Unión Soviética

2.1.12 Unión Soviética

  El trabajo se vio interrumpido por la feliz noticia de un viaje a Rusia. Desde los días de Berlín, Kazantzakis había soñado con la Unión Soviética y, al fin, el diario ateniense Eleftheros Logos le ofreció la oportunidad de visitarla como corresponsal.

  En Odesa, Moscú y Leningrado, saboreó a fondo el ambiente político, social y cultural de la vasta nación. Presenció un mitin de Trotsky, visitó escuelas y orfanatos, clínicas, cárceles y ministerios, además del Kremlim. Rindió el obligado tributo de un escritor griego a las numerosas iglesias bizantinas y a los museos, entre otros, de Tolstói y Dostoievski. Asistió a representaciones teatrales, al circo y a la proyección del Acorazado Potemkin.

  Cuando regresó a Atenas ya no compartió lecho ni techo con su esposa, sino que se alojó en una habitación diminuta en casa de su hermana Eleni Theodosiadi en la céntrica calle Ermou. El divorcio de Galatea se hizo público un año después.

  A modo de “luna de miel”, Eleni Samiou y Nikos Kazantzakis -que no se casaron hasta 1945 (diecinueve años más tarde) y que solo lo hicieron en previsión de un viaje a

  los Estados Unidos 21 para el que era requisito- viajaron a Palestina y Chipre. El recuento

  de los lugares visitados vuelve a sonar evocador: Gaza, Jerusalén, Belén, Hebrón, el Mar Muerto, Jericó, Tel-Aviv, Haifa, Beirut... En la tierra prometida Eleni pudo conocer

  a dos de las mujeres de su compañero, Elsa Lange y Lia Dunkelblum. La despedida de Elsa fue muy dolorosa para Kazantzakis, que a punto estuvo de cancelar el viaje a Chipre. Finalmente no lo hizo y la auténtica patria de Afrodita (Kazantzaki, E. 1977: 172) le recompensó, cumpliendo con creces sus expectativas. De regreso a Atenas, tanto Nikos como Eleni publicaron sus impresiones del viaje en periódicos griegos (Eleftheros Tipos (9-1051926, 13-2261926, 1871926) y Kathimerini, respectivamente).

  21 Con Estados Unidos nos referiremos siempre a los Estados Unidos de Norteamérica (USA).

  2. VIDA Y OBRA: 2.1 Biografía

  El periodismo seguía siendo un medio de subsistencia para Kazantzakis. Además, los encargos de los diarios le permitían viajar. De este modo llegó la siguiente escala del largo periplo del “segundo Odiseo”: España.

  Kazantzakis amaba la literatura de nuestro país, desde Cervantes hasta Juan Ramón Jiménez. Asimismo, la idiosincrasia española le resultaba familiar. No en vano, trató de establecerse en Madrid como profesor universitario. No lo consiguió, pero visitó España en más ocasiones. La primera fue con el pretexto de entrevistar a Primo de Rivera, un hombre mediocre, que sin embargo es el portador de un espíritu superior -el espíritu que empuja hoy a los hombres a organizarse como fanáticos bien en la extrema derecha, bien en la extrema izquierda... (Kazantzaki, E. 1977: 181 [Carta a Eleni del 791926). La segunda, durante la Guerra Civil, dio lugar al libro Viajando. España ¡Viva la Muerte! ([1937] 2002). La última sería en homenaje a Toledo y a su compatriota cretense el Greco (cf. Demetrius 1965, Huerga 1989).

  ¿Cuáles eran las afinidades políticas de Kazantzakis cuando, en el mismo año de 1926, se entrevistó en España con Primo de Rivera y en Italia con Mussolini y Marinetti, cuando realizó tres viajes a la Unión Soviética entre 1925 y 1929 o cuando viajó durante la Guerra Civil española junto al ejército de Franco? Desde luego Kazantzakis no era ya un nacionalista, como antes de la catástrofe de Esmirna, y nunca fue un marxista convencido. Tampoco se comprometió con el fascismo. En los regímenes totalitarios de extrema izquierda y de extrema derecha reconocía grandes similitudes formales (Bien 2007a: 1-16) y admiraba una misma forma de heroísmo, pero sus ideales fueron siempre los de un humanista.

  Los viajes, no la política, eran su pasión. Viajaba en el tiempo al leer y al rescribir las viejas historias al modo de sus antepasados literarios: Me gustan mucho los temas archiconocidos, las famosas leyendas ¿no hacían lo mismo los antiguos? (Kazantzaki,

  E. 1977: 567). Viajaba en el espacio a tierras que encontraban luego su reflejo en la Odisea. Egipto y el Sinaí, que recorrió con el pintor Takis Kalmouchos, fueron plasmadas en las rapsodias IX y siguientes, que compuso inmediatamente después del viaje, retirado en la isla de Egina.

  Odiseo acompañaba ya siempre a Kazantzakis. Durante una escala del viaje, escribía:

  …sentado, comiendo uvas recién compradas en el puerto de una isla griega, pensaba en Odiseo, me vinieron a la mente un montón de imágenes, se tensó de nuevo la vela triangular de su negra nave en mi pecho. Oía cómo maldecían los pescadores a mi

  46 Helena González Vaquerizo, La Odisea cretense y modernista de Nikos Kazantzakis

  alrededor, cómo rondaban las prostitutas pintarrajeadas desde el muelle el vapor recién llegado, sentía cómo la fruta podrida se descomponía en el agua salada y más allá contemplaba todo el divino pélago que resplandecía azul. Todas estas cosas eran sagradas, tienen un alma inmortal y debo salvarlas. (Kazantzaki, E. 1977: 191-2 [Carta a Eleni desde Corcira, 20101926]).

