Habermas jurgen ciencia y tecnica como i

Habermas jurgen ciencia y técnica como ideología
1. 1. Ciencia y técnicacomo «ideología» Jürgen Habermas Traducido por Manuel
Jiménez Redondo En: Ciencia y técnica como ideología. Tecnos, Madrid, 1986
Título original:Wissenschaft und Technik als “Ideologie”, 1968 La paginación se
corresponde con la edición impresa.
2. 2. CIENCIA Y TÉCNICA COMO «IDEOLOGÍA»* A Herbert Marcuse con ocasión
de cumplir su sep- tuagésimo aniversario el 19–VII–1968. Max Weber introduce el
concepto de racionalidadpara definir la forma de la actividad económica capitalista, del tráfico social regido por el derecho pri-vado burgués, y de la
dominación burocrática. «Ra-cionalización» significa en primer lugar la
ampliaciónde los ámbitos sociales que quedan sometidos a loscriterios de la
decisión racional. Paralelamente a estocorre, en segundo lugar, la industrialización
del tra-bajo social, con la consecuencia de que los criteriosde la acción
instrumental penetran también en otrosámbitos de la vida (urbanización de las
formas de exis-tencia, tecnificación del tráfico social y de la comunica-ción). En los
dos casos se trata de la implantación deltipo de acción que es la racional con
respecto a fines:en el segundo caso esa implantación afecta a la orga-nización de
los medios, y en el primero a la elecciónentre posibles alternativas. Finalmente, la
planificaciónpuede ser concebida como una modalidad de ordensuperior de la
acción racional con respecto a fines:tiende a la instauración, mejora o ampliación
de lossistemas de acción racional mismos. La progresiva * Publicado con
anterioridad, ligeramente abreviado, en Merkur,núm. 243, julio 1968, pp. 591–610,

y núm. 244, agosto 1968, pp. 682–693. Versión castellana de Manuel Jiménez
Redondo. 53
3. 3. «racionalización» de la sociedad depende de la insti-tucionalización del progreso
científico y técnico. En lamedida en que la ciencia y la técnica penetran en
losámbitos institucionales de la sociedad, transformandode este modo a las
instituciones mismas, empiezan adesmoronarse las viejas legitimaciones. La
seculariza-ción y el «desencantamiento» de las cosmovisiones,con la pérdida que
ello implica de su capacidad deorientar la acción, y de la tradición cultural en
suconjunto, son la otra cara de la creciente «raciona-lidad» de la acción social. I
Herbert Marcuse toma como punto de partida esteanálisis weberiano para
demostrar que el concepto deracionalidad formal, que Max Weber extrae tanto dela
acción racional del empresario capitalista y delobrero industrial como de la de la
persona jurídicaabstracta y del funcionario moderno, y que asociatanto con
criterios de la ciencia como de la técnica,tiene implicaciones que son de contenido.
Marcuse estáconvencido de que en lo que Max Weber llamaba«racionalización»,
no se implanta la «racionalidad»en tanto que tal, sino que en nombre de la racionalidad lo que se impone es una determinada forma deoculto dominio político. Como
la racionalidad de estetipo sólo se refiere a la correcta elección entre estra-tegias,
a la adecuada «utilización de tecnologías ya la pertinente instauración de sistemas
(en situacionesdadas para fines dados), lo que en realidad hace essustraer la
trama social global de intereses en la quese eligen estrategias, se utilizan

tecnologías y se instau-ran sistemas a una reflexión y reconstrucción racio- 54
4. 4. nales. Aparte de eso, esa racionalidad sólo se refierea las situaciones de empleo
posible de la técnica yexige por ello un tipo de acción que implica dominio,ya sea
sobre la naturaleza o sobre la sociedad. Laacción racional con respecto a fines es,
por su estruc-tura misma, ejercicio de controles. Por eso, la «racio-nalización» de
la vida según criterios de esta raciona-lidad viene a significar la institucionalización
de undominio que se hace ya irreconocible como dominiopolítico: la razón técnica
de un sistema social deacción racional con respecto a fines no se desprendede su

contenido político. En su crítica a Max Weber,Marcuse llega a la siguiente
conclusión: «El conceptode razón técnica es quizá él mismo ideología. Nosólo su
aplicación sino que ya la técnica misma esdominio sobre la naturaleza y sobre los
hombres:un dominio metódico, científico, calculado y calcu-lante. No es que
determinados fines e intereses dedominio sólo se advengan a la técnica a
posteriori ydesde fuera, sino que entran ya en la construccióndel mismo aparato
técnico. La técnica es en cada casoun proyecto histórico–social; en él se proyecta
lo queuna sociedad y los intereses en ella dominantes tienenel propósito de hacer
con los hombres y con las cosas.Un tal propósito de dominio es material, y en este
sen-tido pertenece a la forma misma de la razón técnica»l. Ya en 1956, en un
contexto muy distinto, Marcusehabía llamado la atención sobre el peculiar

fenómenode que en las sociedades capitalistas industriales avan-zadas el dominio
tiende a perder su carácter explotadory opresor y a tornarse «racional», sin que por
ello desa-parezca el dominio político: «el dominio está ahoracondicionado por la
capacidad y el interés en mantener 1 «Industrialisierung und Kapitalismus im Werk
Max Weber»,en Kultur und Gesellschaft. II, Frankfurt a. M., 1965. 55
5. 5. el aparato en su conjunto y ampliarlo»2. La raciona-lidad del dominio se mide
por el mantenimiento deun sistema que puede permitirse convertir en funda-mento
de su legitimación el incremento de las fuerzasproductivas que comporta el
progreso científico–téc-nico, si bien, por otra parte, el estado de las
fuerzasproductivas representa precisamente también el poten-cial, medidas en el
cual, las renuncias y cargas im-puestas a los individuos aparecen como cada vez
másinnecesarias e irracionales3. Marcuse cree poder reco-nocer la represión
objetivamente superflua en «laintensificación del sometimiento de los individuos
alinmenso aparato de producción y distribución, en ladesprivatización del tiempo
libre, en la casi irresolublefusión de trabajo social productivo y destructivo».Pero,
paradójicamente, esta represión puede desapa-recer de la conciencia de la
población, ya que la le-gitimación del dominio ha adquirido un carácter dis-tinto:
ahora apela a «la creciente productividad ycreciente dominación de la naturaleza,
que tambiénproporcionan a los individuos una vida más con-fortable». El aumento
de las fuerzas productivas instituciona-lizado por el progreso científico y técnico

