Los minoicos en el arte, la literatura y el psicoanálisis

5.4.1 Los minoicos en el arte, la literatura y el psicoanálisis

  ¿Por qué Creta? Según muchos autores, porque sus mitos y su cultura ofrecían analogías con los conflictos modernos, hablaban de sexualidad, violencia y también de refinamiento, gusto por la belleza y decadencia (cf. Bammer 1990: 129-151; Farnoux 1993, 1996: 109-206, 2003: 36-41; Laroche 1993, Pradel (e.p.)). No en vano André Masson (1896-1987), pintor surrealista francés y apasionado de Nietzsche, habla en de una época totalmente minotauresca (Masson en Mayayo 2002: 159).

  Las relaciones de la arqueología mediterránea con las artes, la literatura e incluso el psicoanálisis en el Modernismo abarcan, por tanto, no solo la estética, sino también la

  ideología, y han sido bien estudiadas 260 .

5.4.1.1 Arte

  El arte recibe los hallazgos arqueológicos mediante un proceso que implica el intercambio de influencias entre la cultura del pasado y la del presente. Dicho proceso es bien conocido en la Historia del arte (Farnoux 2003: 36): la arquitectura neohelénica, por ejemplo, imita, evoca y remite al pasado clásico, la egiptomanía y la micenomanía dejan su huella en el art decó (en 1900 en la Exposición Universal de París podía verse en Trocadero una copia de la tumba de Agamenón) y otro tanto ocurrirá con la “cretomanía” que se apodera del siglo XX europeo.

  En la dirección inversa se da el mismo proceso y las artes del siglo XX terminan dejándose ver en las de los siglos XX y XXIV a.C. Las figuras de Klimt llevan adornos y ropas con motivos micénicos, el Art Nouveau toma motivos animales y vegetales de los minoicos y son artistas de sensibilidad modernista como Gillièron e hijos quienes, a su vez, reconstruyen los frescos y los hallazgos de los yacimientos imprimiendo en ellos su sello. Hoy día es comúnmente aceptada la idea de que el Jugendstil de Viena y las

  cf. Korte 2000, Jusdanis 2004, Schnapp et al. 2004, Thomas 2004, Armstrong 2005.

  422 Helena González Vaquerizo, La Odisea cretense y modernista de Nikos Kazantzakis

  reconstrucciones del arte minoico se influyeron mutuamente (Bammer 1990: 129-151; Blakolmen 1999: 477-502; Farnoux 1996: 109-206, 2003: 36-41; Niemeier 1995: 195- 206).

  En el ámbito de la escenografía teatral los descubrimientos de Carter en Egipto en 1922 y los de Evans en Creta dan lugar a la puesta en escena de La naissance des dieux, Toutankhamon en Créte (1924) de D. Merejkowsky, mientras que en la Comèdie Francesa se representan obras con el palacio de Knossos como decorado, mientras que la escenografía de la Fedra de D’Annunzio (1923) se inspira en los minoicos de manera anacrónica. Asimismo, en La ville morte (1898) de D’Annunzio el escenario muestra la puerta de los leones y el tema es micénico.

  Muchos académicos y artistas creían que la Edad de Bronce griega era la predecesora del arte contemporáneo e identificaban a la Parisienne con el mismo tipo

  de mujer seductora y el contorno en el dibujo característicos del Art Nouveau. Sin embargo, no todos se dejaron “engañar”. Algunos advirtieron que la cretomanía estaba llevando a considerar a Ariadna y Fedra mujeres de 1875 (Bertrand 1927: xvii) y advirtieron de que esto era un error.

  La influencia del Art Nouveau sobre las reconstrucciones de Knossos es reveladora, porque habla de un fenómeno generalizado en la interpretación que hizo Evans de los minoicos, y con él sus contemporáneos: atribuyeron a una civilización antiquísima cualidades modernas y la juzgaron desde el presente. Consciente o inconscientemente fueron incluso más lejos y mediante un mecanismo, que no es del todo inocente, proyectaron las preocupaciones del siglo XX sobre los minoicos. Lo que en literatura parece totalmente legítimo, servirse del pasado para hablar del presente, se convierte en una peligrosa estrategia en otras disciplinas. El luminoso reino de Minos descrito por Evans contrasta con las oscuras realidades del siglo XX europeo y son constantes los paralelos con la civilización europea fin de siècle (Wunderlich 1975: 11).

5.4.1.2 Literatura

  La repercusión más inmediata de los minoicos en la literatura se dio en Inglaterra, que había sido su descubridora. En las letras y la imaginación inglesas el período minoico es una Edad de Oro (Roessel 2006: 197-208). Creta se identifica con la desaparecida Atlántida (cf. Blach 1917, Coombis Knapp 1919, Frost 1909, 1913, Marinatos, S. 1950, Niemeier 1995: 195-206), con el Edén que, según pensaban algunos, existió en la isla previamente a la caída en manos de los rudos y militaristas

  5. LA ODISEA MODERNISTA : 5.4 Identidad europea y civilización minoica

  micénicos, que habían destruido Troya por razones comerciales y que se hicieron con el poder de los centros minoicos. Esta concepción se relaciona con las circunstancias de la

  II Guerra Mundial y establece paralelismos entre los minoicos y los micénicos con los ingleses y alemanes respectivamente.

