V oce s v ola dor a s

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Teléfono de Edison

La idea del teléfono surgió como una consecuencia de la exitosa utilización del telégrafo. Si un alambre podía transmitir golpecitos metálicos, ¿por qué no podría transmitirse el lenguaje humano? Dicho de otro modo, ¿por qué no podría lograrse que la voz volara a través del aire? Bell y Edison no eran los únicos acuciados por esta idea. Otro norteamericano, Elisha Gray, y el alemán Philip Reis, estaban trabajando en el mismo invento. Y comenzó una carrera entre estos cuatro hombres para la construcción del primer teléfono que conocería el mundo civilizado. El ganador de la carrera fue Bell. Gray llegó segundo, aunque a muy corta distancia

de aquel. Solicitó una patente sólo pocas horas después que Bell ya la había obtenido del gobierno. Un día, mientras hacía experimentos con ondas de aire producidas por diferentes sonidos, descubrió que la voz humana podía ser transmitida a través del aire mediante una bocina y ser recibida a través del aire por un auricular. Esto significaba un verdadero progreso con respecto al invento de Bell, el cual requería necesariamente hablar y escuchar a través del mismo dispositivo. Había de aquel. Solicitó una patente sólo pocas horas después que Bell ya la había obtenido del gobierno. Un día, mientras hacía experimentos con ondas de aire producidas por diferentes sonidos, descubrió que la voz humana podía ser transmitida a través del aire mediante una bocina y ser recibida a través del aire por un auricular. Esto significaba un verdadero progreso con respecto al invento de Bell, el cual requería necesariamente hablar y escuchar a través del mismo dispositivo. Había

de la voz en el extremo receptor y eliminó la estática, en virtud de la cual los mensajes resultaban difíciles de captar en el teléfono de Bell. Hasta entonces el público apenas había visto en el teléfono algo más que un juguete que revelaba habilidad. Pero con las mejoras de Edison el aparato comenzó a parecer un invento aplicable al uso práctico. Edison presentó su teléfono perfeccionado a William Orton, presidente de la Compañía de Telégrafos Western Union. —Señor Orton, dijo, tengo aquí un artefacto al que le está reservado, según creo, un futuro formidable.

Teléfono de Edison, 1879

Y luego señaló que el teléfono de Bell podía ser oído, y aun así no muy claramente, solo a la distancia de unos treinta kilómetros. En cambio su aparato, ya en el primer ensayo, había transmitido un sonido claro a más de ciento sesenta kilómetros. Orton le ofreció cien mil dólares por los derechos del transmisor. Edison aceptó con una condición: —Por favor, págueme a razón de 6.000 dólares por año. De lo contrario sentiré la tentación de gastar los cien mil dólares de una vez, en mis inventos. Orton aceptó riendo. Sabía que Edison se hallaba siempre listo para consagrar tanto su dinero como su mente a los inventos. Mientras Edison se felicitaba a sí mismo por su éxito con el transmisor, recibió una oferta por su receptor. La oferta provenía esta vez de Samuel Insull, un joven que representaba sus intereses en Inglaterra. — ¿Serían aceptables treinta mil?, telegrafióle Insull. Edison, pensando que hablaba de treinta mil dólares, aceptó la oferta. Cuando recibió el cheque, se alegró sobremanera al comprobar que se trataba de treinta mil libras, ¡suma que en aquellos tiempos equivaldría más o menos a ciento cincuenta mil dólares norteamericanos! El dinero seguía deslizándose por entre los dedos activos de Edison. Más experimentos, más colaboradores que lo ayudasen, más materiales para recoger en todos los rincones de la tierra, destinados a sus interminables ensayos. Edison mantenía un ritmo constante de trabajo, si bien a veces padecía intensos dolores de oído, a raíz de su vieja lesión. —Lo he visto, decía su cuñada, Alice Stilwell, sentado al borde de la cama y casi agujereando la alfombra con los tacos de sus zapatos, por el fuerte dolor que soportaba. Pero ni el duro trabajo ni el intenso dolor le impedía jugar con sus hijos en todo momento disponible. —Era un gran bromista, continuaba Alice Stilwell; solía ponerse los vestidos de Mary y retozaba por la casa con los niños. Tenía una linterna mágica y a veces solía colocarse detrás de la pantalla y mantenía la cabeza apoyada en el aparato haciendo morisquetas para entretenerlos.

Frecuentemente Edison invitaba a sus amigos al laboratorio para mostrarles el mundo maravilloso de sus inventos. Una noche la Compañía Western Union ofreció un concierto especial por teléfono. Los artistas estaban en Nueva York y el auditorio se hallaba sentado en Filadelfia, a más de ciento cuarenta kilómetros de distancia. El laboratorio de Edison estaba conectado por medio de cables con ambos lugares, y sus amigos escucharon el concierto maravillados de aquel mago que había dado alas a la música permitiéndole volar por el aire. Cabe recordar que esto ocurrió varios años antes de la invención de la radio. La radio misma pudo haber sido otro de los inventos de Edison, si este no hubiera estado tan ocupado en aquel otro campo. Una vez, mientras se hallaba inclinado sobre su banco, quedó sorprendido al observar una chispa eléctrica que se deslizaba velozmente por el aire entre dos puntas de carbón. Fue un descubrimiento emocionante; Edison escribió esto en su anotador: " Est o es sim plem ent e m ar avilloso y const it uye una buena pr ueba de que la causa de la chispa es una fuer za nueva y desconocida ". Edison hubiera dado con el secreto de la telegrafía sin hilos y la radio, pero en ese momento era tan firme su interés por el teléfono, que no realizó nuevos experimentos con la chispa voladora. Les estaba reservado a otros hombres de genio (Marconi, Fleming y Baird) el desarrollar esa chispa hasta obtener una nueva clase milagrosa de sonido y de visión a través de las ondas aéreas de la radio.