rompe todaslas proporciones históricas. Y de ahí extrae el marcoinstitucional sus
nuevas oportunidades de legitima-ción. La idea de que las relaciones de
producciónpudieran encontrar su instancia crítica en el potencialde las fuerzas
productivas desarrolladas queda cer-cenada por el hecho de que las relaciones de
produc-ción existentes se presentan como la forma de organi-zación técnicamente
necesaria de una sociedad racio- 2 «Trieblehre und Freiheit», en Freud in dir
Gegenwart, Frankf.Beit. z. Soz., vol. VI. 1957. 3 Ibíd., p. 403. 56
6. 6. nalizada. La «racionalidad» en el sentido de MaxWeber muestra aquí su doble
rostro: ya no es sólola, instancia crítica del estado de las fuerzas producti-vas, ante
el que pudiera quedar desenmascarada larepresión objetivamente superflua propia
de formas deproducción históricamente caducas, sino que es al mis-mo tiempo un
criterio apologético en el que esas mis-mas relaciones de producción pueden ser
también jus-tificadas como un marco institucional funcionalmentenecesario. A
medida que aumenta su fecundidad apo-logética, la «racionalidad» queda
neutralizada comoinstrumento de la crítica y rebajada a mero correc-tivo dentro del
sistema; lo único que todavía puededecirse es, en el mejor de los casos, que la
sociedadestá «mal programada». En la etapa del desarrollocientífico y técnico, las
fuerzas productivas parecenentrar, pues, en una nueva constelación con las reladones de producción: ya no operan en favor de lailustración como fundamento de
la crítica de las legi-timaciones vigentes, sino que se convierten en lasmismas en
base de la legitimación. Y esto es lo queMarcuse considera históricamente nuevo.

Pero si esto es así, ¿no habrá entonces que entenderla racionalidad materializada

en los sistemas de acciónracional con respecto a fines como una
racionalidadespecíficamente restringida?, esa racionalidad de laciencia y de la
técnica ¿no contendrá ya en su seno,en lugar de reducirse, como pretende, a las
reglas dela lógica y de la acción controlada por el éxito, unapriori material surgido
históricamente y por eso tam-bién superable históricamente? Marcuse responde
conla afirmativa: «Los principios de la ciencia modernaestaban estructurados a
priori de forma que podíanservir como instrumentos conceptuales para un universo de controles productivos que se ejercen auto- 57
7. 7. máticamente. El operacionalismo teórico vino al caboa corresponderse con el
práctico. El método científico,que conducía a una dominación cada vez más
eficientede la naturaleza, proporcionó después también tantolos conceptos puros
como los instrumentos para unadominación cada vez más efectiva del hombre
sobreel hombre a través de la dominación de la naturaleza...Hoy la dominación se
perpetúa y amplía no sólo pormedio de la tecnología, sino como tecnología; y
éstaproporciona la gran legitimación a un poder políticoexpansivo que engulle
todos los ámbitos de la cultura.En este universo la tecnología proporciona
tambiénla gran racionalización de la falta de libertad del hom-bre y demuestra la
imposibilidad técnica de la reali-zación de la autonomía, de la capacidad de
decisiónsobre la propia vida. Pues esta ausencia de libertadno aparece ni como

irracional ni como política, sinomás bien, como sometimiento a un aparato técnico
quehace más cómoda la vida y eleva la productividaddel trabajo. La racionalidad
tecnológica, en lugar deeliminarlo, respalda de ese modo la legalidad del do-minio;
y el horizonte instrumentalista de la razón seabre a una sociedad totalitaria de base
racional»4. La «racionalización» de Max Weber no es solamenteun proceso a largo
plazo de mutación de las estruc-turas sociales, sino a la vez «racionalización» en
elsentido de Freud: el verdadero motivo, el manteni-miento del dominio
objetivamente caduco, queda ocul-to por la invocación de imperativos técnicos.
Estaapelación a imperativos técnicos sólo es posible por-que la racionalidad de la
ciencia y de la técnica yaes por su propia esencia una racionalidad del
disponer,una racionalidad del dominio. 4 El hombre unidimensional [1964J.
Joaquín Mortiz, México1968. pp. 177 y ss. 58
8. 8. Esta idea de que la racionalidad de la ciencia esuna formación histórica la debe
Marcuse tanto alestudio de Husserl sobre la crisis de las ciencias euro-peas como
a la destrucción que Heidegger lleva a cabode la metafísica occidental. Y en un
contexto mate-rialista, también Bloch ha desarrollado la idea de quela racionalidad
de la ciencia, desfigurada en términoscapitalistas, arranca también a la técnica la
inocenciade una simple fuerza productiva. Pero sólo Marcuseconvierte el contenido
político de la razón técnica enpunto de partida analítico para una teoría de la sociedad del capitalismo tardío. Y dado que a ese puntode vista no sólo quiere
desarrollarlo filosóficamente,sino que también trata de probar su alcance para

elanálisis sociológico, bien podemos servirnos de él paraponer de manifiesto las
dificultades de esta concepción.Y en este sentido voy a limitarme a apuntar una
dudaque ya aparece en el propio Marcuse. II Si el fenómeno al que Marcuse liga
su análisis de lasociedad, a saber; el fenómeno de esa peculiar fusiónde técnica y
dominio, de racionalidad y opresión, nopudiera interpretarse de otro modo que
suponiendoque en el apriori material de la ciencia y de la técnicase encierra un
proyecto del mundo determinado porintereses de clase y por la situación histórica,
sólo un«proyecto», como gusta de decir Marcuse recurriendoal Sartre
fenomenológico; si eso es así, entonces nocabría pensar en una emancipación sin
una revoluciónprevia de la ciencia y la técnica mismas: En algunospasajes
Marcuse casi no resiste la tentación de enlazaresta idea de una nueva ciencia con
la promesa, familiar 59

