Principales representantes y características generales

5.1.1 Principales representantes y características generales

  Según el manual tradicional de referencia de Bradbury McFarlane (1991: 30- 35), publicado por primera vez en 1976, el Modernismo europeo se forja a finales del siglo XIX y llega, aproximadamente, hasta los años 30 del XX. Sin embargo, hoy día se

  detectan sus raíces antes y se cree que se siguen sintiendo sus efectos 234 .

  Literariamente el auge del movimiento se puede situar en 1922 con la publicación del Ulises de Joyce y La tierra baldía de T.S. Eliot. En Grecia la llamada generación del

  30, que perdura hasta los años 60 y que cuenta con poetas de la talla de Ritsos o los premios Nobel Seferis y Elytis, es su representante más reconocible (Tziovas 1997, Layoun 1990, Beaton 2011: 235; cf. 5.2).

  Las raíces del Modernismo están en poetas y novelistas como Baudelaire, Flaubert, Dostoievski, esto es, en las formas proto-modernistas del simbolismo y el naturalismo (Lewis 2011: 8), y en la filosofía de Nietzsche o Kierkegaard. A finales del siglo XIX escriben obras “modernas” Strindberg, Chekhov, James y Conrad. Otros autores conocerán su apogeo en los años veinte, si bien ya estaban escribiendo antes de la I Guerra Mundial: A. Gide, M. Proust, P. Claudel, P. Valéry, G. Apollinaire, T. Mann, F. Kafka, H. Hesse, S. George, R.M. Rilke, W. Yeats, D.H. Lawrence, E. Pound o J. Joyce son algunos de ellos. En la danza destaca Isadora Duncan (cf. 4.4.2.1), mientras que la ciencia conoce también un desarrollo espectacular en biología, genética y física, así como el nacimiento la psicología con Freud, que publica La interpretación

  de los sueños en 1900 y Tótem y Tabú en 1913 (Freud 1953-1974). Al mismo tiempo, Weber y Durkheim desarrollan la sociología moderna, junto con Sorel 235 .

  Sus representantes son, por tanto, figuras destacadísimas de muy diversos países y muy diversas disciplinas artísticas, así como ámbitos de la cultura y el conocimiento. El cosmopolitismo es uno de sus rasgos diferenciadores. Hay entre ellos pintores como H. Matisse, P. Picasso y G. Braque, músicos como I. Stravinsky, novelistas como W. James, T. Mann, J. Conrad, M. Proust, I. Svevo, J. Joyce, A. Gide, F. Kafka, R. Musil,

  234 Sobre el Modernismo en general cf. los manuales Bradbury McFarlane 1991, Lewis 2007; sobre el europeo en particular cf. Lewis 2011, Eysteinsson Liska (eds.) 2007.

  Max Weber (1864-1920) filósofo, economista, jurista, historiador, politólogo y sociólogo alemán, considerado uno de los fundadores del estudio moderno, antipositivista, de la sociología y la administración pública; Émile Durkheim (1858-1917), sociólogo francés; Georges Eugène Sorel (1847- 1922) filósofo y teórico del sindicalismo revoulcionario.

  5. LA ODISEA MODERNISTA: 5.1 El Modernismo europeo

  H. Hesse y W. Faulkner, poetas como S. Mallarmé, P. Valéry, T.S. Eliot, E. Pound, R.M. Rilke, F. García Lorca, G. Apollinaire o A. Breton, dramaturgos como A. Strindberg y L. Pirandello.

  Los estilos de estos autores y artistas son muy distintos entre sí. Aquello que caracteriza a todos por igual es su capacidad de valerse por sí mismos, al margen de ninguna corriente o movimiento, esto es, su estilo personal. Sus obras tienen estructuras únicas, que parecen apropiadas solo para sí mismas. Como si una falta general de estilo en el Modernismo forzara a los autores a desarrollar un estilo propio u obras con un estilo concreto muy marcado. Esto explicaría tanto la experimentación, como la frecuencia con que un mismo autor crea obras muy diferentes entre sí.

  Como señala Williams (2007: 43): No es solo la continuidad, es también la diversidad de los temas que constituyen una parte

  tan grande del repertorio del arte moderno lo que debería enfatizarse. Aunque el Modernismo pueda ser clarmente identificado como un movimiento distintivo […] está también fuertemente caracterizado por su diversidad interna de métodos y énfasis: una secuencia […] de innovaciones y experimentos que siempre se reconocen de manera más inmediata por aquello con lo que rompen que por aquello hacia lo que tienden.

