El momento: las invasiones dorias y las revoluciones sociales

4.3.2.2 El momento: las invasiones dorias y las revoluciones sociales

  Kazantzakis no era estricto con las fechas. En su autobiografía novelada, la Carta al Greco, a menudo altera el orden de los acontecimientos y en sus reflexiones históricas no se muestra más cuidadoso. No es de extrañar entonces que cuando se dispone a recrear en forma literaria una civilización antigua lo haga a partir de nociones históricas imprecisas.

  No le faltaban conocimientos para haber respetado la cronología, sin embargo, se interesaba por la historia pasada únicamente como pretexto para hablar del presente. Su ambición era mostrar los procesos que habían guiado la evolución humana. La fidelidad

  a las fuentes era menos importante que el sentido que la historia pudiera cobrar una vez era convenientemente mitificada por él. Por supuesto, un artista puede tomarse cuantas licencias poéticas considere necesario y esta, nos parece, es una condición necesaria para entender el uso que Kazantzakis hace de las fuentes.

  Una de las teorías históricas que se reflejan en su Odisea es la de las invasiones dorias (Müller [1824] 1830; Grote 1846-1856), esto es, la conquista del Peloponeso y Creta por parte de la tribu doria, que la mitología habría recogido en la saga de los Heráclidas. Los dorios, tribu procedente de Macedonia y del Epiro, se habrían extendido hacia el sur en torno al 1200 a.C., expandiéndose por el Peloponeso, las islas del Egeo y

  Asia Menor 144 . La teoría del descenso de los jonios, aqueos y dorios, de habla griega, desde los Balcanes hacia Grecia se apoya en los argumentos lingüísticos del austriaco

  Paul Kretschmer (Kretschmer 1896).

  En tiempos de Kazantzakis se creía que la llegada de los dorios a Creta fue parte

  de una invasión generalizada de Grecia y buena parte de los trabajos contemporáneos sobre Knossos explican su destrucción a causa de las invasiones (Evans 1901a, Hall, H.R. 1901, Balkie 1910: 180 y ss., Xanthoudidis 1904: 32-39, Glotz 1923: 69,

  144 Heródoto cuenta que en los tiempos del rey Deucalión (tradicionalmente a finales del siglo XIV a.C.;

  cf. Th. I, 12; Hdt. I, 56) los dorios vivían en Ftiotis. En la época de Doro, hijo de Helena, ocuparon una tierra bajo Oso y Olimpo que se llamaba Htieotis, de donde los expulsaron los cadmos. Se fueron entonces a morar al Pindo, siendo allí llamados macedonios. Luego se marcharon a Driopis (finalmente Doris), desde donde llegaron al Peloponeso y se los denominó entonces dorios. Sin embargo, el famoso pasaje de Homero (Od. XIX, 172) sitúa a los dorios en Creta en el 1200 e incluso antes. El pasaje podría ser una interpolación, pero también Estrabón, cuando lo cita, menciona una nota de Estáfilo en su favor.

  4. LA ODISEA CRETENSE: 4.3 Arqueología relativa

  Marinatos 1927: 167-182, cf. Blegen 1962). Las invasiones habrían coincidido con el paso de la Edad del Bronce a la del Hierro, otro de los motivos principales de las rapsodias cretenses. Esto explica la importancia del personaje del herrero en el poema

  (cf. nota 147) y el determinante papel que juegan las armas de hierro 145 .

  Hoy día, al no haberse encontrado pruebas de la invasión, se habla de coexistencia prolongada de los dorios con las tribus aqueas de Micenas, Tirinto y Esparta (Hall, J.M. 2007: 43-50). Pero, según la teoría de las invasiones dorias, que es la que nuestro autor parece seguir, fueron los dorios los causantes de la caída de la civilización micénica (ca. 1550-1100 a.C.). A los dorios se los consideraba además en Creta en tiempos de Kazantzakis los antepasados directos de los sfakiotas, habitantes del pueblo de Sfakia, uno de los pocos enclaves de la isla que nunca fue ocupado por invasores extranjeros. La región es la cuna de Daskalogiannis, uno de los héroes de la resistencia, celebrado en el cancionero popular (cf. 4.2.2). Aislados por las montañas al norte y el cañón del río Samarias al sur, entre los sfakiotas prevalecen los cabellos rubios, los ojos claros y las constituciones fuertes (Marinatos 1927: 137-140).