9. 9. en la mística judía y protestante, de una resurrecciónde la naturaleza caída:
promesa que, como es sabido,penetra a través del pietismo suave en la filosofía
deSchelling (y de Baader), reaparece en los manuscritosde economía y filosofía de
Marx, constituye hoy laidea central de la filosofía de Bloch y, de forma re-flexiva,
alimenta también las esperanzas más secretasde Benjamin, Horkheimer y Adorno.
Y así tambiénMarcuse: «Lo que quiero demostrar es que la ciencia,en virtud de su
propio método y sus conceptos, haproyectado y fomentado un universo en el que

la do-minación de la naturaleza queda vinculada con la do-minación de los
hombres, lazo que amenaza con ex-tenderse como un destino fatal sobre ese
universo ensu totalidad. La naturaleza, comprendida y domeñadapor la ciencia,
vuelve a aparecer de nuevo en elaparato de producción y de destrucción, que
mantiene la vida de los individuos, y la mejora, y los sometea la vez a los amos del
aparato. Así, la jerarquía ra-cional se fusiona con la social. Y en esta situación,
uncambio en la dirección del progreso, con capacidadpara torcer ese fatal destino,
tendría que influir tam-bién en la estructura de la ciencia misma, en el pro-yecto de
la ciencia. Sin perder su carácter racional,sus hipótesis se desarrollarían en un
contexto expe-riencial esencialmente distinto (en el de un mundo pa-cificado); a
consecuencia de lo cual, la ciencia llegaríaa unos conceptos sobre la naturaleza
esencialmentedistintos y constataría hechos esencialmente distintos.»5. Muy
consecuentemente, Marcuse no solamente estápensando en un tipo distinto de
construcciones teó-ricas en la ciencia, sino también en una
metodologíaesencialmente distinta. El marco trascendental en el 5 Ibíd., pp. 185 y
s. 60
10. 10. que la naturaleza se convertiría en objeto de unanueva experiencia, no sería el
círculo funcional de laacción instrumental, sino que el punto de vista de laposible
disposición técnica quedaría sustituido por elde un cariñoso cuidado que liberaría y
desataría lospotenciales de la naturaleza: «existen dos formas dedominio: uno

represivo y otro liberador»6. A todoesto hay que replicar que la ciencia moderna
sólopodría ser concebida como un proyecto históricamen-te restringido si por lo
menos fuera pensable un pro-yecto alternativo; además, la definición de una
nuevaciencia alternativa tendría que comportar la definiciónde una nueva técnica.
Pero basta esta simple consi-deración para desanimarnos, ya que la técnica, si
engeneral pudiera ser reducida a un proyecto histórico,tendría evidentemente que
tratarse de un «proyecto»de la especie humana en su conjunto y no de unproyecto
históricamente superable. Arnold Gehlen ha llamado la atención, y a mi juiciode
forma concluyente, sobre el hecho de que existeuna conexión inmanente entre la
técnica que conoce-mos y la estructura de la acción racional con respectoa fines.
Si al círculo funcional de la acción controladapor el éxito lo entendemos como una
asociación dedecisión racional y de acción instrumental, entoncescabe reconstruir
la historia de la técnica desde elpunto de vista de una objetivación de la acción racional con respecto a fines. En cualquiera de los ca-sos la evolución de la técnica
se ajusta al modelointerpretativo siguiente: el hombre habría proyectadouno a uno
a nivel de los medios técnicos los com-ponentes elementales del círculo funcional
de la ac-ción racional con respecto a fines, que inicialmente 6 Ibíd., p. 253. 61
11. 11. radican en el organismo humano, descargándose deesta forma de las
funciones correspondientes7. Primeroson reforzadas y sustituidas las funciones del
apara-to locomotor (manos y piernas); después, la produc-ción de energía (por
parte del cuerpo humano); des-pués, las funciones del aparato de los sentidos

(ojos,oídos y piel) y, finalmente, las funciones del centro decontrol (del cerebro). Si
se tiene, pues, presente que laevolución de la técnica obedece a una lógica
queresponde a la estructura de la acción racional conrespecto a fines controlada
por el éxito lo que quieredecir : que responde a la estructura del trabajo,
entonces .no se ve cómo podríamos renunciar a la técnica, es de-cir, a nuestra

técnica, sustituyéndola por una cualita-tivamente distinta, mientras no cambie la
organiza-ción de la naturaleza humana y mientras hayamos demantener nuestra
vida por medio del trabajo socialy valiéndonos de los medios que sustituyen al
trabajo. En lo que Marcuse está pensando es en una actitudalternativa frente a la
naturaleza, pero de ahí no cabededucir la idea de una nueva técnica. En lugar
detratar a la naturaleza como objeto de una disposiciónposible, se la podría
considerar como el interlocutoren una posible interacción. En vez de a la
naturalezaexplotada cabe buscar a la naturaleza fraternal. A nivelde una
intersubjetividad todavía imperfecta podemossuponer subjetividad a los animales,
a las plantas e 7 «Esta ley enuncia un acontecer intratécnico, un decurso queen su
conjunto no ha sido querido por el hombre, sino que, porasí decirlo, esta ley se
impone a espaldas de éste o instintivamentea lo largo de toda la historia de la
cultura humana. Además, segúnesta ley, no puede haber ningún desarrollo de la
técnica por encimade la automatización más completa posible, pues no podría

