeras décadas 19 . Tuvo que realizarse un cambio de estrategia para poder colonizar e integrar a los indios yaquis y sus vecinos de la región en el sistema colonial o virreinal. La respuesta fue la penetración paulatina por medio de la evangelización, el envío de misioneros religiosos que pudieran establecer relaciones pacíficas con los habitantes, que aprendieran su idioma, que realizarán bautizos masivos, pero sobre todo que dieran a conocer, establecieran y difundieran una nueva forma de estructuración territorial y socioproductiva; los pueblos de misión. Los jesuitas y su renovada 20 y particular comprensión de los establecimientos misionales fueron a quienes se encomendó al ambicioso proyecto. Así que la integración y verdadera colonización del espacio geográfico del noroeste del virreinato español inició en las primeras dos décadas del siglo XVII, con la introducción, desarrollo y expansión del sistema misionero jesuita entre las muy diversas poblaciones indígenas 21 de la extensa región de las provincias de Sinaloa, Ostimuri y Sonora 22 . La fundación de pueblos de misión tuvo en sus primeras décadas diversos problemas para progresar, la inestabilidad territorial y la dispersión indígena con el objetivo de implementar diversos medios de subsistencia fue uno de los más importantes 23 . Sin embargo y en una perspectiva de más largo alcance, hacia finales del 19 En 1601 el virrey Gaspar de Zúñiga estuvo por suspender el trabajo de misioneros jesuitas por los escasos resultados en la formación de pueblos permanentes entre los indígenas. Véase Ortega; 2004: 278. 20 Se trató de la concepción permanente de los centros-misión, que implicó una participación religiosa en la totalidad de la organización de la vida social. 21 Seris, pápagos, ópatas, apaches, eudeves, pimas, yaquis, mayos, entre otros. 22 La p o i ia de “i aloa o p e día desde el ío de las Cañas hasta el ío Ma o; Osti u i […] lo alizado e t e este último río y el Yaqui; la provincia de Sonora se extendía desde las márgenes del río Yaqui hasta el río Gila en el actual estado de A izo a […] He á dez; : . 23 Y desde luego las rebeliones indígenas. 27 provincias había sido una empresa considerablemente exitosa. Pues los ignacianos habían logrado establecer una muy amplia red de asentamientos pueblerinos permanentes, alrededor de 116, que abarcaban desde las poblaciones de San Felipe y Santiago Sinaloa en el sur, cercanas a los ríos Fuerte y Mocorito Ortega; 2004: 275, 282, hasta los territorios norteños que actualmente coinciden con la frontera entre los estados de Sonora y Arizona. Logrando conjuntar lo que propiamente puede ser denominado como un sistema de pueblos de misión. En Sergio Ortega Noriega, p. 283. Entre los yaquis, la primera etapa de la conformación pueblerina y la nueva organización misional se llevó a cabo entre los años 1617 y 1623. Al menos tres acontecimientos y procesos relevantes dan testimonio del comienzo de la transformación jesuítica en este 28 para la introducción del sistema misional 24 , la evangelización generalizada de la población yaqui por medio de bautizos masivos, así como el inicio de los trabajos para la reducción de alrededor de 80 rancherías en que se encontraban dispersos sus habitantes 25 . Los indios y comunidades yaquis fueron reagrupados […] económica, social, política y culturalmente en torno a estos pueblos de misión Velas o; : . La consecuencia inmediata de la aplicación de este sistema fue la congregación de la población a lo largo del Río Yaqui, es decir, la configuración socio territorial de los ocho pueblos 26 , base para la reorganización política y económica Hu-DeHart; 1995: 33. De manera que lo que puede considerarse como la primera fase de formación del sistema de misiones en la provincia, entre 1614 y 1622 27 , comprendió el área yaqui, pues la ocupación abarcó la zona cahita ubicada entre los ríos Mocorito y Yaqui. De hecho se trató de la etapa más fructífera en la constitución de pueblos de misión en la región, pues además de que se fundaron 30 comunidades, era la zona más densamente poblada por los grupos locales 28 , así como el área de mayor beneficio agrícola por la riqueza de las tierras y afluentes en el Valle del Yaqui. Sin embargo la conformación de los ocho pueblos yaquis no se completó sino hasta terminada la última fase, después de 1699, cuando se fundaron los poblados de Belem y Huiviris, así como Guaymas para la comunicación con las misiones de Baja California Ortega; 2004: 280. 24 El arribo de los padres fue peticionado y condicionado por los yaquis prohibiendo expresamente la injerencia militar española. Véase Spicer; 1961; 1974. 25 En la carta del padre jesuita Tomás Basilio de 1618 se precisan el arribo y recibimiento de ambos misioneros a la región yaqui en mayo de 1617, el patrón de asentamiento indígena rancherías, así como los primeros bautizos generalizados. Veáse Burrus y Zubillaga; 1986: 38-42. 26 Cócorit, Bácum, Tórim, Vícam, Pótam, Ráhum, Hurivis y Belém. 27 Sergio Ortega Noriega propone tres fases para la expansión del sistema de misiones en la región: en la segunda fase 1619-1653 se introdujo el sistema de misión en la zona conocida como la Pimeria Baja y la Opatería, en los valles de los ríos Tecoripa, Moctezuma, Sahuaripa, Bavispe, Máteape y Sonora; la tercera fase entre 1687 y 1699, en la que se estableció la ocupación de la zona semidesértica de la Pimeria Alta, en la zona más septentrional de esta provincia. El nomadismo y las dificultades agrícolas de la zona provocaron que fuera la zona menos integrada al sistema de misiones de la región de la provincia de Sinaloa, Ostimuri y Sonora. 28 Solamente los yaquis conformaban una población de alrededor de 30 mil individuos. Véase Hu-DeHart; 1995: 32. 29 En Evelyn Hu-DeHart, p. 34. Así, los jesuitas se dieron a la tarea de construir pueblos o comunidades de misión concebidas como asentamientos indígenas permanentes, que produjeran su propia subsistencia para el consumo diario, así como excedentes para prevenir las épocas de escasez y ampliar el sistema misional. Es decir, realizaron asentamientos indígenas con una sólida base económica, dirigidos por los religiosos a cargo de su evangelización y de coordinar los esfuerzos productivos de la comunidad Ortega; 2004: 278-279. Para lograr el ambicioso proyecto, el religioso excedió su papel de evangelizador y literalmente se convirtió en un organizador de la empresa agrícola, expandiéndola con la introducción de nuevos cultivos, ganado y el manejo de técnica e instrumental europeos, estableciendo a la agricultura como la actividad predominante entre los yaquis. Además de las parcelas de tierra, cuyo usufructo era por unidad familiar, se encontraban las tierras comunales de la misión trabajadas por los yaquis, quienes laboraban tres días para las tierras o actividades del conjunto de la misión, y tres días sus propias parcelas de autoconsumo Ortega, 2004: 285. La misión era por tanto la beneficiaria del excedente productivo generado por el trabajador yaqui, el cual estuvo destinado para sustentar y expandir el sistema misional, sobre todo hacia las regiones del norte de Sonora y hacia Baja California, así como para el 30 que mediante el cultivo metódico de la tierra introducción del trigo, la cría de ganado mayor y menor, las técnicas de tejido para la transformación de la lana, la utilización del caballo y la introducción de herramientas y tecnología europeas Velasco; 1988: 17-18, los jesuitas -junto con las experiencias, habilidades y capacidades productivas de los yaquis 29 - lograron el rápido aumento de la producción y una importante generación de excedentes. Pero sobre todo y lo más importante, lograron conformar y consolidar un nuevo patrón de asentamiento que desalentó la dispersión indígena 30 y logró hacerlos confluir en poblaciones permanentes y autosuficientes, consiguiendo conformar una red de pueblos de misión en el amplio territorio de esta provincia. A grandes rasgos se trata del proceso histórico mediante el cual los yaquis y otras poblaciones del noroeste del país se incorporaron al sistema colonial. Pero lo importante a destacar ahora para nuestros objetivos es que se trató de un sistema e integración excepcional, acorde con la renovada concepción jesuítica de estos asentamientos. Los cuales, en la nueva lógica de la misión evangélica, fueron concebidos como misiones permanentes Hu-DeHart; 1995: 29, basados en una inmersión religiosa sin precedentes, en la que el papel de los religiosos comprendía la organización territorial, política y socioproductiva con el propósito de formar un conjunto interdependiente de células productivas bien organizadas Velasco; 1988: 17. A diferencia de la mayoría de las misiones del territorio novohispano, las cuales seguían la estrategia original de la misión: erigir suntuosos templos y servir al Estado colonial como herramienta para llevar a cabo la pacificación, reducción y congregación, e integrar a las poblaciones al régimen colonial: tributo, encomienda y repartimiento. De manera que el término de misión en estas circunstancias ya no sólo refiere a la función, sino al ámbito en que se cumple y la organización social que permite su realización del Río; 1984: 116. Es decir, este modelo se convirtió en el elemento constitutivo de la vida social de las comunidades y pueblos de misión. Los jesuitas […] no sólo definirían y guiarían lo espiritual, sino las necesidades sociales, políticas y materiales Hu-DeHart; 1995:29. El paternalismo subyacente a esta 29 Antes de la llegada de los españoles si ben los yaquis practicaban el seminomadismo, pues sus asentamientos en aldeas o rancherías no eran permanentes debido a los desbordes azarosos y periódicos del Rio Yaqui, así como por que se movían para complementar la agricultura con la caza, la pesca y la recolección, habían en cambio desarrollado una agricultura compleja, capaz de obtener dos cosechas anuales. Véase Hernández; 1996: 25; Olavarría, 2003: 40. 30 Sergio Ortega noriega propone que este proceso se consolidó aproximada mente entre los años 1620 y 1680. Ortega; 2004: 279. 31 de los yaquis, además de ir en detrimento paulatino de las autoridades tradicionales asamblea general o consejos populares y líderes aldeanos guerreros 31 y de estar por encima de las autoridades civiles indígenas, provocaron también un aislamiento o abstracción indígena de la vida y desarrollo secular de los españoles 32 . La deliberada omisión de la enseñanza del español a los yaquis y el esmero con que los primeros misioneros aprendieron la lengua cahita es una muestra del celo con que los jesuitas trataron de preservar la cultura indígena fuera del desarrollo secular español Hu-DeHart; 1995: 36-37, fungiendo como los intermediarios y portavoces indígenas ante las autoridades coloniales Hernández; 1996: 26. Sin embargo y a pesar de que este aislamiento se fue resquebrajando por las propias circunstancias y contradicciones del desarrollo colonial 33 , estuvo lo suficientemente arraigado para contribuir a conformar y consolidar un fuerte sentido de identidad yaqui literalmente soberana: en lo territorial, política, lingüística, económica, religiosa y culturalmente. Huella indeleble de la resistencia yaqui posterior. Pues como lo plantea Evelyn Hu- DeHa t, esta […] reorganización también acrecentó el sentido de unidad cultural y política de los yaquis; significativamente, su mito de creación se inicia con estos ocho pue los de isió Hu-DeHart; 1995: 136. Pero las especificidades y la excepcionalidad del sistema no sólo estuvieron determinadas por los objetivos y la renovada concepción del sistema de misión jesuita, sino que respondieron y se ajustaron a diversos factores ajenos al control de los misioneros. Como las propias características del desarrollo sociocultural yaqui, tales como el tipo y formas de producción determinadas por el medio físico de la región, su patrón de asentamiento y estrategias de ocupación territorial una combinación entre seminomadismo y asentamientos permanentes, su desarrollo socioproductivo basado en la tenencia comunal de la tierra, e incluso factores como la lejanía de estos territorios y poblaciones, uno de los principales obstáculos para lograr una dominación militar completa que les permitiera establecer el sistema tributario y de sujeción propios del 31 Además de curanderos yo chamanes. 32 Desde ahora es menester precisar que así como en este caso y en algunos otros, pero sólo cuando es pertinente y e esa io, utilizo el té i o español o españoles pa a efe i e ge é i a e te al g upo o se to ét i o de los blancos, pues eso significaba ser español en la sociedad virreinal americana e incluso a principios del siglo XIX, y que evidentemente va más allá del sector de los peninsulares. Véase Pérez Vejo; 2010. 33 La pugna entre la institución misional jesuita y los objetivos del virreinato relacionados con la colonización civil, por los recursos de subsistencia y por la mano de obra indígena yaqui, fueron el centro del resquebrajamiento del sistema misional y causa directa de la rebelión de 1740. 32 fueron un factor decisivo en la configuración de cada espacio misional, pues debido al estéril intento militar por dominar a estas rancherías del noroeste del territorio y crear asentamientos 34 , los yaquis establecieron relaciones con un importante papel proactivo y no de sujeción -a diferencia de lo sucedido en la mayoría de los espacios indígenas y campesinos del territorio novohispano-, lo cual les permitió definir sus formas de negociación y resistencia frente a los agentes externos 35 . Prueba de ello fue la imposibilidad de establecer en la región yaqui el sistema de encomienda, el tributo y el repartimiento 36 . Pues desde el primer momento en que los yaquis se insertaron en la vida del mundo colonial, el pacto de relación entre las dos partes se basó en negociaciones que les permitieron definir y establecer las condiciones para la entrada de los jesuitas, como el impedimento para el ingreso de destacamentos militares, así como para el establecimiento de villas de españoles. […] los a uis, e a io, después de a ios enfrentamientos armados en los que resultaron victoriosos, condicionaron el acceso de los militares españoles a su territorio, permitiendo únicamente la entrada de los isio e os 37 . Como Edward Spicer plantea 38 , el acuerdo pacífico y de cooperación entre los yaquis, el gobierno colonial y los jesuitas se debió en buena medida al interés que una parte de los yaquis manifestó por la introducción del sistema misional jesuítico, avistados los beneficios agrícolas que ya habían tenido en las misiones del Valle del Río Mayo. De manera que negociaron la paz con el capitán del presidio en 1610, Diego Martínez de Hurdaide Pérez de Rivas; 1944, para posteriormente establecer un pacto que les permitió integrarse al sistema misional manteniendo importantes prerrogativas, como una relativa autonomía, el control de algunos puestos políticos para los caciques locales y la continuación del sistema comunitario basado en la propiedad comunal de la tierra. Es importante comprender este desarrollo de pueblos de misión como un sistema, es decir, como la conformación de una red de pueblos que funcionaban reproduciendo en 34 E t e Diego Ma tí ez de Hu daide i te tó la o uista de los a uis […] fue e ido a te la total de ota o ol ió a i sisti e la o upa ió a ada, […] Hu daide o p e dió ue la ía ás ápida de pe et a ió e a el establecimiento de la paz . Velas o; : . 35 Los dos g upos [ a uis a os] fue o i teg ados la ida isio al po los jesuitas oi idie o e u hos aspe tos posteriores. Empero, las formas de colonización y los mecanismos de conquista y sometimiento estuvieron c o di io ados po u a esiste ia ue sie p e fue ás a ti a, a plia o ga izada e t e los a uis . Figue oa; : 258. 36 Si bien paulatinamente y con la colonización civil se empezaron a implementar algunas formas de repartimiento, como los tapisques trabajadores forzosos, el tributo y la encomienda nunca se establecieron. 37 Figueroa; 1993: 258. 38 Spicer; 1961; 1974. 33 religioso, cultural, e incluso arquitectónico 39 . Es decir, […] cada comunidad era parte de un conjunto gobernado y administrado con criterios uniformes O tega; , . Gracias al principio administrativo de ver por las necesidades del conjunto sistémico - precepto práctico en el que radicó la fuerza de esta institución-, la reproducción en cada pueblo de este modelo permitió socorrer las carencias de determinadas poblaciones mediante los excedentes productivos de las zonas más fértiles como el área yaqui. Este método […] permitió subsanar las condiciones adversas que hubieran aniquilado a una comunidad aislada Ortega; 2004: 284. Así, […] el programa económico de las misiones jesuitas de la región integró un sistema supracomunitario o regional […] de interdependencia económica, que generó una especie de confederación comunitaria de pueblos de misión, pues el producto del trabajo estaba destinado para el sustento de la comunidad y los requerimientos del sistema de misiones Radding; citado por Velasco Toro; 1988: 18. Ambas características, tanto la replicación de un sistema productivo y de mando en cada localidad, como el sentido confederado de los indios yaquis y los de otras regiones de la provincia fueron destacados distintivos de las rebeliones yaquis decimonónicas 40 . Mediante este sistema los jesuitas pretendieron instaurar una delimitación que impidiera la penetración del Estado y de los sectores privados, pues habían logrado transformar a estas comunidades apartadas en centros autosuficientes. Sin embargo la organización a partir del modelo español estableció una nueva estructura social y política que reprodujo los puestos de autoridad de los cabildos españoles 41 , al interior de los pueblos yaquis Velasco; 1988: 18, estableciéndose el gobierno civil, religioso y el militar en el siglo XVIII 42 . En el ámbito civil cada pueblo nombraba anualmente a su gobernador y alcalde, quienes eran los encargados de mantener el orden interno en cada comunidad, regular la disciplina del trabajo, vigilar las tierras del pueblo y participar en la distribución 39 Cada pueblo tenía su propia iglesia y todos se ajustaron a un mismo patrón de asentamiento. 40 Existen diversos indicios de que la experiencia confederada indígena regional se practicó desde antes de la llegada de los misioneros, por lo que su introducción jesuítica implicaría una reintroducción y consolidación de dicha práctica. Véase Gámez; 2004: 1. Velasco Toro también sugiere la existencia de la confederación reconocida por medio de la concesión de status de nación de la Monarquía Católica a los grupos indígenas del noreste en 1606 […] e o o ie do e ellos una organización político-social de pueblos aliados […] Velas o: : . 41 Los a gos i iles se a a te iza o po la p ese ia de u go e ado algu os puestos […] e ada u o de los o ho pue los: al alde, algua il, fis al topil; los a gos ilita es se o stitu e o po […] apita es de gue a, alfé ez, sargentos, cabos soldados . Gá ez; : . 42 Pa a el siglo XVII o e istía a gos ilita es e el ue o go ie o i il a ui Hu-DeHart; 1995: 35. 34 organización indígena compuesta por los temastianes y el mayor, fiscales que paulatinamente se integraron a todas las actividades religiosas y se convirtieron en una pequeña elite beneficiaria de los excedentes de trabajo, lo cual les permitió conservar su autoridad temporal y permanecer […] como un elemento central de la cohesión étnica Velasco; 1988: 19. En el terreno militar se nombró a un capitán general en cada territorio, que debía cumplir las órdenes del gobierno de la provincia, apoyaba la autoridad de los misioneros y dirigía las unidades militares indígenas para socorrer las expediciones españolas Velasco; 1988: 19. Al ser expulsados los jesuitas 1767, y aquí radica la importancia para nuestros objetivos, este sistema de cargos políticos, militares y religiosos fue mantenido por los indígenas y les sirvió como elemento de autoridad aglutinante para encauzar su resistencia frente a la modernización de la segunda mitad del siglo XVIII, durante el siglo XIX y aún en el siglo XX. De hecho esta estructura de cargos no cobró su verdadera importancia y capacidad de mando sino hasta la expulsión, pues a pesar de que en efecto fue una organización de mando indígena que funcionaba para organizar y mantener la estabilidad del sistema misional, su autoridad siempre estuvo sujeta, en cualquiera de sus tres modalidades, al dominio de los misioneros, quienes siempre tuvieron la última palabra en la toma de decisiones. Por lo que esta organización sirvió como una extensión del poder de los jesuitas a través de agentes indígenas. Su auténtico establecimiento como la organización de mando yaqui sería posterior, en tiempos de la exclaustración jesuita y de la secularización misional, así como en el último cuarto del siglo XIX, época de su más amplia utilización como medio de resistencia, así como de su parcial declive y dilución. I.II C ONTRADICCIONES DE LA COLONIZACIÓN : DECLIVE DEL SISTEMA MISIONAL , SECULARIZACIÓN Y LA PUGNA POR EL RECURSO INDÍGENA . Paradójicamente en el éxito del desarrollo misional jesuítico se encuentran algunos elementos explicativos de su declive, crisis y extinción. O como lo señala Evelyn Hu- DeHa t, […] la pródiga riqueza de la misión yaqui se convirtió en su sello característico, pe o ta ié e fue te de a a gas o t o e sias Hu-DeHart; 1995: 39. Como se ha establecido, los jesuitas privilegiaron y fomentaron un desarrollo pueblerino misional 35 sustentar a cada localidad, a subsanar las necesidades del conjunto y a promover su expansión. Ahora bien, el éxito o la bonanza agropecuaria de la región yaqui no sólo puede constatarse en la permanencia definitiva de las poblaciones asentadas, sino en la sistemática expansión del modelo misional hacia el norte de la región, así como en la fundación de poblaciones que requirieron de un flujo permanente de recursos de subsistencia para su desarrollo, como los asentamientos de la península californiana 43 . Este desarrollo agropecuario constituyó el fundamento que permitió el progreso de otro tipo de colonización, la de los intereses ajenos al sentido comunitario que amalgamaron los jesuitas y las poblaciones indígenas. Es decir, el de la colonización civil o secular que primordialmente orientó sus esfuerzos a la extracción metalúrgica, que privilegió el beneficio privado y que buscó integrar a los indígenas al sistema tributario y salarial del resto del virreinato para desarrollar otras actividades productivas. Sin embargo y durante buena parte del siglo XVII […] las misiones jesuitas fueron las únicas instituciones estables y permanentes, a diferencia de los presidios, reales de minas y pueblos administrativos que tenían una vida incierta y efímera Hu-DeHart; 1995; 41. Mientras esta colonización secular fue poco significativa en términos poblacionales o cuantitativos fue posible la convivencia de ambas y contrapuestas lógicas de desarrollo socioproductivo, así como el mantenimiento de un equilibrio, que si bien estuvo literalmente financiado por la producción agropecuaria indigeno-misional, permitió el temporal desarrollo y convivencia de ambos modelos. El paulatino pero constante crecimiento de la colonización secular fue exigiendo cada vez más recursos agropecuarios y mano de obra indígena, lo que terminaría siendo una de las causas directas de la crisis y del declive del sistema misional, pues cada vez eran mayores las cargas de trabajo que ambos sistemas exigían a los indios; lo que antes había sido una salida comercial beneficiosa para las comunidades se transformó en requerimientos permanentes de producción y de mano de obra yaqui. Así, en el centro de la contradicción y pugna entre las dos lógicas de desarrollo estaba la mano de obra indígena los tapisques o mano de obra forzada, indispensable tanto para generar los medios de subsistencia necesarios para las misiones y los asentamientos pueblerinos, como para realizar las labores extractivas y sostener la realización de empresas agropecuarias privadas, como las haciendas y ranchos. Sin embargo y a pesar de que los 43 Debido a los escasos elementos para su propia manutención, como la fundación de Loreto en 1697. 