  Las invasiones dorias están representadas en la Odisea a través de los rubios bárbaros. Los encontramos en Esparta (Kaz. Od. Γ, 720; Δ, 170-182; 860-909) a punto

  de provocar la ruina de Menelao y en Creta (Kaz. Od. Ζ, 915-940), donde con la ayuda

  de Odiseo vencen a Idomeneo. Recordemos que los rubios bárbaros traen como nueva arma el hierro, con el cual derrotarán a Idomeneo, y que también en Egipto se está gestando un cambio de gobierno. En los tres casos se trata de revoluciones sociales de población extranjera que lleva cierto tiempo sometida. En los tres casos las revueltas cuentan con una base popular entre los más desfavorecidos, tanto autóctonos como inmigrantes, que son conducidos por líderes políticos a la revolución social. No hay que olvidar que Kazantzakis escribe entre dos guerras mundiales, mientras en Rusia y en Alemania otras razas de rubios bárbaros tratan de cambiar el orden del mundo. De hecho, los cabecillas de la resistencia egipcia, Rala y Nilo, se inspiran en Rahel Lipstein, judía comunista amiga del autor y en Lenin (cf. 3.2). Los Nazis, por su parte, se apropiarían de la simbología griega (la svastika) y de sus valores guerreros, presentándose a sí mismos como descendientes de los dorios.

  145 Homero también mencionaba el hierro en su poema, si bien anacrónicamente, pues, aunque en la Edad

  de Bronce en que se sitúan los poemas el hierro ya era conocido, faltaba la técnica que permitía fabricarlo.

  294 Helena González Vaquerizo, La Odisea cretense y modernista de Nikos Kazantzakis

  La intervención de los bárbaros en el devenir de la historia es positiva y necesaria

  a juicio de Kazantzakis, como lo es para muchos de sus contemporáneos. Otros, como Glotz, tienen una opinión algo distinta: la bella civilización de bronce sucumbe cuando aparece el fuego. La sumisión de Creta a los aqueos es la conquista de Grecia por Roma, capta ferum victorem cepit; la llegada de los dorios es la invasión de los bárbaros, en la edad moderna, en relación con el Renacimiento (Glotz 1923: 69).

  Por otra parte, la posibilidad de una revolución social en el mundo micénico como la planteada por Kazantzakis en su Odisea no era del todo nueva, sino que había sido propuesta por Mitford (Mitford 1838), aunque no había sido aceptada. A pesar de ello Kazantzakis parece conocer la hipótesis y adoptarla como elemento narrativo, que le permite establecer vínculos entre la historia antigua y el presente. Lo más llamativo del caso es que, casi docientos años después de que la propuesta de Mitford fuera desestimada, Chadwick, descifrador del Lineal B, se hizo eco de ella, asegurando que no hubo invasión doria, que la tribu doria llevaba tiempo viviendo en el Peloponeso como la clase baja de la sociedad y que lo que se produjo fue una revuelta popular (Chadwick 1976: 2-3). Tampoco él logró convencer a los especialistas.

  La objeción a esta última hipótesis era la de que, si los dorios ya estaban en Grecia con anterioridad a la caída de los aqueos, no se explicaría que fueran los únicos responsables de la decadencia micénica. Por ello otra teoría conectaba las tres oleadas

  de invasiones dorias de Müller con las invasiones de “pueblos del mar”, movimientos

  de poblaciones balcánicas hacia Anatolia y Levante mencionados en inscripciones egipcias (Schachermeyr 1957). Tampoco de estos va a olvidarse la nueva Odisea, pues en Egipto encontramos que de mares distantes venían bajeles bien armados (Kaz. Od. K, 519). En realidad son el propio Odiseo y sus compañeros quienes llevan la guerra al país del Nilo, donde ellos son los bárbaros venidos del mar. Cabe recordar que la

  civilización minoica era considerada una talasocracia 146 y que “Los Reyes del Mar” es un nombre que la literatura ha dado a minoicos y micénicos por igual (Judge 1978,

  Balkie 1910, Cole 1996).