especi-ficarse ningún ámbito más de la actividad funcional humana quepudiera ser
objetivado» (A. Gehlen, «Anthropologische Ansicht derTechnik», en Technik im
technischen Zeitalter, 1965). 62
12. 12. incluso a las piedras, y comunicar con la naturaleza,en lugar de limitarnos a
trabajarla cortando la comu-nicación. Y un particular atractivo, para decir lo me-nos
que puede decirse, es el que conserva la idea deque la subjetividad de la
naturaleza, todavía enca-denada, no podrá ser liberada hasta que la comunicación de los hombres entre sí no se vea libre dedominio. Sólo cuando los
hombres comunicaran sincoacciones y cada uno pudiera reconocerse en el
otro,podría la especie humana reconocer a la naturalezacomo un sujeto y no sólo,
como quería el idealismoalemán, reconocerla como lo otro de sí, sino recono-cerse
en ella como en otro sujeto. Sea como fuere, las realizaciones de la técnica,
quecomo tales son irrenunciables, no podrían ser sustitui-das por una naturaleza
que despertara como sujeto.La alternativa a la técnica existente, el proyecto deuna
naturaleza como interlocutor en lugar de comoobjeto, hace referencia a una
estructura alternativa dela acción: a la estructura de la interacción simbólica-mente
mediada, que es muy distinta de la de la acciónracional con respecto a fines. Pero
esto quiere decirque esos dos proyectos son proyecciones del trabajo ydel
lenguaje y por tanto proyectos de la especie humanaen su totalidad y no de una
determinada época, deuna determinada clase o de una situación superable.Pero si
no es admisible la idea de una nueva técnica,Tampoco puede pensarse
consecuentemente la idea deuna nueva ciencia, ya que en nuestro contexto, a
laciencia, la ciencia moderna, se la ha de considerar comouna ciencia obligada a
mantener la actitud de unaposible disposición técnica: lo mismo que en el casodel
progreso científico–técnico, tampoco para la fun-ción de la ciencia es posible
encontrar un sustituto quefuera «más humano». 63
13. 13. El mismo Marcuse parece dudar de que tenga sen-tido relativizar la
racionalidad de la ciencia y de latécnica reduciéndolas a un «proyecto». En
muchospasajes del One–dimensional Man, la revolución siguesignificando sólo un
cambio del marco institucional,que no tocaría a las fuerzas productivas en tanto
quetales. Se mantendría, pues, la estructura del progresocientífico–técnico; lo
único que cambiaría serían losvalores rectores. Los nuevos valores serían
traducidosa tareas solucionables técnicamente; lo nuevo sería ladirección de ese
progreso, pero el criterio mismo deracionalidad no sufriría cambios: «A fuerza de
univer-so de medios, la técnica puede tanto debilitar comoaumentar el poder del
hombre. En la etapa actual elhombre es quizá más importante que nunca frente a
supropio aparato»8. Esta afirmación restablece la inocencia política delas fuerzas
productivas. Lo único que aquí hace Mar-cuse es reiterar la definición clásica de
las relacionesentre fuerzas productivas y relaciones de producción.Pero con ello no

acierta en el blanco de la conste-lación a la que apunta, como tampoco lo acierta
conla afirmación de que las fuerzas productivas estuvieranpolíticamente
corrompidas de parte a parte. La pecu-liar «racionalidad» de la ciencia y de la
técnica quecaracteriza, por una parte, un creciente potencial defuerzas productivas
excedentes que sigue constituyen-do como siempre una amenaza para el marco
insti-tucional, y que por otra parte, proporciona tambiénel criterio con que se
legitiman las restrictivas rela-ciones de producción —la disonancia, digo, de
estaracionalidad no puede representarse adecuadamenteni recurriendo a la
historización, ni volviendo a la 8 El hombre unidimensional, loc. cit.. p. 252. 64
14. 14. concepción ortodoxa, ni apelando al modelo del peca-do original, ni tampoco
partiendo del modelo de lainocencia del progreso científico y técnico. La formulación más cuidada del estado de cosas que sin dudaalguna hay que examinar, me
parece la siguiente: «Elapriori tecnológico es un apriori político en la medidaen que
la transformación de la naturaleza tiene comoconsecuencia la del hombre y en que
“las creacionesdel hombre” surgen de una totalidad social y vuelvena ella. Y sin
embargo, cabe insistir en que la ma-quinaria del universo tecnológico es “como tal”
indi-ferente frente a los fines políticos —puede servir deacelerador o de freno a una
sociedad. Una calculado-ra electrónica puede servir lo mismo a un
régimensocialista que a un régimen capitalista; un ciclotrónpuede ser un buen
instrumento, lo mismo para unaguerra que para un partido pacifista... Pero si la
técnicase convierte en la forma global de producción ma-terial, define entonces a
toda una cultura; y proyectauna totalidad histórica —un “mundo”»9. La dificultad
que este énfasis que pone Marcuseen el contenido político de la razón técnica no
haceotra cosa que encubrir es la de determinar de formacategorialmente precisa
qué es lo que quiere decir quela forma racional de la ciencia y de la técnica, es decir, que la racionalidad materializada en los sistemasde acción racional con
respecto a fines acaba cons-tituyendo una forma de vida, una «totalidad
histórica»de un mundo de la vida. Con el concepto de raciona-lización de la
sociedad Max Weber se había referidoa este mismo proceso y había tratado de
explicarlo.A mi entender, ni Max Weber ni Herbert Marcuselo han conseguido de
manera satisfactoria. Por eso 9 Ibíd., pp. 173 y s. 65
15. 15. voy a intentar reformular el concepto de racionaliza-ción de Max Weber en un
marco de referencia distinto,para discutir después sobre esa base tanto la
críticaque Marcuse hace a Weber como su tesis de la doblefunción del progreso
técnico y científico (como fuerzaproductiva e ideología). Me limito a proponer un
es-quema de interpretación, que ciertamente puede serintroducido en un ensayo,
pero del que no puedo pre-tender seriamente probar su alcance en el marco
deeste ensayo. De ahí que las generalizaciones históricasno tengan otra función
que la de ejemplos ilustrativosdel esquema; no pretenden sustituir a la interpretación misma. III Con el concepto de «racionalización» Max Weberintenta
aprehender las repercusiones que el progresocientífico–técnico tiene sobre el
marco institucional delas sociedades que se encuentran en un proceso
de«modernización». Weber comparte este interés contoda la vieja sociología:
todas las clasificaciones bi-polares desarrolladas en esta disciplina giran en tornoal
mismo problema: el problema de reconstruir con-ceptualmente el cambio
institucional que viene induci-do por la ampliación de los subsistemas de
acciónracional con respecto a fines. Status y contrato, co-munidad y sociedad,
solidaridad mecánica y solida-ridad orgánica, grupos informales y grupos
formales,relaciones primarias y relaciones secundarias, culturay civilización,
dominación tradicional y dominaciónburocrática, asociaciones sacras y
asociaciones secu-lares, sociedad militar y sociedad industrial, estamentoy clase,
etc.: todos estos pares de conceptos repre- 66

