La Odisea y el Ulises de Joyce

5.3.2 La Odisea y el Ulises de Joyce

  Las obras de Joyce y Kazantzakis invitan a una comparación que, en principio, parece reducible a la total diferencia entre ambas obras. El viaje romántico de Kazantzakis, que abandona la civilización, y el de Joyce, que se mantiene estático en ella, son radicalmente opuestos. Lo mismo ocurre con otros muchos aspectos de las obras. Pero los héroes encuentran su vínculo de forma inmediata a través de Homero y

  de forma indirecta a través de elementos eminentemente modernistas como la teoría del tiempo de Bergson o el motivo de la tierra baldía de Eliot (Parker, H. 1998: 247). A continuación señalaremos las semejanzas y diferencias entre los personajes protagonistas. Trataremos de establecer la naturaleza de las relaciones entre las dos obras atendiendo al estilo, el argumento, la estructura, la relación de los autores con el mito, su propia identificación con el personaje protagonista y el carácter de los héroes. Por último, abordaremos los vínculos modernistas.

5.3.2.1 Las obras

  El profesor Stanford, pionero en la comparación de las obras (Stanford 1958: 211- 228), destacó que ambas eran más extensas que la Ilíada y la Odisea juntas y que reproducían la atmósfera heroico-romántica de la Odisea en mayor medida que la épica

  de la Ilíada. Él se refirió a Joyce y a Kazantzakis como dos escritores “altamente modernistas” (Stanford 1958: 212) y calificó sus obras como las dos reescrituras más importantes de la Odisea de Homero.

  La primera y más llamativa diferencia entre las obras es su estilo, que resulta a todas luces incomparable: el experimentalismo de Joyce contrasta con la retórica de

  412 Helena González Vaquerizo, La Odisea cretense y modernista de Nikos Kazantzakis

  Kazantzakis. No obstante, guardan la semejanza de escribir los dos en lenguas difíciles y, en cierto sentido, artificiales (cf. 3.4.1).

  Las diferencias continúan en el argumento y la estructura, culminando en el muy diverso alcance de las propuestas. El argumento de Ulises es, como el de la Odisea homérica, el viaje de retorno de un hombre a su hogar; el de la nueva Odisea un viaje sin retorno. El nostos, el regreso, es la meta del primero; el epanodos o anifori, el ascenso, la del segundo.

  El Ulises repite el patrón del mito. Joyce opera como en el artista celta que iluminaba los manuscritos del Libro de Kells 257 : cada folio era coloreado de distinta

  manera según la imaginación del artista, pero siempre sobre el mismo modelo (Stanford 1958: 223). Los títulos dados a los diferentes capítulos del Ulises para identificar el episodio homérico al que aluden hacen las veces de las mayúsculas en esos manuscritos.

  Además, Ulises se centra realmente en el personaje, no en su viaje. El nombre y la tradición son latinos (de ahí las ideas de la culpa y el pecado, de origen religioso, que están ausentes en Homero y Kazantzakis), mientras que en Kazantzakis nombre y tradición son griegos.

  El alcance del viaje es, en consecuencia, muy diferente. Además, si bien en ambas obras el personaje central deriva del tronco común del Ulises homérico, Kazantzakis, al enfrentar a su personaje a nuevas situaciones y tener como motor creador la licencia de no sujetarse al patrón homérico, puede, paradójicamente, dar lugar a un héroe más homérico que Leopold Bloom, constreñido al ámbito dublinés y al esquema de las aventuras de la tradición. El nuevo Odiseo es tan inteligente y reflexivo como Leopold Bloom, pero goza de un espacio más amplio donde exhibir su heroicidad mediante acciones y decisiones, y no solo mediante aspiraciones y anhelos, como Leopold Bloom.

  Distinta es también la relación que mantienen los autores con el mito. Homero cantaba el mito por inspiración de la Musa, pero no lo creaba. Kazantzakis invoca al Sol y lo persigue, como un cazador. La forma que su mito tomará depende por tanto más del objeto perseguido que de la persona del perseguidor. En el prólogo de Zorba ([1946] 2002: 7) Kazantzakis se refiere a Homero como el sereno ojo luminoso –como el disco del sol– que ilumina con un brillo salvador todas las cosas. Es decir, no es simple

  El Libro de Kells (Leabhar Cheanannais en irlandés) es un manuscrito ilustrado con motivos ornamentales, realizado por monjes celtas hacia el año 800 en Kells (Irlanda). En la actualidad el manuscrito permanentemente en la biblioteca del Trinity College de Dublín.