  Kazantzakis no va a seguir solo estas teorías en su reconstrucción de Creta. Su interés por el movimiento obrero le acerca a los planteamientos de una historia del

  146 Evans había creído en la talasocracia y había alimentado la idea de una Creta sin fortificaciones, pero en 1979 arqueólogos griegos lo desmentirían (Alexiou 1979). Según Evans unas 100.000 personas vivían

  en Knossos y alrededores en su momento de auge económico. En su apogeo Knossos desarrolló una original arquitectura, que se expandiría gracias a la ausencia de murallas. La prosperidad parecía haber sido uniforme y el reino habría disfrutado de una suerte de pax romana (Evans 1921-1935, II, 2, 571).

  4. LA ODISEA CRETENSE: 4.3 Arqueología relativa

  individuo común, de ese tis, ‘alguien’, a quien quería encontrar Carl Blegen (1887- 1971), el arqueólogo que se haría famoso por excavar el palacio de Néstor en Pilos y localizar la Troya homérica en el nivel VIIA. El espíritu de indagación que Blegen proponía focalizaba su interés en la vida del pueblo minoico antes del peligro de la invasión doria, que engulló su ya decadente civilización (Blegen 1921: 125-6). Junto a Wace, arqueólogo encargado de las excavaciones en Micenas, Blegen ayudó a la creación de un nuevo mito en la arqueología: la exaltación del trabajador común, suerte

  de noble salvaje de la Prehistoria.

  En este contexto histórico y teórico se sitúa Kazantzakis. Vamos a examinar con más detalle la temporalidad de las primeras rapsodias de su Odisea a fin de ver cómo recrea el momento.

  Al comenzar la obra (A-B) nos situamos en tiempos homéricos, inmediatamente después del regreso del héroe a Ítaca. Como corresponde, cuando llega a Esparta (Γ-Δ) y Creta (Ε-Θ) encuentra a sus antiguos compañeros de armas durante el asedio de Troya: Menelao e Idomeneo, que ocupan, respectivamente, los tronos de Esparta y Knossos. Menelao es un rey micénico de la saga de los atridas y, de hecho, la descripción de su palacio, con los graníticos leones de las puertas (Kaz. Od. Γ, 931), es en realidad la del de su hermano Agamenón en Micenas (cf. supra). A Menelao están a punto de derrotarlo sus propios campesinos, levantados en armas contra una monarquía opresora y en decadencia. Con el motivo de la revuelta campesina, que Odiseo sofoca en beneficio de su viejo amigo, Kazantzakis introduce la posiblidad, antes mencionada,

  de que la caída de los aqueos la provocaran causas internas de índole social.

  Idomeneo es también un aqueo, lo cual significa que la mezcla de poblaciones que hizo de la Creta homérica un lugar con razas sin número y lenguas muy diversas en gran mescolanza […] aqueos, eteocretenses de gran corazón, cidones y dorios, que en tres gentes partidos están, y divinos pelasgos (Hom. Od. XIX, 174-176), ya se había producido. Este último aspecto no es óbice para que el mundo que Kazantzakis va a describir en Creta sea en muchos sentidos el minoico y, por tanto, anterior al de Odiseo

  e Idomeneo. Nos referimos al propio escenario de Knossos, pero también a la mitología y religión, que son eminentemente minoicas (cf. 4.4.1, 4.4.2).

  Coincidiendo con la llegada de Odiseo a la isla se produce la de una oleada de bárbaros venidos del norte. Con la ayuda del héroe y la de las plagas, que a modo de castigo divino (cf. 4.4.1.2.1) asolan la isla, los bárbaros destruyen la vieja civilización.

  296 Helena González Vaquerizo, La Odisea cretense y modernista de Nikos Kazantzakis

  La secuencia de acontecimientos que Kazantzakis refleja no difiere mucho de la que estableciera Evans. Según este el legendario rey Minos murió en Sicilia. A su muerte le siguió una despoblación generalizada de Creta y, alrededor del año 1450 a.C., llegaron los pobladores dorios, aqueos y pelasgos de Tesalia. La expedición de Idomeneo –uno

  de estos nuevos pobladores– a Troya iría seguida de una segunda despoblación, que posiblemente se debiera a una serie sucesiva de epidemias. Al fin se produciría la llegada de más dorios y Creta quedaría asimilada a la civilización griega continental (Evans 1894: 270-372).