16. 16. sentan otras tantas tentativas de aprehender el cambiode estructura del marco
institucional de una sociedadadicional en su tránsito a una moderna. Incluso
elcatálogo de Parsons de posibles alternativas de orien-taciones de la acción ha de
ser incluido entre estastentativas, aunque Parsons pretenda lo contrario.Parsons
pretende, en efecto, que su lista constituyeuna representación sistemática de las
decisiones entreorientaciones de valor alternativas que el sujeto tieneque tomar en
cualquier acción, con independencia delcontexto cultural o histórico particular. Pero
si se miracon atención la lista, es difícil no darse cuenta de ladimensión histórica
del planteamiento que le subyace.Los cuatro pares de orientaciones alternativas de
va-lores:affectivity versus affective neutralityparticularism versus
universalismascription versus achievementdiffuseness versus specificityque
agotarían todas las decisiones fundamentales po-sibles, están cortadas a la
medida de un procesohistórico. Definen, en efecto, dimensiones relevantesdel
cambio de actitudes dominantes, en el paso de unasociedad tradicional a una
moderna. Pues de hechoen los subsistemas de acción racional con respectoa fines
las orientaciones que se exigen son la confor-midad con el aplazamiento de las
gratificaciones, laorganización del comportamiento según normas gene-rales, una
motivación centrada en el rendimiento in-dividual y en la dominación activa y,
finalmente, laatención a relaciones específicas y analíticas, más bienque las
orientaciones contrarias. 67
17. 17. Para reformular lo que Max Weber llama «raciona-lización», voy a tratar de ir
más allá del enfoquesubjetivo que Parsons comparte con Weber, y propo-ner un
marco categorial distinto. Voy a partir de ladistinción entre trabajo e interacción,
que considerofundamental10. Por «trabajo» o acción racional con respecto a
finesentiendo o bien la acción instrumental o bien la elec-ción racional, o una
combinación de ambas. La accióninstrumental se orienta por reglas técnicas que
descan-san sobre el saber empírico. Esas reglas implican encada caso pronósticos
sobre sucesos observables, yasean físicos o sociales; estos pronósticos pueden
resul-tar verdaderos o falsos. El comportamiento de la elec-ción racional se orienta
de acuerdo con estrategias quedescansan en un saber analítico. Implican
deduccionesde reglas de preferencias (sistemas de valores) y máxi-mas generales;
estos enunciados pueden estar bien de-ducidos o mal deducidos. La acción
racional con res-pecto a fines realiza fines definidos bajo condicionesdadas. Pero
mientras la acción instrumental orga-niza medios que resultan adecuados o
inadecuadossegún criterios de un control eficiente de la realidad,la acción
estratégica solamente depende de la valo-ración correcta de las alternativas de
comportamien-to posible, que sólo puede obtenerse por medio deuna deducción
hecha con el auxilio de valores ymáximas. Por acción comunicativa entiendo una
interacciónsimbólicamente mediada. Se orienta de acuerdo connormas
intersubjetivamente vigentes que definen ex- 10 Sobre las raíces de estos
conceptos en la historia de la filosofíacfr. mi aportación al homenaje a K. Lowich.
«Trabajo e interacción.Notas sobre la filosofía hegeliana del periodo de Jena», en
estevolumen, pp. 11 y ss. 68
18. 18. pectativas recíprocas de comportamiento y que tienenque ser entendidas y
reconocidas, por lo menos pordos sujetos agentes. Las normas sociales vienen
urgidaspor sanciones. Su sentido se objetiva en la comunica-ción lingüística
cotidiana. Mientras que la validez delas reglas técnicas y de las estrategias
depende de lavalidez de enunciados empíricamente verdaderos oanalíticamente
correctos, la validez de las normassociales sólo se funda en la intersubjetividad
delacuerdo sobre intenciones y sólo viene asegurada porel reconocimiento general
de obligaciones. La viola-ción de las reglas tiene consecuencias que son dis-tintas
en cada uno de los casos. El comportamientoincompetente que viola reglas
técnicas o estrategiascuya corrección está acreditada, está condenado alfracaso al