  No obstante el Modernismo, en apariencia tan heterogéneo, comparte una metodología. El llamado “método mítico” 236 consiste en sustituir la mímesis tradicional

  por el simbolismo y por la metáfora. Se pretende traspasar la dimensión superficial de la “realidad” para alcanzar un estrato profundo de orden mítico-religioso (Hinterhäuser 1998: 11). No solo Joyce, también Proust, Kafka, Mann, Yeats, Faulkner, Seferis, Kavafis, Kazantzakis, Elytis y Ritsos operan de este modo alguna vez en sus obras, si no siempre: miran al pasado para entender lo que en el presente se encuentra

  destruido 237 . El mito es capaz de imponer un orden simbólico y poético en el caos que la Modernidad percibe y de liberar la imaginación 238 . Eliot definiría el método mítico

  como un medio de controlar, ordenar, dar forma y significado a la enorme paradoja de la futilidad y anarquía que es la historia contemporánea (Eliot 1923: 201).

  Llamado “método mítico” por el teórico del movimiento, T.S. Eliot, en su célebre artículo sobre el Ulises de Joyce (Eliot 1923: 271).

  237 El Postmodernismo irá más allá, no creyendo en ningún significado oculto, en ninguna verdad que el autor pueda desvelar en su obra: todo para ellos es una puerta a la misma nada, como en Beckett. Si antes

  del Modernismo todo es lógico, si durante este el mundo es un laberinto cuyo hilo el autor posee, en el Postmodernismo no hay laberinto, pero queda el hilo, es decir, la obra, que nos invita a recorrer un camino sin sentido (Bien en Tziovas 1997: 261).

  238 El resultado será “una especie de misticismo sociológico” según Sorel (Hughes, S. 1958: 176).

  392 Helena González Vaquerizo, La Odisea cretense y modernista de Nikos Kazantzakis

  Otras claves para entender el Modernismo europeo serían la preocupación por el lenguaje, el inconsciente, la sexualidad y el género, la relación con las instituciones y el liberalismo, la concepción de Europa como “otra” en el marco del cosmopolitismo y la caída de los grandes imperios (Lewis 2011: 2).

  Los modernistas toman conciencia de la contingencia del lenguaje y sus referentes

  a partir de los trabajos de Saussure y de Wittgenstein, que vuelven a hundir sus raíces en el pensamiento de Nietzsche y la obra de Flaubert. Tanto en la periferia del continente europeo como en su mismo centro, los escritores modernos se involucran activamente en apoyar la causa de los dialectos o las lenguas habladas que pujaban por convertirse en lenguas nacionales (Lewis 2011: 3). Ya vimos con detenimiento el caso de Kazantzakis, acérrimo defensor del demoticismo en Grecia (cf. 3.4.1)

  La importancia de la irracionalidad y el inconsciente es también herencia del siglo

  XIX, difundida en Europa central gracias al trabajo de Freud (cf. 5.4.1.3). El estudio del inconsciente es una faceta más del intento de traspasar las fronteras entre la vida y el arte que habían perseguido la bohème de Baudelaire, el decadentismo de D’Annunzio o el dandismo de Wilde.

  En efecto, el Modernismo es un movimiento llamado, como toda nueva corriente,

  a trastocar el orden establecido. Sin embargo, no rompe con el Romanticismo, sino que entre los dos se da una continuidad. De este modo, la intensa subjetividad del espíritu romántico siguió siendo central para el moderno. Muchos de los rasgos de este último se daban ya a finales del siglo XIX y a partir de ahí evolucionaron: el interés por destruir la superficie de la realidad, el intento de cruzar el tiempo histórico con el movimiento y ritmo de la mente subjetiva, la búsqueda de una imagen iluminadora, el orden ficticio en lugar de la historia consecutiva, la creencia en que la percepción es plural, la vida múltiple y la realidad insustancial. De ahí las figuras poliédricas, que pueden ser contempladas desde diferentes ángulos, como los rostros de Picasso o como los héroes

  de Kazantzakis.

  97: Las señoritas de Avignon, Pablo Picasso (1907), Museo de Arte Moderno de Nueva York.

