La variable género. La violencia no es igual para chicos y chicas

4.4.8. La variable género. La violencia no es igual para chicos y chicas

  Una última e importante conclusión del estudio y revisión de las investigaciones existentes nos lleva a plantearnos la inclusión de la variable género en las mismas. Creemos que incluir la variable género en un estudio empírico supone tener en cuenta: a) el significado que tiene para cada uno el pertenecer al género femenino o al masculino (y sus implicaciones), b) las diferencias que en el comportamiento o rol sexual tienen los chicos y las chicas, y c) el conjunto de estereotipos de género o creencias que las chicas y los chicos tienen acerca de las características que se consideran apropiadas para los hombres y para las mujeres.

  Las creencias, los comportamientos y los significados que para las chicas y los chicos tiene la violencia no son los mismos. Como hemos comprobado, muchos de los resultados encontrados parecen estar influidos por esta variable. Los chicos y las chicas no viven ni interpretan las mismas experiencias del mismo modo, y tampoco las mismas experiencias tienen el mismo significado o consecuencia. Estas diferencias deben ser tenidas en cuenta a la hora de diseñar instrumentos de investigación y a la hora de analizar los resultados encontrados.

  Comparar los datos de la violencia de las chicas y de los chicos obviando estas diferencias nos lleva a conclusiones erróneas, por lo que creemos importante que este factor sea tenido en cuenta en la planificación y análisis de futuras investigaciones.

  4.5. Una reflexión: ¿Violencia hacia las chicas jóvenes?

  Como hemos comprobado, casi la totalidad de los estudios que analizan la violencia en jóvenes desde el punto de vista de las relaciones de pareja lo hacen indistintamente en ambos sexos. Los únicos acercamientos que se han realizado al estudio específico de la violencia recibida por las chicas jóvenes en sus relaciones afectivas son: el estudio de Duque (2006) sobre las relaciones en las discotecas, y el factor evaluado en el estudio de la Comunidad de Cantabria (2007) referente a los malos tratos recibidos por razones de género, que estaba únicamente destinado a conocer la percepción de violencia en las chicas, y no así en los chicos. El resto, en cambio, estudia las cifras de chicas y de chicos violentos con sus parejas, pero como hemos explicado, comparan los resultados del grupo de chicos y del grupo de chicas, a pesar de que busquen las diferencias entre ambos comportamientos.

  Sin embargo, es sobradamente conocido el hecho de que la violencia es más frecuentemente ejercida por el sexo masculino, y también, concretamente en el caso de los chicos jóvenes (del Barrio, 2004). Esta conclusión nos lleva a una reflexión que consideramos importante remarcar.

  La violencia contra las mujeres se trata de un tipo de violencia que se ejerce por parte de los hombres y de la cual son víctimas las mujeres, por el mero hecho de ser mujeres. La violencia contra las mujeres se puede manifestar en muchos ámbitos, pero si nos circunscribimos al ámbito

  de las relaciones de pareja heterosexuales, la violencia es ejercida por un hombre, que, debido a su situación de privilegio y poder en dicha relación, utiliza la misma contra la mujer con la que mantiene la relación.

  La violencia contra las mujeres en sus relaciones de pareja ha sido frecuentemente estudiada e investigada en los últimos años. El volumen existente de literatura sobre la misma nos habla de la historia de la violencia contra las mujeres, las distintas manifestaciones de la misma, las distintas clasificaciones existentes, intenta explicar los mecanismos influyentes, los factores de riesgo, los perfiles de la víctima y el maltratador, las consecuencias que tiene en la salud de las víctimas, el tratamiento adecuado, las medidas legales a adoptar, y un largo etcétera.

  Sin embargo, cuando nos acercamos a esa parcela de mujeres que tienen entre 18 y 29 años y tratamos de recopilar los estudios que sobre este colectivo juvenil se han realizado, nos sorprende enormemente la situación de injusticia en que este colectivo se encuentra. Injusticia que se refleja en el hecho de que la violencia sea estudiada en todo el conjunto de jóvenes por igual.

  No parece considerarse que la violencia contra las mujeres jóvenes sea un fenómeno especial y distinto al resto de la agresividad o la violencia que los jóvenes pueden utilizar en sus relaciones cotidianas, de modo que, se analiza la violencia en las relaciones de noviazgo, o la violencia en las parejas jóvenes, pero no la violencia específica que las mujeres reciben en sus relaciones de pareja por parte de sus parejas masculinas.

  Si tomamos al grupo de mujeres en general como colectivo, podemos comprobar que las investigaciones que analizan la violencia que reciben no tratan de buscar si ellas son igual de violentas con sus parejas sentimentales, no analizan las características del maltrato hacia los hombres, ni se pretende comparar las cifras de violencia en hombres y en mujeres. Se parte del hecho que comentábamos anteriormente, de que estamos hablando de un fenómeno, con causas sociales, donde el agresor es un hombre y la víctima una mujer, y así lo evidencian las estadísticas. Se analiza una violencia que reciben las mujeres en sus relaciones por el hecho de ser mujeres.

  Por tanto, las mujeres jóvenes, por el mero hecho de ser mujeres, deberían contar con estudios precisos y concretos que analicen la realidad de la violencia que reciben como mujeres y como jóvenes de forma específica y diferenciada, y como una entidad concreta y delimitada.