36 un lado, y los colonizadores y las autoridades coloniales por otro, quienes ventilaron la profundidad de la pugna por la mano de obra y el tema de la secularización. Estas querellas son algunos de los indicadores documentales que nos permiten ubicar cuándo se empezó a desbordar el equilibro que se había mantenido durante buena parte del siglo XVII, así como a precisar temporalmente el declive del sistema misional. Pues si bien sabemos que los años de 1736-1740 y 1767 fueron los puntos culminantes de la crisis 44 , el proceso de agotamiento del sistema misional había iniciado desde hacía más de medio siglo Ortega; 2004: 287. El análisis de primera mano de Sergio Ortega Noriega proporciona indicadores puntuales para ubicar los primeros elementos que dan testimonio del inicio de la crisis y su desarrollo. A pesar de que se pueden hallar algunas de las primeras pugnas en años tan tempranos como 1648 y 1657 45 , su agudización corresponde al último cuarto del sigo, con los descubrimientos de yacimientos de plata en Sinaloa, Sonora y Ostímuri, con el incremento de la población colonial y los consecuentes reclamos de tapisques por los colonos, pero sobre todo cuando los jesuitas empezaron a perder el control del mercado de subsistencia y la mano de obra indígena. Todavía entre 1671-1679, en el conflicto ente las autoridades coloniales de Sinaloa y los misioneros por la entrega de trabajadores a los colonos, a pesar de las disposiciones de la audiencia de Guadalajara en su contra 1672, lo jesuitas pudieron hacer valer su condición de sector dominante y, mediante la reducción de la venta de bastimentos básicos, presionar y hacer desistir a los colonos temporalmente de sus objetivos Ortega; 2004: 287. Sin embargo la relación de fuerzas estaba por transformarse, pues además de la presión demográfica y productiva que ya representaban colonos, existió cada vez mayor apoyo de las autoridades coloniales para satisfacer los requisitos de los sectores civiles y privados, en correspondencia con sus propósitos orientados progresivamente hacia el beneficio extractivo, favorecido por medio del desarrollo secular de la colonización española. Sin embargo las exigencias productivas de las misiones no se redujeron, antes bien hay testimonios socioeconómicos de su continuación e incremento Hu-DeHart; 1995: 43. La evangelización y fundación de los primeros asentamientos en Baja California 1697, por ejemplo, revelan el continuo abastecimiento de todo tipo de recursos de subsistencia 44 Años de la rebelión indígena y la expulsión jesuita. 45 A estas fechas corresponden los problemas entre el fiscal de Guadalajara y la respuesta del jesuita Francisco Xavier de Faría. Véase Ortega; 2004: 284. 37 Hu-DeHart; 1995: 44. Así que los años ochenta y noventa del siglo XVII presentan un panorama en el que ninguna de las partes estaba dispuesta a prescindir del preciado recurso del trabajo local, pues así como las exigencias laborales de la colonización minera y agropecuaria privada iban en decidido aumento, la empresa evangélica misional seguía expandiéndose sustentada en el excedente productivo de los pueblos de misión. Esto sólo contribuyó a la postergación y distención del problema a lo largo de las primeras tres décadas del siglo XVIII, pues se dejó la resolución del conflicto a la capacidad de los indígenas para soportar la tensión entre las crecientes cargas productivas y laborales de ambos sistemas, por lo que la agudización de la crisis y la inconformidad indígena sólo eran cuestión de tiempo. Para las primeras décadas del siglo XVIII también existen diversos registros que atestiguan la continuación y exacerbación de la pugna entre los jesuitas y las autoridades provinciales y colonos, así como del incremento de la dispersión indígena de las misiones para dirigirse a los asentamientos mineros y haciendas. Según los informes del padre Daniel Januske, del año 1723, los indios yaquis eran los que más se empleaban en estas labores, pues adem ás de las […] bandas de yaquis […] en los alrededores de las haciendas en busca de trabajo, eran el grupo étnico más numeroso en los en los reales de minas 46 . Así, el desplazamiento y contratación de yaquis en los reales de beneficio estaba aumentando significativamente, además de que las autoridades coloniales fomentaban decididamente estas contrataciones para emplear a los indios como trabajadores asalariados Velasco; 1998: 19. En 1722, algunos de los principales vecinos y autoridades de Sonora 47 , después de reunirse y realizar un diagnóstico, no sólo coincidieron en que el mayor problema por el que atravesaba la economía regional era el obstáculo que representaban los jesuitas para el trato directo con los indígena y su contratación en las minas, sino que la verdadera solución radicaba en la secularización de las misiones, es decir, pugnaban por extinguir o desaparecer a los misioneros por medio de la secularización Ortega; 2004: 290. 46 Daniel Januske, Breve informe del estado presente en que se hallan las misiones de esta provincia [Sonora 1723], reproducido en González; 1977: 204-225. 47 […] el al alde a o de “o o a, ‘afael Pa he o Ce allos, el apitá del p esidio de F o te as, G ego io Ál a ez Tuñó Qui ós […] . Ortega; 2004: 275 38 periodo inmediatamente anterior a las rebeliones indígenas 1720-1735, la relación de fuerzas se había trasformado y que el sistema misional se encontraba inmerso en una seria crisis, pues su resquebrajamiento frente a la rápida colonización civil era una realidad apremiante Velasco; 1988: 19. Como ya se puede constatar se trató de una crisis tanto al interior como al exterior del sistema misional, pues en la práctica los yaquis y los indios de otras regiones estaban poniendo en cuestión la pertinencia de la continuación del sistema misional y la tutela de los ignacianos. Mientras que colonos y autoridades consideraban que el freno principal al desarrollo regional radicaba en la intermediación de los jesuitas para la obtención de tapisques, por lo que solicitaban la secularización para el libre progreso del modelo de colonización que ellos representaban. Diversas causas se fueron configurando en el devenir de este proceso para la emergencia de uno de los sistemas de colonización y el declive, crisis y extinción de otro. Factores poblacionales, económicos, sociales y políticos se conjugaron para la suplantación de uno de los modelo de desarrollo, precisar todos ellos está fuera de los propósitos y alcances de esta investigación 48 . Pero como se ha señalado, algunos de los síntomas más graves de la debacle misional radicaron en el paulatino detrimento del monopolio de los recursos de subsistencia de los ignacianos, en la incapacidad para la distribución comunal de los excedentes productivos, en la pérdida del control del suministro de mano de obra indígena y, desde luego, en la presión que el desarrollo colonizador estaba ejerciendo para la desarticulación de este modelo. Así, se ha presentado un panorama y algunos pormenores que permiten establecer que en términos generales fueron las contradicciones entre uno y otro sistema las que provocaron los conflictos socioeconómicos que culminaron en las rebeliones indígenas de los años 1736-1741, y en la expulsión jesuita en 1767. I.III L A REBELIÓN YAQUI DE 1740 A pesar de que hacia finales del siglo XVII se dieron las primeras manifestaciones esporádicas de inconformidad indígena, como la de los pimas bajos en 1690 Hu-DeHart; 48 La restricción jesuita del comercio directo de los yaqui productos agropecuarios con los colonos fue otros de los factores importantes que esgrimieron los yaquis en sus demandas previas a la rebelión de 1740. Véase Ortega; 2004: 280-282. 39 reclamaciones y levantamientos indígenas que expresamente se manifestaron contra las desmedidas cargas de trabajo de colonos y particularmente de los misioneros. Durante cuatro años los yaquis utilizaron la vía pacífica para hacer visible la problemática y proponer una serie de medidas para solucionar sus reclamos, utilizaron los canales de la autoridad civil a través del gobernador de las provincias de Sonora y Sinaloa, Manuel de Bernal Huidobro, quien al igual que los colonos buscaba la secularización de las misiones para la liberación del trabajo y producción yaqui. Así, yaquis y autoridades civiles crearon una alianza coyuntural en detrimento de los misioneros jesuitas, manifiesta en las reclamaciones y la disputa política a propósito de esta querella 49 . En este contexto, a medidos de 1739, los yaquis enviaron a dos delegados a la capital del virreinato, los gobernadores de Rahum y Huírivis, Juan Ignacio Usacamea, alias el Muni, y Bernabé Basoris Tamea o Bernabelillo, para presentar ante el propio virrey los motivos de su inconformidad: […] que los jesuitas moderen las exigencias de trabajo y que les paguen el que hacen en la misión; que no salgan sus cosechas a la Baja California; que no se les impida comerciar y trabajar con los colonos; que los jesuitas no intervengan en el gobierno de las comunidades y que se suspendan los castigos corporales dentro de las misiones Ortega; 2004: 290-291. Estas demandas revelan la irremediable fractura que se había dado entre los indígenas y los misioneros, pues los yaquis por vez primera manifestaron su inconformidad con el gobierno y autoridad de los jesuitas, cuestionando la viabilidad de la continuación del sistema, hecho inédito desde la instauración de los pueblos de misión. Asimismo, pusieron en tela de juicio una serie de decisiones de los ignacianos que los afectaban directamente en su suministro alimentario, poniendo en evidencia que el sistema comunitario jesuita ya no garantizaba el abastecimiento de los recursos básicos a los pueblos yaquis, por lo que se había agotado el propósito por el cual se había logrado introducir, desarrollar y expandir el sistema misional jesuítico. Las trasformaciones de la segunda mitad del siglo XVIII ocasionaron, entre muchos otros fenómenos, una exigencia de trabajo indígena sin precedentes, por lo que los yaquis decidieron rebelarse. Sin embargo y además de constituir un levantamiento ante el nuevo estado de cosas, también fue una rebelión en 49 Para conocer los pormenores de la querella véase Hu-DeHart; 1995: 56-57. 40 jesuitas. Los yaquis estaban pugnando por reformular el pacto político colonial Hernández; 1996: 26. El acontecimiento que finalmente desató la rebelión de 1740 fue la negativa jesuita de proveer a los yaquis de sus propios excedentes ante la apremiante contingencia que significaron las inundaciones de los ríos Yaqui y Mayo. Lo jesuitas argumentaron que los bastimentos localizados en los pueblos yaquis estaban destinados a las misiones californianas. El sólo hecho de esta negativa constituyó un suceso literalmente extraordinario en el desarrollo, función y sentido del sistema misional, el cual subvertía la pertinencia de su mantenimiento y existencia, pues significó abandonar los objetivos y principios de reciprocidad que lo sustentaban y articulaban, así como el inicio de la rebelión. En otras palabras, dejaron que por vez primera los yaquis paliaran la hambruna sin el producto de su trabajo. Así, lo que inició como un saqueo de alimentos y recursos de subsistencia, pronto se convirtió en un alzamiento indígena generalizado, que si bien fue protagonizado y dirigido por los yaquis, no se restringió a este grupo, pues también participaron otros indígenas como mayos y pimas. Bajo el mando directo de algunos líderes como Juan Calixto, y con el Muni y Bernabelillo en la capital virreinal, los yaquis comenzaron una serie de levantamientos con el objetivo de recuperar un amplio territorio que comprendía desde […] el Rio Fuerte en el sur, hasta la Pimería Alta en el norte Hu-DeHart; 1995: 60. Si bien saquearon los graneros de las misiones y atacaron diversas propiedades de españoles como minas y almacenes, no se puede aseverar que se halla tratado de una guerra racial o de castas, pues fueron escasas las muertes de españoles o misioneros directamente relacionadas con la sublevación. Muchos vecinos, colonizadores españoles y misioneros se refugiaron en poblaciones cercanas como Álamos u otras hacia el sur, más allá de la zona de conflicto. Momentáneamente, durante los meses que duró la revuelta, entre febrero y noviembre de 1740, los yaquis ejercieron el dominio sobre esta amplia región, pues tenían controladas las rutas de comunicación, detenidas las actividades productivas y se encontraban dispersas las poblaciones de colonos y misioneros por el temor a las partidas yaquis que patrullaban la zona Hu-DeHart; 1995: 60. El propio gobernador Huidobro tuvo que huir por el temor a los yaquis y por los retrasos en el 41 llegada del capitán Agustín Vildósola decidieron sin embargo la batalla en favor de los españoles. Después de dos ataques en que fueron derrotados los yaquis en el área de la pimería, población de Tecoripa, así como con el regreso del Muni y Bernabelillo, los yaquis fueron pacificados mediante una combinación de reducción militar y convencimiento político. Sin embargo y más allá de las vicisitudes de la pacificación y de la duración del levantamiento, es más importante para nuestros objetivos destacar que se trató de una rebelión que sentó el precedente del regreso de la autodeterminación yaqui que no había existido desde la fundación de los pueblos de misión. Constituyó un parteaguas en la relación entre los yaquis y los jesuitas, pues si bien en las demandas presentadas ante el virrey no se encuentra expresamente la petición de la secularización, sí obtuvieron importantes prerrogativas que socavaron irremediablemente la autoridad misional ante los indios. De hecho, la pacificación fue pactada en buena medida gracias a que las autoridades virreinales concedieron algunos de los reclamos y facultades que peticionaron los yaquis, y en ello radica la importancia de la rebelión para esta pesquisa. Pues desde esta perspectiva la insurrección de 1740 resultó bastante exitosa para los yaquis, pues si bien perdieron la guerra y capitularon, en cambio obtuvieron una serie de concesiones que les permitió tener una mayor autonomía frente al poder omnímodo de los misioneros y así recuperar parte del control político, socioproductivo y comercial que detentaban los jesuitas desde hacía más de un siglo. Además de las demandas que lograron difundir entre sectores oficiales de la capital virreinal y de la Compañía de Jesús: remuneración de su trabajos en la misión, elegir a sus oficiales sin injerencia jesuita, reducir las cargas de trabajo, que se les permitiera trabajar en las minas y que pudieran comercial libremente sus productos Hu-DeHart; 1995: 62, lograron obtener y ejercer los nombramientos de capitán general y alférez, que respectivamente recayeron en el Muni y Bernabelillo, y que incluían la autorización para portar sus armas tradicionales 51 . La concesión de estos cargos significó delegar parte fundamental del poder coactivo y de mando sobre los propios indígenas, en claro perjuicio de la autoridad jesuita y 50 El gobernador Huidobró calculó la fuerza rebelde entre 12 mil y 14 mil hombres. Hu-DeHart; 1988: 143. 51 Título de capitán de la nación yaqui otorgado a Juan Ignacio Usacamea, alias Muni de la misma nación por las razones que expresan, 1740. AGN, General de parte, Vol. 33, exp. 36, F. 29 v, años 1739-1740. 42 soberano que más tarde se manifestaría como una expresión inequívoca de la resistencia yaqui decimonónica 52 . Quizás por ello, ante la comprensión de la magnitud de estos nombramientos y la importancia que adquirieron estos cargos durante la rebelión, el nuevo gobernador Agustín Vildósola, en concordancia con los jesuitas, aprendió y ejecutó al Muni y a Bernabelillo junio de 1741, considerados, junto con Calixto, como los instigadores más importantes del alzamiento. Más allá de la traición, lo cual por otra parte se convertiría en una extendida tradición del gobierno hacia los yaquis, lo que interesa ahora es comprender que los yaquis estaban reapropiándose paulatinamente de la capacidad de ejercer el control sobre sus pueblos y comunidades en áreas medulares para su desarrollo: políticas, militares, laborales, comerciales, culturales y socioproductivas. Así y de esta manera, la rebelión de 1740 no sólo significó el principio del fin de la soberanía jesuita sobre los yaquis, que terminaría por completo en 1767, sino los primeros pasos en el regreso de la autodeterminación yaqui, ahora reforzada con importantes elementos socioproductivos y con la estructura política que introdujeron los misioneros y que reprodujo el sistema de autoridades del cabildo español Gámez; 2004: 1. Es de i o o lo pla tea Hé to Cuauhté o He á dez “il a, fue […] el momento en el que cobró forma el proyecto político que defenderían en épocas posteriores: ser un cuerpo político reconocido como tal y gobernado por sus propios di ige tes e i te eses He á dez; : . Como es evidente, este reapropiamiento de la autodeterminación de ninguna manera puede ser interpretado como un regreso a la condición anterior a la colonización, sino como el comienzo de una etapa de autodeterminación novedosa que integró infinidad de elementos que le sirvieron de la experiencia sociocultural y política de la colonización, amalgamados con el legado decisorio, productivo y de mando político indígena. El resultado hizo posible la resistencia yaqui decimonónica y le imprimió algunas de las características más destacadas a su movimiento. Así que la fortaleza de esta síntesis creacionista y su capacidad práctica conforma una de las claves para comprender el desarrollo de la resistencia yaqui del siglo XIX. 52 El capitán general en las luchas decimonónicas yaquis fue uno de los cargos con mayores facultades de decisión. 43 OS PUEBLOS YAQUIS POSJESUÍTICOS EL REGRESO DE LA AUTODETERMINACIÓN El sistema misional descrito, junto con los elementos socioeconómicos y culturales de los pueblos yaquis configuraron una realidad bien distinta a la de otras poblaciones del centro y sur del territorio novohispano. Pues este sistema no sólo permitió, sino que auspició el desarrollo y continuación de una comprensión comunitaria de la totalidad de la vida social, basada en la propiedad comunal de la tierra. Así que pronto entró en conflicto con los objetivos administrativos modernizadores que se hicieron más claros durante el cambio de dinastía de la Monarquía Católica, los Borbones. Las Reformas Borbónicas, producto y en el contexto de la catástrofe que implicó para la Monarquía Católica la Guerra de los Siete Años, significaron el primer intento de transición hacia una modernización política, en la búsqueda incipiente por la construcción de un nuevo Estado. O mejor expresado, constituyó el esfuerzo primigenio por transitar de la concepción de un Estado mixto o compuesto el contractualismo hispano, practicado ampliamente durante la dinastía de los Habsburgo, en el que la soberanía era pluralista y estaba repartida entre la Corona y las diversas naciones, reinos, señoríos yo corporaciones, en donde el clero tenía un papel fundamental, a una predominancia del regalismo 53 . Es decir, una concentración de la soberanía cada vez más amplia en el Rey y la corona, en la que empezó a destacarse el poder Real por encima del de la Iglesia: los primeros intentos hacia la secularización del Estado 54 . Pero sobre todo, un regalismo que fue evolucionando de identificar la sede del poder en la figura del rey hacia una concepción abstracta del Estado y su soberanía, que no es otra cosa que los albores de la impersonalidad del Estado, el llamado monismo de la soberanía del absolutismo europeo, con una voluntad homogeneizante o nacionalizadora, practicado sólo parcialmente pero mucho más cercano a un sentido moderno del Estado. Ello fue posible mediante la creación de una poderosa maquinaria gubernamental, a través de un inédito, extendido y numeroso cuerpo burocrático y de funcionarios profesionalizados para racionalizar la 53 En donde la Corona o el poder Real predomina sobre el de la Iglesia. 54 Como las tempranas medidas dirigidas contra los privilegios y propiedades eclesiásticas, como la secularización de las parroquias administradas por las órdenes mendicantes a partir de 1749. 