  5. LA ODISEA MODERNISTA: 5.1 El Modernismo europeo

  El siglo XIX había distinguido dos “cosmovisiones” (cf. 3.5): una mecanicista y una intuitiva. La Modernidad las reunió y lo distintivo del movimiento fue cómo

  reconcilió las contradicciones: bien mediante la razón, esto es, la síntesis hegeliana, bien reconociendo la validez de los contrarios, pero sin llegar a mezclarlos, como Kierkegaard. El procedimiento es semejante al de la mirada cretense (cf. 3.5.3) o

  “tercera vía” de Kazantzakis 239 .

  Ser moderno significó, por tanto, analizar, pero también escapar, servirse de la fantasía y la imagen onírica. El hombre quiso que su mente fuera más allá de sus propios límites, más allá del conocimiento humano. Rilke hablaría en el poema Da dich das geflügelte Entzücken de llevar al máximo las propias fuerzas:

  Deine ausgeübten Kräfte spanne, Bis sie reichen, zwischen zwein Widersprüchen ... Denn im Manne Will der Gott beraten sein 240 .

  La imagen de un intelecto en tensión por sobrepasar sus fronteras y la determinación con que esa tensión se mantiene hasta sus últimas consecuencias sería evocada por Kazantzakis mediante la metáfora del arco en el texto “Tres almas, tres deseos” (Kazantzakis [1956] 2007: 7):

  I. Soy un arco en tus manos, Señor, ténsame o me pudriré. II. No me tenses en exceso, Señor; me romperé. III. Ténsame del todo, Señor, ¡aunque me rompa!

  El interés por el hipnotismo, el sonambulismo, el animismo, el automatismo, la telepatía y las experiencias alucinógenas, que caracteriza la época, deriva de ese deseo

  de trascender las barreras de la mente. Al experimentar con estas nuevas disciplinas los modernistas emplean un método científico tradicional, pero lo aplican a fenómenos no científicos, irracionales y místicos, pues creen que la ciencia positivista ha fracasado en

  su intento de explicar la realidad 241 .

  La unión de cada cosa con su contrario recorre la obra de los autores del Modernismo: en Demian (1919) de Hesse, por ejemplo, Abraxas es femenino y masculino, dios y demonio; en el Ulises de Joyce Bella Cohen se transforma en Bello Cohen y dice Nes (contracción de No y Yes). La idea es la de la coincidentia oppositorum, como la llamara G. Bruno (1548-1600; cf. Del Giudice 2005), y se remonta, por supuesto, a Heráclito.

  Tiende tus ejercitadas fuerzas hasta el punto que separa dos contradicciones… pues en el hombre quiere el dios hallar consejo (Trad. I. de los Ríos en conversación personal).

  La expresión “la bancarrota de la ciencia” dio entidad a este pensamiento. Proviene de Ferdinand Brunetière (1849-1906), crítico conocido por aplicar el darwinismo a los géneros literarios. La polémica sobre la “bancarrota de la ciencia” tuvo lugar mayoritariamente en París en torno al año 1896.

  394 Helena González Vaquerizo, La Odisea cretense y modernista de Nikos Kazantzakis

  La exploración de las posibilidades sexuales y de género no dista mucho de estos últimos fenómenos. En definitiva, también el feminismo, el nudismo, la homosexualidad e incluso en vegetarianismo se ocupan de la relación del cuerpo y la mente.

  A menudo los modernistas se agrupan en movimientos que les facilitan el acceso

  a las instituciones, en ocasiones tomando parte activa en la política. Algunos representantes de la vanguardia se sienten atraídos por la utopía o los regímenes totalitarios, si bien la mayor parte se adscribe al liberalismo.

  En el contexto histórico de la caída de los grandes imperios, como el británico o el otomano, no es extraño que los primeros modernistas europeos tengan la conciencia de vivir una época de tránsito (cf. 3.5.4). Así Virginia Wolf hablaría de 1910 como el año en que cambió la naturaleza humana, D.H. Lawrence diría que el viejo mundo acabó en

  1901 y Henry Adams fecharía el fin en 1900 242 . Estas concepciones se trasladan a los personajes de los autores, de manera que los de Strindberg, por ejemplo, son personajes

  modernos que viven una era de transición (Miss Julia, 1888). Europa experimenta una crisis cultural, busca su identidad y en lugar de hacerlo en el centro, lo hará en sus márgenes.