  Los ingleses (y también los franceses) sintieron afinidad por los minoicos porque los descubrimientos de Evans llenaron de glamour a un pueblo del que, en realidad, nada concreto se sabía. Los de Schliemann, en cambio, se lo quitaron a los micénicos,

  de quienes Homero nos había dado una imagen idealizada. La Alemania nazi fue equiparada por sus enemigos a los bárbaros micénicos de la Antigüedad, mientras que los propios germanos cultivaron la imagen de la épica homérica.

  Como resultado, los minoicos de Evans, pacíficos y joviales, impregnaron la literatura europea y muy especialmente la inglesa. La guarida del ogro, parecía decir el arqueólogo, se ha convertido en la pacífica morada de un Rey Sacerdote y nada hay que temer de los oscuros mitos cretenses.

  Para Lawrence Durrell eran vitales y artistas (1978) pero, aunque Evans no los quiso así, también se convirtieron en una fantasía sexual en la imaginación de los artistas. La responsabilidad en este caso fue de Arthur Miller y su Coloso de Marusi (1941). Sus minoicos “hippies” tenían un antecedente en los etruscos de D.H. Lawrence

  Mientras, en la literatura rusa de 1900 se asociaba lo sexual a lo metafísico (Bradbury MacFarlane (eds.) 1991: 139). Había un lado oscuro en los minoicos: el laberinto, el Minotauro, los sacrificios humanos que, a pesar de Evans, no fue ignorado por los autores de la época.

  La literatura de viajes de tema griego tuvo también su época de apogeo en las dos décadas posteriores a la II Guerra Mundial. La coincidencia en Grecia de este momento con una época en que “la preocupación por la Modernidad y sus implicaciones todavía iba acompañada de un entendimiento de las culturas y geografías como unidas y distintas” (Whitmore 2004: 14). No es casual, pues Grecia representaba el origen de nuestra civilización y, por tanto, era el terreno ideal sobre que explorar nuestro origen y la naturaleza de la Modernidad. Recién descubierto y cargado con todo el atractivo de la mitología cretense, Knossos se convirtió así en símbolo predilecto de los viajeros del momento para entender su pasado y su presente. Los mitos minoicos sirvieron a los

  424 Helena González Vaquerizo, La Odisea cretense y modernista de Nikos Kazantzakis

  autores modernos, que se vieron legitimados a darles sus propias interpretaciones y a descalificar las de otros, muy especialmente, las de Evans.

  Nada lejos de estos debates e interpretaciones se situará la obra de Kazantzakis, quien se ocupó de los minoicos desde que comenzara a redactar la Odisea en 1924 hasta su obra póstuma, la Carta al Greco en 1957, siempre al hilo de los descubrimientos que se iban haciendo en torno a la civilización minoica (cf. 5.4.2).

  Si en la literatura de viajes, tal y como la analiza Whitmore (2004: 14-21) a través

  de una muestra de seis autores anglosajones que va de 1947 a 1978, destaca muy especialmente el papel jugado por las cuestiones de género en la imagen que los autores se hacen de los minoicos, otro tanto puede decirse de Kazantzakis.

  Todos los autores que Whitmore estudia asocian ciertos valores, tales como la paz, la naturaleza, el lujo y la belleza, con la mujer, y otros, tales como el poder, la justicia, el orden y el misterio, con el hombre. Y todos lo hacen, bien acogiéndose a las interpretaciones de Evans, bien partiendo de ellas para refutarlas.

  Así encontramos la feminidad idealizada en Colin Simpson (1969), quien la asocia a un gusto artístico sofisticado y un espíritu pacífico, y Monica Krippner (1957), quien ensalza los valores de la fertilidad y el matriarcado. Robert Payne (1960) idealiza, por su parte, la masculinidad primitiva de Knossos. Para él el origen de la civilización ha de estar en el poder y la gloria, en los ritos sacrificiales y las misteriosas resurrecciones (Payne 1960: 36-37).

  Fue Kazantzakis quien reconstruyó estas cuestiones en la Odisea y es de Kazantzakis de quien Payne se acuerda en su visita a Knossos. Lo hace discerniendo en la figura y la mirada de Zorba la masculinidad de las dobles hachas, de las luchas con el toro y la sexualidad impetuosa de los hombres hacia esas mujeres minoicas que irrumpen en la arena con un pretendido aire de inocencia, como las viudas de Kazantzakis (Payne 1960: 33).