no poder conseguir lo que pretende. El «cas-tigo» viene inscrito, por así decirlo, en
el fracasomismo frente a la realidad. Un comportamiento des-viado, que viola las
normas vigentes, provoca san-ciones que sólo están vinculadas a la regla de
formaexterna, esto es, por convención. El aprendizaje delas reglas de la acción
racional con respecto a finesnos provee de la disciplina que representan las habilidades, la internalización de normas de comporta-miento nos dota de la disciplina
que representan lasestructuras de la personalidad. Las habilidades noscapacitan
para resolver problemas y las motivacionesnos permiten practicar la conformidad
con las normas.En el diagrama que sigue se recogen estas determi-naciones; sería
menester una explicación más detalla-da, que no podemos dar en este lugar.
Empezamospor no tener en cuenta el contenido de la fila última;precisamente esa
fila última recuerda las tareas pormor de cuya solución introduzco la distinción
entretrabajo e interacción. 69
19. 19. Marco institucio- Sistemas de acción nal: interacción racional con ressimbólicamente pecto a fines (ins- mediada. trumental y es- tratégica).Reglas
orientado- normas sociales reglas técnicas ras de la acciónNiveles de definilenguaje ordinario lenguaje libre de ción intersubjetiva- contexto mente compartidoTipo de definición expectativas recí- pronósticos condi- procas de comcionados: impe- portamiento rativos condicio- nadosMecanismos de internalización
de aprendizaje de haT adquisición roles bilidades y cua- lificacionesFunción del
tipo mantenimiento de solución de pro- de acción instituciones blemas (conse(conformidad cución de fines con las normas definida en rela- por medio del ciones
fin–medio) reforzamiento recíproco)Sanciones cuando castigo basado en
ineficacia: fracaso se viola una re- sanciones con- ante la realidad gia vencionales
(fra- caso frente a la autoridad)«Racionalización» emancipación, in- aumento de
las dividuación; ex- fuerzas produc- tensión de la co- tivas; extensión municación
libre del poder de dis- de dominio posición técnica 70
20. 20. Valiéndonos de estos dos tipos de acción podemosdistinguir a los sistemas
sociales según predomine enellos la acción racional con respecto a fines o la interacción. El marco institucional de una sociedad secompone de normas que dirigen
las interacciones lin-güísticamente mediadas. Pero existen subsistemas, co-mo
son el sistema económico o el aparato estatal,para seguir con los ejemplos de Max
Weber, en losque lo que fundamentalmente queda institucionalizadoson acciones
racionales con respecto a fines. En el ladoopuesto, tenemos subsistemas, como
son la familia o elparentesco, que ciertamente están asociados con unagran
cantidad de tareas y habilidades, pero que fun-damentalmente descansan en
reglas morales de inte-racción. Por eso, a nivel analítico, quiero distinguirentre 1) el
marco institucional de una sociedad o deun mundo socio–cultural de la vida, y 2)
los subsis-temas de acción racional con respecto a fines que estáninsertos en ese
marco. En la medida en que las ac-ciones están determinadas por el marco
institucionalvienen a la vez dirigidas y exigidas por expectativasde comportamiento,
objeto de sanción, que se entrela-zan unas con otras. En la medida en que vienen
de-terminadas por los subsistemas de acción racionalcon respecto a fines
responden a los modelos deacción instrumental o estratégica. Pero la garantíade
que se atengan con cierta probabilidad a reglastécnicas y a estrategias esperadas
sólo puede venirasegurada por medio de la institucionalización. Estasdistinciones
nos permiten reformular el concepto we-beriano de «racionalización». 71
21. 21. IV La expresión «sociedad tradicional» se ha hechousual a la hora de referirse
a los sistemas socialesque responden a los criterios de las culturas
superiores(civilizations). Estas representan una determinada eta-pa en la evolución
histórica de la especie humana. Sedistinguen de formas sociales más primitivas: 1)
por laexistencia de un poder central (organización estataldel dominio frente a la
organización por parentesco);2) por la división de la sociedad en clases socioeco-

nómicas (distribución de las cargas y compensacionessociales entre los individuos
según su pertenencia a lasdistintas clases y no según las relaciones de parentesco); 3) por el hecho de que está en vigor algúntipo de cosmovisión central (mito,
religión superior)que cumple la función de una legitimación eficaz deldominio. Las
culturas superiores están asentadas sobrela base de una técnica relativamente
desarrollada yde una organización del proceso de producción social,basada en la
división del trabajo, que hace posible laobtención de un excedente por encima de
la satisfac-ción de las necesidades inmediatas y elementales. Ydeben
precisamente su existencia a la solución delproblema que sólo se plantea con la
producción deun excedente: es decir, el de la distribución de formadesigual, y sin
embargo legítima, de la riqueza y deltrabajo según criterios distintos que los que
ofrece elsistema de parentesco ll . En nuestro contexto resulta relevante la circunstancia de que las culturas superiores, sobre la basede una economía dependiente
de la agricultura y dela artesanía, pese a considerables diferencias de una a 11
Cfr. sobre esto G. E. Lenski, Power und Privilegs. A Theoryof Social Stratification.
New York, 1966. 72
22. 22. otras, sólo han tolerado dentro de determinados lí-mites las innovaciones
técnicas y las mejoras organi-zativas. Como indicador de los límites a que tradicionalmente ha estado sometido el desarrollo de lasfuerzas productivas, baste
referirse al hecho de quehasta hace unos 300 años ningún gran sistema
sociallogró producir más que el equivalente de, a lo sumo,200 dólares per cápita y
año. El modelo estable de unaforma de producción precapitalista, de una
técnicapreindustrial y de una ciencia premoderna hace posibleuna relación típica
del marco institucional con lossubsistemas de acción racional con respecto a
fines:estos subsistemas, que se desarrollan a partir delsistema del trabajo social y
del stock de saber técnica-mente utilizable acumulado en él, no han
alcanzadonunca, pese a sus considerables progresos, ese puntoa partir del cual su
racionalidad hubiera podido con-vertirse en una amenaza abierta para la autoridad
delas tradiciones culturales legitimadoras del dominio.La expresión «sociedad
tradicional» hace referencia ala circunstancia de que el marco institucional
reposasobre el fundamento legitimatorio incuestionado querepresentan las
interpretaciones míticas, religiosas ometafísicas de la realidad en su conjunto —
tanto delcosmos como de la sociedad—. Las «sociedades tra-dicionales» sólo
pueden subsistir mientras la evoluciónde los subsistemas de la acción racional con
respectoa fines se mantiene dentro de los límites de la eficacialegitimadora de las
tradiciones culturales.12. Esto dalugar a una «superioridad» del marco
institucional,superioridad que ciertamente no excluye reestructura-ciones inducidas
por un potencial excedente de lasfuerzas productivas, pero que sí excluye la
disolución 12 Cfr. P. L Berger. The Sacred Canopy. New York. 1967. 73
23. 23. crítica de la forma tradicional de legitimación. Estainatacabilidad representa un
buen criterio de demar-cación de las sociedades tradicionales frente a las quehan
cruzado el umbral de la modernización. Este «criterio de superioridad» resulta, por
tanto,aplicable a todos los estadios de una sociedad declases estatalmente
organizada, que se caracterice porel hecho que la validez cultural de las
tradicionesintersubjetivamente compartidas (que legitiman la vi-gente organización
del poder) no es puesta explícitay seriamente en cuestión según los criterios de
unaracionalidad universalmente válida —ya sea la de lasrelaciones instrumentales
o la de las relaciones estra-tégicas. Sólo después que el sistema de
produccióncapitalista dota al sistema económico de un mecanis-mo regular, que
asegura un crecimiento de la produc-tividad no exento ciertamente de crisis, pero
sí con-tinuo a largo plazo, queda institucionalizada la intro-ducción de nuevas
tecnologías y de nuevas estrategias,es decir, queda institucionalizada la
innovación encuanto tal. Como han propuesto tanto Marx comoSchumpeter, cada