  5. LA ODISEA MODERNISTA: 5.3 El Modernismo de Kazantzakis

  inspiración, sino la luz que alumbra el camino de Kazantzakis y le ayuda a encontrar el objeto de su propia búsqueda.

  Por su parte, la relación de Joyce con Homero es simbólica, indirecta. Sus personajes no son míticos, a pesar de sus nombres, sino históricos y se desenvuelven en un lugar (Dublín) y una fecha muy concretos (16 de junio de 1904). Los personajes de Kazantzakis son atemporales y se mueven en un universo mítico.

  Además de como reescrituras de Homero, las dos obras pueden analizarse a la luz del movimiento modernista. En un artículo dedicado al Modernismo y la tradición épica Levitt (1983) defiende que Kazantzakis no es comparable a Joyce, el representante por excelencia del Modernismo europeo, solo por haber elegido como aquel el tema de Ulises, sino por su propia forma de tratarlo: Kazantzakis, nacido en los últimos años de la lucha de Creta por su independencia, educado en la cultura occidental por maestros

  de todas las épocas y orígenes, orgulloso y consciente de su herencia africana y oriental, se sirvió de sus conocimientos en la arqueología y antropología minoica y micénica para escribir su gran poema y supo reunir en él los valores antiguos con los modernos, de ahí su modernidad. Su método fue eminentemente modernista, pues convirtió la arqueología y la historia en mito y, al tiempo, utilizó un método muy similar al de Homero: así como este había recreado en sus poemas la Edad del Bronce, él recreó en su Odisea la época moderna, la describió, la preservó y, al hacerlo, participó de su creación. El cretense se convierte, a juicio de Levitt, en un historiador mítico, que no solo hace un repaso del conocimiento de nuestra época, sino también de sus valores, sensibilidad y potencial. De este modo, podrá ser útil a los lectores futuros para crear la Edad Moderna, como Homero ha creado su período ‘homérico’ para nosotros, no como un historiador, sino como algo más (Levitt 1983: 45).

5.3.2.2 Los héroes

  Hay, no obstante, similitudes entre Joyce y Kazantzakis, la más inmediata, que ambos se identificaban con el personaje de Leopold Leopold BloomOdiseo (Stanford 1958: 224). Los dos lo muestran, además, en casi cualquier actividad típica de la vida, frente a aquellas reescrituras de Homero que se limitaban a un aspecto concreto de su personalidad o su leyenda. Y lo que es más importante, ninguno lo utiliza como reclamo nacional, sino que los dos lo convierten en un personaje cosmopolita y en una figura supra-nacional.

  414 Helena González Vaquerizo, La Odisea cretense y modernista de Nikos Kazantzakis

  En efecto, Leopold Bloom y Odiseo llevan, cada uno a su manera, el peso de los miedos y las esperanzas, tanto de la sociedad europea contemporánea, como de toda la tradición occidental. En este sentido son como Eneas, héroe occidental por antonomasia, que carga con su pasado (su padre, los lares de Troya) sobre los hombros, al tiempo que conduce a su hijo hacia adelante para cumplir su destino de fundar el Imperio Romano. Como él, Leopold Bloom y Odiseo cargan con el destino del hombre del siglo XX.

  Tanto Joyce como Kazantzakis son rebeldes o exiliados de las creencias tradicionales de sus antepasados. Se apartan de la política y la religión. El primero critica la Iglesia Católica de Occidente, el segundo, la Ortodoxa de Oriente, y los dos las conocen a fondo. Comparten también simpatía por el judaísmo. Joyce hace de Leopold Bloom un Ulises parcialmente judío (por sus antepasados) basándose en autoridades académicas como Bérard, que había estudiado influencias semíticas en la Odisea (Stanford 1958: 277). Kazantzakis, a su vez, recrea la epopeya del pueblo judío en sus rapsodias egipcias y convierte al héroe en un Moisés que guía al pueblo por el desierto (cf. 3.2). Cabe destacar la especial relación del judaísmo con el Modernismo, porque no solo Joyce o Kazantzakis sienten predilección por la raza hebrea sin pertenecer a ella y la convierten en tema de sus obras, sino que el judaísmo es fundamental en autores judíos como Kafka, J. Roth, Lukácks, Svevo o Proust (de madre judía).

