Época de tránsito

3.5.4 Época de tránsito

  Puede que después de unos siglos esta época nuestra no se llame Renacimiento, sino Edad Media, es decir, interregno; una civilización se agota, pierde su capacidad creadora y se derrumba, y un nuevo Espíritu, que lleva consigo una nueva clase de hombres, lucha con amor, con dureza, con fe, para crear una nueva […] puede que el nuevo Espíritu gane -y entonces vivimos en esta época de tránsito nuestra los dolores de parto de una civilización que nace (Kazantzakis [1956] 2007: 411).

  Kazantzakis caracteriza la época que le ha tocado vivir como una de tránsito, mediante un esquema claramente deudor del pensamiento de Spengler, quien en La decadencia de Occidente explicaba la evolución de las sociedades como organismos vivos, que conocen un proceso de deterioro desde su nacimiento hasta su desaparición. La historia de la humanidad es entonces la de su decadencia, una concepción que arranca en Grecia con Hesíodo (Op.) y que persiste en las tradiciones neohelénicas (Meraklis 1977: 83). N. Politis, por ejemplo, habla a principios del siglo XX de los griegos como de unos hombres menguantes, que cada vez se hacen más pequeños (Politis, N. 1904, 1, 95 y 2: 729).

  La que época que vivieron hombres como Kazantzakis, Schopenhauer, Nietzsche, Spengler o Marx parecía condenada a una violenta destrucción. Esta concepción justificaba, como vimos, la elección del género épico para la Odisea (Kazantzakis 1943: 1028-1034; cf. 3.4.2). Es, ademas, el proceso que dramatiza su autor con especial énfasis en las rapsodias cretenses (E-Θ) de su Odisea (Beaton 2006: 184). No obstante, también el retrato de Creta en Homero es, según Willets (1964: 137), el de una etapa de transición. El testimonio de Heródoto alude asimismo a un período caracterizado por la mezcla de gentes en la isla y la ocupación de bárbaros dorios (Hrdt. I, 173).

  Ante esta crítica situación y en un momento de cambio, el hombre debe convertirse en un héroe. No debe desesperar, sino, al contrario, sacar fuerzas de la nada y aceptar que la vida es una lucha constante, que el esfuerzo por la libertad es su única meta. La libertad, por su parte, no es sino una forma de encarar la muerte. “Libertad y Muerte” grita el Capitán Mijalis al final de la novela, parafraseando los lemas de los insurgentes cretenses “Unión o Muerte”, “Victoria o Muerte”, “Unión y Constitución” (Enosis i Thanatos, Niki i Thanatos, Enosis kai Syntagma).

  3. LA ODISEA DE KAZANTZAKIS: 3.5 Filosofía

  20: Banderas de la revolución en el Museo Benaki , Atenas.

  Frente a la alienación Kazantzakis no opone la esperanza, pero sí el amor a la vida, el carácter de un espíritu mediterráneo frente a uno occidental. El hombre debe aceptar el destino para superarlo y la hybris no será un pecado, sino una virtud y un imperativo (Flay 1971-1972). El activismo se justifica, aunque no se obtengan resultados, por la dignidad que otorga a quien lo practica y porque conlleva el resultado inmaterial de la autoconciencia (Poulakidas 1972-1972: 269).

  Kazantzakis, que en algún momemento se había preguntado con Dante cómo el hombre se hace eterno 67 , pareció encontrar la respuesta en las tensiones de la lucha a la

  que el individuo estaba obligado en una época de tránsito. Solo en la tensión de la lucha, creyó, brilla el hombre, solo entonces exprime al máximo sus capacidades. Una vez alcanzado el objetivo comienza la decadencia, hasta que una nueva revolución vuelve a sacar lo mejor del espíritu. Por eso las sociedades de Esparta y Creta sucumben en la Odisea, por eso la ciudad que el héroe construye desaparece. La lucha por alcanzar la libertad, no su consecución ni el proceso de consolidación de un nuevo sistema político, la victoria sobre los propios miedos y la supresión de toda esperanza. Tales eran los ideales de Kazantzakis y su Odiseo. Uno debe ser muy valiente para enfrentarse al peligro sabiendo que no hay esperanza, para sobreponerse al sufrimiento siendo consciente de que este es inevitable, y para esforzarse en superarse siempre, a pesar de que no le aguarde recompensa alguna. Pero es seguro que, liberado de miedos y esperanzas, el hombre habrá roto todas sus ataduras y será libre, pues solo en la dialéctica de la lucha puede alcanzar la libertad. Si Kazantzakis confía en la superación

  de la naturaleza humana, no lo hace porque crea en la bondad natural de las personas, sino porque cree en su afán y capacidad de superarse, porque, aunque, como solía decir, no amaba al hombre, sí amaba la llama que lo devora.

  67 Cf. nota 16.

  3. LA ODISEA DE KAZANTZAKIS: 3.6 Recepción