uno a su manera, la forma deproducción capitalista puede ser entendida como
unmecanismo que garantiza una extensión permanentede los subsistemas de
acción racional con respectoa fines y que, con ello, socava la «superioridad» tradicional del marco institucional frente a las fuerzasproductivas. El capitalismo es en
la historia univer-sal la primera forma de producción que ha institucio-nalizado un
crecimiento económico autorregulado: hadado lugar al industrialismo, que
después, pudo serdesligado del marco institucional del capitalismo yasentado
sobre mecanismos distintos que los de larevalorización del capital en términos de
economíaprivada. 74
24. 24. El umbral que existe entre una sociedad tradicionaly una sociedad que ha
entrado en un proceso demodernización no viene caracterizado por el hecho
deque bajo la presión de fuerzas productivas relativa-mente desarrolladas venga
impuesto un cambio es-tructural del marco institucional. Este ha sido el mecanismo de la evolución histórica de la especie desdeel principio. La novedad
estriba más bien en un estadoevolutivo de las fuerzas productivas que convierte
enpermanente tal expansión de los subsistemas de acciónracional con respecto a
fines y que, de esta forma, poneen cuestión la forma que las culturas superiores
tienende legitimar el dominio por medio de interpretacionescosmológicas del
mundo. Estas cosmovisiones de ca-rácter mítico, religioso o metafísico obedecen a
lalógica de los contextos de interacción. Proporcionanuna respuesta a los
problemas centrales del hombrerelativos a la convivencia social y al destino
individual.Sus temas son la justicia y la libertad, el poder y laopresión, la felicidad y
la satisfacción, la miseria y lamuerte. Sus categorías son la victoria y la derrota,
elamor y el odio, la redención y la condenación. Sulógica se ajusta a la gramática
de una comunicacióndistorsionada y a la causalidad del destino que ejercenlos
símbolos escindidos y los motivos reprimidos13.Ahora bien, la racionalidad
comunicativa de los juegoslingüísticos se ve confrontada en el umbral del
mundomoderno con una racionalidad de las relaciones fin–medio que va ligada a la
acción instrumental y estra-tégica. En cuanto esta confrontación se produce, asistimos al principio del fin de la sociedad tradicional:la forma de la legitimación del
dominio empieza aresultar insuficiente. 13 Cfr. sobre esto mi estudio: Conocimiento
e interés, Taurus,Madrid 1983. 75
25. 25. El capitalismo viene definido por una forma deproducción que no sólo plantea,
sino que tambiénresuelve este problema. Ofrece una legitimación deldominio, que
ya no es menester hacer bajar del cielode la tradición cultural, sino que puede ser
buscadaen la base que representa el trabajo social mismo. Lainstitución del
mercado, en el que los propietariosprivados intercambian mercancías, que incluye
al mer-cado en el que personas privadas que carecen depropiedad intercambian
como única mercancía sufuerza de trabajo, promete la justicia de la equiva-lencia
en las relaciones de intercambio. Con la cate-goría de la reciprocidad, también esta
ideología bur-guesa sigue convirtiendo todavía en base de la legiti-mación a un
aspecto de la acción comunicativa. Peroel principio de reciprocidad es ahora
principio de or-ganización del proceso de producción y reproducciónsocial mismo.
De ahí que el dominio político puedaen adelante ser legitimado «desde abajo» en
vez de«desde arriba» (invocando la tradición cultural). Si partimos de que la
división de una sociedad enclases socioeconómicas descansa en una
específicadistribución entre los distintos grupos, de las fuerzasde producción que
resultan relevantes en cada caso,remontándose a su vez esta distribución a la
institu-cionalización de relaciones de poder social, entoncespodemos partir del
supuesto de que este marco insti-tucional se ha identificado en todas las culturas
su-periores con el sistema de poder o dominio político:la dominación tradicional era
dominación política.Sólo con la forma de producción capitalista, puedela
legitimación del marco institucional quedar ligadade forma inmediata con el sistema

