Lengua y prosodia

3.4.1 Lengua y prosodia

  Con el nombre de “Cuestión lingüística” (To glossiko zitima) se alude en Grecia a la situación de diglosia, vivida hasta hace muy poco, entre una lengua oficial, artificial y clasicista y, al menos otra, dividida en tantos dialectos como islas, popular y hablada. Se trata de la katharevousa y la dimotiki, lengua “limpia” y “del pueblo” respectivamente (cf. Friar 1951, Horrocks 1997, Rodríguez Adrados 1999).

  Kazantzakis fue desde el principio defensor activo del demoticismo, incluso se puede decir, sin miedo a equivocarse, ya que el tema ha sido suficiente y satisfactoriamente estudiado (Bien 1972a), que el demoticismo es un factor

  determinante en la obra de Kazantzakis 50 . La lengua demótica es nuestra patria, diría (1941: 98-99). Y la defendería siempre, tanto mediante acciones, como adoptándola

  para la mayor parte de su ingente producción literaria.

  Como presidente de la “Sociedad Solomos” de Iraklio, había escrito un manifiesto (Kazantzakis [1909] 1977; cf. 2.1.5) en el que exponía sus argumentos a favor del uso escrito de la lengua demótica. Una de sus terzinas está dedicada a Psycharis (1854- 1929), el impulsor del demoticismo en Grecia. Psycharis, que había estudiado la lengua del pueblo, sus canciones, mitos y costumbres, era autor de To taxidi mou (Mi viaje) (1888), la primera obra escrita según las normas de la gramática neogriega.

  Sin embargo, la lengua de la Odisea fue una creación, un griego que, como el de los poemas homéricos, nunca fue hablado. Una lengua artística, como la personalísima prosa del Ulises de Joyce, y una lengua artificial, que resultaba extraña a los hablantes. Su base estaba en la lengua popular e intentaba mostrar toda su riqueza y posibilidades expresivas mediante el acopio de materiales de toda la geografía griega. En este sentido, puede ser considerada una lengua “panhelénica” (Chourmouzios 1977: 151), como quiso su creador.

  Su afán por atesorar la riqueza lingüística del demótico en la Odisea (Kazantzakis 1943: 1029) se convirtió en un fin en sí mismo (Lambridi 1939: 11). Un fin que condenaba a la obra a permanecer irremediablemente alejada de la realidad (Avgeris

  50 Cf. el estudio clásico sobre el tema: Bien, P., Kazantzakis and the Linguistic Revolution in Greek Literature. Princenton: University Press 1972; También Izzet, A. (1964): 352, cuenta que en 1932

  Kazantzakis empieza a escribir un diccionario demótico.

  130 Helena González Vaquerizo, La Odisea cretense y modernista de Nikos Kazantzakis

  1939: 1346, Sakianakis 1939, Laourdas 1977: 7-8). El cretense pensaba que su demótico sería aceptado con el tiempo y que su Odisea sería leída y comprendida (Bien 1972a: 30-31; 217-218). El rechazo ante su propuesta fue del mismo tipo que el que provocaron Dante al escribir en florentino, Chaucer en el inglés medio de Londres o Gonzalo de Berceo al traducir las vidas de los santos del latín a la lengua castellana. Con una diferencia: esas variantes terminaron triunfando, no así la de Kazantzakis.

  El autor emprendió además una reforma del alfabeto, semejante a la de Shaw con el inglés (Wilson y Dossor 1999: 26), que afectaba a la ortografía 51 y la acentuación.

  El griego moderno sigue en la actualidad un sistema monotónico con una única tilde aguda que se escribe siempre sobre la vocal tónica, excepto en las palabras monosílabas, que no se acentúan. Pero cuando Kazantzakis escribió nada era definitivo para la lengua griega y todo parecía posible. Él propuso y utilizó en la Odisea y obras posteriores un método de acentuación monotónico simplificado y lo hizo treinta años antes de su implantación oficial: se escribe un único acento, el agudo, que cae sobre la sílaba tónica; si la palabra es aguda, no se escribe la tilde. La tilde en los monosílabos es diacrítica.

  No obstante, sus obras suelen editarse todavía hoy en griego en el sistema politónico y con una ortografía arcaizante, es decir, hay acentos agudos, graves y circunflejos, espíritus suaves y ásperos, consonantes dobles, etc. Este sistema, adecuado para el griego clásico o para la katharevousa, y que se remonta a los gramáticos alejandrinos, no sigue vigente en la actualidad, por lo que su uso por parte de los editores, además de contravenir la voluntad de Kazantzakis, constituye un anacronismo.