44 intermediación o representación soberna. Así y en términos generales, el objetivo de las Reformas Borbónicas era recuperar todos aquellos atributos de poder que se habían delegado en un sin número de grupos y corporaciones, mediante la trasformación del aparato político-administrativo para reformar la economía y la administración, liberalizar el comercio, mejorar la recaudación fiscal, fomentar la minería, la agricultura y repartir la tierra a los indígenas como propietarios individualizados. Todo ello con el propósito de extraer los mayores beneficios económicos en una situación financiera crítica para el Imperio, a través de una incipiente y parcial pero revolucionaria evolución hacia un nuevo sentido político. Es decir, sólo a partir del reformismo comienza el trato del virreinato de la Nueva España como una colonia, con el gobierno peninsular como el motor de los cambios políticos, cuando el novedoso Estado español borbónico empezó a ejercer un control más directo, centralizado y beneficioso del territorio novohispano. Es claro entonces que los afanes reformistas de mediados del siglo XVIII contravenían el conjunto del desarrollo de la vida tradicional y sus prácticas de articulación y soberanía políticas 56 . Como se ha establecido, la especificidad del caso nos muestra que es justamente en esta contradicción en donde se puede advertir la configuración de la amplia defensa que hicieron los yaquis de sus formas de vida comunitarias, y que les sirvió para enfrentar de manera efectiva los continuos embates de los diversos gobiernos a lo largo del siglo XIX. A diferencia de lo que podría suponerse, la expulsión jesuita y los afanes del reformismo no implicaron la integración de los yaquis al nuevo modelo administrativo que estaban llevando a la práctica los borbones y sus más acuciosos operarios, como el propio visitador José de Gálvez pudo constatar Villa; 1937: 141. No fue posible tasarlos y hacerlos pagar tributo, ni implementar la dotación de tierras como parcelas privadas al interior del territorio yaqui. Antes bien este periodo significó un reapropiamiento sin precedentes de la totalidad de la vida sociocultural de los yaquis, y fue inédito no porque los yaquis fueran por vez primera los propios dirigentes de sus destinos, como en efecto lo fueron previamente a la colonización misional, sino porque nunca antes lo habían hecho sintetizando una amalgama de elementos de la cultura colonial y su propio desarrollo que 55 Se crearon nuevas audiencias, capitanías generales, una amplia red de milicias, se sustituyeron muchos criollos por peninsulares en la administración virreinal atacando los intereses locales, y desde luego se creó el sistema de Intendencias. 56 Lo que A to io A i o de o i a la a i ale ia de la he e ia olo ial , ef ié dose a los e o t ados se tidos e la práctica de la soberanía. Véase Annino; 2003. 45 sentido unitario y diferenciado que desarrollaron como grupo. La experiencia autonómica jesuita les había legado la certeza de que en la cohesión , mantenimiento y reproducción del sistema político y productivo estaba la clave para manifestar su identidad y resistir. A pesar de la sustitución jesuita con los franciscanos desde 1768, estos padres nunca tuvieron la influencia y control de los ignacianos, por lo que los yaquis y su sistema de autoridades fueron los que a partir de la expulsión se hicieron cargo del gobierno de los ocho pueblos 57 . A diferencia de lo que sucedió con otros grupos indígenas del noroeste después de la expulsión, quienes abandonaron la vida pueblerina y adoptaron otras formas de subsistencia, los yaquis mantuvieron y desarrollaron su propia versión de los centros-misión 58 , reproduciendo en cada uno el sistema de mando político español con sus gobernadores tradicionales, e integrando nuevas formas de desarrollo socioproductivo que los eximió de las cargas tributarias, permitiéndoles mantener el control hacia el interior de su sociedad sin la injerencia del colonialismo reformado. Esto no quiere decir que los Borbones no intentaran sujetar a los yaquis al nuevo modelo de administración colonial, sino que los yaquis fueron lo suficientemente hábiles para volver a negociar su situación y ofrecer algo a cambio de su permanencia fuera del modelo borbónico de colonización. La clave estuvo nuevamente en su población laboral, expresada en la capacidad para generar un sistema rotativo de trabajo que les permitió conservar la producción agrícola de subsistencia en los ocho pueblos, y a su vez aportar - siendo uno de los grupos más numerosos del noroeste- grandes contingentes de trabajadores para el amplio desarrollo económico que estaba teniendo la región noroeste de estas provincias Florescano y Gil; 1976. Los fenómenos de cambio social a nivel provincial estuvieron relacionados con las profundas reformas políticas y económicas en la administración 59 , así como por los nuevos parámetros y expectativas sobre el desarrollo de la totalidad de la vida social, propias de la segunda mitad del siglo XVIII. Al concretarse la expulsión muchos colonos y propietarios de la región vieron la oportunidad para ocupar las tierras indígenas y menoscabar su 57 Sin embargo gran parte de los importantes bienes temporalidades de los pueblos de misión yaquis se perdieron debido al dispendio e irregularidad entre los manejos de los franciscanos y las autoridades civiles, aprovechando las circunstancias de la expulsión jesuita. Véase Villa; 1937: 144-145. 58 Como pueblos libres. 59 Como la liberalización del comercio de la segunda mitad del siglo XVIII. 46 un indicador de dicho proceso, en el que se puede advertir el nuevo papel preponderante y hegemónico de la población civil producto de la colonización, así como la manera en que se pasó de una economía donde las principales unidades productivas fueron los pueblos de misión y rancherías indígenas, a otro en el que los asentamientos de las haciendas y ranchos de los colonos desplazaron a las comunidades originarias como los principales abastecedores agropecuarios de la región Hernández; 2002: 106. En las Provincias Internas 1776 60 , los inicios de estas transformaciones provocaron importantes cambios políticos, sociales, territoriales, comerciales y productivos que se manifestaron en áreas como la modificación de los circuitos mercantiles, el incremento de la colonización de áreas específicas 61 , la intensificación de la extracción minera, agropecuaria y ganadera, así como en amplias modificaciones en el los poderes políticos y oligarquías locales. Este fue el contexto que empezó a trasformar radicalmente el papel de las comunidades y pueblos de indios de esta región, y de muchas otras, pasando de una producción excedentaria y abastecedora de otras regiones, a otra básicamente de subsistencia debido al acaparamiento territorial, productivo y comercial de los nuevos elementos sociales. La autonomía comercial de la Provincia de Sonora frente a los monopolios de comerciantes de la ciudad de México 1795 62 , junto con la destacada importancia de la ruta comercial a través del Pacífico, son algunos de los factores y elementos explicativos en la comprensión de todos estos cambios. Desde los primeros años posteriores a la expulsión jesuita, con la reorganización elaborada por José de Gálvez en 1769, se difundieron las instrucciones para el gobierno de las provincias de Sonora y Sinaloa que incluían las disposiciones para integrar a los yaquis al sistema tributario, así como la dotación o repartición de su territorio Hernández; 1996: 26. El propósito era la consecución de dos objetivos fundamentales en la región: reformar la administración territorial que había sido dirigida por los jesuitas, así como la pacificación definitiva de la frontera noroeste. Lo que se pretendía era redefinir las relaciones entre pueblos de indios y españoles para integrar a los indígenas social, política y económicamente a la sociedad colonial Hu-DeHart; 1995: 74. Sin embargo, la fortaleza 60 Con el programa de creación de intendencias, a partir de 1776 el territorio yaqui quedo circunscrito la amplia zona que comprendía la Comandancia General de la Provincias Internas. 61 Como la zona del rio Sonora en Poblaciones de Ures, Pitic Hermosillo y Guaymas. 62 En esta fecha se crean otros consulados mercantiles como los de Guadalajara y Veracruz que minaron el poder e influencia de los mercaderes capitalinos. 47 importante para resistir estos cambios y negociar su situación frente al reformismo borbónico y lograr mantener el control al interior de sus comunidades. Algunas otras causas y factores también contribuyeron inicialmente al entorpecimiento de la realización de los propósitos de repartición y tasación indígenas. Así como las inundaciones periódicas de los ríos Yaqui y Mayo dificultaron el deslinde y repartición territorial, la poca receptividad indígena para estos afanes, los desastres naturales y la dispersión yaqui para emplearse en las labores extractivas mineras contribuyeron para impedir el censo de su población y para poder gravarlos para la tributación. Además de aportar la mano de obra necesaria para las amplias transformaciones que estaba viviendo la provincia, los yaquis fueron un elemento crucial para el control de las numerosas incursiones y ataques de indios seris y pimas. Pues a través de su propia estructura de mando militar indígena los capitanes generales, en coordinación y bajo el mando de la Comandancia General de las Provincias Internas, aportaron los elementos de tropa necesarios para la continua pacificación de la belicosa frontera norte y sirvieron como contención militar hacia las poblaciones del sur. Así que para 1786 el propio gobierno virreinal -dirigido por Bernardo de Gálvez- se dio cuenta que los yaquis estaban contribuyendo ampliamente con requerimientos en áreas medulares para el desarrollo de los objetivos reformistas, comprendiendo que integrarlos al sistema tributario y repartir sus tierras era un tema menor en comparación con sus importantes aportaciones al desarrollo colonial reformista Hu-DeHart; 1995: 78-79. Estas importantes aportaciones laborales para el desarrollo socioeconómico y comercial de las Provincias Internas, así como para la pacificación fronteriza repercutieron directamente en la estructura de gobierno y autoridades yaquis. La cual fue adquiriendo cada vez mayores responsabilidades, atribuciones y autonomía, así como una importancia inusitada. Este fenómeno, constatable en la dinámica organización productiva yaqui, así como en el incremento del prestigio y facultades jurisdiccionales de gobernadores tradicionales y capitanes generales indígenas se desarrolló paulatinamente pero sin cortapisas durante el poco más de medio siglo que va de la expulsión jesuita, a la independencia de México 1767-1821, época en que los yaquis lograron ejercer una mayor autonomía política de la totalidad de su desarrollo sociocultural. 48 de importantes prerrogativas, pero sobre todo de la autonomía política y el desarrollo sociocultural comunitario de los yaquis, radicó en su capacidad para satisfacer las demandas de los vertiginosos requerimientos del primer esfuerzo modernizador reformista de la segunda mitad del siglo XVIII. Entonces no es del todo preciso plantear que los yaquis se hayan mantenido al margen del desarrollo colonizador posjesuítico, por el contrario, participaron resueltamente en uno de los objetivos más apremiantes para el gobierno metropolitano y que tendría decididas repercusiones en los primeros años del México independiente: extraer acuciosamente la mayor cantidad de recursos novohispanos para dirigirlos a la Península Ibérica. Ello en efecto les brindó la posibilidad de crear este coto autonómico de los ocho pueblos bajo el control de sus propios líderes, y ahí radica la especificidad de su integración, pero que definitivamente estuvo posibilitado por su activa participación en el desfalco metropolitano hacia Nueva España y en el programa imperial del periodo. Esta ambivalencia de participación o integración parcial, junto a la decidida preservación sociocultural autonómica hacia el interior conforma uno de los ejes sociohistóricos para el entendimiento y explicación de la resistencia indígena yaqui, pues en la distención y perpetuación de esta lógica y equilibrio se encuentra la clave de su supervivencia sociocultural. Esta negociación práctica puede ser atribuida a diversas causas y factores, como el peso demográfico de los yaquis en la región, su destacada capacidad laboral y guerrera, su predisposición y conocimiento del desarrollo agropecuario intensivo, ente muchas otras, pero lo trascendental ahora es comprender que de nueva cuenta los yaquis fueron capaces de negociar su posición en el nuevo esfuerzo modernizador y transitar a la sociedad decimonónica manteniendo un entendimiento y forma de vida comunitarios con un singular sentido autonómico y soberano. Asimismo y finalmente es crucial asentar que esta perpetuación y reforzamiento sistémico implicaron un ejercicio autonómico propio, que obedeció a la capacidad de reproducción cultural adaptativa que los yaquis implementaron al reapropiarse creativamente de un modelo que se convirtió en el eje de su identidad y su resistencia. 49 CONTENCIÓN DE UNA LÓGICA HISTÓRICA LA INTERRUPCIÓN DEL PROCESO DE COLONIZACIÓN La consumación de la independencia nacional significó apenas el principio de una larga búsqueda por definir, crear y consolidar un rostro político para México. Los primeros 45 años del México independiente no sólo fueron los más azarosos políticamente, sino que estuvieron acompañados por un desequilibrio hacendario sin parangón en la época novohispana. Esta crisis de la hacienda pública tuvo efectos nocivos que coadyuvaron a fomentar e incrementar la inestabilidad política, expresada en el sin número de cambios de gobierno que infructuosamente buscaron sanear las finanzas de la nueva nación, así como en la prolongación de la guerra civil. Los factores de la crisis económica fueron muy diversos; desde la salida de recursos novohispanos hacia el corazón del imperio durante los últimos 50 años de virreinato, con años críticos como 1804 63 , 1821 y 1827-1829 64 ; los empréstitos, amenazas e intervenciones de potencias extranjeras; la raquítica recaudación fiscal 65 y desde luego los estragos y la parálisis que para el desarrollo agrícola, minero, industrial, ganadero y comercial habían dejado el saldo de 11 años de guerra civil. Así, México surgió como cuerpo político independiente sin tener clara la forma de gobierno a implementar, sobre todo por las divergencias entre las élites políticas, y con un panorama económico sombrío caracterizado por la bancarrota. Sin embargo en el fondo lo que tenemos es una problemática de dos formas de civilización compenetrándose, a ello responde la destacada inestabilidad política y socioeconómica de toda la primera mitad del siglo XIX mexicano, e hispanoamericano en general, pues se estaba dirimiendo la predominancia de dos modelos de identificación colectiva, el que buscaba la trasformación hacia el régimen moderno enarbolado por los grupos minoritarios, que sin embargo tenían el poder político y económico para llevarlo a cabo 66 , y la pesada y distendida realidad tradicional y comunitarias de las amplias mayorías del país. Así deben entenderse las causas últimas para comprender y explicar la crisis y la prolongación de la 63 A partir de 1804 se redujo drásticamente el capital y el crédito, pues el Real Decreto del 28 de noviembre ordenaba la Consolidación de Vales Reales, que significó el desfalco de un sin número de instituciones eclesiásticas, seculares e individuos para sufragar los gastos de guerra de Carlos III y Carlos IV. Véase Wobeser; 2006. 64 Años de expulsión de españoles. 65 El go ie o e i a o […] o tu o fa ultades fis ales so e la po la ió uedó depe die te del pago de los estados ás el p odu to de las adua as […] Vázquez; 2010: 167 66 La larga pugna entre las élites políticas es también sintomática de que ni si quiera entre ellas había un consenso unívoco hacia esta transición y de que era un problema de magnitudes desconocidas, que tenía que ver con una nueva forma de entender el mundo, con otra forma de identificación. 50 enfrentando nada menos que una revolución hacia un nuevo paradigma civilizatorio, que obviamente necesitó de un largo proceso para lograr su relativa instauración. Las vicisitudes políticas que manifiestan la predominante inestabilidad gubernamental y el dilatado estado de guerra civil de este periodo 67 obstaculizaron la ejecución y realización de proyectos político-legislativos y económicos de largo alcance, que realmente pudieran incidir a trasformar las prácticas correspondientes a un entendimiento tradicional o de Antiguo Régimen. Los acontecimientos en la localidad de Sonora no fueron la excepción al desarrollo sociopolítico de la primera mitad del siglo XIX a nivel nacional, los vaivenes políticos también caracterizaron a sus divergentes gobiernos 68 . Ello no quiere decir que no hubiesen levantamientos y revueltas indígenas, las rebeliones yaquis empezaron bien temprano en el siglo XIX, desde 1825, pero los yaquis y otros grupos indígenas supieron aprovechar el desequilibrio gubernamental del periodo para mantener el desarrollo social comunitario que venían practicando desde la colonia, para conservar su estructura política y para lograr postergar lo que Cécile Gouy- Gilbert denomina como el desarrollo de una lógica histórica Gouy-Gilbert; 1985: 55, es decir, la colonización del territorio yaqui. Por ello me interesa sobre manera la configuración de la resistencia yaqui a partir del México reformista y restaurado, cuando el Estado nación fue verdaderamente capaz de realizar un esfuerzo integral 69 por trasformar la vida comunitaria y cuando los yaquis tuvieron que hacer un uso extensivo de todas sus habilidades para resistir el renovado esfuerzo modernizador. Ahora bien, este cuadro o panorama no significa sin embargo que desde la primera mitad del siglo XIX fuera posible advertir las amplias trasformaciones que pretendía llevar a cabo el liberalismo en las relaciones entre el Estado y las corporaciones civiles y religiosas. A partir del México independiente, y sobre todo desde de la Constitución de 1824, comenzó una nueva etapa en la que la sola instauración del Estado nación implicó la redefinición de las relaciones con los elementos corporativos que conformaban el México 67 Pa a la o ep ió de la gue a i depe de ia o o gue a i il su diste ió ás allá de la proclamaciones de independencia véase Pérez Vejo; 2010: 99-100. 68 Co o la pug a e t e Ma uel Ma ía Gá da a José U ea poste io e te e te Gá da a e Ig a io Pes uei a. Cada i o os os egio al epitió la pug a ue di idía al país […] El desplaza ie to ha ia la pe ife ia de las pug as a tes concentradas en la capital produjo una intensificación de los conflictos dentro de las élites lo ales. Flo es a o; : 298. 69 Económico, militar, político, legislativo, ideológico, etc. 51 búsqueda por desamortizar las propiedades de manos muertas y sobre todo por repartir y deslindar la tierra indígena y campesina como propiedad privada e individualizada. Pero no se restringió a ello, es decir, no sólo se buscó lesionar la propiedad comunal de la tierra, sino la capacidad política, las vías y canales que las corporaciones habían tenido para enfrentar y dirimir sus problemas al interior de la sociedad virreinal, así como a sus estructuras de gobierno y mando político. Me refiero a la igualdad ante la ley, la clausura de un régimen con obligaciones y privilegios corporados y su sustitución por la ciudadanización de la totalidad de los ha ita tes, ha ie do ta la rasa de las o diciones diferenciadas que en la práctica seguían manifestándose, y cancelando definitivamente el papel de intermediación del Estado entre los diversos sectores sociales. Si bien y gracias a una mirada retrospectiva es posible rastrear en las primeras décadas del México independiente las profundas trasformaciones que el liberalismo estaba buscando implementar, la inestabilidad sociopolítica entre monarquía, república y dictadura, federalismo y centralismo, liberales y conservadores 71 , pero sobre todo, la distención propia de las trasformaciones que implicaron la transición de un régimen político tradicional a uno moderno 72 , prolongaron hasta bien entrado el siglo XIX la consecución de los objetivos del liberalismo. No es de extrañar por ello que diversos autores se refieran a la primera mitad del siglo XIX mexicano como un periodo de transición entre la época colonial y la sociedad republicana Vázquez; 1976: 785. La inestabilidad política del mundo hispánico a lo largo de la mayor parte del siglo XIX […] fue el esultado […] de la difícil transición entre dos modelos de sociedades, en muchos sentidos entre dos formas d e i iliza ió […] Pé ez Vejo; 2010: 82 73 . Por ello la periodización de este primer capítulo está propuesta hasta mediados de la década de los años cincuenta, cuando se establece la legislación reformista que desataría la última reacción y paréntesis a las pretensiones del liberalismo 74 . Y porque se trata del primer esfuerzo teórico decidido y 70 Debido a que el Estado nación moderno exige o reclama sólo para si la capacidad del ejercicio del poder, es la única identidad soberana, teóricamente no puede haber cabida para otras. 71 El uso dicotómico de estas categorías sólo busca ser ilustrativo de las pugnas políticas, lo cual no implica que no hubiese una relación compleja entre dichas posturas, caracterizadas más bien por la compenetración, la contradicción y su complementación. 72 Con decididas implicaciones en el resto de ámbitos de la vida social. 73 […] esta gue a i il o ti uó, o o dos p o e tos alte ati os de a ió , a lo largo de toda la primera mitad del siglo XIX hasta ul i a e o la de ota del p o e to o se ado el fusila ie to de Ma i ilia o . Pé ez Vejo; 2008: 18. 74 La Guerra de Reforma y su distención en la Intervención Francesa. 52 cuando se puede considerar que en México verdadera y formalmente empieza la pugna por la tierra 75 . Incluso la prolongación del problema por la propiedad seguiría manifestándose, pues si bien la generación de liberales de la Revolución de Ayutla plasmaron y legislaron para la trasformación de la propiedad, su puesta en práctica de manera extensiva no se daría sino hasta bien entrado el porfiriato, cuando el programa de colonización empezó a ser efectivamente implementado con las leyes correspondientes de los años 1883 y 1894 de Vos, 1984; Knight, 1985; Fraser: 1972. En su conjunto este capítulo tiene en entonces como propósito advertir la manera en que se enfrentaron dos procesos y entendimientos del mundo contrapuestos: la formación del Estado nación moderno y el desarrollo tradicional y comunitario de los pueblos indígenas yaquis. Sin embargo y de manera específica, entre los objetivos concretos de este segundo capítulo se encuentra aprovechar el desequilibrio político propio de la primera mitad del siglo XIX para plantear en términos teóricos cuál fue el tipo de relación que buscó establecer el Estado nación con los grupos indígenas a partir de la independencia 76 , con el propósito de asentar la manera o el modo en que se enfrentó el problema étnico-nacional por parte del gobierno y las clases hegemónicas. Es decir, analizar y explicar cuál fue el lugar que se buscó asignar al indígena en la construcción de la nación moderna a partir del México independiente, así como definir en qué ámbitos se desarrolló la pugna en esta época, para dirimir si se trató de un problema por la tierra y la propiedad, si fue un conflicto de naturaleza política, un problema sociocultural y de identidades, o si se trató de una síntesis compleja de diversos elementos. El otro propósito puntual de este capítulo se sitúa en el otro polo de la relación, en la respuesta empírica yaqui, en la manera en que confrontaron el plan que se les tenía estipulado. Por lo que aquí se desarrolla selectivamente el proceso de negociación yaqui durante la primera mitad del siglo XIX, se analizan y explican las estrategias de resistencia que implementaron -en estrecha relación con el contexto local que posibilitó la contención de la colonización de su territorio-, así como las repercusiones de todos aquellos 75 Ello no implica que no hubiesen problemas agrarios antes de la legislación reformista, algunos de sus antecedentes más importantes se pueden encontrar en las Ordenanzas de Intendencias, así como las leyes contra las tierras comunales que adoptaron diversos estados de la República en los años veinte del siglo XIX. Pero durante la primera mitad del siglo fue más difícil ejecutar de estas estipulaciones, a diferencia de lo que sucedería después de la legislación reformista, no exenta tampoco de graves problemas en su aplicación. 76 Posibilitado por una mirada retrospectiva, es decir, a sabiendas del triunfo del proyecto liberal. 53 postimperialista que más me interesa. II.