  No es nuestra tarea discernir cuánto de verdad hay en estas reconstrucciones, pero el parecido entre ambas es suficientemente grande como para pensar que Kazantzakis conocía la hipótesis de Evans y que pudo inspirarse en ella para su epopeya.

  En el trono de Idomeneo Odiseo coloca a su compañero de viaje, el herrero Karterós 147 . El personaje, que embarcó con él en Ítaca, era descrito allí como el feroz

  forastero. Karterós es así una suerte de bárbaro Hefesto, un dios entre las brasas (Kaz. Od. B, 776-820), al que Odiseo persuade para que lo acompañe mostrándole un puñal

  de hierro, el nuevo metal en que toma forma la nueva deidad. Odiseo, que en el transcurso del viaje le había prometido el trono del próximo territorio al que arribaran, le entrega el mando de Creta (Kaz. Od. Θ, 849 ss.) –promesa que puede considerarse un guiño a la ínsula de la que Don Quijote haría soberano a Sancho Panza–. En definitiva, Odiseo entrega el gobierno de Creta a un herrero dorio, cuyo oficio representa el paso del bronce al hierro (ca. 1100-800 a.C).

  147 Karteros es el nombre del río que forma un valle en las inmediaciones de Knossos y que, un poco más arriba pasa junto al pueblo de Myrtia o Varvarous, pueblo del padre de Kazantzakis. Karteros es en griego

  moderno un adjetivo que, aplicado a un río significa ‘resistente,’ aplicado al carácter del personaje, ‘el abnegado.’ Según Benveniste (2005: 71-83) deriva de kratos y krateros, sustantivo y adjetivo que significan respectivamente ‘fuerza divina’ y ‘fuerte’. Si el adjetivo se aplica a un dios tendría este último significado, si a un animal, el de ‘duro’ o ‘cruel’. Enormemente soprendente es la relación del término con el propio oficio de herrero. Según Girard (1998: 270 y ss.) los herreros están en África impregnados de sacralidad, de kratos: Para lo mejor y lo peor, el herrero es el dueño de una violencia superior. A ello se debe que sea sagrado, en el doble sentido de la palabra. Disfruta de algunos privilegios pero se le mira como un personaje algo siniestro. Se evitan los contactos con él. La forja se sitúa en el exterior de la comunidad (Girard 1998: 271). En la Odisea el personaje de Karterós se convierte en rey, quizá porque: En algunas sociedades el herrero, sin dejar de ser una especie de paria, desempeña el papel de árbitro soberano (Girard 1998: 272). El herrero debe su importancia a la fabricación de las armas. Son armas de doble filo, para la violencia y para lo sagrado. Al analizar el término Benveniste no quiere oír hablar de la unión de lo benéfico y lo maléfico en el seno

  de la violencia sagrada. Krateros puede aplicarse tanto a un animal salvaje que está descuartizando su presa como al filo cortante de una espada, a la dureza de una coraza, a las enfermedades más temibles, a los actos más bárbaros, a la discordia y los conflictos más agudos. Un término que revela admirablemente la conjunción de la buena y la mala violencia en el seno de lo sagrado. (Girard 1998: 274). Como epíteto se le dio, por ejemplo, a Ares krateros.

  4. LA ODISEA CRETENSE: 4.3 Arqueología relativa

  Tras abandonar Creta Odiseo y sus compinches se dirigen a Egipto (Ι-Λ), cuya campiña arrasan sin piedad. Este comportamiento típico de bandidos lo hemos visto también en Ulises, en el Ulises cretense de los falsos relatos homéricos, que se enfrentaba a las represalias del faraón. En efecto, las crónicas de Ramsés III hablan de incursiones piratas en las que los akaiwasha (¿aqueos?) tomarían parte y que corresponden a las invasiones libias, jonias y dorias de Egipto en torno al 10 a.C. Además, el hecho de que el faraón de la Odisea de Kazantzakis adopte la nueva religión que Odiseo le ofrece es probablemente un eco de la figura de Ajenatón, el faraón herético, quien habría gobernado Egipto precisamente después de la caída de Troya.