  El héroe de Kazantzakis, Odiseo, es al mismo tiempo más semejante al Ulises homérico que Leopold Bloom en Joyce (Levitt 1983: 42), sin por ello dejar se constituir una revisión del personaje a partir de la óptica de la modernidad. Leopold Bloom puede ser, como Ulises, valiente y leal, prudente, cauto, un hombre de recursos, con tacto, autocontrol, dotes negociadoras, versatilidad intelectual y manual, resistencia y resignación emocional. Pero además posee, como vagabundo, tres cualidades que Homero no había enfatizado: el deseo de conocimiento, el anhelo de tierras lejanas (por exilio o escapismo) y el impulso erótico (Stanford 1958: 216).

  Para Levitt, la evolución del héroe de Kazantzakis, su imaginación, su atrevimiento, la calidad de su espíritu e intelecto, recuerdan a Homero al tiempo que sobrepasan a otras reescrituras modernistas del mito de Ulises: más allá de la quejosa demanda de Eliot de una forma mítica como medio de ordenar el supuesto caos de nuestros tiempos, más allá del sentido de trascendencia y nihilismo expresado en el

  Ultimo viaggio de Pascoli 258 , más allá del sentido de pérdida de Seferis, más allá

  258 Sobre el poema de 1904 cf. 3.

  5. LA ODISEA MODERNISTA: 5.3 El Modernismo de Kazantzakis

  incluso de la ironía y la persistente humanidad del Leopold Bloom de Joyce (Levitt 1983: 44).

  Leopold Bloom y el Odiseo de Kazantzakis presentan interesantes paralelos y esclarecedoras diferencias. El héroe de Kazantzakis es una figura compuesta: es una combinación de un semidiós griego, el superhombre nietzscheano, y partes iguales de Gargantúa, Pantagruel y Panurgo. Es titánico y prodigioso en todos los aspectos […] posee […] la capacidad temperamental de ser rudo, cruel, salvaje y brutal un momento y tierno, considerado, generoso y amable el siguiente (Stavrou 1963:107-108). Sin embargo, no puede ser tan compasivo, tan humano, como Leopold Bloom.

  Las diferencias entre ambos personajes son de escala: el de Joyce es, frente al Ulises homérico, un enano y el de Kazantzakis, un gigante. El primero lleva a cabo su viaje en el radio reducido de la ciudad de Dublín, el segundo amplía el mundo del antiguo Mediterráneo, descendiendo el Nilo y África hasta los confines helados del sur. Como el Ulises homérico, Leopold Bloom es un héroe centrípeto que regresa al seguro puerto de su hogar, mientras que el nuevo Odiseo es un personaje centrífugo, que se pierde en la búsqueda de nuevas fronteras y que, a diferencia de los otros dos, se exilia voluntariamente. Las reacciones de ambos ante los estímulos externos son acordes a su carácter: Leopold Bloom responde tímidamente, Odiseo con violencia. Por eso Leopold Bloom comete pequeñas infidelidades sin dejar de tener a su mujer como meta, mientras que Odiseo se entrega a todos los placeres con avidez y abandona a Penélope, al hijo y el hogar, lo mismo que a Dijtena. El “eterno femenino” no es para él ni irresistible ni indispensable, cosa que sí es para Leopold Bloom.

  Ninguno de ellos es el rey sabio que fuera Ulises en Homero, ninguno tiene tampoco el favor de Atenea. Es más, Odiseo es impío y desafía a las divinidades, convencido de que es el hombre quien debe erigir su propias leyes (cf. “Decálogo” en Kaz. Od. O, 1165-1173). Leopold Bloom, en cambio, es pusilánime, no vengará su hogar como Ulises y como Odiseo. Pero tampoco estos actúan de manera idéntica a la hora de ejecutar las acciones, pues las estrategias de Homero se basan en la paciencia y en la elección del momento oportuno, mientras que las de Kazantzakis son frontales e impulsivas.

  416 Helena González Vaquerizo, La Odisea cretense y modernista de Nikos Kazantzakis

  El héroe de Kazantzakis tiene un temperamento romántico, el de Joyce uno clásico, según las definiciones de Hulme 259 (2003: 68-83): el primero se inclina por la

  naturaleza, rechaza Ítaca, las cortes de Esparta y Creta, la ciudad que él funda es destruida y se queda solo; el segundo tiene preferencia por la civilización: inmerso en Dublín y su cultura, rituales y carácter, disfruta del día a día y los quehaceres de la ciudad. Odiseo es irracional: el enfrentamiento con Telémaco, la revuelta egipcia, el abandono de todos en África sin un plan, la soledad con un dios cruel, contrastan con la racionalidad de Leopold Bloom, ciudadano, compasivo y reflexivo. Por último, Odiseo representa el movimiento, el viaje espiritual gradual por escalas y centrífugo desde la civilización hacia el aislamiento, frente a la inmovilidad de Leopold Bloom, que ve Dublín moverse a su alrededor mientras trata, centrípeto, de volver a su casa, donde al fin se detendrá.