I E

L PROBLEMA ÉTNICO - NACIONAL . E L INDÍGENA EN LA CONSTRUCCIÓN DE LA NACIÓN MODERNA : LA HOMOGENIZACIÓN . A pesar de la lenta pero progresiva construcción y consolidación nacional decimonónica, el agotamiento del sistema colonial y el advenimiento de la nación mexicana trajeron consecuencias que incidieron directamente en los elementos corporativos de la sociedad. La búsqueda y primeros esfuerzos por transformar la propiedad comunal y convertirla en propiedad privada corresponden al reformismo borbónico y a la legislación gaditana. La Ordenanza de Intendencias 1786 contemplaba la supresión de las tierras comunales para asignarla a los indios como propiedad privada e individualizada, e igualmente la reglamentación doceañista estipulaba la disolución de las corporaciones y comunidades Florescano; 2001: 315. Sin embargo la permanencia del régimen corporativo de los últimos años del gobierno virreinal, la guerra civil que culminó momentáneamente con la independencia de México y, desde luego, la resistencia y extendida práctica comunitaria y corporativa sobre la que descansaron 300 años de régimen colonial postergaron la realización de las más tempranas pretensiones por transformarla. Como el legado del siglo por antonomasia en la hechura de naciones modernas revela para el espacio euroamericano, el XIX, la construcción de las naciones no sólo pasa por la promulgación de leyes, de una organización territorial y administrativa, de la realización de constituciones, del establecimiento de fronteras y de programas y planes de gobierno, sino que busca y necesita fundar su legitimidad y soberanía mediante la construcción, sobre todo cultural 77 , de una serie de medios y mecanismos para legitimarse mediante la elaboración de un consenso social cívico identitario Pérez Vejo, 2010; Anderson, 2013. Como claramente lo plantea Eric Hobsbawm para establecer la idea de la o st u ió i e ió de las a io es […] al igual ue Gell e , o e al a ía el ele e to de artefacto, invención o ingeniería social que interviene en las construcción de naciones […] Ho s a ; : 18. Las historias nacionales han sido uno de aquellos elementos 77 La importancia de los medios culturales para construcción nacional la desarrollan diversos autores, véanse Anderson, 2013; Hobsbawm, 1991; Pérez Vejo, 2003; Gellner, 1991; Lampérière, 2003. 54 Estados nacionales, así como la pintura, la arquitectura, la literatura y otros recursos cuyo objetivo es concretizar la ficción 78 de una identidad común, que valide el estado de cosas que prevalece, es decir, la legitimación del ejercicio del poder del Estado nación al que alude 79 . Sobre todo si nos referimos a creaciones nacionales de Estado u oficiales, como el caso de México y el conjunto hispanoamericano Pérez Vejo; 2003: 296. Estas narraciones contienen una fuerte dosis emocional que identifica a los ciudadanos mediante relatos dramatizados y profundamente apasionados y propagandísticos 80 , […] la construcción de una identidad nacional es en gran parte una creación ideológica de tipo lite a io Pé ez Vejo; 2003: 294, sintetizados fundamentalmente en el relato histórico y expresados en la creación de himnos nacionales, ceremonias cívicas, efemérides, banderas, monumentos históricos, héroes y villanos que apelan primordialmente a los sentimientos, más que a la razón y desde luego más allá de la veracidad histórica. Se trata de toda la parafernalia a la ue Ho s a se efie e o o lo i o os sa tos , e o dá do os asi is o la pa adóji a similitud de las creaciones nacionales con el instrumental de cohesión e identificación eligiosos, pues […] representan los símbolos y los rituales o prácticas colectivas comunes ue po sí solas da u a ealidad palpa le a u o u idad po lo de ás i agi a ia Hobsbawm; 1991: 80. Así se entiende una de las múltiples causas complejas para comprender el fuerte apego que responde a la pregunta de Benedict Anderson acerca de las razones por las cuales los ciudadanos están dispuestos a morir por las naciones, pues además de su supuesta o pretendida naturalidad 81 - la fatalidad histó i a - se establece un vínculo emocional que Anderson denomina literalmente como […] un amor profun da e te a egado A de so ; : 200, y que en sus ritos y prácticas se vive de manera compartida y simultánea por las comunidades imaginadas A de so ; . De manera que en la búsqueda por conocer y definir lo que es una nación moderna, todos estos elementos culturales creacionistas son una de las más amplias y nítidas expresiones 78 Cada uso de esta denominación me refiero a que se trata de una invención o construcción social, que contiene una ate ialidad so ial , que determina la vida y las acciones sociales. No busca ser una referencia peyorativa del término fi ió , si o justa e te el ot o polo de su posi ilidad sig ifi ati a, o o u a to eati o. Véase ‘od íguez; : . 79 Valié dose de e u sos o o lo ue A de so de o i a la t a uilidad del f ati idio el e ue dool ido ue o son otra cosa que la manipulación deliberada o inconsciente del pasado. Veáse Anderson, 2013. 80 Pa a la efe e ias a p opaga dísti a d a atiza ió del elato histó i o éa se Pé ez Vejo; : ; : . Hobsbawm; 1991: 19. 81 Al igual ue la a o ía de estudiosos se ios, o o side o a la a ió o o u a e tidad so ial p i a ia i i a ia le. Pertenece exclusivamente a un periodo concreto y reciente des de el pu to de ista histó i o Hobsbawm; 1991: 18. También véase Pérez Vejo; 2003: 277-278. 55 aquellas elaboraciones político-legislativas que también la componen. Las a io es se inventan, o si prefiere se construyen, no a partir de decretos y formas políticas, sino de valores simbólicos y culturales Pé ez Vejo; : . Igualmente, Benedict Anderson las concibe y describe como g a des siste as ultu ales , ás pa e idos en este ámbito a los descomunales modelos culturales que los precedieron: las comunidades religiosas y los reinos dinásticos Anderson; 2013: 30. En la antigua forma de legitimación del ejercicio del poder, en las monarquías de Antiguo Régimen, la soberanía descansaba sobre el origen o gracia divina que permitía al monarca ejercer su domino sobre una gran diversidad de grupos diferenciados o naciones distintas, como en el caso del Imperio Español y de Nueva España, donde convivían un sin número de naciones indígenas y españolas, todas ellas naciones en el sentido antiguo del término 82 . Los elementos que en definitiva unían a todos estos grupos étnicamente distintos era la pertenencia a una misma monarquía, la obediencia a un mismo soberano y la práctica de una misma religión. Poco importaba que en el mismo espacio convivieran un sin número de poblaciones inmensamente heterogéneas, siempre y cuando guardaran fidelidad al mismo monarca y practicasen la misma fe 83 . La acción política pasaba por ser súbdito de un monarca, no miembro de una nación Pérez Vejo; 2010: 18. De hecho lo que era deseable y constituía parte del prestigio de las monarquías era su capacidad de concentrar diversas mezclas raciales, lo cual hablaba de la extensión y pluralidad de los reinos dinásticos, como se puede observar en la amplitud de los títulos nobiliarios de dichas dinastías 84 . Así que literalmente convivían en un mismo espacio soberano múltiples naciones, constituyendo una de las características más importantes de estos antiguos espacios geográficos la diversidad étnica o racial, cultural y lingüística, sin que por el simple hecho de ser súbditos de un mismo monarca se pretendiese algún otro tipo de homogeneidad que no fuera la dinástico-religiosa. Sin embargo el cambio de legitimidad dinástica a la nacional trajo inconmensurables consecuencias para la concepción de la conformación poblacional de las nuevas comunidades imaginadas, es decir, de las naciones modernas o de los Estados 82 Sin densidad política. Véase Pérez Vejo; 2010: 33. 83 O como lo establece Tomás Pérez Vejo al definir a la Monarquía Católica: un conglomerado de reinos, provincias y señoríos unidos por la común fidelidad a un monarca Pérez Vejo; 2010: 17. 84 Véase Anderson; 2013: 40. 56 obediencia o fidelidad a un mismo soberano, sino en requisitos de homogenización e identidad comunes que se convirtieron en una necesidad política de la nueva soberanía Pérez Vejo; 2009: 149 85 . Como ser objeto de los mismos derechos y obligaciones cívicas, la igualdad ante la ley y la ciudadanía garantizados por el Estado nación, así como formar parte de un mismo origen étnico, lingüístico y cultural. Ya se puede advertir la magnitud de crear una ficción que requirió de un esfuerzo político y cultural que pretendía hacer desaparecer los múltiples elementos que hicieron de las sociedades tradicionales conglomerados de diversidades culturales, raciales, históricas y lingüísticas 86 . Es decir, un intento por subvertir tradiciones milenarias extendidas a escala planetaria y cuyas diferencias estuvieron mediadas y promovidas por estados o reinos dinásticos que vieron por las necesidades, derechos, obligaciones y prerrogativas de cada sector social, en correspondencia con un sistema de miembros corporados 87 . Como se ha sugerido y como plantea Tomás Pérez Vejo, la homogenización producto de la nueva legitimidad nacional ha sido fruto de la combinación yo predominio de dos modelos de Estado nación moderno: el cívico 88 , como un proyecto voluntarista basado en la igualdad jurídica de sus habitantes, es decir, como un pacto definido por la igualdad ante la ley, el cual por lo tanto es un proyecto aspiracional, proyectivo o de futuro, pues lo que garantiza la igualdad y la homogeneidad es la posibilidad de la pertenencia a través del ejercicio de derechos comunes 89 . Por su parte, la nación étnico- cultural o esencialista Pérez Vejo; 2003: 290 propone la igualdad y homogeneidad de sus habitantes en la filiación o pertenencia a un mismo origen, previa a cualquier voluntad porque el fundamento de su legitimidad radica en el pasado. Es decir, un conglomerado fundamentado en la trilogía romántica sobre el origen de las naciones, basado en una misma raza, lengua y cultura Pérez Vejo; 2009: 160. Este fue el modelo que prevaleció en 85 A e a de la ho oge iza ió o o e esidad Pé ez Vejo señala e ot o te to: U a de las a a te ísti as ás ele a tes de la a ió o o sujeto de legiti a ió del eje i io del pode es su e esidad de ho oge eidad. […] la nación exigen como condición ne esa ia la de su ho oge eidad. Es po defi i ió u a o u idad de iguales. Pé ez Vejo; 2007: 110. 86 Y asimismo llevar a a o esfue zo p o e to o espo die te ue fuese apaz de sustitui las u di e sas identidades tradicionales. 87 Evidentemente un afán de esta naturaleza y magnitud no surgió sin una serie de factores y causas de interacción compleja que lo hicieron posible. Una combinación de drásticas pero puntuales trasformaciones tecnológicas, políticas, culturales y socioeconómicas que paulatinamente contribuyeron a ello. Véase Anderson; 2013: 75. 88 Parte de la identificación de los ciudadanos en este tipo de nación pasa por la paulatina democratización de la política, que genera un sentimiento de apropiación nacional. Véase Hobsbawm; 1991: 97. 89 Estados Unidos es uno de los casos más representativos de este modelo. 57 combinación de ambas en la que sin embargo predominó la legitimación del Estado por su capacidad de preservar la ficción de un origen y tradiciones comunes, heredado en alguna medida del legado político de Cádiz 91 . Sin embargo en Nueva España y al surgir México como nación independiente lo que prevalecía era una pluralidad de muy diferentes etnias, culturas, lenguas, razas, e historias, una diversidad compleja que se manifestaba en un dilatado territorio que permanentemente ha contribuido a la exacerbación de la multiculturalidad que sus variadas latitudes revela, con pueblos de tradiciones, conocimientos, hábitos y cosmovisiones diversas, e incluso divergentes. Con este prerrequisito de la modernidad política establecido, acerca de la necesidad de adscribir a las naciones a un pasado común 92 , pasando por encima de la diversidad, se inició también una pugna en México por establecer cuál sería el proyecto de pasado que legitimaría el ser político de la nueva nación, es decir, el dilatado proceso de invenciónconstrucción nacional , ue […] signifi ó a te todo u o fli to de ide tidades Pérez Vejo; 2008: 38. Mientras los conservadores en voz de sus más destacados miembros, como Lucas Alamán 93 , buscaron fundar a la nación e sus raíces hispánicas, los liberales de la primera hora como Servando Teresa de Mier y Carlos María de Bustamante 94 , a la postre el proyecto triunfante 95 , propugnaron por recuperar un pasado indígena enaltecido. El de aquellos ancestros prehispánicos que constituyeron la gran a ió i díge a , el proyecto de los indigenistas históricos en el que no figuraron los grupos étnicos existentes, sino aquellos grupos primigenios idealizados. Este referente indígena constituyó la legitimación para poder alcanzar el proyecto histórico y político que había sido coartado por el paréntesis español y lograr la realización de una imaginaria 90 Además del sentido político-legislativo que también contiene, la inclusión de las dos perspectivas también se corresponde en el relato de identidad histórica nacional, hay una soberanía originaria, perdida 300 años, pero recuperada para iniciar una nueva etapa. Véase Pérez Vejo; 2010: 153. 91 Véase Pérez Vejo; 2009: 153-154. 92 A la trilogía romántica de lengua, raza y cultura. 93 En esta investigación, a pesar de los apelativos, no se asume una postura de los liberales como los promotores de la modernidad y el progreso y a los conservadores como los representantes de la reacción y de buscar la vuelta al Antiguo Régimen, su filiación, proyectos y herencias son mucho más complejos que su simple alineación dicotómica. Véanse Pérez Vejo, 2010: 79-80; 2008: 30-32. 94 Véanse. de Mier, 1986; Bustamante; 1985. 95 Más no del todo resuelto, las polémicas a propósito del primer centenario de la independencia son prueba de ello. Véase Pérez Vejo; 2010. 58 gobiernos originados de la empresa independentista entre mestizos e indígenas, pues justificaba la guerra supuestamente emprendida por criollos contra peninsulares 97 , es decir, de los mexicanos contra los españoles, en la búsqueda por restaurar la pretendida gloria secuestrada por la invasión española, y erradicar de paso cualquier concepción fratricida del proceso 98 . Lo que revela esta mitología creacionista del relato de origen indígena es la noción de una historia de México concebida y segmentada en tres grandes fases con diversos grados de importancia. Enrique Florescano se refiere a ello como tres convicciones y Tomás Pérez Vejo como tres actos basados en el relato arquetípico de la pasión de Cristo: nacimiento, muerte y resurrección Pérez Vejo; 2009: 157. En su conjunto se refieren a un primer tiempo idílico 99 del Mé i o p ehispá i o , sin la nociva invasión europea, en la que se desarrolló una grandiosa y próspera nación indígena, la cual fue interrumpida por la cruel y sangrienta invasión europea, que subyugó y puso grilletes a la libertad autóctona americana durante 300 años, para finalmente arribar a la fastuosa resurrección de la nación mexicana consumada con la gesta independentista Pérez Vejo, 2009; Florescano, 2001. Sin embargo las contradicciones, paradojas y fisuras de modelo de nación indígena liberal saltan a la vista. Los propios arquitectos de dicho relato revelan que sólo se trataba de un discurso legitimador, pero que sus convicciones acerca de la raza y grupo que debía impulsar el desarrollo nacional se encontraba entre los sectores blancos, o en el peor de los casos entre los mestizos José Ma. Luis Mora citado por Florescano; 2001: 313-314. En realidad estos mismos liberales que pugnaron por el proyecto histórico indígena atacaron desde las primeras décadas del México independiente las prerrogativas y las formas de desarrollo comunitario de los indios 100 . Vieron en estas tradiciones uno de los lastres más significativos del atraso nacional, por lo 96 “e t ata de lo ue Ho s a de o i a o o la a ió histó i a ue o side a o o el ás de isi o ite io de ide tifi a ió a io al: […] la conciencia de pertenecer o haber pertenecido a u a e tidad políti a du ade a . Hobsbawm; 1991: 81. 97 Este trabajo concuerda con los señalamientos del tratamiento de la guerra de independencia como una guerra civil, pues algunos datos relevantes, como la filiación tanto de las tropas realistas como de las insurgentes muestran que en su mayoría estaban compuestas por novohispanos. Véase Pérez Vejo; 2009 y 2010. Benedict Anderson también clarifica ampliamente al respecto, pues revela cómo los criollos eran la clase más propicia en diversos aspectos para poner en cuestión el orden establecido. Véase Anderson; 2013: 93. 98 Acerca de la noción de guerra civil vs guerras de independencia véase Pérez Vejo; 2010: 99-103, 212. 99 Con las cursivas de cada adjetivo de esta sección quiero indicar que la redacción y adjetivación es propia, a pesar de que utilizo en términos generales las versiones de los autores citados. 100 A fi es de la dé ada de u a do e a de estados de la epú li a ha ía ap o ado le es ue buscaban erradicar la propiedad comunal de los pueblos. La mayoría de los estados consideraron que la propiedad comunal de la tierra era i o pati le o la li e tad i di idual Flo es a o; : 59 el político, pues buscaron la transformación de la autonomía del legado gaditano a través la creación y jurisdicción política de cada gobierno estatal, sobre las antiguas autonomías locales. Existen no obstante otras áreas, quizá más significativas, que revelan las serias contradicciones con respecto al discurso histórico indigenista. La distendida convicción liberal, a lo largo de todo el siglo XIX, de que una de las soluciones medulares para sacar a México del atolladero en que se encontraba era la inmigración extranjera y la colonización de las amplias zonas desocupadas en el territorio nacional constituye una de sus expresiones más importantes 101 . Es decir, el reiterado afán por traer inmigrantes blancos europeos con cualidades industriosas para el desarrollo agrícola y que contribuyeran a fortalecer a la deg adada aza i díge a. No cuadra entonces […] la imagen de nación étnica identificada con el mundo prehispánico, con el convencimiento de que el futuro de México pasaba por un proceso inmigratorio capaz de explotar los inmensos recursos atu ales del país […] de la uea a la i fe io raza indígena Pé ez Vejo; : 1. Los diversos y recurrentes afanes legislativos decimonónicos por facilitar la colonización extranjera del territorio nacional son también muestra fehaciente de esta paradoja 102 , manifiesta en todas las generaciones de liberales, desde sus primeros albores en 1824 hasta lo que Alan Knight denomina como el liberalismo desarrollista del porfiriato Knight; 1985: 68. Dichas leyes progresivamente fueron facilitando el acaparamiento territorial por grandes latifundistas nacionales y extranjeros mediante el deslinde y colonización de tierras a través de la medición, el apeo, la descripción, el avalúo y el fraccionamiento de terrenos considerados baldíos de Vos; 1984: 81. El propósito de habilitar todos estos terrenos para fraccionar la propiedad comunal y hacerla producir como pequeñas parcelas privadas, supuestamente en beneficio de cada región particular y de la nación en general, provocaron sin embargo el despojo de un sin número de comunidades, pueblos indígenas y campesinos en favor del acaparamiento de grandes extensiones de tierra para latifundistas, especuladores de tierras y hacendados, generando una acumulación territorial sin precedentes en una ínfima población de 101 Sobre los proyectos de inmigración, colonización y la perspectiva racial decimonónica y de los primeros años del siglo XX véase también Pérez Vejo; 2010: 54-62. 102 Estas leyes fueron consecutivamente: la Ley de Colonización 1824, Ley de Colonización 1830, Ley sobre Ocupación y Enajenación de Terrenos Baldíos de 1863, la Ley General sobre Colonización de 1875, la Ley de Colonización de 1883 y la Ley sobre Ocupación y Enajenación de Terrenos Baldíos de 1894, acompañada del Gran Registro de la Propiedad de la República que la auspicio. Véase de Vos, 1984. 