Las controversias

4.3.2.7 Las controversias

  Los grandes descubridores como Evans o Schliemann despiertan respeto y admiración. Sin embargo, sus errores y contradicciones terminan siendo puestos de manifiesto y es justamente gracias a esta crítica y constante revisión de los modelos como el conocimiento avanza. Así como a Schliemann lo desacreditan estudios como el

  de Calder y Traill (Calder Traill edds 1986, Traill 1993, 1995), tiene también Evans numerosos detractores, que han puesto el dedo en la llaga sobre algunas de sus más evidentes equivocaciones. Estos autores cuestionan, redefinen o rechazan distintos aspectos del trabajo de Evans, relacionados con la la inexactitud de su cronología y la interpretación de los artefactos y sus funciones (MacNeal 1973, Cherry 1983, McEnroe 1995, MacGillivray 2006, Klynne 1998, Schoep 1999, Hamilakis (ed.) 2002).

  Son muchas las cuestiones objeto de discusión. Aquí nos limitaremos a mencionar algunas de las más llamativas y a señalar cómo las resuelve Kazantzakis: la pretendida originalidad de los minoicos y sus repercusiones en la cuestión de la lengua y las

  316 Helena González Vaquerizo, La Odisea cretense y modernista de Nikos Kazantzakis

  relaciones con Egipto, la contradicción entre el fin de la civilización minoica y su reivindicación como cuna de Europa, el carácter de las reconstrucciones y las acusaciones de falsificación o la influencia del presente y de los prejuicios personales en la interpretación del pasado.

  La idea de que los minoicos eran una civilización completamente original y distinta tanto de la griega como del resto de las contemporáneas llevó a Evans a algunos errores. Hubiera sido lógico pensar, por ejemplo, y aunque tan solo fuera como hipótesis, que la lengua de los antiguos habitantes de una isla tan vinculada a Grecia como Creta fuera griega. Pero Evans se opuso desde el principio a esta idea, con el resultado de un retraso considerable en el desciframiento de un sistema de escritura que, contra todo pronóstico pero con perfecta lógica, recogía una forma arcaica de griego.

  Antes de lograr descifrar el Lineal B, Michael Ventris, que era un outsider, esto es, que no pertenecía a la comunidad académica, llevó a cabo un experimento nada usual en ese mundo: lanzó una encuesta para informarse del estado de la cuestión, que es conocida como el Mid-Century Report de 1949. En ella la mayor parte de estudiosos expresó sus dudas respecto a que las tablillas aún por descifrar pudieran estar escritas en griego. En 1939 un discípulo de Evans había dicho: lo único que podemos afirmar del lenguaje de los minoicos es que no era griego (Pendlebury 1965: 302). Sin embargo, el Lineal B era un sistema de escritura al uso en Pilos y Micenas y la cuestión que no parecía plantearse nadie era si tampoco los micénicos hablaban griego.

  Kazantzakis no se aventura a opinar sobre la lengua de los minoicos. En su Odisea, como en la de Homero, los personajes siempre hablan griego o, al menos, no se dice lo contrario. Cierto es que en su Odisea son los tiempos de Idomeneo y no los de Minos, a pesar de que, como ya se ha visto, el ambiente sea una recreación del mundo minoico. Sí hay alusiones a la escritura, pues Kazantzakis estaba al corriente de la existencia de las tablillas. De este modo, cuando Odiseo y sus compañeros llegan a Creta, un centinela les pregunta por su estirpe para inscribirlos en el registro: llevaba un punzón metálico y una placa de cera para grabar las palabras (Kaz. Od. E, 372).

  Tampoco en sus otras obras de ambiente minoico encontramos que Kazantzakis se haga eco de las controversias en torno al lenguaje y la escritura minoicos. Quizá el sentido común y la intuición le dictaran que, mientras no hubiera ninguna evidencia en contra, era preferible imaginar a los antiguos pobladores de Creta hablando, como los modernos, en griego. No obstante, en el proceso paulatino de helenización de los

  4. LA ODISEA CRETENSE: 4.3 Arqueología relativa

  minoicos que parece darse en sus obras pudo ser decisivo el desciframiento del Lineal B (Beaton e.p.). Poco a poco, opina Beaton, Kazantzakis se permitió algo a lo que Evans siempre se opuso: atribuyó a la civilización minoica los logros del “espíritu griego”, otorgando a los “exóticos” y “extraños” minoicos carta de helenidad. Este proceso es paralelo, a su juicio, al del desciframiento del Lineal B.