  ¿Cómo es la lengua de la Odisea? Sus particularidades han sido ampliamente estudiadas y discutidas (Andriotis 1959, Bien 1972a: 204-261, Castillo Didier 1975a, Chourmouzios 1977: 148-154, Giakoumaki 1982, Mandilaras 1987, Mathioudakis 2011 y 2012, Sideras 1983, Tsopanakis 1977) y se dan en todos los planos. Posee una fonética idiomática y una morfología que, aun siendo demótica, prefiere lo inusual a lo habitual. Su gramática y sintaxis son también las de la lengua vernácula, pero el léxico

  51 Se han abolido las consonantes dobles; únicamente cuando existe necesidad de pronunciación, se han conservado las dos gammas: aggiso, falaggi, etc. (Kazantzakis [1938] 2006: “Lexilogio”).

  3. LA ODISEA DE KAZANTZAKIS: 3.4 Características formales

  es una amalgama de términos creados por el autor (sustantivos derivados y compuestos, verbos y un sinfín de epítetos), unidos a términos del dialecto cretense 52 .

  Kazantzakis negó siempre que su lengua fuera especialmente dialectal, aunque la impresión que da a los lectores es la de serlo (Giakoumaki 1982, Fillipaki-Warburton 1978). En relación a la Odisea aseguró primero que en total había utilizado 33 términos del dialecto cretense y que lo había hecho solo cuando no existía un sinónimo panhelénico (Kazantzakis 1943: 1030). En la quinta de las cartas al traductor de la obra al inglés, Kimon Friar, publicadas en la revista Tomes (Kazantzakis 1977a), reduce el número de términos exclusivamente cretenses a trece. En cuanto a términos del todo nuevos, Kazantzakis asegura en el “Léxico de la Odisea” (Kazantzakis [1938] 2006) que son solamente cinco o seis. Sin embargo, la influencia cretense se aprecia no solo en los términos concretos, sino también en la formación de idiolectos, compuestos y neologismos. Si el poeta no los consideraba como tales, podría deberse a que los formaba siguiendo las normas de composición y derivación al uso (Mathioudakis 2011).

  En cuanto a su producción posterior, los traductores y lectores de Kazantzakis siguieron pensando que estaba escrita en dialecto cretense. Él volvió a negarlo: No son solo los extranjeros, sino también los propios griegos, quienes no saben su lengua popular, y por eso términos de lo más habituales les son desconocidos. Y como se avergüenzan de confesarlo, dicen que son cretenses (Carta a Pierre Amandry 30-1- 1954). En referencia a Cristo de nuevo crucificado diría: Reto a cualquiera a que encuentre en todo el texto tres palabras exclusivamente cretenses, es decir, una palabra

  cada ciento cincuenta páginas (Carta a Pierre Amandry 9-5-1994) 53 .

  El rechazo de Kazantzakis a que su lengua fuera caracterizada de dialectal no resulta del todo comprensible, dado que la huella cretense es un elemento fundamental en toda su obra, un elemento del que se sintió por lo general orgulloso y que cultivó. De hecho, reconoce que el ritmo de la Odisea es cretense, como él, y no lo lamenta (Kazantzakis 1943: 1030). Quizá el rechazo al dialectalismo léxico provenga de su afán por componer una obra para todos los hombres y, además, una obra en una lengua panhelénica, como la de Homero.

  52 El dialecto cretense ya era conocido a nivel panhelénico gracias al poema medieval de Vinzenzos Kornaros, Erotócritos, y al teatro. Su uso en Creta respondía a razones históricas tras la caída de

  Constantinopla.

  53 Estos fragmentos proceden de cartas recientemente donadas por la viuda de Pierre Amandry al Museo Nikos Kazantzakis (TO VIMA 20-10-2010).

  132 Helena González Vaquerizo, La Odisea cretense y modernista de Nikos Kazantzakis

  A pesar de sus declaraciones, parece que la lengua de Kazantzakis tiene, tanto en la Odisea como en las novelas de madurez, una base ciertamente cretense. En el caso de la epopeya, esta base es comparable a la base jonia en la lengua de Homero. Pero está enriquecida con términos de otros rincones de Grecia, principalmente Mani, Naxos, Rodas, Chipre y el Epiro, también del Ponto, Tesalia y Macedonia (Giakoumakis 1982: 147-160), que el propio autor fue recopilando: Durante años –diría- he vagado por las aldeas y montañas de Grecia, recolectando palabras de los labios de las gentes, [preguntando] qué nombre daban a cada pequeña cosa (Friar 1971-2: 221). Además, Kazantzakis solicitó con frecuencia a su amigo Prevelakis que le encontrara términos demóticos especializados de caza, pesca, botánica, náutica, y, en general, que le facilitara todo el léxico que le llamara la atención (Prevelakis 1984: 37-39; 113-14).