60 liberales por establecer un puente y continuidad histórica entre el pasado prehispánico y el nuevo Estado nación mexicano, y su convencimiento de la inferioridad de los grupos indígenas y su necesaria eliminación, equilibrio o dilución racial mediante la inmigración y la colonización extranjera Pérez Vejo; 2009: 163. La explicación a esta flagrante contradicción se encuentra en la admiración y engrandecimiento de las culturas indígenas desaparecidas, aunque en realidad la única referencia cultural indígena enaltecida fuese la azteca, y el vituperio y repudio por los indígenas existentes. Así que en estricto sentido es erróneo referirse a este proyecto como una política indigenista, es más esclarecedor el concepto utilizado por Tomás Pérez Vejo, es decir, se trató de un proyecto preshispanista Pérez Vejo; 2009: 172. El propio Benedict Anderson denuncia las contradicciones de la pretendida continuidad histórica entre el pasado indígena y el relato nacional fundador mexicano, haciendo é fasis e u o de los pila es de la t ilogía a io al, la le gua: El extremo: e i a os ha la do e español po las civilizaciones indias precolombinas cuyos lenguajes no comprenden A de so ; , 276. Si la percepción del plan contradictorio del liberalismo hacia los indígenas es evidente desde las primeras décadas del México independiente, al mediar el siglo hay una escalada progresiva que constituye una exacerbación en la señalización y embestida contra su desarrollo. Diversas comunidades indígenas, campesinos y movimientos regionales aprovecharon yo utilizaron la crisis de 1847-1848 para realizar reclamaciones y levantamientos, que así como se declaraban en contra de las haciendas y de la invasión norteamericana 103 , pugnaban por preservar la propiedad comunal de la tierra y su desarrollo tradicional 104 . Igualmente, los subsecuentes años del liberalismo y los inicios del reformismo cincuentero incidieron directamente en la agudización de los levantamientos indígenas generalizados 105 . Así que a partir de la segunda mitad del siglo XIX se incrementó el desprestigio de los grupos indígenas a lo largo y ancho del país 106 , así como 103 Entre los factores que contribuyeron a intensificar la lucha campesinas destaca la intervención norteamericana de 1846- . Flo es a o; 104 El movimiento indígena en Yucatán, la rebelión en Papantla de 1847, la del Real de San José de los Amoles en Querétaro 1848, en la Sierra Gorda, los yaquis, los levantamientos en Chalco de 1868, Valles de Morelos, Puebla y el Mezquital, el movimiento cora en Nayarit, etc. Véanse Florescano, 2001; Falcón, 2002. 105 Ahora sobre todo en contra de las haciendas. 106 Véase Miguel Lerdo de Tejada e Ignacio Ramírez en Florescano; 2001. 61 de los pueblos y comunidades indígeno-campesinas. A pesar de tratarse aún de la etapa formativa o creacionista del Estado nación se perfila de manera cada vez más nítida cuál es el lugar que se tiene destinado para los grupos indígenas, sus recursos, su cultura y su identidad, así como sus estructuras políticas y socioproductivas en el mundo moderno. Es decir, la desaparición jurídica como elementos corporativos con derechos específicos, el acaparamiento de sus recursos como medio de impulso del progreso del desarrollo industrial y de enriquecimiento oficial y privado, el señalamiento de su cultura como elemento de atraso, el uso forzoso de su mano de obra y la desaparición paulatina de sus estructuras de organización productiva y de gobierno. Desde ahora se advierten las serias contradicciones que encierra el modelo de la modernidad nacional, pues si bien se buscaba la desaparición jurídica y estructural de las comunidades indígenas, constituían sin embargo un elemento central como agentes productivos para el plan de desarrollo de los proyectos económicos, mercantiles, comerciales, industriales e infraestructurales del capitalismo mexicano del periodo. Era imperioso ocupar sus brazos y recursos. Así, lo que en este sentido perseguía el liberalismo -en este afán imitativo de progreso y modernidad- era erradicar la práctica y entendimiento comunitario de la vida indígeno-campesina, basada en la propiedad comunal de la tierra y los recursos naturales, para introducir los nuevos modelos que se plantearon para la vida social: el individuo ciudadano y propietario, así como el progreso material a través del capitalismo industrial. Un nuevo espacio social en el que las expectativas para estos sectores era la de formar los ejércitos de mano de obra depauperada que requería el modelo de producción moderno y los nuevos esquemas de la vida social. Se trata del esfuerzo teórico e institucional del Estado a ió po desapa e e a los i díge as a pesi os o u e os a t a és de la homogenización jurídica de todos los habitantes, mediante la igualdad ante la ley. Los indios eran la raza de la nación pero tenían que dejar de ser indios para formar parte de ella Pérez Vejo; 2010: 52. En correspondencia con la visión evolucionista de la época que vio en estos grupos manifestaciones de etapas inferiores del desarrollo 108 , por lo que ha ía ue fa ilita les la e t ada al u do i ilizado , au ue esto i pli a a su 107 La coacción militar estuvo entre los medios más destacados. 108 La influencia del darwinismo social se puede advertir entre destacados políticos liberales, como Francisco Bulnes. Véase Florescano 2001: 320 y Pérez Vejo; 2009: 163. 62 tradicional entendimiento del mundo. Se trata del periodo donde se está imponiendo para México la nueva y única identidad que se reconoce como válida para ambos lados del mundo atlántico: ser ciudadano de una nación. Con todas las consecuencias previsibles par un espacio social en el que las mayorías están constituidas por una amplia pluralidad de identidades culturales, regionales, sociales, étnicas, etc., como es el caso del México decimonónico. Se trata de la desaparición mediante la homogenización en nombre la modernidad y del Estado nación. Ahora bien, las nuevas comunidades imaginadas, los Estados nacionales modernos, anclaron su legitimidad en un constructo de ficción identitaria que privilegió la homogenización al interior del territorio nacional, como el medio idóneo para hacer prevalecer su soberanía como los garantes de la continuidad de una serie de derechos igualitarios entre los ahora ciudadanos. Pero sobre todo en la capacidad para construir, a través de diversos medios, un relato de origen legitimador caracterizado por la uniformidad, es decir: el mito de la igualdad sociocultural de la diversidad de grupos objeto a ser nacionalizados. Así, se estableció un relato político cultural en el que mediante la glorificación de los indígenas desaparecidos se justificó la dilución étnica de sus remanentes vivos, conformándose una especie de relato culpígeno que para sojuzgar, enaltecía. Un discurso en el que el indio mítico resultaba siempre preferible al indio real y que en la práctica política se convertía en la búsqueda de su desaparición como grupo ét i o dife e iado Pé ez Vejo; : . Lo que quizás no ha sido del todo esclarecido es que estas realizaciones cumplieron una función social importante y lo siguen haciendo, más allá de que sean relatos de ficción, pues poco importa su capacidad historiográfica, sino su habilidad para crear un significado identitario. En este caso el puente entre el mundo prehispánico y el México republicano para crear cohesión, un relato que pueda explicar en sus términos la importancia y conveniencia de formar parte de la nueva forma de adscripción política, legitimada a través del mito de origen de la nación inmemorial. De manera que hay que entenderlas en esa función y a ese nivel, más como relatos míticos yo religiosos identificativos - la eligió í i a 109 - que como un producto 109 Véanse Hobsbawm; 1991: 94. Y Pérez Vejo; 2008: 55, 122. 63 desmitificación, sobre todo si se pretende transformar la legitimidad política que dicho relato auspicia y si en efecto se persiguen fines historiográficos, porque dicho sea de paso, todos estos relatos se han hecho en nombre de la historia como disciplina. Pero en efecto debe reconocerse, no por ello convalidarse, la función y el propósito para el que fueron creados, como una necesidad política cohesiva y de legitimación de los hombres de su tiempo , “o os p isio e os de u a histo ia he ha po al se i io de los Estados Pé ez Vejo; 2010: 56. Como señala Tomás Pérez Vejo refiriéndose a la capacidad mitogénica de dichos relatos en la construcción del pasado: Nuestros ancestros son sólo una elección. Elegimos nuestros antepasados como elegimos nuestros nombres. Somos descendientes de quienes decidimos descender no de quienes descendemos […] Pérez Vejo; 2010: 11, 57. Sin embargo y más allá del éxito o fracaso que en retrospectiva se pueda atribuir al relato nacionalizador mexicano, que por otra parte y de acuerdo a los planteamientos de algunos autores resultaría ciertamente exitoso 111 , una cosa eran las ambiciones y proyectos políticos que implicaban la desaparición o dilución étnica de los indígenas en la sociedad que se quería mexicana y nacional, y otra muy distinta las vicisitudes y procesos para en efecto poder llevarlo a la práctica. En este discurrir de la resistencia indígena yaqui a la implantación de la homogeneidad, la ciudadanización, la descorporativización, la alienación privada de la propiedad, etc., se encuentran las coordenadas centrales de este trabajo. Y aquí es también donde converge una de las exigencias teórico metodológicas que algunos de los pioneros de la nueva perspectiva histórica sobre los estudios de las naciones y el nacionalismo reclaman para su consecución sistémica o integral, muy puntualmente Hobsbawm Hobsbawm; 1991: 18. Me refiero a que si bien y como lo han establecido algunos de los expertos en la materia Breully, 1982; Anderson, 1983; Gellner, 1983; Hobsbawm, 1991 112 son los Estados y los nacionalismos los que construyen a las naciones y no viceversa -que entre otras cosas implica que son elaboradas desde a i a , 110 Esta os hablando de la forma en la que se construye una memoria colectiva, no de historia en sentido estricto Pérez Vejo; 2008: 49. 111 El genocidio de memorias fue posiblemente inevitable y sin ninguna duda exitoso. Logró construir naciones y afianzar Estado s ue pe itie o , o a o o e o é ito, la t a si ió a la ode idad políti a so ial. Pé ez Vejo; 2010: 57. También véase Pérez Vejo; 2007: 112. 112 Este listado no pretende ser exhaustivo sino solo representativo de algunos de los autores más conocidos al respecto, sin embargo también se encuentran los destacados trabajos de autores Como Jaime E. Rodríguez, François- Xavier Guerra, Tomás Pérez Vejo, entre otros. 64 y cómo se construyen las naciones se agote su análisis. Es indispensable explicar asimismo el impacto, la percepción y vivencia de los grupos populares, subalternos, nacionalizados, de las mayorías, acerca del proyecto nacionalizador y sus expresiones políticas y culturales. Quedarse en el nivel creacionista y de difusión cultural y política inmediatos sólo nos muestra una parte del proceso, pero nos limita acerca de las repercusiones que tienen para las amplias mayorías, lo cual significa y constituye su más dilatada expresión empírica. De manera que la conjunción de ambas perspectivas de análisis conforma las dos caras de una misma moneda 113 . Sólo el vínculo de ambos aspectos permite obtener una visión verdaderamente sistémica del problema nacional. Es lo que Eric Hobsbawm de o i a o o fe ó e os duales , es decir, analizar el plan, proyecto y constructo político y cultural nacional, ta to o o sus i ide ias epe usio es […] desde a ajo Hobsbawm; 1991: 18. Así que en términos teóricos y por las implicaciones para el caso mexicano tener claro el proyecto político-cultural, sus fisuras y contradicciones es central para comprender qué se pretendía modificar y cómo se pretendía hacerlo, pero quizás sea más relevante el análisis de cuáles fueron las consecuencias, manifestaciones y reacciones ante todos estos cambios. Sobre todo teniendo en cuenta y considerando las repercusiones de realizar un proyecto que contemplaba nada menos que la negación y desestructuración integracionista de las amplias mayorías indígenas y campesinas del país, lo cual implica suprimir el extenso bagaje de recursos socioculturales producto de un legado de una traición milenaria. Esto no es otra cosa que privar del y al desarrollo nacional del sector social y productivamente más extenso y dinámico que constituyeron las mayorías indigeno-campesinas, reduciéndolos a fungir como la mano de obra del desarrollo modernizador, pero omitiendo su destacado potencial sociocultural, identitario, económico, productivo, político etc. Es decir, su capacidad reproductiva como agentes socioculturales que debieran ser insoslayables en una región que contiene un legado indígena como el de México. Es claro en este sentido el lugar que se buscó asignar al indígena en la construcción nacional, la manera en que se resolvió en el México decimonónico lo que aquí se ha denominado como el problema étnico-nacional, mediante su integracióndesaparición. 113 Con esta figura retórica sólo busco ejemplificar la necesaria integración de ambos aspectos, no reducir su complejidad a esta dicotomía. 65 mexicano, la sobrevivencia de los grupos indígenas, su reproducción cultural, así como sus estrategias para ser simultáneamente uno de los sectores más dinámicos para el desarrollo del capitalismo contemporáneo y a su vez mantener una cohesión identitaria étnica y culturalmente diferenciadas, nos obligan tanto a continuar, pero sobre todo a replantear los estudios sobre la incorporación indígena al nacionalismo moderno -que puedan explicar la configuración histórica de todas estas manifestaciones-, así como a preguntarnos por la verdadera incidencia del proyecto político y cultural de nación y sus repercusiones en la identidad y formas de desarrollo indígena y campesino 114 . Es decir, adaptaron o adoptaron, suplantaron y sintetizaron, o rechazaron e impugnaron el proyecto y constructo de identificación nacional moderno. Los yaquis y su devenir en este proceso conforman una de las expresiones más distendidas y representativas de las diversas y divergentes estrategias que pueden ser esgrimidas hacia el proyecto nacional y modernizador 115 . Asimismo, constituyen un hito 116 y un caso prolífico tanto para conocer las diversas estrategias políticas, socioculturales, coactivas y socioeconómicas para integrarlosdesparecerlos al nacionalismo moderno 117 , así como un caleidoscopio de la infinidad de formas y estrategias que puede adquirir la resistencia que pugna por el mantenimiento –justa y paradójicamente- de lo que política y culturalmente ofertaba y buscaba garantizar el Estado nación en ciernes: una identidad común. Para el caso del México decimonónico hay diversos elementos y símbolos culturales que sirvieron de manera exitosa para concretizar dicho sentimiento de homogeneidad y pertenencia comunes. Pero ahora me interesan particularmente dos de ellos, fundamentalmente por su adopción y utilización por los yaquis como recursos discusivos en sus primeros enfrentamientos armados con el Estado nación: el pasado azteca y la 114 Ya Ho s a lo ad ie te de a e a la a […] o pode os da po se tado ue pa a la a o ía de las personas la identificación nacional –cuando existe- excluye el resto de identificaciones que constituyen el ser social o es siempre supe io a ellas . Ho s a ; : 115 Con los jesuitas elaboraron una síntesis, adoptaron y adaptaron un modelo; durante el México independiente rechazaron abiertamente el proyecto nacional lo cual no excluye la adopción de elementos del nacionalismo, y a partir de 1937 y hasta nuestros días han adoptado la paz y la negociación como la vía exclusiva de negociación. Se trata de poco más de 480 años de resistencia si partimos de la fecha de 1533 el primer encuentro con los españoles, y casi de 400 si lo hacemos de 1617 con el arribo de los padres jesuitas y la hechura de los pueblos de misión. 116 Son un caso paradigmático por diversas, buenas y malas razones, que se irán esclareciendo a los largo de la investigación, pero baste por ahora establecer que son el único grupo indígena al que se le reconoció la posesión de un territorio como propiedad comunal, que junto mantenimiento de una efectiva estructura y autonomía política, se ha constituido como una persona moral que de manera corporativa es capaz de negociar el acceso a los recurso en su área de influencia frente a particulares nacionales y extranjeros y frente al gobierno. Véanse Olavarría; 2003: 50-53; Spicer; 1980. 117 Aunque en el caso yaqui si existió un deliberado proyecto programático para exterminarlos. 66 insoslayables de la identidad nacional. Como se ha sugerido, la alusión al legado azteca fungió como uno de dichos emblemas que permitió establecer el vínculo que posibilitó la concepción y adopción de una unidad política duradera Ho s a ; : , el pasado mexica fue la referencia enaltecida y dramatizada por el discurso decimonónico con el cual pudieron identificarse infinidad de grupos sociales de las más diversas regiones, procedencias y culturas, y que sirvió para legitimar a los gobiernos del nacionalismo en ciernes. En su mayoría, así como el relato histórico oficialista, la pintura de tema prehispánico decimonónica refiere a sucesos y personajes de la cultura mexica 118 . Asimismo, el Paseo de la Reforma, en términos de pertenencia cívica, es el espacio urbano más importante en nuestro país, el cual escenifica permanentemente un ritual simbólico y cultural del imaginario colectivo nacional, que de manera monumental recrea y refuerza los lazos identitarios del nacionalismo mexicano, y que legitima el proyecto político y el relato fundacional que sus imágenes mentales develan. Se trata del símbolo arquitectónico por antonomasia del republicanismo, uno de los legados ideológicos y urbanísticos literalmente más significativos del México decimonónico que ya era una realidad proyectada y en proceso para 1871 119 , pues más allá de que parte de su realización corresponda al siglo XX canoniza sin lugar a dudas el legado del liberalismo decimonónico, y sobre todo, también constata esta alocución monolítica a la cultura indígena del Posclásico de la Cuenca de México. Su más nítida expresión son sus inequívocas referencias aztecas como el fundamento de la nacionalidad, y que tienen su mejor y más explícita expresión en el monumento a Cuauhtémoc Pérez Vejo; 2010 A: 34. Así, el Paseo de la Reforma, con sus imágenes principales su […] p o e to de e o ia e pied a Pé ez Vejo; 010 A: 33 sintetiza el triunfo del programa ideológico del nacionalismo liberal y su relato de origen: la nación inmemorial enaltecida mediante el glorioso pasado azteca, así como el proceso, etapa y constructo independentista que derrotó a su antagonista, al proyecto libertador representado por Iturbide 120 . Para 118 Lo ue se hizo fue ol ida el u do p ehispá i o aje o al Valle de Mé i o. Ni u a sola pi tu a de te a a a, por hablar de la otra gran civilización prehispánica en suelo mexicano, fue llevada a las Exposiciones Nacionales celebradas e el siglo XIX, lo is o o u e o el esto de los g upos i díge as . Pé ez Vejo; : . 119 Véase Florescano; 2001: 381. 120 No es que el Paseo de la Reforma y el proyecto ideológico del periodo hayan borrado completamente al virreinato del pasado nacional o al proyecto de consumación trigarante, pero ciertamente sus referencias son menos grandilocuentes que las del proyecto del considerado padre de la patria y del pasado prehispánico. Sin embargo para las celebraciones del centenario las polémicas sobre el discurso identitario continuaban. Véase Pérez Vejo; 2010: 34-39. 67 como la apoteosis de Miguel Hidalgo como el padre de la patria Pérez Vejo; 2012: 178. Un proyecto más fácil de adoptar, difundir y legitimar entre las amplias mayorías del México del siglo XIX, evidentemente mucho más cercanas a la versión del discurso identitario que representan el pasado prehispánico, el cura Hidalgo y la Virgen de Guadalupe por añadidura, que al proceso consumatorio más conservador y españolizante iturbidista 121 . Es entonces este espacio urbanístico y arquitectónico la cúspide o el cenit socioespacial del discurso y relato de pertenencia nacionalista, que hoy en día sigue siendo el más ampliamente difundido y reconocido como el mecanismo dramatizado más exitoso de cohesión social cívico identitario. Así, el Paseo de la Reforma es uno de los dispositivos ideológicos que sintetiza de manera más formidable la pertenencia nacionalista, que junto a la herencia prehispánica amalgamó al proyecto independentista aludido a la ‘efo a […] o o los dos g a des o i ie tos li e ado es de la a ió e i a a Martínez Assad; 2005: 15, erigido como parte de la propagandística creacionista decimonónica para la construcción del Estado nación. La Virgen de Guadalupe es otro de dichos legados iconográficos que con mayor éxito han logrado desarrollar el sentido de pertenencia y mexicanidad a lo largo y ancho del territorio nacional, quizás la mejor expresión de dicha importancia sea la masiva peregrinación anual celebrada cada 12 de diciembre en la Basílica hecha exprofeso para su devoción, a la cual asisten las más diversas identidades culturales, sociales, regionales y étnicas del país. El sí olo ás poderoso de la cristiandad americana fue la virgen de Guadalupe […] a ediados del siglo XVIII ésta se ha ía o e tido e la i ge pat o a de América. Criollos, indios y mesti zos se u ía e su de o ió […] ‘od íguez; 2010: 44. Pero el emblema guadalupano justamente cobró una importancia inusitada a partir de su utilización por quien en el discurso histórico hegemónico es considerado el padre de la patria, Miguel Hidalgo. Por lo que existe un vínculo insoslayable entre de la Virgen de Guadalupe y el relato de nación canonizado y más ampliamente difundido por el Estado nación. El propio Hobsbawm señala la importancia y éxito identificatorio de símbolos que 121 El debate identificatorio para 1910 y como se ha sugerido, continuaba en el terreno público. Sin embargo y a pesar del liberalismo moderado porfiriano, la preponderancia del proyecto prehispánico e independentista representado por el cura Hidalgo se explican en buena medida porque fueron el legado discursivo e ideológico que enarboló el liberalismo temprano, más allá de que posteriormente hubiese una especie de reconciliación simbólica con el conservadurismo iturbidista, producto del liberalismo moderado finisecular y sobre todo del constante plebiscito que implica la conformación de la identidad. Véase Pérez Vejo; 2010: 80. 68 nacionales modernas: […] en muchas partes del mundo los estados y los movimientos nacionales podían movilizar ciertas variantes de sentimientos de pertenencia colectiva ue a e istía ue podía fu io a o […] estados a io es modernos. […] los iconos más satisfactorios son […] los que se asocian de fo a espe ífi a o u estado, es de i , o u e […] i uido divinamente cuyo reino coincida con una futura nación Hobsbawm; 1991: 55, 81. En nuestro caso se trata de Tonantzin-Guadalupe. Ambos recursos discursivos fueron recuperados por los yaquis para enarbolar su lucha de la primera hora en las denominadas Guerras del Yaqui 122 . De manera que establecido el plan y proyecto que el nuevo régimen político tenía estipulado llevar a cabo para el conjunto de la población, que incidió especialmente en la población indígena por su marcado carácter diferenciado, a continuación se presentan las primeras repercusiones y vicisitudes del andamiaje político hacia los yaquis de la primera mitad del siglo XIX, poniendo énfasis en las búsqueda y articulación de los elementos identitarios indígenas más significativos concebidos en dicho periodo, que nos permitan a su vez comprender la configuración de la resistencia yaqui de la segunda mitad de nuestra centuria, así como la finisecular. II.II E L CAMBIO DE PARADIGMA , LA PÉRDIDA DE REPRESENTATIVIDAD POLÍTICA DE LOS PUEBLOS YAQUIS . DE LOS DERECHOS Y OBLIGACIONES CORPORADOS A LA IGUALDAD ANTE LA LEY . La guerra civil que momentáneamente culminó en 1821 había pasado militarmente inadvertida para la provincia de Sonora y más aún para para los pueblos yaquis 123 . Sin embargo la extinción definitiva del Antiguo Régimen, los comienzos del México republicano y los primeros pasos en la conformación nacional tuvieron grandes repercusiones en las diversas poblaciones indígenas del país y los yaquis no fueron la excepción. A partir de la Constitución de 1824 y del establecimiento de los primeros gobiernos estatales en Sonora empezó la búsqueda por hacer de los yaquis y otros grupos 122 Con esta denominación diversos autores se refieren a los enfrentamientos que -con las periodizaciones históricas de cada investigador- oscilan entre 1825 y 1926-29. 