La decadencia

4.3.2.3 La decadencia

  En 1901 H.R. Hall publicaba The oldest civilization of Greece, el primer libro académico que tenía en cuenta los descubrimientos de Evans (Hall, H.R. 1901: 145 ss.) y que, además, apoyaba sin fisuras su interpretación mitológica de la civilización minoica: los minoicos fueron un pueblo refinado, que alcanzó altas cotas de desarrollo, pero que al mismo tiempo conservó aspectos primitivos y crueles en su cultura (ibídem: 221-296).

  La civilización que Evans estaba desenterrando en Creta le recordaba mucho a la micénica, con la que estableció los vínculos oportunos. Pero los minocos tenían un rostro ambiguo. Evans los quiso joviales, vitalistas y pacíficos. Al tiempo, los frescos de Knossos, la propia arquitectura del palacio y su arte le parecían refinados, incluso

  4. LA ODISEA CRETENSE: 4.3 Arqueología relativa

  decadentes y encontraba el palacio desolado y sibilante (Evans 1901a: 132). Esto dio pie

  a que, si bien tras la I Guerra Mundial los minoicos eran la viva imagen de la decadencia devorada por su propia debilidad, a medida que se acercaba la II Guerra Mundial fueran transformándose en pacíficos vitalistas (Gere 2009: 142 y ss.).

  Los minoicos de Evans fueron un pueblo completamente original, único e irrepetible. Según él, tenían cisternas en sus cuartos de baño (Deona 1911, Wunderlich 1976: 51), un lujo que no volvería a encontrarse en Europa hasta que en 1596 un cortesano originario de Bath lo ideara para la reina Elisabeth en Inglaterra. La sofisticación que Evans atribuye a una cultura de la Edad de Bronce es altamente llamativa: Una curiosa atmósfera artificial de vida social atraviesa estos tan educados grupos de damas de la Corte con sus mangas abambadas, sus talles de avispa y elaborados peinados (Evans 1921-1935, III: 49). Habían alcanzado la cima de la sofisticación, pero se encontraban en la etapa final de un proceso en el que las culturas, al modo de los organismos vivos, nacen, se desarrollan y mueren. Esta visión está, por supuesto, íntimamente relacionada con la obra de Spengler (1922) y con el darwinismo. Y es que el evolucionismo, esto es, la creencia en que las sociedades evolucionan como organismos vivos y conocen un progreso gradual, explica buena parte del pensamiento

  de Evans. A su vez la autoridad de este es responsable de prejuicios que se arrastran aún hoy en la interpretación de los minoicos (Hamilakis (ed.) 2002: 5-6; cf. 2004, 2006).

  El sentido de decadencia propio de finales del siglo XIX había impregnado a los griegos ya antes de Evans y sus minoicos, y así un estudioso de su literatura llegó a hablar de Graeculus of the decadence (Murray 1897: iv). Grecia estaba compuesta de un elemento masculino, el dorio, y uno femenino, el jonio. Este componente asiático, lujoso y decadente, se convertiría en predominante. Estas teorías, tan en boga en la época, influyeron notablemente en Evans a la hora de hacer su reconstrucción: el ambiente casi asfixiante del palacio es el fruto de haberle atribuido la condición de la decadencia. Asimismo, Evans considera la triple división de la cronología minoica (minoico primitivo, medio y reciente) como lógica y científica en su propia esencia: un periodo de nacimiento, madurez y decadencia (Evans 1921-35, I: 25). En Kazantzakis ya hemos visto cómo el lujo, en este caso minoico, se asocia a la feminidad de la isla, y cómo su civilización es retratada en el momento de su declive. Estos aspectos no provienen solo de la interpretación del pasado, sino muy especialmente del sentimiento del presente.

  300 Helena González Vaquerizo, La Odisea cretense y modernista de Nikos Kazantzakis

  En efecto, la época vivida y compartida por hombres como Evans o Kazantzakis, el fin de siglo europeo, se caracterizó por una atmósfera de decadencia y declive que parecía inevitable (Momigliano 1999: 154-155). Si Evans y su ayudante Mackenzy atribuyeron a Knossos este esquema y si este tuvo tanta aceptación, se debe en gran medida a un momento histórico receptivo, en el que los europeos parecían más que nunca dispuestos a la búsqueda de unos orígenes y una identidad. Como resultado, los condicionamientos del presente fueron proyectados al pasado y los minoicos estudiados como una cultura casi contemporánea. En lugar de buscar paralelos con culturas del pasado, se interpretaron los hallazgos desde una perspectiva contemporánea y anacrónica, por lo que el sesgo modernista que recibieron la reconstrucción de Knossos y su cultura fue enorme (cf. 5).

  El lujo exagerado, el deterioro de los valores humanos, la caída en la animalidad, son aspectos que parecían caracterizar a la cultura europea a finales del siglo XIX y principios del XX cuando, desde la más alta cima de sus logros artísticos y espirituales, Occidente comenzó a precipitarse en una espiral imparable que la conduciría a sendas guerras mundiales. La literatura se hizo eco de lo que sucedía y halló en los minoicos un vehículo idóneo para representar el presente de Europa en su pasado mítico (cf. 5).