  En una carta de Kazantzakis a Tea Anemogianni en julio del 46 encontramos una curiosa descripción de John Linton Myres intentando descifrar el Lineal A en Oxford. Kazantzakis estaba al corriente de los avances en el desciframiento:

  […] son muy interesantes sus científicos, arqueólogos, lingüistas, físicos, matemáticos. En las especialidades tienen un gran valor: he visto al viejo Myres, digno de lástima, camina con dos bastones, anciano de 80 años, que ya no puede hablar bien e intenta día y noche descifrar la escritura minoica. Me enseñó sus manuscritos. ¡Tarea enorme, difícil y complicada! ¡Cómo ha reunido todos los alfabetos de la época, qué conexiones ha ideado, qué esperanzas ha hallado! Y, cuando le deseé que con la ayuda de dios alcanzara a encontrar la clave, dio un golpe con su bastón: ¡No voy a morirme, la hallaré! (Kazantzaki,

  E. 1977: 528).

  Myres no descifró el Lineal A. Ni él ni nadie hasta la fecha. El Lineal B, por el contrario, desveló al mundo sus secretos y, a pesar de las dificultades, pudo ser identificado como una forma arcaica de griego, donde pueden reconocerse nombres de divinidades, objetos y números (Ventris Chadwick 1956, Chadwick 1958, 1976 y 1986, Guthrie 1959, Palmer 1961). Las tablillas eran las cuentas de los palacios, preservadas por el azar de los incendios que cocieron la arcilla.

  Pero incluso tras el desciframiento prevalecen el misterio y el silencio para Kazantzakis en lo que respecta a los minoicos:

  Mi cabeza desbordaba preguntas, no hablaba. Volvieron a pasar ante mis ojos los fabulosos frescos –ojos grandes, almendrados, negras trenzas ondeantes, graves señoras con el pecho descubierto, con carnosos y sensuales labios, aves, faisanes y perdices, monos azules, príncipes con plumas de pavo real en la cabeza, bravíos toros sagrados, jóvenes sacerdotisas con los brazos rodeados por serpientes sagradas, muchachos azules en jardines floridos– gracia, fuerza, gran riqueza, un mundo lleno de misterio, una Atlántida 161 surgida del suelo

  161 Kazantzakis se hace eco aquí de las teorías que identifican a Creta con la Atlántida perdida (Frost 1909 y 1913, Balkie 1910: 256-259, Blach 1917, coombs 1919 y Marinatos, S. 1950: 195). Junto a estas teorías

  en auge durante los años de gestación de la Odisea estaba la identificación de Creta con la Feacia homérica (Leaf 1915: 183 y Cottrell 1958: 255-25). Uno de los argumentos a favor de esta última teoría era la alusión a la profecía que auguraba que Posidón, irritado por la ayuda que los feacios prestaron a Ulises, haría desaparecer Feacia tras una inmensa montaña (Hom. Od. XIII, 173-183). La hipótesis de la Atlántida volvió a cobrar importancia cuando en 1967 A. Galanopoulos, J.W. Mayor, E. Vermeule y S.

  318 Helena González Vaquerizo, La Odisea cretense y modernista de Nikos Kazantzakis

  cretense nos mira con sus enormes ojos negros, pero sus labios permanecen aún sellados (Kazantzakis [1956] 2007: 151).

  Igualmente lógico hubiera sido pensar que la civilización egipcia, contemporánea en el tiempo y cercana en la geografía, podía presentar analogías con la minoica que ayudaran a interpretar correctamente los hallazgos. De hecho, el conocimiento de Egipto fue muy necesario para datar los hallazgos minoicos y la presencia de los keftiou en las tumbas egipcias se entendió como el testimonio de las relaciones entre ambos pueblos. ¿Por qué entonces no se pensó que el fresco minoico de la procesión, tan semejante a los egipcios, pudiera también pertenecer a un contexto similar? Es decir, ¿por qué Evans no contempló nunca la posibilidad de que el fresco fuera la decoración

  de un templo o una tumba? Al parecer, hay indicios que apuntan en la dirección de Knossos como lugar de culto e incluso necrópolis, más que como residencia real.