  Por último, en el momento en que nos situamos se da la coexistencia de micénicos y minoicos. Evans defendió una suerte de soberanía minoica en el continente griego, cuyo punto álgido situó hacia finales del MMIII. La cultura micénica de Tirinto, Micenas, Tebas y Orcómenos sería, según él, minoica (Evans 1921-1935, I: 24). Pero hubo quien discrepó:

  No puedo estar de acuerdo con la presencia de “soberanos minoicos en Micenas” o en cualquier otra parte de la Península. Mi teoría es la siguiente: 1) Ascendencia autóctona, Heládico Antiguo y Medio, 2) hacia finales del M.M.III (cronológicamente) inmigración de una raza fuerte, guerrera, hábil, aunque primitiva, los “aqueos” o como prefiera llamarla… saqueos y esclavos de Creta, incendio de Cnosos… expulsión de los invasores… renacimiento cretense… dominio cultural minoico. Esto explica las diferencias: tumbas, arquitectura, indumentaria, culto (¡no hay cuevas sagradas!) (Carta de George Karo a Evans, 27 de agosto de 1920, Archivo Evans, Museo Ashmolean).

  Aunque no encontramos una diferencia radical entre los micénicos y minoicos de Kazantzakis, la cultura de los primeros parece más pobre que la de los segundos, si bien ambas se encuentran en indéntico estado de decadencia. Spengler, por su parte, había defendido la superioridad cultural cretense frente al Peloponeso:

  Los habitantes de los castillos de Tirinto y Micenas levantan la vista con veneración respetuosa hacia la inaccesible espiritualidad de las costumbres de Cnosa [sic.]; los pulidos habitantes de Cnosa miran con desprecio a esos jefecillos y sus secuaces; y, sin embargo, en el pecho de esos robustos bárbaros alienta un sordo sentimiento de superioridad, como el que los soldados germánicos sentían ante los viejos romanos cargados de honores (Spengler [1922] 1976, v. 2: 107).

  Los restos materiales parecen efectivamente indicar que la civilización cretense fue más refinada que la del Peloponeso y, sobre todo, que Micenas dependía de sus contactos con Oriente y Creta:

  298 Helena González Vaquerizo, La Odisea cretense y modernista de Nikos Kazantzakis

  Evidentemente no fueron los micénicos quienes desaparecieron, sino la civilización micénica. La fuerza de esa civilización dependía en buena parte de su fructífero contacto con Creta y Oriente, desde los tiempos de las tumbas de falsa cúpula [los primeros enterramientos descubiertos por Schliemann en Micenas]. Una vez roto ese contacto, la cultura micénica empezó a ir a la deriva alcanzando tales cotas de esterilidad que se hace difícil reconocerla como tal (E. Vermeule citada en Bernal 1993: 373).

  Toda la reconstrucción de las relaciones entre micénicos y minoicos fue revisada por L.R. Palmer (Palmer 1961) a la luz de las tablillas en Lineal B y actualmente se acepta como un hecho la toma de poder de Knossos por parte de los micénicos defendida por Palmer.

  Kazantzakis no se hace eco de estas disputas, algunas de las cuales son, además, posteriores a su Odisea. Micénicos y minoicos son para él contemporáneos, pero no profundiza en sus relaciones. Eso sí, la descripción que hace de Esparta con su castillo rodeado de fuertes murallas y guardado por leones de piedra corresponde, como ya se

  ha señalado, al palacio de Micenas. Evans lo había puesto en relación con Creta a partir

  de los hallazgos de objetos micénicos en la isla. El viaje de Odiseo de la Esparta micénica de Menelao a la Creta minoica de Idomeneo resulta así perfectamente plausible en el tiempo y concuerda con las teorías de la época en que Kazantzakis escribe. Ambas civilizaciones presentan los mismos rasgos de decadencia: como en Esparta, donde Menelao no tiene ya fuerza para mantener su reino ni a su esposa, en Creta se perpetúa una monarquía decadente y han de venir los bárbaros a provocar su caída. En Egipto, gobernado por un faraón temeroso y poblado por una multitud hambrienta de esclavos, volverá a repetirse un esquema parecido.