  Consideraba que una visita a África era imprescindible para la Odisea (Kazantzaki, E. 1977: 198 (Carta a Eleni, 1811927) y prometió a Eleni, que se encontraba a la sazón en París, que, después de echar un rápido vistazo a África y tomar lo que pudiera para la Odisea, iría cargado con el botín de Rusia, Palestina, Chipre, España, Italia, Egipto y Sudán, a trabajar allí junto a ella (ibídem: 199 [Carta del 2211927]). También las excursiones al Peloponeso con K. Eleftheroudaki, el conocido editor que le encargaría varias entradas de su Diccionario Enciclopédico (Buda, Lenin, Gandhi, Dostoievski y Greco, entre otras), y con P. Prevelakis, a quien acababa de conocer, tuvieron cabida en la Obra. Prevelakis era un joven cretense, que se convirtió en su más fiel e íntimo amigo; en su discípulo, primero, y en su mejor crítico y biógrafo, después.

  En 1927, cuando fue invitado de manera oficial a la Unión Soviética para el décimo aniversario de la Revolución, la Odisea estaba ya prácticamente terminada. Sin embargo, Kazantzakis haría seis revisiones completas del manuscrito antes de publicarla en 1938. Parece que con el tercer borrador (1931) la obra había adquirido ya su forma definitiva (Prevelakis 1958 [1961]: 143-146), pero también parece que las sucesivas revisiones del manuscrito determinaron el contenido, porque respondieron a la necesidad de plasmar nuevas ideas del poeta. Y en la concepción de esas nuevas ideas fueron decisivas las experiencias del viajero cretense en la Unión Soviética (Kazantzakis [1956]) 2007: 389-318). Allí se reencontró con Itka Horowitz, a la que consideraba la parte marxista de su alma (Prevelakis 1984: 20). Allí conoció, entre otros, a Charles Rappoport, Henri Barbusse, Klara Zetkin, Käthe Kollwitz y Arthur Holitscher. Recorrió el Cáucaso en compañía de personalidades de todo el mundo, como el japonés Akita, el belga Soeur o el argentino Quintana. Allí conoció, sobretodo,

  a Panaït Istrati (1884-1935).

  Istrati fue un escritor rumano, hijo de un contrabandista griego al que no llegó a conocer, y autor de novelas como Las narracciones de Adrian Zograffi e Infancia de Adrian Zograffi, en las que hacía de su vida errante una leyenda, protagonizada por su álter ego, que sufre porque busca durante toda su vida un amigo y no lo encuentra

  2. VIDA Y OBRA: 2.1 Biografía

  (Kazantzakis [1956]) 2007: 402). Gozó de gran fama en Europa durante un breve período de tiempo, gracias al patronazgo de Romain Rolland. Su amistad con Kazantzakis fue tan fugaz y tan intensa como esa “estrella roja” que se propusieron llevar a Grecia juntos. Lo intentaron en el teatro ateniense Alhambra, donde la conferencia de Kazantzakis sobre la Unión Soviética se saldó con una citación judicial para él y una invitación a abandonar el país para su amigo. También fue Istrati el primero en presentar a Kazantzakis ante el público francés con el artículo “Parmi les gueux de Grèce: Nikos Kazantzaki” [sic], que se publicó en el diario parisino de H. Barbusse (Monde, 2371928; Istrati 1929).

  La fiebre roja de Kazantzakis se plasmó en los guiones cinematográficos El pañuelo rojo, Lenin y San Pacomio y Sia (todos de 1928), así como en sus artículos para Pravda. Sin embargo, la Odisea no lo abandonaba, pensaba constantemente en ella y en llenarla de las imágenes que contemplaba: la mirada de Odiseo ha de ser un appareil, que en su oscuro tálamo da a luz el universo (Kazantzaki, E. 1977: 234 [1851928]).

  Quiso compartir también la visión del universo bolchevique con Eleni y emprendieron un largo viaje junto a Istrati y su compañera Bilili Baud-Bovy, a lo largo del cual le esperaba a Kazantzakis la sorpresa del reencuentro con la “sirena” del Cáucaso, Varvara Nikolaevna. Los intensos meses del viaje terminaron de la peor forma

  posible cuando Istrati se vio envuelto en el “Asunto Russakov” 22 y Kazantzakis optó por desentenderse por completo (Prevelakis 1961: 137-38). Se despidieron sin estrecharse

  siquiera la mano (Kazantzaki [Samios] 1938) y Kazantzakis prosiguió el viaje en solitario: de Moscú al Océano Ártico y de los Montes Urales al Océano Pacífico atravesando Siberia. Odiseo, al final del largo poema, se perdería también en unas montañas heladas, en esta ocasión del Polo Sur. En la Odisea quedaron todas las ilusiones y decepciones de la amistad con Istrati, las imágenes de la desolación polar, el silencio y el terror. El final de la Ascética cambió con el añadido del capítulo “Silencio”, consecuencia del encuentro con Gorki. Kazantzakis se alejó para siempre

  del partido. Y su amiga Itka, esa parte marxista de su alma, terminó sus días cruelmente ejecutada por Stalin.

  22 Victor Serge y su suegro Rusakov fueron acusados de trotskistas. Istrati defendió la inocencia de ambos, pero Kazantzakis se mantuvo al margen.

  48 Helena González Vaquerizo, La Odisea cretense y modernista de Nikos Kazantzakis