  Efectivamente, tan pronto como en el año 1935 el influyente pensador Oswald Spengler ponía en duda la interpretación misma de Knossos como un palacio. Ante una construcción sin murallas, unos frescos con imágenes de toros, que recordaban la historia del Minotauro, y ante ese peculiar trono, más adecuado para una imagen votiva o una momia, se preguntaba si Knossos y Festos no habrían sido templos de los muertos, santuarios del más allá, aunque no se atrevía a afirmarlo por carecer de datos que lo probaran (Spengler 1937). El pañuelo lanzado por Spengler lo recogió años más tarde otro alemán, el geólogo Wunderlich, quien defendió que todo el palacio de Minos sería un inmenso templo funerario a imagen del laberinto de Hawara, una necrópolis (Wunderlich 1975). Otros han concluido en el mismo sentido: Si uno ignora la reconstrucción, la evidencia arqueológica señala que Knossos fue un templo, no un palacio (Castleden 1990a: 48).

  También se daba una contradictio in terminis al reclamar a los minoicos como cuna de la civilización europea si al tiempo se aseguraba que las catástrofes naturales habían terminado con ella. Si la destrucción total había privado a Creta de los logros minoicos, no era posible reclamar una continuidad cultural entre los minoicos y Grecia, pero nadie parecía caer en la cuenta. Los seguidores de Evans se empeñaron, como él, en ver elementos minoicos en la Creta contemporánea, tales como los bailes, o asegurar que perviven características raciales del linaje “persistente y absorbente” de los

  Marinatos hallaron en la isla de Tera una ciudad minoica destruida por un seísmo, el yacimiento de Akrotiri (Page 1970, Marinatos, S. 1984).

  4. LA ODISEA CRETENSE: 4.3 Arqueología relativa

  minoicos, como, por ejemplo, los talles de avispa de algunos jóvenes montañeses (Pendlebury 1965: 300). Parece probable que, en efecto, en los bailes (cf. 4.2.3) e incluso en las fisiognomías pervivan rasgos minoicos, pero esto no es nada sorprendente. Si no se da la destrucción absoluta de un pueblo y su cultura, sus rasgos culturales y genéticos pervivirán mezclados con los de los pobladores posteriores. Quizá Evans se aferrara a la idea de la destrucción porque necesitara que los minoicos hubieran desaparecido para explicar que de sus logros no hubiera quedado nada.

  En realidad, si la sofistificación y el arte minoicos no tienen parangón en el mundo antiguo, es porque están excesivamente impregnados de la sofistificación y el arte de la época en que fueron descubiertos. Esto nos conduce al polémico tema de las reconstrucciones de la arquitectura y los frescos de Knossos.

  A Evans unos descubrimientos le ayudaron a restaurar otros. Así estableció, por

  ejemplo, un paralelo entre la impresión de un sello minoico y una cabeza de león (tipo rhyton) de Micenas (Evans 1921-1935 II, 2: 419-420) y comparó Knossos con esta última (Evans 1921-1935 IV, 1: 223 ss.). También el famoso fresco de la taurocatapsia

  de los jóvenes sobre el toro fue reconstruido por uno de los Gillieron a partir de una pintura similar en la que había trabajado en Tirinto para Schliemann. Y es célebre entre los estudiosos el caso de “El recolector de azafrán”, identificado primeramente como un joven y más tarde como un mono azul.

  63: “El recoletor de azafrán” (ca. 1700-1600 a.C.), Knossos.

  La crítica más generalizada a las reconstrucciones es la de que las escenas de Knossos anticipan y no por casualidad el Art Nouveau del siglo XX europeo. Y no solo la decoración recuerda excesivamente al arte del siglo XX, también las técnicas que utiliza para reconstruir el yacimiento –el hormigón armado, por ejemplo– pertenecen al siglo XX. Como irónicamente señala Gere (2009) la reconstrucción debe tanto a la arquitectura moderna como a la Edad de Bronce y ostenta el raro privilegio de ser uno

  de los primeros edificios de hormigón armado levantados en la isla. Además, algunos de

  320 Helena González Vaquerizo, La Odisea cretense y modernista de Nikos Kazantzakis

  los colaboradores de Evans fueron acusados de falsificar objetos que a menudo Evans tomó por verdaderos (MacGillivray 2006: 452-454). Tanto las falsificaciones como las imaginativas reconstrucciones sirvieron para engendrar nuevas ideas y reforzar concepciones que aún hoy prevalecen (Lapatin 2002: 156-160 y 2006: 89-106).