  Las similitudes entre la recién descubierta civilización minoica y la ‘decadente’ sociedad de Europa occidental fueron un tema de discusión y admiración a principios

  del siglo XX. Dichas similitudes fueron enfatizadas y difundidas por Evans y sus colaboradores a través de las restauraciones de sus colaboradores, los artistas Emile Gilliéron e hijos y el arquitecto Piet de Jong. Kazantzakis descubrió que todo cuanto veía en la decadente sociedad de su tiempo estaba prefigurado en la isla de sus antepasados y su dramático final confirmaba sus sospechas de la idéntica suerte que aguardaba a la Europa contemporánea (Beaton 2006: 184).

  El autor quiso que Odiseo pasara por Creta, que se debilitaba porque sus señores ya no tenían fuerzas (Kazantzakis [1956] 2007: 483) e hiciera desparecer su civilización decadente (Kazantzaki, E. 1977: 151 [Carta de la primavera de 1925]). Previamente a la catástrofe que destruyó los palacios reinaba, según los arqueólogos de la época, la decadencia (Xanthoudidis 1904: 32). Y quiso además que, en consonacia con el sentimiento de su época (Xanthoudidis 1904: 34-39, Glotz 1923: 67-69), fueran

  4. LA ODISEA CRETENSE: 4.3 Arqueología relativa

  los bárbaros quienes escucharan la llamada de una civilización marchita (Kazantzakis [1956] 2007: 483) 148 .

  En la Odisea Creta aparece como un cuerpo impúdico y desnudo, de-múltiples- pezones (Kaz. Od. E, 299), igual que sus mujeres. En la isla conviven la decadencia y el lujo: Ya los dedos se estropearon, pero conservan las sortijas; sus caderas vacías se debilitaron, mas brillan las cabezas (Kaz. Od. E, 308-309). Kazantzakis hace del soberano de Knossos un brutal, cruel y refinado tirano: Sobre la cima de la dicha, tiene su trono el espanto (Kaz. Od. E, 366).

  No sería ni el primero ni el último en adscribirse a la moda del decadentismo minoico (cf. 5). El novelista Evelyn Waugh 149 , por ejemplo, visitó Knossos durante un

  crucero con amigos en 1929. Además de señalar el parecido de los frescos reconstruidos por Gilliéron y las portadas de Vogue, atribuyó al lugar una perversidad sofocante:

  No creo que solo sea la imaginación y la reconstrucción de una mitología sangrienta lo que convierten en algo aterrador y maligno esas galerías estrechas y esos senderos retorcidos, esas columnatas de pilares cónicos invertidos, esas salas que no son más que pasillos sin salida al final de unas escaleras adonde nunca llega la luz del sol; ese trono pequeño y achaparrado, situado en un rellano donde se cruzan los pasillos del palacio, que no es el asiento de un legislador ni el diván para el reposo de un guerrero. Es el lugar donde un déspota avejentado debía de agazaparse en su propia silla y, entre las paredes de una galería con ecos, escuchar los murmullos que anunciaban la proximidad de su muerte (Evelyn Waugh 1946: 52).

  No obstante, no todos los minoicos de Kazantzakis son depravados y decadentes. El declive afecta principalmente a las clases altas, mientras que en las bajas encontramos viñetas de la vida cotidiana protagonizadas por personajes que despiertan nuestra simpatía: una esclava que asiste deseperada a la muerte de su hijo (Kaz. Od. Z, 265-273, 395-424), un momento de ternura entre un campesino y su mujer (Kaz. Od. Z, 609-626). Estos cretenses de los tiempos de Odiseo e Idomeneo quizá quieran evocar a los eteocretenses de gran corazón de Homero (Hom. Od. IX, 172 y ss.), los verdaderos

  148 La caída de la clase alta, debilitada por su propio refinamiento, a manos de hombres más primitivos y más justos en la obra de Kazantzakis, tiene según Lewitt (1983: 43) un paralelo evidente con la Creta del

  siglo XVII. Los habitantes de la isla no ayudaron a sus gobernantes venecianos a defenderse de los invasores turcos, que se hicieron con el poder. El paralelo no es perfecto, porque los cretenses se rebelaron contra turcos y venecianos por igual, mientras que en la nueva Odisea se ponen del lado de los bárbaros invasores.

  149 Evelyn Waugh (1903-1966). Su primer libro fue una biografía de Dante en 1927; durante el crucero de 1929 lleva consigo la Decadencia de Occidente de Spengler.

  302 Helena González Vaquerizo, La Odisea cretense y modernista de Nikos Kazantzakis

  cretenses de los que surgió la gran civilización que la nobleza y el lujo vinieron a corromper (Beaton 2006: 186).