123 A pesar de que en efecto la guerra no llegó a territorio de la provincia sonorense, sí tuvo repercusiones so ioe o ó i as políti as. […] el a i ue Jusa a ea Ba de as dio la oa tada de ue o sa ía ue se ha ía consumado la independencia y que ellos luchaban por acaba o el do i io de los españoles. Al ada; : . 69 nueva República, ciudadanos con los mismos derechos y obligaciones. El problema no sólo estribó en la búsqueda de hacer de los yaquis lo que nunca antes habían sido, iguales a otros grupos, sino que habían vivido en una situación aún más excepcional que la mayoría de los grupos indígenas del centro y sur de México, pues la intermediación jesuítica entre los pueblos de misión del noroeste y el sistema colonial los había mantenido fuera del sistema de tributo, encomienda y repartimiento por poco más de 200 años. Así que las repentinas y novedosas exigencias que los grupos políticos republicanos locales y las oligarquías regionales empezaron a difundir entre los yaquis desataron una serie de levantamientos generalizados que iniciaron en los albores del México independiente, desde 1825. El problema de fondo era el agotamiento de un sistema de excepción, en el que a cada sector social le correspondían determinadas prerrogativas y compromisos -su máxima expresión novohispana había sido la división entre la República de indios y la de españoles- y la súbita sustitución por una lógica completamente extraña y ajena que demandaba o requería algo que en estricto sentido no existía en ningún rincón de la nueva nación entre sus diversos grupos, igualdad jurídica. La certeza de que la ciudadanización era el modelo de integración social que requería la nueva forma de legitimación del ejercicio del poder: el Estado nación. Se trató de un cambio de paradigma signado por la transformación de los derechos y obligaciones corporativos con una personalidad jurídica reconocida, por la igualdad ante la ley. Más allá de que en efecto las diferencias siguiesen manifestándose a lo largo y ancho del país, pues fue un requerimiento teórico y político-legislativo que en efecto incidió irremediablemente en el desarrollo de la vida social de un sinnúmero de pueblos y comunidades indígenas y campesinas, pero que poco o nada pudo hacer para subsanar las marcadas diferencias socioeconómicas de los múltiples integrantes del espacio social 124 . Así que a partir de entonces quedaron establecidos los fundamentos que por vez primera pusieron en entre dicho la permanencia y desarrollo de la vida social de los yaquis como la había conocido y concebido hasta entonces y constituyeron un peligro para su existencia étnica 125 . 124 Hé to Cuauhté o He á dez “il a lo e p esa si téti a ategó i a e te de a e a ás ilust ati a: Pa a los i díge as ha ía o e zado el i pe io i justo de la igualdad a te la le . He á dez; 1996: 73. 125 […] la p ese ia española e tie as septe t io ales del a tual te ito io e i a o o sig ifi ó u pelig o g a e pa a la permanencia y desarrollo de la mayoría de los pueblos indígenas establecidos en ese territorio, como si lo fueron la consumación de la independencia y el establecimiento del régimen liberal en el siglo XIX […] el tipo de so iedad ue 70 de las acciones políticas federales y locales que buscaron restringir el entendimiento y desarrollo comunitario de los pueblos yaquis, a través del desconocimiento oficial de las instituciones indígenas y sus formas de propiedad y organización política. Por lo que serán precisadas las nuevas formas de control político y administrativo del gobierno local, como las establecidas en la Constitución del Estado de Occidente en 1825 que comprendía lo estados de Baja California, Sinaloa y Sonora, y apoyadas por las élites regionales, así como las implicaciones de la creación de los ayuntamientos constitucionales y la instauración de nuevas autoridades para gobernar a los yaquis, como los protectores de indios y los directores de los ríos Yaqui y Mayo. Asimismo y en correspondencia con estas acciones serán precisados en este apartado las primeras manifestaciones de resistencia y los inicios de los enfrentamientos armados entre las fuerzas locales y los yaquis. En este caso no sólo para advertir la resistencia, sino sobre todo con el afán de comprender y explicar la situación que el nuevo paradigma político planteó para la continuación del desarrollo comunitario, la identidad y la representatividad política yaqui. Los diversos grupos que conformaron las elites regionales sonorenses 126 , mineros comerciantes, hacendados, rancheros, autoridades provinciales, etc., que se incrementaron y consolidaron desde la segunda mitad del siglo XVIII, sobre todo después de la expulsión jesuita y la secularización religiosa 1767-1769, aprovecharon la instauración del régimen republicano para reclamar y aumentar sus prerrogativas como grupo beneficiario de las nuevas formas de desarrollo mercantil y de propiedad privada 127 . Entre sus intereses más apremiantes estaba la progresiva ocupación de los territorios indígenas de la región para su explotación comercial, por lo que mediante las autoridades recientemente constituidas –o como parte de ellas- presionaron constantemente para lesionar la autoridad y autonomía política y territorial de los yaquis. Sin embargo es preciso asentar que también estuvieron lejos de conformar un grupo homogéneo que viera en su conjunto por sus intereses. Al contrario y al igual que sucedió en buena parte del territorio nacional en las pugnas de la primera mitad del siglo XIX, entre estos sectores se desató una larga lucha por controlar los destinos políticos y económicos regionales de implantaron los españoles no rompió las formas corporativas de organización indígena sino que, únicamente, las adecuó a las modalidades por ellos impuestas Hernández; 1996: 17. 126 Aunque la creación del estado de Sonora se realizó hasta 1830. 127 Para advertir el panorama del amplio desarrollo comercial de las élites regionales véase Hernández; 1996: 71-73. 71 federalistas y centralistas. Los yaquis supieron aprovechar estas luchas intestinas en beneficio propio y contribuir a mantener una situación de inestabilidad política que les permitiera conservar el control de su territorio mediante su sistema y estructura de autoridad, así como preservar sus prácticas e identidad étnica. Sin embargo el nuevo reto para la supervivencia de su desarrollo comunitario y su autonomía política y territorial estaba teóricamente asentado 128 , y los grupos que se avenían con estas formas de desarrollo social y económico empezaban a pugnar decididamente por sus instauración práctica, es decir, por acabar con la excepcionalidad indígena y por la posibilidad de acceder a los recursos que estos disfrutaban de manera colectiva. En este contexto iniciaron una serie de medidas político-legislativas con la intención de adscribir a los yaquis a otras pautas de ordenamiento territorial y administrativo, y sobre todo con el propósito de erradicar su estructura y soberanía política. La instauración de los ayuntamientos, la creación de autoridades con facultades para sujetar a los indios a las nuevas estipulaciones y la propia Constitución del Estado de Occidente fueron algunas de las herramientas que utilizaron el gobierno y las élites regionales para socavar las formas de desarrollo tradicional yaqui, con el propósito de establecer una nueva distribución territorial que les permitiera beneficiarse de la zona y sobre todo para degradar a las autoridades indígenas y sujetarlas a las de reciente creación por el estado. Tanto la Constitución del Estado de Occidente de 1825 129 , como la del Estado de Sonora de 1831 contemplaron medidas para incidir directamente en la organización territorial y para elegir autoridades indígenas que afectaron directamente a los yaquis. En sus artículos 36 y 59, la de 1831 contemplaba y otorgaba plenas facultades al Congreso del estado para establecer el gobierno interior de los pueblos indígenas, determinar los límites de sus terrenos, así como nombrar autoridades en las comunidades Velasco; 1988: 21. Sin embargo, el régimen de igualdad que se perseguía no se distinguió precisamente por su coherencia, pues se ea o auto idades e i sta ias espe iales pa a so ete a los yaquis, como la instauración de los llamados protectores de indios, así como la de los 128 A partir de la instauración del México independiente y fundamentalmente a través de la propiedad privada y la ciudadanización. Véase Hernández; 1996: 71-73. 129 Artículo 109, fracción XVIII: Arreglar el trámite de los ciudadanos indígenas, terminar sus diferencias conforme a las circunstancias y al sistema actual de gobierno. Constitución Política del Estado Libre de Occidente. Véase http:biblio.juridicas.unam.mxlibros12715.pdf 72 indígenas con el propósito de crear conflictos de liderazgo al interior de la etnia y desestabilizar su gobierno 130 . Sin embargo estas autoridades fueron adoptadas y adaptadas por los yaquis para su beneficio político y administrativo, subvirtiendo el propósito y sentido que perseguía el gobierno. Los casos más significativos en la reinterpretación de los nombramientos gubernamentales fueron los cargos de capitán general y el de alcalde mayor del rio yaqui, que llegaron a cobrar una mayor importancia incluso que la de los propios gobernadores de los pueblos, pues tenían una jurisdicción más amplia para dirigir las fuerzas armadas por medio de un sólo mando militar 131 . Por lo que si bien estos cargos fueron concebidos para controlar y utilizar militarmente a los yaquis en contra de otros grupos indígenas, a la postre se convirtieron en sus puestos de mando más decisivos para enfrentar militarmente al gobierno. De hecho esta práctica resultaría contraproducente para las autoridades federales y locales desde la época colonial, durante los primeros gobiernos republicanos y hasta el siglo XX. Pues cada uno de los líderes militares yaquis más importantes fueron en algún momento nombrados autoridades de los indios por el gobierno. Así sucedió en el caso del Muni en 1740, quien como se ha asentado fue nombrado capitán general de los yaquis por órdenes del propio virrey y al poco tiempo fue asesinado. Igualmente Juan Banderas fue nombrado con este cargo en 1827, con el propósito de cooptarlo y pacificar a los indos, pero volvió a sublevarse en contra del gobierno. José María Leyva Cajeme, quien perteneció primero a las fuerzas federales y participó en campaña contra los yaquis, en cuanto fue nombrado alcalde mayor del Rio Yaqui se sublevó contra el régimen y se convirtió en el líder más importante y destacado de la lucha contra las fuerzas del gobierno. Juan Maldonado Tetabiate, quien siguió en el liderato a Cajeme, también pactó en la Paz de Ortiz con el gobierno 1897, fue adscrito a las fuerzas militares del gobierno y volvió a sublevarse. Lo que quizás no había comprendido el régimen republicano es que desde la adopción del sistema de cargos políticos del cabildo español durante el virreinato, los yaquis habían adoptado una tradición de adaptar la estructura de gobierno y mando político introducida por los españoles en beneficio propio, y para legitimar su 130 Y que eventualmente rendiría sus frutos. Pues ciertamente los yaquis sufrieron fuertes conflictos de poder al interior de su sociedad relacionados directamente con los nombramientos gubernamentales. 131 Para advertir la importancia que paulatinamente fue cobrando el capitán general en la estructura de mando yaqui véase Hernández; 1996: 75-77. 73 etc. para ver por las necesidades de la etnia. Por lo que sólo estaban extendiendo una práctica que venían desarrollando desde los tiempos jesuíticos y que les había resultado exitosa para organizarse internamente y presentar un frente común hacia el exterior. Así que en estos primeros nombramientos de los directores de los ríos Yaqui y Mayo, así como en el caso de los protectores de indios y todas las autoridades especiales para su vigilancia, los yaquis vieron la manera de subvertir estas estructuras en su favor y en contra del gobierno. Los yaquis sabían que la práctica autonómica legado de los jesuitas, expresada fundamentalmente en su sistema político, junto con sus estrategias de desarrollo socioproductivo, eran las herramientas más importantes para mantener su autonomía política, territorial y para poder hacer frente a las embestidas del régimen. Sin embargo el acoso ya estaba siendo dirigido por varios frentes, no sólo se habían realizado estos nombramientos y estipulaciones constitucionales, que incluyeron la utilización de los ayuntamientos de Guaymas y sobre todo el de Buenavista para vigilar a los yaquis, sino que al mismo tiempo el gobierno de Sonora alentaba y promovía una incipiente colonización en las cercanías o al interior de su territorio, con el propósito de erigir los primeros asentamientos en las orillas del río Gouy-Gilbert; 85: 56. La presión era cada vez más fuerte y desarrollada por diversos medios, el acoso legal, político, socioeconómico y territorial, pero los yaquis no estaban dispuestos a entregar títulos de propiedad sobre su territorio, ni a adoptar una administración del Estado Gouy-Gilbert; 1985: 56. Así que en este contexto y después de agotar los ahora escasos canales para dirimir sus demandas se desató la primera gran revuelta indígena yaqui en 1825, que con sus interrupciones duraría hasta el año de 1833, inaugurando una etapa de resistencia caracterizada predominantemente por los enfrentamientos armados hasta bien entrado el siglo XX, mejor conocida como las Guerras del Yaqui. Lo que desde ahora es importante dejar esclarecido es que a partir de su primer levantamiento en 1825 y hasta la finalización de la estrategia armada en 1937, más allá de las diferentes estrategias que en el interludio implementaron para llevarlo a la práctica, los yaquis presentaron y enarbolaron permanentemente un mismo proyecto con las mismas demandas frente al Estado nación, la preservación de sus propias formas de gobierno y la conservación de su 74 luchaba por la autodeterminación 132 . Más allá de la colonización del territorio yaqui, que en esta etapa fue insignificante y que como veremos a continuación fue completamente desalentada por las primeras revueltas, lo que podemos constatar es una afanosa búsqueda por mitigar su capacidad política. En efecto con miras a ocupar su territorio, pero como la primera estrategia capaz de desestructurar sus formas de organización y unidad étnica e identitaria. Además es central comprender que en estos primeros años del México independiente el gobierno de Sonora no contaba con los recursos militares necesarios para poder llevar a cabo sus propósitos sólo por esta vía, de manera que tuvo que combinar diversas estrategias, como tratar de erradicar la representatividad política de los yaquis mediante la aplicación de los presupuestos de ciudadanización e igualdad que el cambio de paradigma político posibilitaba. El problema es entonces más complejo que circunscribirlo a una cuestión de tipo agrario, sin lugar a dudas la pugna por la tierra fue parte medular del conflicto, pero de ninguna manera se redujo a ello, pues como se ha establecido se trató asimismo de un problema fundamentalmente de naturaleza y competencia política, no exento de repercusiones socioeconómicas, socioculturales y por supuesto identitarias 133 . Así que hasta antes del esfuerzo reformista de mediados de siglo, el conflicto con los yaquis, así como con muchas otras comunidades indígenas del país, había sido esencialmente un problema de representatividad política. A través de sus trabajos, diversos investigadores han ido esclareciendo que en efecto el problema por la tierra en diversas regiones del país se corresponde y es más apremiante hacia la segunda mitad del siglo XIX 134 , pero Héctor Cuauhtémoc Hernández Silva lo señala nítidamente para la región y caso de nuestro interés: La investigación histórica ha demostrado, basada en el análisis de fuentes documentales, que ni la rebelión yaqui de 1740 ni las que ocurrieron durante la primera mitad del siglo XIX tuvieron como móvil principal el problema de la tierra. Hasta mediados de la centuria decimonónica fue 132 En los capítulos centrales de esta investigación se incluye el análisis sobre la naturaleza o tipología de este régimen de autonomía yaqui. Baste por ahora establecer con Héctor Cuauhtémoc Hernández “il a ue: El égi e de autonomía fue la propuesta que esgrimieron los dirigentes yaquis para relacionarse con el México independi e te. Hernández; 1997: 196. 133 Hé to Cuauhté o si tetiza e u a f ase esos afa es de los p i e os e f e ta ie tos: La est ategia e a la a, se p ete día dest ui la est u tu a políti a i te a pa a a a a o la ide tidad ét i a . He á dez; : . 134 Falcón, 2002; Marino, 2011; Ohmstede, 2007; Katz, 2004; de Vos, 1984; Reina, 1987; Fraser, 1972. 75 cuando el asedio de las élites regionales a las tierras del valle del Yaqui se II.III L A INSURGENCIA YAQUI DE 1825-1833, EL MOVIMIENTO DE J UAN B ANDERAS Y LOS FUNDAMENTOS IDENTITARIOS DE LA LUCHA POR LA AUTONOMÍA POLÍTICA . Las primeras rebeliones en la región habían iniciado desde 1819-1820, y se agudizaron en 1824 a causa de la intervención de las autoridades estatales en los asuntos y gobierno político de las comunidades indígenas ópatas, pues buscaban imponerles un capitán general ajeno a los intereses indígenas. La sublevación estuvo protagonizada por la Compañía de Fieles Ópatas, quienes se insurreccionaron contra el comandante militar de Sonora, Mariano Urrea, quien había depuesto a Juan Ignacio Dorome como capitán general de los indios. Al igual que posteriormente harían los yaquis, los ópatas demandaban la restitución de sus tierras ocupadas, la expulsión de los colonizadores y el derecho a elegir sus propias autoridades. Después de la pacificación a sangre y fuego de esta insurrección, la rebelión se extendió al área yaqui y sus motivaciones estuvieron estrechamente relacionadas con las demandas de sus vecinos ópatas. Hernández, 1996: 85; Florescano; 2001: 304. La presión que ejerció el gobierno sobre los yaquis a partir de 1824 cristalizó en el primer levantamiento indígena yaqui desde la rebelión de 1740. Una serie de factores se combinaron para desatar la insurrección general e iniciar las hostilidades militares con el gobierno local. La imposición de un capitán general ajeno a los intereses indígenas, los primeros intentos por medir y tasar sus tierras, la búsqueda por integrarlos al sistema de cobro de impuestos, el pago de contribuciones prediales y municipales 135 , así como la negativa de los yaquis para participar como milicianos en contra de los apaches decidieron la revuelta en septiembre de 1825 Florescano; 2001: 304. Ante las acciones que implicaron la reintegración de sus autoridades políticas y militares, el comandante general de occidente, José Figueroa y su capitán Ramón Mier, avanzaron sobre el territorio yaqui para apaciguar la insubordinación. Sin embargo, bajo el liderato de Juan Banderas los yaquis lograron derrotar y expulsar de su territorio esta expedición militar. Ante la imposibilidad de mantener una campaña contra los yaquis, el gobierno a través del 135 Sobre el intento de imponer estas contribuciones véase Almada; 1983: 295. 76 lograron obtener momentáneamente sus demandas: la salida de las tropas del gobierno y de los colonizadores de su territorio, así como el reconocimiento del mismo como propiedad yaqui Hernández; 1996: 86. A pesar de estas prerrogativas y los intentos de paz del gobierno, presionados por las elites locales se intentó otra infructuosa campaña militar al interior del territorio yaqui. Así que una parte de los yaquis liderados por Juan Banderas 136 decidieron seguir rebelados y empezaron a expandir el área de influencia de la insurrección hacia las zonas del Mayo, la Opatería y la Pimería baja. En 1827 el gobierno local y Juan Banderas llegaron a un arreglo por medio del cual el líder yaqui fue reconocido como capitán general de la nación yaqui y el gobierno otorgó la amnistía Florescano, 2001: 306; Hernández, 1996: 86. Sin embargo este acuerdo fue momentáneo, producto en buena medida de la incapacidad militar para sofocar la revuelta, así que las autoridades continuaron por otros medios la agresión política y territorial del grupo indígena. En 1828, así como se reconocía el estatuto administrativo de los ocho pueblos y se hacía extensiva la amnistía, se decretó la supervisión y mando político de los yaquis a través del ayuntamiento de Buenavista, desconociendo en la práctica el autogobierno indio, sus autoridades militares 137 , e intentando fraccionar las tierras indígenas como propiedad privada Florescano, 2001: 36-37; Hernández, 1996: 87 138 . Para 1831 las vicisitudes de la creación del estado de Sonora se reflejaron en la Constitución local, e hicieron manifiestas las serias contradicciones gubernamentales con respecto a los grupos indígenas. Pues si bien por un lado esta carta constitucional sentó el precedente del reconocimiento del autogobierno del pueblo yaqui y sus formas de propiedad de la tierra Hu-DeHart, 2004; Hernández, 1996; Florescano, 2001, en la práctica se buscó lesionar la estructura política autónoma con el nombramientos de los directores de los ríos, así que continuaron los levantamientos indígenas y los enfrentamientos. El problema se agudizó en las siguientes elecciones para capitán general, pues se buscó eliminar el mandato de Banderas, quien realizó un plebiscito en el 136 Es preciso establecer que los yaquis en diversos momentos, como en el periodo de Banderas, no fueron un cuerpo homogéneo sin fisuras y escisiones al interior de sus pueblos y dirigencias. Juan María Jusacamea y sus partidarios yaquis lucharon por desbancar a Banderas del liderato. Véase Hernández; 1997: 196. 