5.3.2.3 El tiempo y la tierra baldía

  Aquello que une a Leopold Bloom con el nuevo Odiseo es el precedente homérico y las distintas soluciones que los autores han tomado para recrear a un héroe ingenioso y elocuente, pero más allá de eso hay motivos típicamente modernistas que comparten ambos autores: el motivo del tiempo bergsoniano y el de la tierra baldía.

  En efecto, Joyce y Kazantzakis se unen en el intento de escapar del tiempo de reloj (el tiempo lineal, caracterizado por ser una acumulación de momentos) y hallar el real, el significativo, esto es, la dureé bergsoniana (cf. 3.5.2.3). Para hacerlo se sirven de la memoria, el flash back y, en el caso de Joyce, el stream of consciousness. Ambos encuentran iluminación final en el silencio, porque el lenguaje es incapaz de dureé.

  El primer recurso de Odiseo ante la decepción en el momento del regreso es la huida al pasado. Sin embarg, la memoria (fragmentaria y subjetiva) hace que el pasado se perciba de manera discontinua. El pasado no se hace presente a través del recuerdo, sino que se distancia aún más del momento presente. Por eso también Leopold Bloom siente la necesidad de romper las fronteras entre el recuerdo, en el que encuentra consuelo, y el presente, las fronteras del tiempo lineal. Lo consigue más fácilmente que Odiseo, que necesita un largo viaje. Desde la rapsodia A hasta la Λ la temporalidad se mantiene. Al principio de la obra nos encontramos en el siglo XII a.C., tras la Guerra de Troya. Después el tiempo se vuelve diacrónico, transcurren miles de años, Odiseo

  T.E. Hulme (1883-1917), crítico y poeta del Modernismo inglés a quien se atribuye el término “imaginismo”, estuvo muy influido por Bergson e influyó, por su parte, notablemente en T.S. Eliot.

  5. LA ODISEA MODERNISTA: 5.3 El Modernismo de Kazantzakis

  descubre que su mito lo ha convertido en un dios para los pueblos del hielo y, sin embargo, el perro Argos sigue vivo (Φ, 182), realidad y ficción se desdoblan y la misma Helena lo hace, siendo en este final al tiempo una niña que pasea junto al río Eurotas y la mujer que se quedó en Creta embarazada de un bárbaro. A partir de la fundación y destrucción de la ciudad el héroe de Kazantzakis se da cuenta de que el tiempo del hombre es un instante en la noche del mundo (Π, 1347-1349) y el resto de la obra ya no es lineal, temporal ni lógica. A partir de este momento pasado, presente y futuro no son sino un segundo en la mente del hombre y el comienzo y fin de todas las cosas conforman un círculo cerrado (T, 107-111, Ω 1327-1331).

  De este modo, Bergson hace que las diferencias entre Kazantzakis y Joyce sean sobre todo lingüísticas.

  El motivo de la tierra baldía es para el Modernismo un símbolo que debe su desarrollo al célebre poema de Eliot, The Waste Land (1922). El poema se ajusta perfectamente a ese intento de dar forma al caos contemporáneo que Eliot atribuía a Joyce y que es tan característico, también, de Kazantzakis. En las obras de estos tres autores encontramos al mismo tipo de gentes desorientadas que vagan en busca de algo por el mundo contemporáneo de entreguerras, pero llevando consigo la tradición entera

  de Occidente. El mito actúa como elemento de cohesión del retrato del hombre de su tiempo, junto a la incorporación de elementos de otras tradiciones y culturas.

  La tierra baldía es un largo poema de algo menos de 500 versos, que consta de cinco partes, donde las voces de los personajes se confunden y donde estos mismos no son sino variaciones de un mismo personaje: El Rey Pescador, el Marinero Fenicio, el rey Tereo, el joven que abusa de una mecanógrafa, el soldado Albert, Sweeney y Acteón (pertenecientes todos al poema de Eliot), recuerdan en este sentido a los personajes tipo en la Odisea de Kazantzakis. En el caso de las mujeres la identificación es aún más clara: todas repiten esquemas sexuales de resignación, culpabilidad e indiferencia, todas son, como en Kazantzakis, la misma mujer con diferente rostro.