del trabajo social.Pues sólo entonces puede el orden de propiedad tro-carse de
una relación política en una relación de pro- 76
26. 26. ducción, ya que para legitimarse puede apelar ahoraa la racionalidad del
mercado, a la ideología del justointercambio, y no ya a un orden de
dominaciónlegítimo. El sistema de dominio puede ahora a su vezquedar justificado
apelando a las relaciones legítimasde producción. Este es el peculiar contenido del
de-recho natural racional desde Locke hasta Kant14. Elorden de la sociedad es
sólo mediatamente político, einmediatamente económico (el Estado burgués de derecho como «superestructura»). La superioridad de la forma de producción capitalista estriba en las dos cosas siguientes: en la instau-ración de un mecanismo
económico que garantiza alargo plazo la ampliación de los subsistemas de
acciónracional con respecto a fines y en la creación de unalegitimación económica
bajo la que el sistema de do-minación puede adaptarse a las nuevas exigencias
deracionalidad que comporta el progreso de esos subsis-temas. Es ese proceso de
adaptación lo que Max Weberentiende como «racionalización». En este proceso
deadaptación podemos distinguir dos tendencias, unaracionalización «desde
abajo» y una racionalización«desde arriba». Desde abajo se hace sentir una
permanente presióna la adaptación tan pronto como, con la institucio-nalización de
las relaciones territoriales de intercambiode bienes y de fuerza de trabajo por un
lado y de laempresa capitalista por el otro, se impone la nuevaforma de
producción. En el sistema del trabajo socialqueda asegurado el progreso
acumulativo de las fuer- 14 Cfr. Leo Strauss, Naturrecht und Geschichte. 1953; C.
B. Mac-Pherson, The Political Theory of Possessive Individualismus. O.U.P,1962;
J. Habermas, «Die klassische Lehre von Politik in ihremVerhältnis zur
Sozialphilosophie», en Theorie und Praxis.2, Neuwied,1967. 77
27. 27. zas productivas y, con ello, una expansión horizontalde los subsistemas de
acción racional con respecto afines, aunque ciertamente no sin pagar el precio de
lascrisis económicas. Por este medio, las formas tradi-cionales se ven cada vez
más sometidas a las condi-ciones de la acción instrumental o de la
racionalidadestratégica: la organización del trabajo y del tráficoeconómico, la red
de transportes, de noticias y de co-municación, las instituciones del derecho
privado, ypartiendo de la administración, las instituciones delderecho privado, y
partiendo de la administración*de las finanzas, la burocracia estatal. Surge así
lainfraestructura de una sociedad bajo la coacción ala modernización. Esta
infraestructura se apodera pocoa poco de todos los ámbitos de la vida: de la
defensa,del sistema escolar, de la sanidad e incluso de la fa-milia, e impone, lo
mismo en la ciudad que en elcampo una urbanización de la forma de vida, esto
es,subculturas que enseñan al individuo a poder pasaren cualquier momento de un
contexto de interaccióna la actitud que comporta la acción racional conrespecto a
fines. Paralela a la presión a la racionalización ejercidadesde abajo corre una
coacción a la racionalizacióndesde arriba, pues las tradiciones que legitiman
eldominio y orientan la acción, especialmente las inter-pretaciones cosmológicas
del mundo, se ven despro-vistas de su carácter vinculante al imponerse los nuevos criterios de la acción racional con respecto a fines.Lo que Max Weber llamaba
secularización tiene, aeste nivel de generalización, tres aspectos. Las imá-genes
del mundo y las objetivaciones tradicionales1) pierden su poder y su vigencia como
mito, comoreligión pública, como rito tradicional, como metafí-sica legitimante,
como tradición incuestionada. En * Sic. Se trata de un error en la edición impresa
[N. de E. digital.] 78
28. 28. lugar de eso 2) quedan transformadas en conviccionesy éticas subjetivas, que
aseguran el carácter vinculante,en términos privados, de las modernas
orientacionesde valor («ética protestante»), y 3) son reestructuradasen
construcciones que proporcionan las dos cosas si-guientes: una crítica de la

tradición y una reorgani-zación del material de la tradición así liberado, deacuerdo
con los principios del tráfico jurídico formaly del intercambio de equivalentes
(derecho natural ra-cional). Las legitimaciones resquebrajadas son sus-tituidas por
otras nuevas, que, por uña parte, nacende la crítica a la dogmática de las
interpretacionestradicionales del mundo y pretenden por tanto tenerun carácter
científico, y que, por otra, mantienen fun-ciones legitimatorias, poniendo así a las
relaciones depoder existentes a resguardo tanto del análisis comode la conciencia
pública. Sólo así surgen las ideologíasen sentido estricto: sustituyen a las
legitimaciones tra-dicionales del dominio al presentarse con la preten-sión de
ciencia moderna y justificarse a partir de lacrítica a las ideologías. Las ideologías
son coetáneasde la crítica ideológica. En este sentido no puede haberideologías
«preburguesas». La ciencia moderna asume en este contexto unafunción peculiar.
A diferencia de las ciencias filosóficasde viejo cuño, las ciencias experimentales
modernasvienen desarrollándose desde los días de Galileo en unmarco
metodológico de referencia que refleja el puntode vista trascendental de la posible
disposición téc-nica. Las ciencias modernas generan por ello un saber,que por su
forma (no por su intención subjetiva) es unsaber técnicamente utilizable, si bien, en
general, lasoportunidades de aplicación sólo se dieron posterior-mente. Hasta fines
del siglo XIX no se registra unainterdependencia de ciencia y técnica. Hasta
entonces 79
29. 29. la ciencia moderna no contribuyó a la aceleracióndel desarrollo técnico y, por
tanto, tampoco a la pre-sión racionalizadora que se ejerce desde abajo.
Suaportación al proceso de modernización es más bienindirecta. La física moderna
es objeto de una lecturafilosófica, que interpreta a la naturaleza y a la sociedaden
complementariedad con las ciencias naturales; lafísica moderna indujo, por así
decirlo, la imagen me-canicista del mundo del siglo XVII. En este marco
seemprendió la reconstrucción del derecho natural clá-sico. Este derecho natural
moderno fue el fundamentode las revoluciones burguesas de los siglos XVII, XVIIIy
XIX, por medio de las cuales las viejas legitimacionesdel poder fueron
definitivamente destruidas15. V Para mediados del siglo XIX la forma de
produccióncapitalista se había impuesto en Inglaterra y en Franciahasta el punto
de que Marx podía reconocer el marcoinstitucional de la sociedad en las relaciones
de pro-ducción y al mismo tiempo podía criticar el funda-mento legitimatorio que
representaba el intercambiode equivalentes; Marx llevó a cabo la crítica de
laideología burguesa en forma de economía política.: suteoría del valor–trabajo
destruyó la apariencia de lalibertad con la que la institución jurídica del
librecontrato de trabajo había hecho irreconocible la vio-lencia social subyacente a
la relación de trabajoasalariado. Lo que Marcuse critica a Max Weber esque éste,
sin prestar atención a la idea de Marx, seatiene a un concepto abstracto de
«racionalización» 15 Cfr. J. Habermas, «Naturrecht und Revolution», en
Theorieund Praxis 2, Neuwied, 1967. 80
30. 30. que no desvela sino que vuelve a ocultar una vez máslo específico que hay de
clase en esa adaptación delmarco institucional al progreso de los subsistemas
deacción racional con respecto a fines. Marcuse sabeque el análisis marxiano no
puede aplicarse ya sinmás a la sociedad del capitalismo tardío, que es la queMax
Weber tenía ya a la vista. Pero utilizando comoejemplo el análisis de Max Weber lo
que quiere esmostrar que la evolución de la sociedad moderna enel marco de un
capitalismo regulado por el Estado nopuede ser comprendida adecuadamente si
antes no hasido traído a concepto el capitalismo liberal. Desde el último cuarto del
siglo XIX se hacen notaren los países ca