  Lawrence Durrell (1978) no se hace eco de la Diosa Madre, sino que se ocupa de las leyendas del rey Minos y en el aire de justicia y orden que respira en el yacimiento minoico de Festos parece implícito un carácter eminentemente masculino, no exento de misterio. Osbert Lancaster (1947) ve Knossos como femenino y habla, en un tono idéntico al de Kazantzakis, de “el dualismo que recorre todo el arte griego… entre el genio representativo, femenino, de los jonios y la concepción formal, masculina, de los dorios” (Lancaster 1947: 97). Guy Pentreath (1964) distingue aspectos masculinos y

  5. LA ODISEA MODERNISTA : 5.4 Identidad europea y civilización minoica

  femeninos en el yacimiento e imagina una civilización donde ambos sexos jugaban un papel diferente pero igualmente determinante. Esta concepción equilibrada es la más afín al gusto por la síntesis de Kazantzakis.

  La atribución de valores antitéticos a lo masculino y lo femenino es un rasgo característico de la época en que estas crónicas fueron escritas. Y no es por casualidad que coinciden, en gran medida, con la visión polarizada del mundo de un hombre como Kazantzakis, pues los años en que estos autores visitan y escriben sobre Creta son también los años de mayor éxito del cretense en el mundo anglosajón, gracias a la traducción de sus novelas. Quizá pueda decirse, entonces, que la reconstrucción de los minoicos, que Kazantzakis emprende en 1924 y concluye 1957, haya influido en buena medida en las de otros autores y, por tanto, en la interpretación general de los minoicos en el imaginario occidental.

  Del mismo modo que Zorba, apodado en sus traducciones al inglés ‘El Griego’, se

  ha convertido, sin que esa fuera la intención de su creador, en un símbolo del hombre griego moderno, los minoicos que, como venimos viendo, han servido a la causa de la identidad nacional griega y europea, han encontrado en Kazantzakis un vehículo de transmisión de su ADN cretense, conformado en buena medida, de la contraposición de genes masculinos y femeninos (Whitmore 2004: 15).

5.4.1.3 Psicoanálisis

  En el siglo XX también el psicoanálisis se interesa por los minoicos y trata de explicarlos. Los padres del psicoanálisis, Freud y Jung, conocen y se sirven de la arqueología y de los mitos cretenses para sus diagnósticos (La Rosa 2010: 234-235).

  El psicoanálisis y la arqueología comparten método (Gere 2006: 209-218): reconstruir el yo a partir de fragmentos del pasado y legitimar una idea extrema de Freud, la memoria heredada. Para él la Creta minoica representa lo femenino, el estadio pre-edípico de la conciencia humana. Irónicamente parece que la fijación de Evans por la Diosa Madre podría haber llevado a Freud a sus conclusiones.

  Efectivamente, Freud conocía muy bien la obra de Evans, cuyos cuatro volúmenes se encuentran en el Museo de Hampstead del padre del psicoanálisis (ibídem 2006: 209). La relación que mantuvo con estas obras en la década de 1930 está también detrás del trabajo que hizo con la paciente Hilda Doolittle en 1933. La arqueología cretense sirvió como herramienta de diagnóstico en su caso, pues HD estaba obsesionada con los griegos, la bisexualidad y el primitivismo modernista de los minoicos (ibídem 2006:

  426 Helena González Vaquerizo, La Odisea cretense y modernista de Nikos Kazantzakis

  213). Su obsesión con las islas, el mar, los minoicos y su diosa, eran parte de su complejo materno irresoluto, según Freud (ibídem: 216).

  Si Kazantzakis estaba al corriente de lo que Freud hacía con Doolittle, estaría encantado, pues compartía con ellos el modernismo clasicista: esa extraña combinación

  de mitología y ciencia, magia y teoría de la evolución, poesía y positivismo, que fue hecha pedazos por los terribles acontecimientos que ya estaban en camino en la primavera vienesa de 1933 (ibídem: 217). Y parece probable que así fuera, toda vez que el interés del cretense por el psicoanálisis está documentado en el episodio de la enfermedad en Viena que le trató el doctor Stekel, un discípulo de Freud (cf. 2.1.9).

  La primera referencia de Freud a la arqueología minoica data de 1931. En Moses and Monotheism los minoicos le sirvieron para apoyar su teoría de la memoria heredada. Es en esta obra donde plantea la idea del survival (‘supervivencia’), término muy operativo en Freud y las ciencias sociales y humanas de su tiempo: las sociedades no industrializadas, llenas de elementos de carácter femenino, sus religiones, son survivals primitivos (Gere 2006: 210-211).

  La memoria, según su teoría, está hecha de estratos. Un estrato es el del matriarcado, el que sería clave en la Creta minoica. En este momento prevalecería el culto a la diosa, hasta que el convencimiento de que no era capaz de proteger su casa de los ataques de un poder más fuerte (las invasiones, los terremotos) habría contribuido a que dejara su lugar a una divinidad masculina. De ser así, pensaba Freud, el dios del volcán era el que candidato con más posibilidades a ocupar su lugar (Freud 1953-1974, xxiii: 46). El trauma que causó la destrucción de la civilización minoica estaría detrás del estado pre-edípico de la conciencia del hombre y se su memoria heredada (Gere 2006: 212). Por su parte Jung se interesaría por el morador del laberinto, el Minotauro, que personificaba para él el subconsciente.