  En un momento de evolución y cambios en la lengua, Kazantzakis sintió la necesidad de “salvarla”:

  En el crucial momento de desarrollo por el que pasa nuestra lengua demótica, es natural e imprescindible –y extraordinariamente útil- que un creador anhele con condicia atesorar y salvar la mayor riqueza lingüística que le sea posible; fíjese en las análogas épocas de Dante, de Rabelais, de Lutero (Kazantzakis 1943: 1029).

  Junto al afán de preservar la lengua, tampoco hay que ignorar el sentido profundo del acopio de material, pues en la Odisea Kazantzakis está tratando de expresar una “experiencia indecible”, es decir, una experiencia mística; la lengua humana parecía insuficiente. El autor estaba planteando con la Odisea un nuevo paradigma para el ser humano y este requería un lenguaje nuevo. Kazantzakis:

  […] inventa una lengua en la que los términos denotativos, demasiado estáticos y rígidos, son sustituidos por imágenes, sobre todo metáforas, símiles, alegorías (en forma de fábulas, parábolas, sueños, etc.), personificaciones, metonimias, sinécdoques y símbolos, o figuras sacadas de las bellas artes, en particular las plásticas o la danza (Vouyouka 2010: 131).

  El resultado es una obra que se acompaña en griego de un apéndice de casi 2000 vocablos populares, que el mismo Kazantzakis confeccionó para facilitar su lectura. Y es que realmente el vocabulario de la Odisea se reveló en muchas ocasiones incomprensible para un griego culto. Por su parte, el hombre de campo, que sí podría haber entendido la terminología (al menos aquella procedente de regiones vecinas), se perdía en el sentido del poema. Kazantzakis resultó tan incomprendido como el héroe lo es en el poema, incapaz de hacer llegar su mensaje a los hombres (Vouyouka 2010: 134- 135).

  3. LA ODISEA DE KAZANTZAKIS: 3.4 Características formales

  Hoy día es uno de los autores que conforman el corpus de los estudios de literatura griega moderna, pero, por lo general, su Odisea se deja de lado como obra “difícil”. Con todo, un estudio de la Universidad de Tracia está poniendo de manifiesto que la capacidad de los estudiantes para deducir el significado de los compuestos de Kazantzakis es mucho mayor de la esperada (Mathioudakis Kambaki-Vougioukli 2009). Quizá existan finalmente métodos de aproximación que permitan acceder a la lectura de la obra y sean primero los docentes griegos quienes hayan de perderle el miedo y descubrir que puede enseñarse y disfrutarse.

  En suma, la lengua creada por Kazantzakis fue un intento de transponer y reproducir la dicción homérica (Colaclides 1983: 87). Sus epítetos, repeticiones,

  paralelismos y fórmulas 54 , así lo atestiguan. No obstante, el propósito de Kazantzakis era doble, pues no solo quería emular a su maestro, sino que también quería “salvar” la

  riqueza del griego moderno: hacer de la Odisea un diccionario demótico al tiempo que una obra de arte […] un manual demótico, un tesauro (Bien 1972a: 192, 202). El resultado es una lengua que participa de varios dialectos y que no es natural, es decir, nunca fue hablada. Con la Odisea de Kazantzakis se pudo comprobar que el demoticismo llevado a sus últimas consecuencias podía dar lugar a una lengua tan incomprensible como su arcaizante rival, la katharevousa (Beaton 1999: 340).

  La Odisea ha quedado así como un monumento a una lengua que jamás nadie ha hablado y no como el diccionario para los hombres del futuro en que Kazantzakis hubiera querido convertirla. Como dice Bien (1972a: 203), el vehículo idóneo para su peculiar demótico lo encontraría el autor más adelante en la traducción de la Ilíada y en las novelas. En todos los casos el dialecto cretense está en la base de la lengua, de una manera más evidente en las novelas que se ambientan en la isla, pero también en la compleja epopeya que es la Odisea.