  Así, muchos coinciden en que en el estado actual del yacimiento no importa ya el significado original de Knossos, que se nos escapa, sino lo que hoy día han llegado a

  representar imágenes como la del “Príncipe de los Lirios” 162 :

  En el transcurso del siglo desde que se reunieron sus partes, el príncipe ha adquirido una fuerza simbólica. El fresco es una imagen falsa que la exposición ante millones de personas

  ha hecho verdadera, inserta en la imaginacón popular como la expresión esencial de la elegancia minoica y la vivacidad del espíritu […] hay una copia en el pórtico de la entrada sur del palacio donde Evans la colocara en 1901, una contundente prueba -si es que necesitábamos una- del poder de la imagen para trascender las categorías objetivas de verdad y falsedad (Unsworth 2004: 140-141).

  64: El “Príncipe de los lirios” (ca. 1550 a.C.), Knossos.

  Un cretense de-cintura-avispada (Kaz. Od. E, 821)

  Las reconstrucciones, que emprendió para evitar la ruina de las estructuras una vez expuesta a la climatología cretense, tienen sin duda un aspecto idealizado y de sospechoso gusto moderno. El Art Nouveau de la década de 1920 está detrás del aspecto actual de Knossos (Garrett 1994: 173). Sin embargo, Evans se mostró siempre absolutamente seguro de la fidelidad de su trabajo (Evans 1927). A pesar de su confianza, no solo la decoración de las salas, sino su propia forma y función podrían haber sido malinterpretadas por Evans en función de su idea de lo que debían haber sido

  Figura que es un pastiche. Evans explicó el inusual tono claro de piel como rasgo aristocrático. En realidad una o más de las tres figuras a partir de las cualesse compuso era femenina (Nikolaidou 2010).

  4. LA ODISEA CRETENSE: 4.3 Arqueología relativa

  (Castleden 1990a: 33-35). En definitiva, el visitante de Knossos contempla una combinación de las ruinas que Evans encontró con el palacio que reconstruyó. Su interpretación de las mismas dependerá finalmente de criterios estéticos y no científicos. Esto es lo que ha ocurrido tanto en el mundo académico como en el ámbito literario (Whitmore 2004: 11, 13). Los autores se han acogido a la versión del pasado minoico que más de acuerdo estaba con su propia sensibilidad y han apoyado o desacreditado a Evans según esta. Así, los minoicos han sido una civilización pacífica para quienes coincidían con Evans y una perversa para quienes discrepaban.

  Las impresiones de los visitantes ante el yacimiento se polarizan entre la verdad o la falsedad de las reconstrucciones. De esta manera parece como si a partir de Evans la antigua tradición de la mentira cretense se renovara. Knossos es percibido en ocasiones como un fraude y en otras como una conmovedora evocación del pasado, dependiendo en gran medida de las expectativas con que se llegue al yacimiento. En la literatura de viajes de mediados del siglo XX, por ejemplo, podemos observar las dos tendencias, unidas, a su vez, a la asignación de valores de género al yacimiento (Whitmore 2004; cf. 5.4.1.2).

  No es solo que los visitantes lleguen a Knossos con sus propios prejuicios y los apliquen al yacimiento, sino que el propio Evans imprimió un sello demasiado personal al sitio. Quiso encontrar a Minos e interpretó la evidencia a la luz de su deseo (Castleden 1990a: 18-26).

  Uno de sus deseos era el de un mundo en paz: una civilización de pacíficos comerciantes como la idealizada sociedad del Reino Unido. La utopía pacifista de Evans se entiende como una vía de escape a la Europa de entreguerras (Harrington

  1990) y una visión idealizada de la era victoriana tardía o eduardiana 163 , cuando un gran rey gobernaba no solo una próspera isla, sino todo un imperio de colonias de ultramar

  (Castleden 1990a: 36). Las semejanzas de la talasocracia minoica con el imperio británico y sus colonias de ultramar encuentran hoy una curiosa evocación en las Minoan Lines. La compañía que une a Creta por mar con el resto de Grecia y con Italia tiene como imagen corporativa al “Príncipe de los Lirios” (Hamilakis (ed.) 2002: 3).