137 La estipulaciones de 1828 incluyeron una ley especial para el conjunto de los indígenas de la región con competencia en tres apartados: política, fondos de los pueblos y educación. Asimismo se abolió la autoridad militar de los yaquis. Trejo; 2013: 115-116. 138 Para más pormenores acerca de los decretos de propiedad de 1828 véanse Hu-DeHart, 1984: 22-32; del Paso, 1982: 50-51. 77 2004: 149. Sin embargo las elites regionales y gubernamentales continuaron sus acciones para controlar políticamente a los yaquis y para acceder a sus recursos, pero ante la incapacidad militar del estado, el gobierno promovió la creación de milicias entre rancheros y hacendados. Por su parte y ante la continuación de las hostilidades por diversos frentes, Juan Banderas continuó sus esfuerzos por crear una coalición con diversos pueblos indios del noroeste mayos, pimas, ópatas, por lo que prosiguió con sus actividades itinerantes en la búsqueda por confederar al conjunto de los grupos indígenas de la región para enfrentar al gobierno y a las oligarquías regionales en la búsqueda por la autonomía indígena. Finalmente, la creación de las milicias regionales y su alianza con el gobierno rindió sus frutos, pues lograron la captura de Juan Banderas, quien fue pasado por las armas en 1833. Su muerte no significó sin embargo la cesión del territorio yaqui ni la pérdida de su autonomía, sino el inicio de una larga lucha por preservar el proyecto autonómico. Ahora bien y más allá de las vicisitudes de esta primera rebelión 1824-1833, lo realmente relevante para esta investigación, como se ha establecido, así como para comprender la configuración de la resistencia en el periodo que más me interesa, es advertir la capacidad de reinvención identitaria yo reproducción cultural que implementaron los yaquis bajo el liderato de Banderas. Pues adaptaron sus demandas por medio de una serie de símbolos y constructos de filiación identitaria que si bien no han pasado inadvertidos para los diversos investigadores sobre los yaquis 139 , pocos se han preguntado sobre su significado y utilización en su proyecto político. Si acaso esta utilización ha sido considerada como una referencia mesiánica de símbolos religiosos 140 , pero escasamente se advierte el peso simbólico, identitario y significativo de su utilización. Me refiero a la capacidad de articular algunos elementos del imaginario colectivo que hoy en día siguen siendo referentes medulares en la identidad nacional mexicana; la Virgen de Guadalupe y el pasado azteca, y sobre todo que han sido modelos de identificación colectiva construidos por el Estado nación decimonónico. Enrique 139 Olavarria, 2003; Hernández, 1996; Gouy-Gilbert, 1985; Hu-DeHart, 2004; Spicer, 1994; del Paso, 1982; Velasco, 1988; Dabdoub; 1949, entre varios otros. 140 Véanse Meyer, 1977; Hu-DeHart, 2004: 148; Gouy-Gilbert, 1998: 57. 78 respecto: […] Jua Ba de as ad ui ió ese ote po ue, a se eja za del u a Miguel Hidalgo adoptó como estandarte de guerra la imagen de la Virgen de Guadalupe. Banderas cuidó también de establecer un vínculo con el prestigioso pasado azteca, pues decía que había sido enviado por la virgen para vencer a los españoles y restaurar el reino del emperador Moctezuma. Para apoyar su mensaje, Banderas solía presentarse a sí mismo como el heredero legítimo de Moctezuma, adoptando el reson a te título de ‘e Emperador Florescano; 2001: 305. Sin embargo habría que realizar una serie de preguntas, cuestionamientos y respuestas tentativas que sirvan como una guía que nos pueda arrojar nuevas respuestas acerca de esta utilización de ambos símbolos por el primer líder de la resistencia yaqui, así como a comprender los objetivos que perseguía Banderas mediante su utilización, sobre todo en términos de constructo de pertenencia. Asimismo, otra de las características más destacadas de su movimiento fue la búsqueda permanente por la confederación con los otros grupos indígenas de la región, lo cual también encierra un significado político que debiera propiciar nuevas reflexiones, más allá de las interpretaciones que sólo han visto en este afán la manifestación de una guerra de castas que buscaba la coalición indígena para emprender una guerra de exterminio contra la raza blanca 141 . Sin embargo y a este respecto podemos señalar que habiendo pertenecido todos estos pueblos al sistema de misiones jesuítico, no debiera extrañarnos o mal interpretarse la continua búsqueda por su confederación, pues como se ha establecido el éxito de su permanencia y expansión radicó en su habilidad para establecer un sistema de trabajo agrícola capaz de mantener los asentamientos indígenas y evitar la dispersión, a través de una amplia generación de excedentes para subsanar aquellas áreas que sufrieran cualquier tipo de contingencias. Es decir, desarrollaron un fuerte sentido de cuerpo regional capacitado para ver por las necesidades de cada unidad pueblerina, que trascendió las diferencias étnicas y culturales. De este modo, es en esta tradición ampliamente difundida por los jesuitas en donde habría que rastrear entonces el sentido panindígenista que Juan Banderas intentó proporcionar a su movimiento, o incluso en el periodo prejesuítico 142 , pues desde esta 141 Al respecto véase Meyer; 1973: 8. 142 Como lo señalan Javier Gámez Chávez y José Velasco Toro. Véanse Gámez; 2004: 1 y Velasco: 1992: 48. 79 los antiguos integrantes del sistema, ya que se encontraban en una situación crítica que les exigía una nueva serie de requerimientos que estaban poniendo el peligro el mantenimiento de su desarrollo social y comunitario. Una de las alternativas tradicionales para responder ante las nuevas contingencias de la crisis radicaba en la confederación o alianza con otros grupos indígenas de la región, quienes ya habían formado parte de un mismo conjunto estructural. Además no sólo Juan Banderas y los yaquis intentaron esta coalición regional indígena, algunas de las luchas y rebeliones locales estuvieron dirigidas por indios mayos y ópatas que igualmente buscaron y obtuvieron alianzas con los yaquis 143 . De manera que en este como en muchos rubros sobre la resistencia yaqui, así como en el conjunto de las estrategias indígenas en su enfrentamiento con el Estado nación y la modernidad, es necesario, más que exhaustivos y cuantitativos trabajos documentales, replantar las perspectivas explicativas y alejarnos de comprensiones inmediatas y coyunturales que lejos de explicar reproducen lo que ya se ha dicho, y que poco aportan cualitativamente. Como leer -como respuesta reflejo y sin cuestionamiento- permanentemente en clave de guerra de castas estas y otras estrategias de resistencia indígena, pues como hemos sugerido a través del sentido sistémico que se fortaleció con los pueblos de misión, esta confederación yo alianzas tienen otras posibilidades interpretativas gracias a un mirada que entiende los procesos de más larga duración en la conformación de la identidad y que propicia nuevos cuestionamientos. Pero regresemos al guadalupanismo yaqui y a su identificación con el pasado azteca. Sobre todo teniendo en cuenta el contexto de creación cultural del Estado nación mexicano que empezaba a llevarse a cabo. Si bien los yaquis se consideraban a sí mismos como una nación que había sido reconocida por el gobierno virreinal, una nación de Antiguo Régimen, el nuevo paradigma político no estaba dispuesto a reconocerlos como tal, no por una cerrazón de las elites y clases políticas, sino por la incompatibilidad teórica de los fundamentos políticos de una nación moderna del periodo. Pues al interior de las nuevas naciones no podían existir otras, la nación moderna es el sujeto único y excluyente de legitimación del ejercicio del poder 144 , por lo que no admite otra fuente de 143 Ente los años 1857 y 1861 los ópatas y yaquis se unieron para combatir las fuerzas del gobernador liberal Ignacio Pesqueira. El propio Cajeme, en el periodo 1875-1885, buscó asimismo la utilización de este recurso y la atracción de los mayos como medio para enfrentar los embates del liberalismo restaurado. 144 Véase Pérez Vejo, 2008: 13 y 2010. 80 nación. La heterogeneidad cultural del México decimonónico era de tal magnitud que de acuerdo a los requisitos socioculturales para ser una nación, la referida trilogía, el país se hubiese tenido que fragmentar en un sinnúmero de pequeñas naciones con una misma raza, lengua y cultura. Pero para resolver el asunto estaba la creación y hechura del gran relato mítico de identificación colectiva, por lo que era preferible construir una estructura simbólica ampliamente difundida y globalizante, que permitir la fragmentación territorial ante cada reclamo de identificación social exclusiva. Sin embargo los yaquis sí podían en principio realizar el reclamo y constituirse como un pueblo que a diferencia de la totalidad del territorio nacional, contaba con elementos socioculturales uniformes, pues en efecto y genéricamente cumplía con los requerimientos para erigirse como una nación moderna. Pertenecían a una misma raza, eran un pueblo con una procedencia sanguínea y genética homogénea, contaban con un territorio bien delimitado, tenían una misma lengua, la cahita, contaban con un relato mítico de origen, los antepasados surem y el árbol parlante 145 , y compartían asimismo una misma cultura caracterizada por ciertas prácticas socioculturales bien identificables y diferenciadas. Entonces ¿por qué utilizar los elementos de identificación colectiva del liberalismo republicano? ¿Para qué recurrir a los aztecas y a la Virgen de Guadalupe como símbolos de autonomía y resistencia yaqui y cómo elementos de identificación si contaban con los propios? ¿Cuál era el mensaje que se buscaba difundir y hacia quienes estaba dirigido? ¿Había que imaginar nuevamente a la nación yaqui para adaptarla a los tiempos modernos y desde ahí arraigar su legitimidad? Los indicios de las vicisitudes de la distendida resistencia yaqui, así como la incompatibilidad de ambos proyectos me llevan a plantear que se trató más de un intento de readaptación moderna del discurso identitario yaqui 146 , que asumió como propia la propaganda liberal republicana, sus imágenes mentales, más que un delirio que fortuitamente coincidió con los propios del Estado nación en ciernes. Me refiero a que es difícil de establecer, no por ello imposible, que en efecto Juan Banderas creyera ser un enviado de la Virgen de Guadalupe y heredero del reino de Moctezuma. El uso deliberado del estandarte guadalupano en sus batallas y enfrentamientos, así como las referencias a un legado mexica se asemejan más 145 Para ver el origen mítico yaqui véase Olavarría; 2003: 88. 146 Más allá de que sus reivindicaciones correspondieran a una nación de Antiguo Régimen. 81 propósito propagandístico, que buscaba incidir y permear en un amplio radio de acción y para autolegitimarse, más que a una coincidencia accidental y favorable a los yaquis, o a los delirios de Banderas. De manera que la hipótesis o respuesta tentativa que se puede plantear con estos argumentos es: Juan Banderas utilizó y difundió ambos símbolos de identificación colectiva como medio propagandístico para ganar adeptos y para legitimar su proyecto político autonómico a ojos de propios y extraños, buscando reactualizar los símbolos que pudieran legitimar exitosamente su movimiento político, ideológico, identitario y cultural, en correspondencia con la reiterada capacidad de los yaquis para adoptar elementos de las culturas externas y resignificarlos en beneficio propio. Esta hipótesis se corresponde además con una reacción lógica de carácter sociológico, es decir, cuando un grupo se ve hostigado por fuerzas exógenas hay como respuesta un incremento de los lazos y canales de solidaridad internos, para responder ante las exigencias externas 147 . Pero además existen diversos elementos de los sucesos históricos, algunos ya establecidos, que nos hablan de esta capacidad adaptativa de los yaquis durante este periodo, y de que Juan Banderas, más que ser un personaje delirante, fue un líder con una gran capacidad de negociación y habilidoso para utilizar las coyunturas en beneficio propio y del conjunto yaqui. Fue bajo su liderato que por vez primera los yaquis utilizaron las armas modernas para organizar sus ataques, fue el primer líder en concebir el plan de confederación indígena, y supo negociar, mediante la paz y también a través de la guerra, no sólo para ser reconocido como capitán general de los yaquis 1827, sino para que en la Constitución del estado de Sonora 1831 les fuera reconocido su autogobierno y sus formas de propiedad de la tierra, más allá de que en la práctica no se cumplieran. Ba de as e a ta ié u di ige te o se tido p á ti o, ue log ó guia a su pueblo en la resistencia o t a las efo as políti as ue pe judi a a sus i te eses Hu- DeHart; 2004: 148-149. Asimismo, el argumento acerca de la pretendida guerra de castas emprendida por este líder no ha sido suficientemente sustentado, lo cierto es que en los levantamientos y rebeliones en efecto hubo robos y saqueos a algunas haciendas y ranchos en las inmediaciones del territorio yaqui, pero no existen registros que establezcan fehacientemente acciones contra el conjunto de las poblaciones y asentamientos civiles de los alrededores, como se ha pretendido. Por lo que los 147 Al respectó véase Florescano; 2001: 326. 82 de los indígenas como salvajes que sólo cometían robos y tropelías 148 , que a un verdadero sustento histórico documental que pueda probar la existencia de una guerra racial 149 . Incluso pudo haberse tratado más de una propaganda del propio Banderas para hacer escuchar sus demandas en el conjunto regional, que a verdaderas acciones en contra de las poblaciones civiles. Estas respuestas indígenas pronto fueron exageradas por los temerosos vecinos de Guaymas y Álamos, quienes difundieron la alterada noticia de que los rebeldes habían matado a la gente de razón que encontraron en el territorio yaqui […] el general José Figueroa propagó sin pruebas la noticia inverosímil de que vente mil yaquis habían proclamado la extensión de la gente blanca. Florescano; 2001: 304-305. Pero veamos el documento y proclama de Juan Banderas que ha propiciado esta reflexión y análisis. Proclama de Juan Banderas. 1826 Digo yo, la bandera de nuestro soberano Moctezuma, que he salido de una cárcel por estar cautivos los ríos del Yaqui y el Mayo con toda mi nación, que me la han derrotado a pólvora y balas, sin culpa ninguna. Aquí vengo por enviado de mi señora de Guadalupe a ganar esta corona, pues no ha permitido esta divina señora que me hayan matado y así ha sido determinación de ella. Y convido a todos los gobernadores de los pueblos a ganar esta corona de nuestro rey Moctezuma, que la tiene heredada de nuestra señora de Guadalupe y por los gachupines halla en España. Y así, hijos míos, no tengan miedo que yo no vengo haciendo daño ni a los indios ni criollos, más que [a] los abracen armas a favor de los gachupines. Los que se hicieron a mi bandera serán dueños de sus dineros y géneros de los gachupines, pues les cuesta su trabajo para sacar a los gachupines, pues por ellos está la tierra perdida. Y así los espero a todos los que quisieran venir conmigo lo más pronto que puedan, que ya llevo en mi compañía mil hombres sobre las armas de mi nación, entre yaquis y mayos, y veinte de razón con mi capitán. Despachado por el general. Juan Ignacio Jusacamea 150 . Dedrick; 1985: 180. 148 Sobre esta visón de una guerra de castas véase Almada; 1983: 297-298. 149 Ni ua do las a das a adas de Ba de as e o ía todo el Estado se a a e el te o e el a po, i e el o e to ul i a te de su pode , i te tó to a i gu a po la ió e i a a . Hu-DeHart; 2004: 149. 150 John Dedrick recupera cuatro versiones de esta proclama extraídas del Archivo Histórico de la Defensa Nacional, AHDN. Dedrick; 1985: 178-183. Héctor Cuauhtémoc Hernández Silva también transcribe una versión de la misma fuente: Archivo Histórico Militar de México AHMM Secretaría de la Defensa Nacional. Fondo Siglo XIX, exp. XI481.1272, ff. 63 64. Hernández; 1996: 87. 83 fronteras ente los indios mayos, ópatas y pimas 151 , y llegó hasta a la Secretaría de Guerra y Mariana por medio del comandante general del Estado de Occidente, José Figueroa, con el alifi ati o de idí ula 152 . Lo que se puede apreciar nítidamente en la elaboración de este texto es ante todo la construcción de una identidad colectiva, pero veamos porque. Las constantes alusiones a lo ga hupí o o la efe e ia egati a ha ia la ue se di igen los ataques de esta proclama revelan una de las características fundamentales en la fabricación de una construcción identitaria. Me refiero a que la elaboración de una estructura simbólica de identificación no sólo pasa por la realización un serie de referencias que planteen quienes so os , o uales so uest as a a te ísticas, como la alocuciones a las que el constructo de nación se ha inclinado preferentemente, la idea de una misma procedencia sociocultural, sintetizada en la filiación a una misma raza, lengua y cultura. Sino que buena parte de la fabricación de un imaginario colectivo se elabora mediante la construcción del otro, ese otro del cual es posible diferenciarse y señalarlo como distinto, para de esta manera afirmar la identidad no sólo a través de las características propias, sino mediante la señalización de lo que no se es, e este aso lo ga hupí . Todo p o eso de ide tidad ole ti a lle a i plí ito u p o eso de o st u ió del ot o Pé ez Vejo; : . De manera que en esta proclama no sólo encontramos coincidencias con el discurso de identificación colectiva liberal republicano en cuanto a los símbolos gudalupano y azteca, sino que existe asimismo un paralelismo en cuanto a la afirmación de quién es el otro y, por consiguiente, de quienes son y con respecto a qué se diferenciaron los yaquis en ese momento. Dicha diferenciación se hace más explícita si atendemos a las líneas que pla tea : […] yo no vengo haciendo daño ni a los indios ni criollos, más que [a] los abracen armas a favor de los gachupines . Así que manifiesta no tener conflictos con otros indígenas ni con los criollos, sino con lo español y quienes los apoyen. Esta alocución podría mal interpretarse o considerarse fuera de contexto o anacrónica, teniendo en 151 E la segu da e sió t a s ita po Ded i k apa e e: Despachada a las Naciones Opatas Pima Hiaqui y demas que ha Ded i k; : . E la p i e a e sió se efie e ue e el e e so apa e e la le e da: Pase luego a los de as Governadores de los Pueblos S. José de Pima, Tecoripa, Santo Rosalío y Demas Pue los . Ded i k; : . 152 E la últi a de las e sio es ue Figue oa ha e llega al “e eta io de Gue a Ma i a se lee: O igi al a o paño a Vuestra Excelencia un papel que el cabecilla Juan Ignacio Jusacamea el emprender su fuga después de derrotado, hizo fixar en la Hacienda de Guadalupe a su trancito. Aunque éste documento es bastante ridículo, lo di-rijo a Vuestra Excelencia para su superior conocimiento, por que ha circulado barios a los de más Pueblos, y no dejan de causar alguna imprecion por la crasa ignorancia de citas gentes, y porque alagan sus paciones. Dios y Libertad, Ures 11 de agto de 1826 José Figue oa . Ded i k; : . 84 más allá de las posteriores expulsiones, que ni la finalización de guerra, ni la proclamación de independencia significaron la salida de los españoles del territorio nacional y mucho menos su extinción como elemento de polémica. En su mayoría continuaron en el territorio por los más diversos intereses que habían arraigado en México, e incluso siguió existiendo un flujo considerable procedente de la Península 153 . Ahora bien, la cuadratura o paralelismo de identificación se hace aún más nítido si tomamos en cuenta el discurso y las pugnas políticas sobre las que giraron las acaloradas discusiones entre el centralismo y el federalismo de la época. Pues el asunto de los españoles era justo en esos años uno de los rubros y problemas más discutidos entre los grupos políticos mexicanos y fue uno de los elementos más importantes para decidir la filiación entre la clase política, pero sobre todo fue un componente esencial para construir la identidad nacional. Baste recordar que para 1825, a pesar de haberse constituido México, San Juan de Ulúa seguía ocupado por los españoles 154 , y que su reconocimiento no sería concedido sino hasta 1836. Por lo que el gobierno tuvo que seguir pidiendo una serie de onerosos préstamos para enfrentar los latentes intentos de reconquista española que se manifestaron en 1827 y sobre todo en 1829 155 . Esta situación generó en aquellos años una polarización entre quienes pugnaban por la expulsión y quienes defendían la permanencia de los españoles en territorio nacional. Así que como lo atestiguan las alusiones gudalupanas y aztecas, lo yaquis permanecieron al tanto de las disputas más apremiantes de la nueva República, pues a tan sólo unos meses de la proclama de Juan Banderas de 1826 se llevó a cabo la primera expulsión de españoles en 1827. Los diversos elementos de concurrencia con el discurso del liberalismo parecen indicar que en efecto es plausible el planteamiento hipotético precisado y los argumentos que lo sostienen, a saber, genérica y sintéticamente: que hubo una replicación o imitación del discurso liberal con fines propagandísticos y de identificación colectiva. Sin embargo ello no quiere decir que la propia proclama contenga elementos contradictorios, al igual que los discursos y filiaciones grupales y personales de las élites políticas a nivel nacional. Pues hay que recordar que estos primeros años del México independiente se 153 Sobre la permanencia de los españoles en México después de 1810 y después de la declaración de independencia véase Pérez Vejo; 2009: 158-159. 154 Y que el Plan de Iguala había asumido los costos de la guerra como deuda de México. 