  El motivo fundamental del poema de Eliot es la esterilidad de la tierra en una época decadente. La tierra está baldía por un acto de impiedad que ha de purificarse. El hombre ha abusado de la tierra y mediante rituales ha de recuperar los ciclos de la vida: mediante los ritos primigenios que hombre y mujer hacían para mantener el curso natural de Vida y Muerte, se celebra al reydios que muere en sacrificio y la promesa de su regreso a través de su unificación con la parte femenina. Eliot acude a las palabras

  418 Helena González Vaquerizo, La Odisea cretense y modernista de Nikos Kazantzakis

  del pasado en busca de ayuda, en concreto, a la leyenda artúrica. Según el mito del Grial el Rey Pescador era impotente y, en consecuencia, también su tierra estaba estéril. La causa había sido la violación de unas doncellas de la corte y la solución sería la llegada

  de un extranjero (Percival, Gawain o Galahad) de corazón puro. La situación es idéntica

  a la que Odiseo se encuentra en Creta: un miasma asola la isla, provocando la esterilidad

  de hombres, animales y tierra; la unión de un bárbaro con la bella Helena revertirá la situación (cf. 4.4.1.2.1).

  A Eliot no le interesa la saga artúrica en sí. Lo que hace con ella es lo que Joyce o Kazantzakis hacen con Homero, servirse del mito como punto de partida para elaborar sus respectivas simbologías, como elemento unificador y clave. Se trata de un poema que hace resonar complejas referencias culturales en la mente del espectador para situarlo ante la vacuidad y el misterio que finalmente, por muchos apoyos intelectuales

  a que se recurra, siempre acaba por rodear al ser humano (Osorio 2002: s.p.).

  La lección, nos parece, es la misma que puede extraerse tanto del Ulises como de la nueva Odisea: En La tierra baldía se unen realidad, mito, presente y pasado en un complejo caleidoscopio de referencias culturales. Este mosaico poético configura el desolado retrato del hombre contemporáneo. Eliot, como Kazantzakis, intenta crear un poema cosmogónico que pretende desvelar o, mejor dicho, revelar, las grandes miserias de la decadencia contemporánea partiendo, para ello, de todo el acervo cultural que conforma al hombre que es objeto del poema (ibídem).

  El uso del mito que hace Kazantzakis es, en consecuencia, claramente modernista. Y, si la época modernista se caracteriza por un sentido de alienación que se expresa mediante el mito, Kazantzakis es, probablemente, uno de sus representantes. En todas sus obras, sean dramas, novelas, ensayos o poemas, el mito es la clave interpretativa y el armazón narrativo del relato. Kazantzakis se sirve de mitos antiguos y crea él mismo mitologías, consiguiendo ser fiel a las fuentes y a la vez acorde con el sentimiento de su propia época. Utiliza las posibilidades implícitas en el mito, sus omisiones o silencios, sus motivos menores, para desarrollar sus propias narrativas.

  Por supuesto, hay diferencias con respecto al manejo del mito que hace el cretense con respecto a Joyce. Joyce, como bien viera Eliot (1923: 270-271), marcó una pauta y abrió un camino en el uso de la mitología. Se trataba de dar forma al caos del presente mediante el aprovechamiento de las estructuras míticas. La apuesta de Kazantzakis es la

  de una mitología que no solo estructure la realidad, sino que además le dé sentido y

  5. LA ODISEA MODERNISTA: 5.3 El Modernismo de Kazantzakis

  significado (Levitt 1973: 104). El mito es la potencial solución a la alienación del hombre y es capaz de revalorizarlo, porque no es un mero decorado, sino un conjunto de expresiones eternas de la verdad. Lo que diferencia radicalmente la Odisea de Kazantzakis del Ulises irónico de Joyce o del Mythistorima de Seferis, es la firme confianza del cretense en la capacidad del espíritu humano y el sentido de lucha, que aprendió durante su infancia en la isla, el creer que el arte sirve para expresar la verdad y dar sentido a la vida. Odiseo pertenece a una corriente de la literatura griega que busca iluminar un poco el camino de la humanidad y ayudarla en su camino de ascenso, mientras que el Ulises es una experiencia individual (Soares Brândao 2007: 50). Sin embargo, con Dedalus y con Leopold Bloom puede identificarse el hombre corriente, “cualquiera”, mientras que Odiseo permanece tan extraño, tan ajeno, como lo fuera “Nadie” para Polifemo.

  5. LA ODISEA MODERNISTA: 5.4 Identidad europea y civilización minoica