  La Inglaterra victoriana había tomado muchos de sus mitos (por ejemplo, el del buen salvaje) de la antigua Grecia. En su período tardío, con el príncipe Eduardo VII como sucesor de la Reina Victoria, se veían a sí mismos como el Imperio Romano respecto a los griegos de época clásica, habiendo perdido su pureza y vitalidad, y admiraban el todavía inalterado paisaje eterno del Mediterráneo (Jenkins 1980).

  322 Helena González Vaquerizo, La Odisea cretense y modernista de Nikos Kazantzakis

  Por otra parte, si, como quiso Evans, los minoicos fueron un pueblo pacífico, pudieron ser los precursores de los eteocretenses de gran corazón de Homero. Podrían incluso ser el origen de la utopía feacia (cf. nota 159), una sociedad pacífica (Hom. Od.

  VI, 201-205; 270-272), donde la vida era un regalo (Hom. Od. VII, 248-253). Sin embargo, no todo fue tan inocente en la Creta minoica. En fechas posteriores a la muerte de Kazantzakis se han encontrado evidencias de la práctica de sacrificios humanos y canibalismo, tanto en el yacimiento de Archanes como en el de Knossos (Sakellarakis Sakellarakis 1977, Warren 1982-1983).

  Por último, la interpretación de Evans de las figuras femeninas como imágenes de la Diosa Madre también podrían estar basadas en las nociones victorianas sobre el matriarcado prehistórico, que los falsificadores reforzaron con copias (Lapatin 2001). La idea del matriarcado cretense se apoya en la divinidad femenina, las leyes de Gortina y la elevada posición social de las mujeres minoicas (Evans 1921-1935, III: 227; cf. Anderson Zinssen 1988, Bamberger 1974). La diosa de Evans es madre, sus atributos son la fertilidad y el nacimiento, pero en otras áreas las diosas se dedican también a legitimar el poder y proteger ciudades (Morris 2006: 70). Las leyes de Gortina, según las cuales el hijo de una mujer libre y un esclavo era libre, refuerzan esta hipótesis (Aristóteles, Política, 1271 b). Por último, en los frescos las mujeres se mezclan con los hombres, sus ropas son provocativas y su relación libre (Evans 1921-1935, III: 58-59).

  No obstante, el mismo Evans interpretó las escenas de mujeres en ventanas como posibles prostitutas de templo, como las de Biblos o Heliopolis. Quizá la Diosa tenía sus kadishtu (sic. Evans. Kadish, término acadio para ‘sagrado’) y ‘hierodulas’ tipo oriental en el santuario: Pero su aspecto no es el de un gremio aparte de mujeres sedentarias, sino que parecen dispuestas a intercambiar sus ropas con los jóvenes y a tomar parte

  de las acrobacias con el toro (Evans 1921-1935, III: 60-61). Si la sociedad minoica tuvo un carácter matriarcal este ha dejado muy leves evidencias. Lo resaltan quienes insisten en un conexión con Asia Menor (Ridgeway 1901, II: 76).

  En el caso de Evans, que había perdido a su madre a los seis años, parece que es la idealización victoriana de la maternidad la que lo conduce a entender la religión minoica como matriarcal y a enfatizar los rasgos sexuales (Morris 2006: 69-78). Aunque no se refiere nunca a Bachofen (1861), padre de las teorías matriarcales, lo conoce, pues entre los ritualistas de Cambridge, como Freud o Harrison, y Evans sí hay

  4. LA ODISEA CRETENSE: 4.3 Arqueología relativa

  referencias mutuas. Además, no hay que olvidar que la reina Victoria ostenta el título de Madre de la Nación en este momento.

  Lo minoico se asocia a figuras femeninas, que para Evans representaban siempre a la Diosa Madre. La idea es un poco la del eterno femenino (das ewige weibliche) de Goethe o Kazantzakis, para quien cada rostro de mujer era el rostro de todas las mujeres y cada mujer una diosa. Las ideas sobre la maternidad en el siglo XIX-XX, sociales e intelectuales, la teoría de la evolución, la psicología freudiana y el cuerpo femenino en la medicina, la idealización victoriana de la maternidad, hicieron el resto.

  Sin embargo, la sociedad que Kazantzakis describe en su Odisea es claramente patriarcal, con un soberano al frente, que se identifica con el toro. El recuerdo del matriarcado está en la necesidad de renovar su poder mediante la comunión con la Diosa Madre, que aún ejerce su influencia.

  4. LA ODISEA CRETENSE: 4.4 Religión y mitología