155 Aunque es preciso decir que las amenazas extranjeras no sólo provenían de los españoles, la Santa Alianza también contribuyó a la inestabilidad política y económica de aquellos años. 85 súbito resquebrajamiento de la Monarquía Católica, que implicó la crisis de un sistema político y de una forma de civilización Pérez Vejo; 2008: 12, hasta las dudas por discernir qué régimen de gobierno adoptar para la nueva unidad administrativa autónoma. De modo que lo realmente extraño hubiese sido encontrar en esta proclama de Banderas una coherencia política o de identificación sin fisuras, sobre todo si consideramos que –como he planteado hipotéticamente- en efecto estaba guiándose o respondiendo a una asimilación de lo que sucedía a nivel nacional, con miras a una reactualización discursiva de identificación y legitimación. Así que más allá de las referencias contradictorias que en efe to o se a e ía o u dis u so i itati o o de afilia ió epu li a o, o o […] vengo por enviado de mi señora de Guadalupe a ganar esta corona […] , lo ue de e os considerar es la incompatibilidad del proyecto indígena yaqui en su conjunto, que buscaba el mantenimiento de su autonomía política, la propiedad comunal de la tierra y la soberanía sobre su territorio, frente a un proyecto de Estado nación teóricamente irreconciliable con estas demandas, sobre todo si tomamos en cuenta que para este periodo era inconcebible un régimen autonómico al interior del Estado moderno. Así que en efecto y bajo esta perspectiva, las referencias a la Virgen de Guadalupe y al pasado azteca parecen responder a una necesidad de reactualización identificativa y propagandística, más aún si consideramos que uno de los objetivos primordiales de Juan Banderas era crear un frente común con la totalidad de los grupos indígenas de la región, Y o ido a todos los gobernadores de los pueblos a ganar esta corona de nuestro rey Moctezuma, que la tiene heredada de nuestra señora de Guadalupe […] 156 , por lo que una filiación discursiva exclusivamente de elementos socioculturales de los yaquis no hubiese podido ser interiorizada y exitosa en un conjunto más amplio, y menos si lo que buscaba era difundir un discurso de identificación colectiva que también fuera comprendido por el resto de los grupos sociales del conjunto regional, con miras a obtener mayor legitimidad: Y así los espero a todos los que quisieran venir conmigo lo más pronto que puedan, que ya llevo en mi compañía mil hombres sobre las armas de mi nación, entre yaquis y mayos, ei te de azó o i apitá Banderas; 1826. Si bien y gracias a estos indicios existe una intención por reactualizar un discurso, el cual adoptó algunos de los elementos más efectivos en la hechura de la estructura simbólica de identificación colectiva liberal 156 Todos los énfasis son míos. 86 también tuvo consecuencias contraproducentes en el más largo plazo. Pues si bien Juan Banderas estaba utilizando estos emblemas, incluidos a los gachupines y a Hidalgo por añadidura, para resignificar su identidad, lo cual por otro lado es comprensible considerando la amplia aceptación de dichos símbolos, sobre todo en el caso de la Virgen de Guadalupe, lo estaba realizando con un sentido tradicional de la concepción de la a ió : Digo yo, la bandera de nuestro soberano Moctezuma, que he salido de una cárcel por estar cautivos los ríos del Yaqui y el Mayo con toda mi nación, que me la han derrotado a pólvora y balas, sin culpa ninguna . Es de i , ealizó u uso de ele e tos de adscripción colectiva que estaban siento utilizados para crear un Estado nación moderno, readaptándolos a una concepción de Antiguo Régimen. O si acaso, enarbolando de manera inconsciente e inédita un régimen autonómico de carácter moderno que le permitiese mantener el control de sus vidas, pero impensable para los presupuestos del Estado nación del momento, e interpretado entonces como la búsqueda del mantenimiento de un sentido tradicional que pugnaba por la conservación de las prerrogativas que habían tenido como cuerpo con derechos y obligaciones específicos, correspondiente desde esta perspectiva a un sentido jurídico tradicional. Así y respondiendo a los cuestionamientos planteados es menester precisar: los yaquis con Juan Banderas utilizaron los símbolos de identificación colectiva del liberalismo, y no los propios, con el objetivo de expandir su radio de acción a los pueblos indígenas de la región y como medio de legitimación social a nivel más amplio. Usaron a la Virgen de Guadalupe y al pasado azteca porque era el proyecto religioso y de pasado que más se avenía con los intereses indígenas a lo largo y ancho del país, de acuerdo con el proyecto prehispanista del liberalismo, que pugnaba por la reivindicación de los antepasados indígenas. Además la Virgen de Guadalupe, por lo menos desde el siglo XVIII, era el emblema religioso más importante y prestigioso de la identidad americana, sobre todo entre indios, mestizos y criollos, precisamente el sector entre quienes a Juan Banderas le interesaba legitimar su movimiento. El propio Miguel Hidalgo había usado el estandarte guadalupano para ganarse adeptos fundamentalmente entre indígenas y campesinos, así que era el símbolo por antonomasia para afiliar a otros grupos indígenas a la causa yaqui y de Banderas, por lo que al igual que el cura de Dolores, Banderas realizó un uso efectista de dicho emblema. Así, el mensaje que buscaba difundir era el de una 87 más ampliamente reconocido y legítimo entre las mayorías del país 157 . Sin embargo podría objetarse que los yaquis, en correspondencia con las prerrogativas que habían disfrutado con el gobierno español, bien pudieron afiliarse al proyecto que defendían los conservadores, reivindicando un legado hispánico que les había sido beneficioso. Sin embargo y en el terreno que estamos tratando, el de la identificación colectiva, el ámbito de lo simbólico, esta alternativa de elección hubiese significado un mayor vituperio, señalización y ataque más decidido del gobierno hacia los yaquis. Ello se explica porque si bien el proyecto conservador aún no estaba derrotado en el terreno político, económico y militar, en el campo de los imaginarios estaba en clara desventaja frete a la propuesta de identificación liberal, o como lo señala Pérez Vejo, se trató de un p o e to ue […] nace a de otado o […] o u as limitaciones de partida que lo hacen muy poco viable. Posiblemente lo determinante fuese una mayoría india y mestiza […] Pérez Vejo; 2008: 40. Así, adoptar el proyecto de identificación conservador no sólo hubiese significado condenar aún más la lucha de los yaquis, sino subestimar su capacidad para adoptar los elementos que mejor pudiesen funcionar para sus objetivos, así como su habilidad para discernir cuál era el modelo que estaba más ampliamente difundido y legitimado. Además, teniendo en cuenta el origen o procedencia étnica de los yaquis ¿cómo adscribirse a un imaginario que rescataba el pasado y legado hispánico? evidentemente la propuesta del liberalismo era mucho más afín –en este sentido- a los objetivos de los yaquis 158 . No debe entonces sorprendernos la adopción de estos símbolos y constructo identificatorio liberal por los yaquis en este periodo y circunstancias, pues el propio gobierno alentaba en términos teóricos la reivindicación de una nación indígena. Lo que quizás aún no estaba del todo esclarecido para los yaquis y su líder era que se trataba de una construcción identitaria –lo cual no implica que no contenga una materialidad social 157 El triunfo y legitimidad del proyecto liberal, en términos identitarios, a pesar de la derrota del proyecto conservador hasta 1867, se puede rastrear desde los inicios del México independiente. […] la ilegiti idad del p o e to o se ado se comienza a fraguar mucho antes de la derrota de Maximiliano, quizás desde el mismo momento de la independencia, cuando pierde la primera gran batalla a que toda legitimidad colectiva ha de enfrentarse, que es la de los nombres y sí olo ue la ep ese ta . Pé ez Vejo; : . El auto se efie e a la de o i a ió de Mé i o , de o ige prehispánico, así como al símbolo de la bandera nacional, de la misma procedencia, a pesar incluso del inicio independiente como un imperio. 158 Es importante dejar asentado que esta filiación al proyecto liberal es comprensible por las razones expuestas, fundamentalmente en términos de identidad colectiva, pero que ello no impidió que en los años subsiguientes tomaran partido político y militar con los conservadores, quienes les ofrecieron la permanencia de sus prerrogativas de propiedad. 88 fundamento de pasado, la gran nación indígena. Ahora bien, más allá de las contradicciones que en términos generales implicaba la adopción de recursos discursivos del imaginario del liberalismo, que resultaron en una incompatibilidad de proyectos y que contribuyeron a la distención del conflicto, debido a la incomprensión del Estado nación en ciernes de que en efecto era posible un régimen autonómico al interior de la nación moderna, e interpretado como una prebenda tradicional 159 , se advierten tres elementos insoslayables; que en efecto este discurso contiene los elementos esenciales que permiten plantear que existió un intento deliberado de una reelaboración identificativa, aunque fuera de manera coyuntural, estableciendo qué elementos era propios, así como cuáles eran ajenos a partir una clara diferenciación de qu ié e a el ot o, lo ga hupí ; ue los a uis esta a pug ado po u régimen de autodeterminación que o bien respondía a la continuación de un percepción tradicional del régimen de excepción, o que se trató de una pugna por un estatuto autonómico en el sentido moderno del término, y que de ser así tendría un carácter sorprendentemente inédito. Sin embargo las vicisitudes de los acontecimientos, los argumentos expuestos, la propia proclama, la muy reciente iniciación de la concepción moderna de la nación, así como algunas pruebas documentales me llevan a plantear que se trató más de una reivindicación autonómica tradicional, más allá de que la posibilidad de un proyecto de autodeterminación moderno resulte mucho más atractiva. En un documento bastante tardío, de 1883, se asegura que lo que pretendían los pueblos mayos y yaquis era el regreso a una situación de excepcionalidad como en tiempos del rey: […] ue esta a de a ue do los pue los […] eu idos e la ju isdi ió […] o el o jeto de pedir a los federales se les nombraran autoridades de ellos y se juntara el ayuntamiento pues querían estar como en tie pos del e […] 160 . Y finalmente, que la época y movimiento de Juan Banderas constituyó un parteaguas en la construcción de la identidad yaqui, aportando elementos simbólicos relevantes que subrayaron la diferenciación y distanciamiento –más allá de la utilización ciertos símbolos del liberalismo- entre el 159 Si es que se puede considerar que los yaquis estaban planteando de manera literalmente extraordinaria un estatuto autonómico en el sentido moderno, para desarrollarse mediante la autodeterminación al interior del Estado nación. O si bien sólo estaban apelando a una condición de excepción propia del Antiguo Régimen. 160 Comunicación del presidente municipal de Navojoa, al prefecto álamos el 8 de enero de 1883. AHGES, Fondo Ejecutivo, tomo 20, expediente 1, foja 014507. 89 construcción del proyecto nacional modernizador. Uno de estos elementos fue el reforzamiento de la relación que los yaquis establecieron con su territorio a partir de entonces 161 . Una concepción sagrada en la que mediante una simbiosis entre la tradición religiosa introducida por los jesuitas, junto con la cosmovisión yaqui, así como una respuesta de resistencia a los primeros intentos por colonizar su área de desarrollo, dotaron y resignificaron su territorio concibiéndolo como un regalo divino al conjunto de la comunidad Gouy-Gilbert; 1998: 54. El cual por ello no podía ser enajenado, dividido, repartido, medido, deslindado, privatizado, ni individualizado como los afanes del liberalismo pretendían. El análisis de la construcción de dicha relación no es objeto de análisis exhaustivo en esta investigación 162 , pero considero pertinente, por la importancia identitaria que contiene, puntualizar acerca de uno de sus aspectos más relevante s, so e todo po ue el te ito io […] no es ú i a e te u dato p ee iste te e la histo ia a ui si o ás ie […] el esultado de u esfuerzo consciente por obtener y conservar el referente identitario más importante de esta et ia Ola a ía; : -34. Así y si bien esta concepción deviene de un proceso sociocultural complejo, producto de diversos factores y que en efecto se constituyó como una reacción sociocultural a la paulatina injerencia de elementos externos, asimismo responde y se afianza gracias a dinámicas históricas específicas de relación con la tierra y el medio físico circundante. Me refiero a que un contexto árido o semidesértico como el estado de Sonora, el fértil Valle del Yaqui, bañado por el río más caudaloso de la región, el cual periódicamente irrigaba una amplia zona de tierras feraces, navegable en ciertas épocas del año, constituyó y aún constituye un espacio privilegiado, una fuente de riqueza no negociable para los grupos asentados en sus riberas, que no es otra cosa que la condición de posibilidad del desarrollo de la vida social. Baste hacer alusión al desarrollo de las grandes culturas del mundo Antiguo, las llamadas civilizaciones originarias, inconcebibles sin la existencia de sus caudales correspondientes, el Nilo, el Rio Amarillo, el Indo, el Tigris, el Éufrates, etc., territorios igualmente concebidos como lugares sagrados debido a su condición material que posibilitó la vida y desarrollo de dichas civilizaciones. Lo que quiero subrayar no es lo evidente que resulta revestir a un territorio como un 161 O que a partir de entonces hicieron más extensivo como estrategia de resistencia. 162 Para advertir la importancia del territorio yaqui como el símbolo más importante de su identidad y la complejidad de su configuración como espacio social véase Olavarría; 2003: 81-98. 90 yaqui ya existía antes de la llegada de los españoles y así permaneció. Pero lo importante ahora para nuestros objetivos es comprender que dicha concepción fue robustecida con la religiosidad católica que introdujo el mundo cristiano y los jesuitas, cuando se formaron los ocho pueblos yaquis 163 , pero sobre todo que fue en la época que ahora nos compete – los inicios del México independiente- cuando los yaquis manifestaron más ampliamente esta condición ancestral de su territorio, mediante una nueva estrategia que respondía a las condiciones coyunturales del periodo 164 . Es decir, fue hasta este momento cuando expresaron y difundieron que Dios había cedido dicho territorio a los yaquis como suyo, justo cuando más lo necesitaron como una estrategia para reforzar su identidad colectiva y sentido comunitario para resistir al nuevo paradigma nacional modernizador. Como se ha establecido la captura y muerte de Juan Banderas no significaron la pérdida de la autonomía política de los yaquis, ni la colonización de su territorio. Además supieron utilizar la estructura de gobierno que buscó posicionarse por encima de sus autoridades para seguir manteniendo su autonomía política Gouy-Gilbert; 1998: 57-58. La injerencia y asentamientos en los alrededores, e incluso al interior del territorio yaqui, emprendida por algunos grupos de colonos, fue un proceso paulatino que durante la primera mitad del siglo XIX no afectó significativamente el desarrollo socio-espacial yaqui 165 . […] ha ia ediados del siglo […] la o upa ió e i a a de la tie as del a ui aún no al a za a p opo io es íti as […] La olo iza ió e i a a de los pue los a uis seguía sie do í i a . Hu-DeHart; 2004: 150. Así que a la inestabilidad política del periodo se oponía la fuerte cohesión sociocultural y el desarrollo socioproductivo de los yaquis. Sin embargo desde estos años ya se encuentra documentación que corrobora la existencia de algunos reclamos yaquis por incipientes intentos de asentamientos de colonos 166 . A partir de 1838, cuando se desata el conflicto entre liberales y conservadores 163 El sentido sagrado de los ocho pueblos ha sido de tal magnitud, que cuando Lázaro Cárdenas les reintegró parte de su antiguo territorio, perdieron dos de los poblados tradicionales, Cócorit y Bacum, sin embargo los yaquis restablecieron los ocho pueblos mediante la fundación de Loma de Guamuchil y Loma de Bacum. Olavarría; 2003: 47, 94-95. 164 De a ue do o los estudios et ohistó i os de “pi e , e el siglo XIX esta a difu dida la ee ia e la e iste ia de u do u e to pe dido […] ue los a uis p ese ta o a los e i a os ue se ega a a e o o e sus lí ites. Esta le e da se ula , el Ca to de la F o te a “pi e , : […] suf ió u a sa aliza ió est e ha e te ela io ada o la e esidad de defe de la tie a o t a las i t usio es de los e i a os Ola a ía; : . 165 Ello no quiere decir que no existieran intentos por ocupar y deslindar su territorio, sobre todo a partir de las primeras leyes reformistas en los años cincuenta, sin embargo las vicisitudes históricas de la región permitieron inhibir exitosamente estos esfuerzos durante la primera mitad de la centuria. 166 Como la queja yaqui por despojos de tierra de 1835. AHGES, Fondo Ejecutivo, tomo 55, expediente 16. 91 una nueva dinámica caracterizada por la implementación de estrategias de resistencia que los involucraron en las luchas políticas regionales entre el centralismo y el federalismo - mediante alianzas y pactos- en la pugna de las élites y caudillos locales por controlar los destinos políticos y económicos del estado de Sonora. Sobre todo porque a partir del movimiento de Banderas los grupos regionales advirtieron el destacado potencial de los yaquis como fuerza guerrera para inclinar los destinos de la balanza política a nivel local 167 . A partir de entonces los yaquis conformaron un elemento militar decisivo en las reiteradas luchas políticas del estado. Sin embargo y a diferencia de lo que podría suponerse, no sólo fueron un elemento de fuerza que utilizaron los contendientes para dirimir sus querellas, sino que los yaquis utilizaron asimismo a estos grupos de manera indistinta, entre liberales y conservadores, monarquistas y republicanos, con el claro propósito de perpetuar una situación de inestabilidad gubernamental regional, con el objetivo de impedir la consolidación de una fuerza político-militar capaz de lesionar su desarrollo. Entre los años de 1838 y 1845, la pugna de las oligarquías sonorenses estuvo p otago izada po los a dazos políti os de Ma uel Ma. Gá da a 168 y el federalista José Urrea. Los yaquis apoyaron en diversos momentos y durante varios años a Gándara, quien pudo lograr la gubernatura del estado en 1838 y posicionase como uno de los dirigentes regionales más importante gracias a la colaboración de los yaquis en su movimiento. A cambio, Gándara les permitió continuar su desarrollo sociocultural y desalentar la ocupación de su territorio. A diferencia de Urrea, quien buscó la colonización de la región yaqui y menoscabar sus prerrogativas socioproductivas, pues intentó quitarles el control de las salinas Hernández, 1996: 98; Gouy-Gilbert; 1985: 59 y abrió campaña militar en su contra en 1842, debido a la colaboración indígena con su adversario político. La incipiente colonización sin embargo ya empezaba a ser objeto de algunas importantes protestas por parte de los yaquis. En este mismo año de 1842 hubo un reclamo del pueblo de Huírivis 167 La posi ió de fue za al a zada o la e elió jefatu ada o Jua Ba de as […] die o a los a uis p estigio ilita en la entidad, hasta el punto de que quien se aliaba con ellos, ganaba no sólo soldados sino también brazos para sus ha ie das . He á dez; : . 168 De la o ue i a o ez o i a o el siste a fede al i el e t alis o […] Me adhe i é a u o u ot o siste a ta luego co o ual uie a de ellos se adoptado po la Na ió o tado so e él el go ie o de i pat ia . Gá da a citado por Gouy-Gilbert; 1985: 59. 92 Sin embargo el apoyo indígena, que incluyó a ópatas y mayos Velasco; 1988: 22, permitió fortalecer la rebelión gandarista 1842-1844, derrotar nuevamente a Urrea, así como la vuelta de Gándara a la gubernatura del estado en 1845. De hecho con la ley especial de 1847, dirigida a yaquis y mayos, Gándara restableció la organización militar yaqui y extendió la jurisdicción del capitán general yaqui al Valle del Mayo Trejo; 2013: 116. El apoyo a Gándara, quien tomaba partido por la corriente política e ideológica que mejor le avenía para cada coyuntura, pero quien era asimismo un factor de desestabilización regional importante, demuestra que los yaquis no estaban haciendo ninguna elección política al apoyarlo, a él o incluso a los federalistas y liberales. Sólo fomentaron las ambiciones de un personaje y de un contexto que les permitía mantener su desarrollo comunitario y que les posibilitaba la prolongación de la inestabilidad política y militar en Sonora. La estrategia yaqui es clara, contribuir a prolongar la crisis regional para conservar su desarrollo sociocultural sin la injerencia de fuerzas políticas, militares y económicas capaces de transformar o incidir en sus formas de vida, y postergar el proceso de colonización 170 . Este sería el signo más característico de la resistencia yaqui desde la muerte de Banderas y hasta 1867, cuando finalmente el proyecto liberal logró derrotar definitivamente al movimiento conservador y cuando pudo orientar más decididamente sus esfuerzos a nivel regional para sujetar a los yaquis a los requerimientos y a la lógica del nuevo paradigma civilizatorio de la modernidad nacional. Resta puntualizar que si bien la pugna política referida nos permite ver la actuación y estrategia de los yaquis, de ninguna manera el contexto del desarrollo histórico regional de Sonora se reduce ni se agota en esta querella. Sin embargo no es el propósito de este trabajo el análisis riguroso de dicho contexto y desarrollo. Pero lo que sí es necesario precisar es que la resistencia yaqui, la posibilidad de detener el flujo colonizador que ya era una realidad apremiante en los alrededores de su territorio, y que el resto de los pueblos indígenas de la zona vivían como un realidad cotidiana, no se explica solamente por la capacidad y tenacidad de los yaquis para contener el esfuerzo modernizador. Sino 169 Reclamo del pueblo de Huírivis sobre terrenos del Bacatete. AGHES, Fondo Ejecutivo, tomo 18, faltará expediente 5, foja sn. 170 […] los a uis o p e die o ue pa a segui disf uta do de la posi ió ga ada e a e esa io ap o e ha las pugnas internas de la oligarquía sonorense. Coaligarse con alguna de las facciones era su salvación; así pues, negociaron con aquellos gr upos ue les asegu a a el espeto de sus tie as, a su o ga iza ió so ial a su auto o ía políti a. Hernández; 1996: 96. 93 contribuyeron a desalentar la ocupación del territorio del Valle del Yaqui y dirigirla hacia otras áreas aledañas, como la zona del Mayo, la Pimería y la Opatería. Factores que tienen mucho más que ver con formas de desarrollo económico muy puntuales, como la búsqueda de las áreas mineras Álamos, ganaderas, comerciales Guaymas y el desarrollo de la agro-industria en los valles del Rio Sonora, San Miguel y otras áreas limítrofes 171 ; así como el amplio proceso de lucha de intereses entre las oligarquías locales, mucho más preocupados en dirimir sus querellas y consolidar sus espacios económicos, que en resolver el problema con los yaquis u ocupar su territorio 172 . Es entonces en este contexto histórico regional de consolidación, expansión y sobre todo de